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Este artículo es el segundo de una serie de tres. Están conectados por el tema central que es el restablecimiento de las relaciones entre los EE UU y Cuba. El primero presentó su argumento desde un ángulo de practicidad. El segundo defiende el principio de las sanciones. El tercero resumirá la premisa desde una óptica ética.
Se dice que, históricamente, las primeras sanciones las impuso el ateniense, Pericles, contra Megara en 432 a. C. Todo el tiempo transcurrido no ha logrado concretar un consenso exacto dentro de las ciencias sociales y las humanidades en cuanto a la “efectividad” de sanciones como una herramienta para producir, o contribuir a que se produzca, un cambio de régimen político. Esta diversidad de criterio se puede atribuir a tres factores principales: (1) la inclinación ideológica del observador y el régimen particular sancionado; (2) la voluntad del que impone las sanciones para producir los resultados deseados; y (3) la cohesión dentro del mundo libre para reforzar dichas sanciones.
Este artículo es parte de una serie de tres, que serán presentados con una semana de separación. Están conectados por el tema central que es el restablecimiento de las relaciones entre los EE UU y Cuba. El primero presenta su argumento desde un ángulo de practicidad, El segundo defiende el principio de las sanciones. El tercero resumirá la premisa desde una óptica ética.
Bajo la autorización de la vara ejecutiva que le otorga la democracia norteamericana, el gobierno del Presidente Obama restableció, de jure, las relaciones diplomáticas con Cuba comunista. Era de esperar que un paso político de tanta proporción viniera cargado con una racionalización confeccionada con sazón bien aclimatado para los tiempos que vivimos. Ya The New York Times, actuando en capacidad de agente de publicidad no-oficial de la actual administración estadounidense, venía anunciando la trama de este drama político. Entre los argumentos más sobresalientes de la proposición de fundar el puente de la coexistencia (término no tan nuevo, tal vez un poco en desuso, pero válido de igual forma) que conectaría a la democracia funcional más antigua del mundo con la dictadura americana más longeva, es que las relaciones servirán para “empoderar” al pueblo de Cuba. Esto viene secundado con la simbología que trae los efectos visuales expresados cómo uno de contacto de “pueblo a pueblo” (people to people). Añaden que esto da fin a la percibida estrategia norteamericana de “aislamiento”. Mientras algunos aplauden el sendero de deshielo entre Washington y La Habana, otros entienden este global warming (“calentamiento global”) político como el debilitamiento de la capa ambiental que protege a Cuba contra los daños potenciales de oxigenar una brutal dictadura comunista.
La superioridad de la medicina en Cuba antes de 1959.
Esta es la refutación a la réplica del Sr. Félix Luís Viera (CUBAENCUENTRO, 11 de noviembre de 2014) a mi refutación (CUBAENCUENTRO, 10 de noviembre de 2014) de su réplica (CUBAENCUENTRO, 5 de noviembre de 2014) a mi artículo inicial “Salubridad como instrumento dictatorial” (CUBAENCUENTRO, 4 de noviembre de 2014) (sería la re-refutación). Para sintetizar este debate, se puede decir que la aparente diferencia fundamental que distancia nuestros entendimientos sobre la salubridad en Cuba es el antes y el después. Tomando como marcador político el año 1959. El Sr. Viera critica el antes y defiende el después. Mi posición, por la lógica de este debate, va en dirección opuesta a la de él.
El Sr. Viera sigue sin referirse a lo esencial de mi argumento. Esto lo sigue pasando por alto, a pesar de sus dos artículos previos. Intentaré de esclarecer el punto una vez más, haciéndolo más obvio y menos difícil de comprender. Primero, es necesario enfatizar el hecho de que es incuestionable, irrefutable e imborrable las estadísticas que dan sostén al planteamiento de que Cuba, antes de 1959, estaba adelantada en la salubridad relativa a su tiempo, comparada a muchos otros en el globo. Esto es una realidad a pesar de la falsificación histórica que el régimen dictatorial cubano ha promovido. ¿Si Cuba, antes de la instalación de la dictadura castrocomunista, estaba a la cabeza de los países de América Latina, incluso superior a ciertas potencias europeas, en indicadores reconocidos de la salubridad como la mortalidad infantil y el número de médicos/dentistas per cápita y hoy nuestra patria está detrás de muchos de estas mismas naciones, en esos mismos indicadores, no te dice algo esto? ¿Es incomprensible pensar que en cincuenta y cinco años Cuba no hubiera continuado el nivel de superación que mantuvo desde su fundación cómo república? Tengo que admitir que se me hace difícil creer que alguien que no esté ideológicamente comprometido, no pueda reconocer lo que representa más de medio de siglo de tiempo pasado y la oportunidad potencial que esto implica. Esto se ensancha, sobre todo, cuando se incorpora el hecho que en ese tiempo ha transcurrido, nada menos, que la era de la revolución electrónica.
Refutación al artículo “La salubridad en Cuba antes de 1959”.
La medicina en Cuba hoy, sí es un desastre y uno bochornoso.
Por este medio ofrezco mi refutación a un artículo titulado “Salubridad como instrumento dictatorial“ (CUBAENCUENTRO, 4 de noviembre de 2014). La base del descontento con mi escrito es que el autor considera que el sistema de salud en Cuba, antes de la instalación del comunismo, “era un desastre” e infiere que el que vino después es superior. Le agradezco a CUBAENCUENTRO esta oportunidad y celebro su apego a la libre expresión y su ejercicio pluralista. También le agradezco al Sr. Viera (el autor del artículo) la ocasión que dio lugar a esta respuesta.
La posición que el autor sostiene, con vista a la medicina cubana en la era comunista y su lectura de la salubridad en Cuba republicana, es un eco de la retórica oficial de la dictadura y la de sus apologistas y propagandistas. Eso hace que esta refutación y discusión tenga más importancia. Podría no haber sido su intención, pero lo cierto es que el lenguaje que utiliza el Sr. Viera, la escenografía que escoge usar para describir su interpretación del estado de la medicina en la Isla antes del tsunami comunista, reproduce y esparce la diatriba dictatorial cubana. La misma está cargada mucho más de emoción y prejuicio ideológico que de sustancia objetiva. Pese a las objeciones del Sr. Viera y su versión de los hechos dramáticos y pintorescos, la evidencia empírica sólidamente valida la salubridad en Cuba republicana como una que, comparablemente, estaba a la cabeza de América Latina e incluso superaba a la de muchos países que hoy son potencias en el llamado primer mundo.