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Ante la convulsión que atraviesa Argentina en estos días, apoyamos la libertad de expresión. Por eso secundamos la valiente actitud de los gobiernos provinciales de Neuquén y Salta. La protesta cívica para preservar su valiosa relevancia dentro de una democracia funcional, requiere de la clara demarcación entre lo legítimo y lo delincuencial. Cuando, buscando alzas salariales, los docentes adoptan actitudes gangsteriles bloqueando rutas y carreteras, renuncian al amparo de la legitimidad en cualquier país que presuma de ser un país serio. Claro que en la Argentina de Kirchner, esta disposición popular se ha convertido en el modus operandi de esas masas leales al régimen vigente.
Cuando la justicia se ciega (o es cegada) y adopta una monstruosa y delictiva tolerancia que, con prejuicios ideológicos, criminaliza la opinión disidente y estimula descaradamente la criminal disposición de esa parte de la ciudadanía aliada a su política, la libertad es sitiada. En ese momento, un "derecho" se convierte en la licencia oficial para transgredir. Pienso que la despiadada violencia que ejercen estos grupos antisistemas, debe traerles un deja vu a muchos de los que componen el gabinete de Kirchner. Añoranzas, tal vez, de un pasado "revolucionario" y simpatía, sin duda, de esa industria de "protestantes sociales" profesionales.
La muerte del docente en Neuquén es de lamentar. Las autoridades provinciales deben de conducir las investigaciones pertinentes. Pero los responsables del suceso son, en primer lugar, los que legitimaron la irresponsable e ilegal conducta que el fallecido maestro estaba ejerciendo, es decir, su sindicato. ¿Son docentes o agitadores políticos? En segundo lugar, si ciertos individuos deciden excederse en la aplicación de la ley, condenable como esto es, la culpa reposará sobre los hombros de un sistema incapaz de mantener el orden y del liderazgo central que tolera, facilita su movilización, costea sus operaciones y estimula esta "manera" de protestar.
No es una coincidencia que los gobernadores de Neuquén y Salta no estén en la lista de los sumisos al régimen kirchneriano. Podríamos decir que, extraoficialmente, hace tiempo que cayeron en "desgracia". Lo que sí es seguro, es que mientras se le llame "protesta social" a actos facinerosos, la libertad (lo que queda de ella) continuará su tortuoso y selectivo racionamiento. Los gobernadores de Neuquén y Salta hoy luchan por los derechos de los argentinos a vivir en paz y con seguridad. Todos. No sólo los que apoyan al gobierno central y gritan más. Sino todos.
"¡Triste el que muera sin haber hecho obra!", nos relató el Apóstol. Más de 49 años de despotismo marxista han dado amplia ocasión para que hijos ennoblecidos consagran el altar patrio con dádivas fruto del deber. Cementerios en tierra y mar abarrotados de mujeres y hombres por miles y a través de las décadas, las pesadas y giratorias puertas de las cárceles castristas; generaciones nacidas en la diáspora, impregnadas de una indomable cubanía e, intramuros, la inexistencia del "hombre nuevo", dan constancia sustanciosa a eso. Sin duda, el cubano ha tenido un paradigmático ejemplo en el Maestro. El 19 de mayo, día de partida de Martí y víspera de la independencia cubana, obliga a la reflexión del concepto del deber.
Con su talento excepcional y diversificado, Martí le hubiera hecho honor al más exigente y remunerador de los deseos de cualquier vida privada. Familia, sueño, fortuna material, todas importante y todas palpables posibilidades, las donó como un generoso filántropo. El deber sería el principal recipiente de su fortuna. El poeta político nacido en la Calle Paula, tenía claro para lo que vino al mundo. Y con la luz de su frente navegó para asegurar, en su caso, que "La muerte de un justo es una fiesta en que la tierra se sienta a ver cómo se abre el cielo".
Martí vivió preparando el día de su partida y de esa "fiesta" concebida. No en los detalles de como iba a morir, sino con la altura que tenía que vivir para enfrentar los compromisos adquiridos con un camino, incluso antes de nacer. Sacrificios, pero dulces y obligados si se pretendía no vivir muriendo. Las frías calles de un Nueva York despalmado sintieron más sus pasos que ningún otro lugar, un precio necesario para así poder vivir en libertad y organizar la benéfica gesta emancipadora para su tierra natal. Sin embargo, un continente completo fue su maestral escenario, que por medio del fascinante arte de su prosa, marcó un hito inigualable hasta nuestros días. Pero fue, sin embargo, en la sensatez de sus ideas donde su genialidad manifestó más bríos.
Mientras muchos de sus contemporáneos de calibre intelectual se emborrachaban con enfermizas teorías socio-políticas, Martí se mantuvo sobrio. Las tóxicas proposiciones de lucha de clases, agitaciones anarco-sindicalistas, inventos comunales utópicos y la colectivización de la propiedad (en su amplia definición) fueron consideradas ridículas y peligrosas por el Maestro. El falso nombre de una tergiversada "libertad" que proponían estos absurdas esquemas, nunca engatusaron a Martí. Siempre comprendió que la libertad es la ausencia de coerción. Todo el resto es licencia para el despotismo. Su capacidad de mantener pulcra la gama de su vasto arsenal intelectual, evidencia la superioridad de su esencia. El regalo que llevaba Martí era transcendental.
Su condición de místico le facilitó, sin duda, no sólo la claridad de su pensar, sino la determinación para cumplirlo. "Cada cual al morir enseña al cielo su obra acabada, su libro escrito, su arado luciente...". Este convencimiento llevó a Martí a abrazar entrañablemente el deber. "¡Se sale de la tierra cuando se ha hecho una obra grande!". Martí salió con creces. Ahora espera y lucha para las grandes obras en construcción que, con su inspiración, se están preparando. Ya lo veremos.
Las elecciones van entrando en la recta final. La Guerra contra el Terror, particularmente en su componente Iraquí, se ha convertido en el tema más enfático de la contienda política.
Ningún presidente norteamericano había tenido que lidiar con un ataque directamente dirigido a civiles en su territorio. Este movimiento de masas violento tuvo como autor a una ideología radical y fue ejecutado por un ejército multinacional desuniformado que pretende la utópica premisa de imposición global. El Presidente Bush autorizó la implementación de una política de copioso alcance para neutralizar la esencia de ese enemigo: el islamismo radical.
La respuesta del Presidente George W. Bush fuera del territorio norteamericano a los ataques, ha sido la Doctrina Bush, una estrategia integradora que esta compuesta por cuatro principios: acción preventiva, patrocinar democratización, coaptación y un realineamiento ideológico. La primera actúa contra la amenaza antes de que se produzca un ataque; la segunda provee la proliferación democrática. Incorporar amigos cuestionables y enemigos antiguos en la lucha contra el terror es el tercero y el realineamiento ideológico por medio de la expansión democrática, exfoliaría del islamismo su arsénico fundamentalismo, es el cuarto. ¿Y ha logrado la Doctrina Bush sus objetivos?
No ha habido, desde el 11/9, ningún ataque masivo en territorio estadounidense. Esto no es una casualidad. Afganistán e Irak son libres y encaminados ha instaurar sistemas autóctonos democráticos. Esto es de extrema importancia, particularmente en el caso de Irak (tiene fronteras con 6 países musulmanes). El 75% de los terroristas de Al Qaeda han sido neutralizados.
Los insurgentes suman entre 5,000 a 10,000. Esto representa menos del .04% de la población iraquí. Es más, la mitad no son ni siquiera iraquíes. Voluntarios para la policía iraquí, la Guardia Nacional y el ejército exceden la posibilidad de los norteamericanos para entrenarlos. Hoy hay más de 125,000 soldados iraquíes defendiendo su país. Elecciones libres (las primeras) tendrán lugar en enero.
El intento de desvincular a Hussein de los ataques del 11/9 tiene 3 fallas, e ignora la correlación de intento. El autor intelectual de los ataques a las Torres Gemelas en 1993 (el primer ataque) fue un oficial del servicio de inteligencia iraquí. Por años, la Irak de Hussein fue un santuario terrorista. Irak Baathista invadió a dos de sus vecinos, químicamente atacó a su pueblo y aceptó regirse por resoluciones de las Naciones Unidas, 18 en total, las cuales, todas, fueron violadas. Hoy, esclarecido el escándalo de corrupción de la ONU en su proyecto de "comida por petróleo", se puede comprender mejor la conducta apologista de la fallida política de contención.
El acopiamiento de información de inteligencia no es una ciencia exacta. Que un informe, considerado perfecto en un intervalo, se demuestre luego imperfecto no disminuye la legitimidad de una acción cuyas variables permanecen inmutables y apoyan la base para actuar. Al Qaeda es sólo un componente del islamismo radical. Su propósito común alineó el movimiento de Bin Laden con una gama de regímenes cuya congruidad de fines no desmienten la hipótesis que vincula una concordancia de los medios. ¿Para qué esperar a que un régimen notorio patrocinador del terrorismo alcance el mecanismo para que un agente dispuesto, llámese Al Qaeda, Hamas o cualquier otro grupo extremista islámico, aniquilen esta vez la ciudad entera de Nueva York? Irak es un campo de batalla mucho más preferible a Brooklyn o el Mall de Washington.
Ganarle la guerra al terrorismo y mantener las metas, a largo plazo, de promover la democratización, son cruciales para derrotar al islamismo radical. La institucionalización de la libertad causaría un alineamiento ideológico y así brotaría un paradigma seminal. Los incrédulos deben mirar hacia Japón y leer su historia. Agendas anti-guerra, pacifistas o izquierdistas, extrañamente amigables estos días con el fundamentalismo islámico, serían azarosa.
Es propio que, mientras los agresores que traman nuestra destrucción luchan por su sobrevivencia en Irak, nosotros, los votantes, atribuyamos el merecido enfoque que la Guerra contra el Terror merece, especialmente nuestro compromiso en Irak.
Naciones Unidas: De lo idílico a la complicidad por Julio M. Shiling
De los escombros que dejó la Segunda Guerra Mundial como un sueño idílico y futurista, surgió la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sus diseñadores, creyendo más en el humanismo de Comte y Rousseau que en las nociones de la habilidad del hombre de la cual hablaron Platón, San Agustín y Santo Tomás de Aquino, colmaron sus estatutos con prosa exquisitamente elaborada, digna de la nueva era en la que el mundo, según dijeron sus arquitectos, iba a entrar. Pero, debido a la mala memoria, empedernido defecto de los que quieren tapar el sol con un dedo, se olvidaron de que entre las fuerzas vencedoras estaba la resentida y oportunista ex-aliada del vencido.
El matrimonio socialista consumado entre el comunismo y el nacional- socialismo, sellado con un acuerdo prenupcial llamado "Tratado Ribbentrop-Molotov (el cual, entre otras cosas, repartió a Polonia) se disolvió con diferencias irreconciliables tras la infidelidad de palabra del segundo y su invasión al territorio del primero. La venganza del ejército rojo por medio de los obsequios de guerra, ya que obtuvieron en menos de 4 años lo que en casi 30 el bolchevismo internacional no pudo conseguir. En ese entorno y sobre las bases de la re-esclavización de medio continente, se fundó la ONU. Esta organización aceptó tácitamente la imposición sobre Europa Oriental de la dictadura comunista y su modo operativo totalitario. Sus proyectistas marginaron los ímpetus verdaderos de por qué se luchó contra el nacional-socialismo y el fascismo: Ponerle fin a un movimiento expansionista y subversivo que amenazaba y ocupaba estados democráticos.
El comunismo internacional hizo lo mismo y a su principal agente se le designó uno de los pocos asientos privilegiados con poderes escasamente disponibles. La nueva organización, creada para buscar y preservar la paz, el orden económico y social, premió al agresor (excepto solamente en el caso del conflicto en Corea, y eso debido a la ausencia de la U.R.S.S. en la votación), y así empezó su inserción en la crisis moral que padece hoy.
El abismo que existe entre la hermosa prédica de los Estatutos y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, y la empírica experiencia de la O.N.U. va culminando en llevar al organismo a una encrucijada ética.
Su preocupación y retórica sobre la desigualdad son notorias y encomiables, aunque lo es mucho más que sus recetas, ya que casi siempre han demostrado poca imaginación al limitarse exclusivamente a consideraciones "redistribuístas", en vez de enfocarse en la "producción" de la riqueza. Sin embargo, se ha atiborrado de instituciones y agendas que promueven derechos sociales sin demostrar inquietud ante el atropello de derechos naturales, manteniendo así un implacable mutismo sobre la Libertad.
La primacía de los "derechos sociales" en el tapete de las Naciones Unidas ha resultado un deleite para las tiranías. Al enfocarse en supuestos "logros" sociales alentadores, han podido ocultar horrendos crímenes y desviar la atención de sus atroces actos de "Liberticidio". Semejante patrón ha situado peligrosamente al gran organismo mundial, al perder de vista que el primer y más fundamental derecho social es ser libre. Por su desatención, pasividad y consecuentemente tácito encubrimiento, es un cómplice indirecto del crimen. En la Comisión de los Derechos Humanos vemos una de las más prístinas caricaturas de esta desvergonzada política.
Establecida para monitorear abusos de derechos considerados inherentes y "universales", por parte de gobiernos contra sus ciudadanos, en esta Comisión se pasean los más notorios violadores de dichos derechos. Dos ejemplos son Sudán y Cuba. El primero no solamente tiene una presencia en este organismo, sino que tiene un asiento en esa Comisión hasta el año 2007. Es difícil de creer que el indiscutible acto de genocidio cometido por las autoridades sudanesas no ha bastado para asegurar su expulsión de ese organismo.
El caso de Cuba merece no menos reacción. No existe, per cápita, ningún país que haya tenido más presos políticos que la Cuba Castro-comunista. Cuarenta y seis años de despotismo unipartidista, totalitario y expansionista, con su probado record de asesinatos, desapariciones, campos de concentración, trabajos forzados, etc. no han sido suficientes para aislar a los agresores cubanos. Lo que más se oye en los pasillos de la ONU es la repetida y gastada diatriba de los muy cuestionables "derechos sociales" anunciados por el régimen Castro-comunista y sus papagayos (pues no se molestan en ver las estadísticas de la Cuba republicana) y no cesan de situar todo el crimen que se les atribuye, en una campaña norteamericana.
Tal parece que defender y querer hacer, proliferar la Libertad y la Democracia por el mundo se ha convertido en un invento estadounidense, según los que defienden la premisa del nefasto régimen Castro-comunista.
Los miembros de los gobiernos de países que no practican la democracia ni cuentan con libertad, representan allí, no a sus pueblos oprimidos, sino a sus dictaduras.
Otorgarles respetabilidad concediéndoles un asiento o exhibiendo la tolerancia a su postura de no atenerse a las reglas establecidas por la O.N.U. y rechazar (como en el caso cubano) año tras año a un Relator Especial, es desprestigiarse globalmente como organismo de seria calidad mundial. Es hora de que la ONU tome buena nota de que la soberanía de un país no reside en una cúpula gobernante que no cuenta para nada con ese organismo y que utiliza los medios más oprobiosos para perpetuarse en el poder.
La Organización de las Naciones Unidas tiene en su poder los mecanismos para recobrar su autoridad moral y exigir a sus miembros una conducta de mínimo pudor. El Artículo 6 de los Estatutos originales le da la autoridad para expulsar a miembros que violen los códigos y normas establecidas.
En 60 años jamás se ha utilizado dicho Artículo. Y no es por falta de despreciables dictadores. A medida que más países gocen de libertad, se convertirá en una tarea más difícil de hacer, porque todos esos países democráticos estarán convencidos de la función fría y apática adoptada por la ONU, lo que deja mucho que desear a la hora de promover y defender uno de los más importantes derechos humanos: la libertad.
Cada vez más, las Naciones Unidas, como demuestra su fiasco de corrupción en Irak y la postura antilibertadora que adoptó, quedará aislada de las nuevas corrientes que no están afines con una institución que considera el crimen como algo "relativo" en obediencia a la presión ejercida dentro de su organismo por los cabilderos criminales con que cuenta como miembros.