Patria de Martí
  • Portada
    • Quienes Somos
    • Cultura de Libertad
    • Contáctenos
    • Suscríbete
    • Política de Privacidad
  • Cuba
  • ✒️Artículos por Shiling
    • Índice: Artículos de Julio M. Shiling
  • Shiling en Medios
  • Simposios
    • Indice de Simposios y Conferencias
    • Fotos
    • Calendario de eventos
    • Invitaciones a eventos
  • Artículos
    • Autores
    • ✒️Artículos por Tarano
    • Artículos por Jorge L. León
    • Artículos por Eduardo Mesa
  • Videos
    • Debates
    • Entrevistas
    • Podcast
      • Audio
      • PolitiCast
      • Sumario de Shiling
      • Tribuna Cívica
      • X-ilio
    • Videos con Cary Roque
    • Videos con Rosa Leonor Whitmarsh
    • Programas con Nancy Peréz Crespo
    • Armando de Armas: Videos y artículos
  • Libros
  • TV Libertad
    • TV Alain Paparazzi Cubano
    • TV Otaola
    • TV Martí
    • TV Cubanet
    • TV Bayly Show
  • Temas
    • Lucha contra el castrismo
    • EE UU
    • Tibet
    • Socialismo del Siglo XXI
    • Islamismo Radical
    • Comunismo Asiático
    • Política/Economía
    • Mundo
      • América Latina
      • Noticias EEUU
    • Foro de Sao Paulo
    • Marxismo Cultural
    • Biblio. Política Cubana
      • Documentos Pro Libertad
  • Martí
  • Portada
    • Quienes Somos
    • Cultura de Libertad
    • Contáctenos
    • Suscríbete
    • Política de Privacidad
  • Cuba
  • ✒️Artículos por Shiling
    • Índice: Artículos de Julio M. Shiling
  • Shiling en Medios
  • Simposios
    • Indice de Simposios y Conferencias
    • Fotos
    • Calendario de eventos
    • Invitaciones a eventos
  • Artículos
    • Autores
    • ✒️Artículos por Tarano
    • Artículos por Jorge L. León
    • Artículos por Eduardo Mesa
  • Videos
    • Debates
    • Entrevistas
    • Podcast
      • Audio
      • PolitiCast
      • Sumario de Shiling
      • Tribuna Cívica
      • X-ilio
    • Videos con Cary Roque
    • Videos con Rosa Leonor Whitmarsh
    • Programas con Nancy Peréz Crespo
    • Armando de Armas: Videos y artículos
  • Libros
  • TV Libertad
    • TV Alain Paparazzi Cubano
    • TV Otaola
    • TV Martí
    • TV Cubanet
    • TV Bayly Show
  • Temas
    • Lucha contra el castrismo
    • EE UU
    • Tibet
    • Socialismo del Siglo XXI
    • Islamismo Radical
    • Comunismo Asiático
    • Política/Economía
    • Mundo
      • América Latina
      • Noticias EEUU
    • Foro de Sao Paulo
    • Marxismo Cultural
    • Biblio. Política Cubana
      • Documentos Pro Libertad
  • Martí
 

Índice de artículos 🔻

El Mito del Progreso: Un apunte sobre Cuba antes y después del comunismo

El Mito del Progreso: Un apunte sobre Cuba antes y después del comunismo

El Mito del Progreso: Un apunte sobre Cuba antes y después del comunismo Read in English Un análisis comparativo de Cuba en salud, educación y condiciones laborales antes y después de 66 años...

[Lee el artículo completo]
El momento de la reparación de la Iglesia

El momento de la reparación de la Iglesia

El momento de la reparación de la Iglesia Read in English La muerte del Papa Francisco pone fin a un controvertido reinado de doce años como obispo de Roma. Mientras la Iglesia católica se prepara...

[Lee el artículo completo]
Aranceles, comercio y el ajuste del sistema capitalista de Estados Unidos

Aranceles, comercio y el ajuste del sistema capitalista de Estados Unidos

Aranceles, comercio y el ajuste del sistema capitalista de Estados Unidos Read in English El mundo está en una guerra comercial, según la izquierda y la derecha libertaria. Además, esta extraña...

[Lee el artículo completo]
Estados Unidos necesita un medio de comunicación internacional

Estados Unidos necesita un medio de comunicación internacional

Estados Unidos necesita un medio de comunicación internacional  Read in English Al firmar la orden ejecutiva Continuar la Reducción de la Burocracia Federal el viernes 14 de marzo de 2025, el...

[Lee el artículo completo]
Recordando a Lincoln Díaz-Balart

Recordando a Lincoln Díaz-Balart

Recordando a Lincoln Díaz-Balart Read in English Cuba está de luto. Esta se ha convertido en una realidad demasiado familiar, ya que muchos de sus hijos e hijas fallecen sin ver una Cuba libre. En...

[Lee el artículo completo]
Cómo se está desmantelando el Estado administrativo

Cómo se está desmantelando el Estado administrativo

Cómo se está desmantelando el Estado administrativo Read in English El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) del presidente Donald Trump es una parte intrincada de su mandato. Aunque no...

[Lee el artículo completo]
Una virtuosa doctrina Trump

Una virtuosa doctrina Trump

Una virtuosa doctrina Trump Read in English Los presidentes estadounidenses acostumbran a desear que sus iniciativas de política exterior sean etiquetadas como «doctrinas». Estas categorizaciones...

[Lee el artículo completo]
El mandato celestial de Trump

El mandato celestial de Trump

El mandato celestial de Trump Read in English La noción de «Mandato del Cielo» proviene de un principio filosófico chino que se remonta a la dinastía Zhou (c. 1046-256 a.C.). Según esta antigua...

[Lee el artículo completo]
Es hora de detener el giro autoritario y mantener a EE.UU. libre

Es hora de detener el giro autoritario y mantener a EE.UU. libre

Es hora de detener el giro autoritario y mantener a EE.UU. libre Read in English Las elecciones presidenciales de 2024 serán testigo de una de dos cosas. La profundización de la transformación...

[Lee el artículo completo]

Deporte y Política

Fuente/Autor: Julio M. Shiling
Publicado: 11 Diciembre 2012

Julio92x93Deporte y Política por Julio M. Shiling

Asistieron un poco más de cuatro millones de personas. Los anfitriones edificaron deslumbrantes estadios dando cupo a toda capacidad, a los enternecidos espectadores provenientes de todo el globo. La cúpula gobernante, elegida democráticamente, tampoco se perdió un evento. El mundo (al menos la mayor parte) quedó seducido y, adicionalmente, quedaron convencidos de que cualquier régimen capaz de ambientar un magno-evento deportivo como los Juegos Olímpicos, de manera tan glamorosa, con exquisita organización y seguridad no eran meritorios de alegaciones hechas por algunos de que era un régimen peligroso y malo. Aparte, ¿cuán inicuo podía ser un sistema que tenía un promedio de crecimiento económico del 15% anual, constructor de las mejores carreteras del momento, una potencia en la educación, las artes y el deporte, ganando, justo en la misma Olimpiada, la mayor cantidad de medallas? Sin embargo, los XI Juegos Olímpicos sirvieron cabalmente a los nefastos intereses del nazismo que, causalmente, tanto dolor inflijo al planeta. Ahora, 62 años después, el comunismo chino en Pekín, o Beijing (como sus opresores lo han renombraron), acaban de trapacear a la humanidad nuevamente.

Los Juegos Olímpicos (sus organizadores, patrocinadores e intereses concernientes) insistiendo en que sus encuentros deportivos transnacionales cada 4 años son "apolíticos", han demostrado una olímpica ambivalencia moral con la politización del deporte que han practicado. Lo peor es el relativismo ético que han instaurado. Por supuesto que más de un coro sobrará para replicar con el desgastado eslogan de que "el deporte (o la música o arte) no tiene nada que ver con la política". El problema con esa argumentación es que, para poder ser convincente, presupone del receptor una amplía ignorancia de la política (particularmente en sistemas dictatoriales), competencias deportivas internacionales o ambas. Apela a sentimentalismos equívocos que buscan desprender al pensante de un serio análisis. En el nombre de la pasión por el deporte, busca embriagar al humano desuniéndolo de la ética virtuosa de sancionar lo injusto y rechazar lo inaceptable. Esterilizar la capacidad para recriminar lo abominable no es su único requerimiento. Obliga también a la nubosidad de facultades de raciocinio, concurrentes con lo sucedido.

Si existe un evento cultural abarrotado de política, son las Olimpiadas. Es insultante que te quieran convencer de lo contrario. Antropológicamente, desde su concepción con los antiguos griegos hace más de 700 años antes de Cristo, el evento no se puede desligar de la política. El rescatador de los juegos modernos, Pierre Baron de Coubertin, precisamente reaccionando a un evento político, la Guerra Franco-Prusiana, concordó el Comité Olímpico Internacional en 1894. El pedagogo e historiador francés deseó, por medio del deporte, apaciguar diferencias que antes se resolvieron en el campo de batalla. Sueño admirable y colmado de política.

Himnos y banderas son sólo algunos de los ejemplos que, desde la superficie, nos recuerda la politización inherente a estos eventos. Visto exclusivamente así, nada tendría de malo. Al contrario, hermoso es la efervescencia del saludable nacionalismo que eventos como estos pudieran ser capaces de producir. Unirían pueblos, regiones, hasta pudieran allanar asperezas entre potencias rivales. Todo eso lo pudiera lograr competencias deportivas internacionales. Todo eso pudiera haber sido lo que Coubertin soñó. Pero el idílico empeño de aquel comité resultó una quimera. Lo que descarriló la intención del proyecto inicial: una hermandad de pueblos compitiendo libremente en un encuentro deportivo con reglas similares; no fue la política en sí, contemplada de modo aislada.

El maleante ha sido la tolerancia de una política divorciada del pudor moral que filtra y excluye actividades políticas inadmisibles y la selectividad ideológica que ha determinado su administración.

Las Olimpiadas reconocen, de facto, territorios políticos físicos, no naciones. No hace distinción entre regímenes socio-políticos. Tampoco lo hace con el ámbito circunstancial que rodea los atletas participantes. Les otorga a los comités de los respectivos países, una amplia e igualitaria discreción para estructurar su formato deportivo. O sea, un reconocimiento de "igualdad", un level playing field (terreno equitativo para jugar). Con eso argumentan que no practican la política. Sin embargo, detrás de este "entendimiento" de los organizadores de los Juegos Olímpicos, está latente, en primer lugar, la doble moral ejercida y, en segundo (y peor aún), la institucionalización de una fehaciente y patética tradición de encubrir crímenes de lesa humanidad, robustecer regímenes despóticos y promover la explotación deportiva. En efecto, practicando una política cultural que sirve sólo a las dictaduras más politizadas del mundo y a sus ambiciones.

Para evitar la repulsión del mundo democrático y atraer favorable atención, estos magno-eventos deportivos transnacionales, necesitan instituir una falsa equivalencia moral y circunstancial. Pincelan una imagen del país anfitrión, cuando son, como en el caso de las Olimpiadas del 2008 en China comunista, garrafalmente distorsionados. Lo que se presenta es incompleto y completamente inconsistente con la realidad. Ausencias de libertades básicas, de garantías civiles, de jurisprudencia autónoma se aguarda con el mismo silencio lamentable con que se oculta la abundante represión, la censura oficial, el genocidio en territorios ocupados como el Tíbet, los encarcelamientos en masa, desalojos arbitrarias, todas actitudes que el régimen chino comunista acciona incesantemente.

Con 59 años de despotismo comunista en funcionamiento en China, igual que con la incipiente dictadura alemana de 1936, la inmoralidad de la barbarie encubierta queda embozada. La credibilidad que recibe cualquier régimen al ser anfitrión de un evento como las Olimpiadas, es un efectivo mecanismo para hacer desaparecer atrocidades, aún cuando están frescas. Le concede una inmerecida respetabilidad en la comunidad de naciones. Le obsequia un rostro "humano". Hace invisibles sus víctimas. Y en el caso de China roja, son muchas. Más de 60 millones según fuentes respetables. Algunos incrédulos o apologistas de la dictadura comunista de Pekín (muchos con enlaces comerciales en el gigante asiático), han querido justificar el juicio de los organizadores olímpicos con el guión de que la China de Deng y Jintao, no es la misma que la de Mao.

Cuando en 1978, Deng Xiaoping instituyó en la República Popular China una paulatina liberalización selectiva de la centralizada economía china, la llamó "socialismo con características chinas". Para los que quieren leer sus pronunciamientos y el razonamiento del astuto comunista (publicación con el mismo título, cortesía del Partido Comunista Chino), Deng no abandonaba los objetivos del marxismo-leninismo. Sólo la metodología de cómo, de forma más efectiva, asistir a la "lucha de clases" y llegar al nirvana comunista. Lo cierto es que Deng no fue del todo original. El mismo Lenin, con su Nueva Política Económica, ya había reconfigurado las doctrinas económicas del marxismo 57 años antes, para enfrentar la ineficiencia bolchevique (Stalin luego las rescindió parcialmente). En China comunista los "cambios" que redactó Deng han consistido en ajustes económicos con la retención del estado político marxista-leninista. O sea, una dictadura represiva uni-partidista e ideológica, con economía mercantilista. ¡Y por favor, no digan que lo que hay en China es capitalismo! Bajo ningún concepto lo es. Su práctica económica procede del mercantilismo. La simple empleomanía del mercado y sus instrumentos, el intercambio comercial, las inversiones extranjeras, y una tolerada propiedad privada selectiva y concesionada no equivale al capitalismo.

Los que contaron con que la modernización material en China traería con ella la democracia, siguen esperando. Brilla por su ausencia (y creo que no deberían de estar muy esperanzados). Que la China de hoy sea diferente a la de Mao, es innegable. Como no es menos cierto que los EE UU que dejó Reagan es diferente a lo que fue bajo Carter o Nixon (hoy es mucho más próspero). Pero la analogía se fisura en la cuestión de las libertades civiles y políticas. En la tierra de Lincoln eso ha sido una constante sin reparar en quienes gobiernan. En China, ese no ha sido el caso. China está más materialmente abundante, sí. Pero no es ni más libre ni más democrática. El fortalecimiento de la economía en la República Popular China ha servido no solamente para proporcionar una mayor cantidad de bienes de consumo para los chinos en las ciudades principales (lo rural es otra cosa). La entidad que controla cada minúsculo aspecto de la vida, el Partido Comunista Chino, está hoy más fornido e institucionalizado que nunca. Eso incluye el reino de Mao. Si la excusa moral del Comité Internacional Olímpico para permitir que China comunista hospedara los juegos del 2008, es la misma fracasada premisa de que los avances materiales en China son (o serán) conducentes a un proceso democratizador o si eso la ha convertido en un lugar menos inhóspito éticamente, han errado de nuevo.

La dádiva de autorizar el alojamiento de un súper evento como las Olimpiadas dentro de territorio no-libre, no ha sido el único lapso inescrupuloso de sus organizadores. Cuando el Comité Internacional Olímpico rehúsa hacer diferenciación entre países cuyas estructuras socio-políticas son absolutistas, fomenta la permanencia dictatorial, legitimando el régimen opresivo. Demuestran, adicionalmente, una tácita aprobación de la dictadura o una abismal incongruencia con los principios básicos de la competencia deportiva. El deporte requiere de libertad y de alternativas dentro de límites prudentes y establecidos para que se puedan equiparar. Un atleta, proveniente de un país donde se practica la democracia, representa exclusivamente a su nación (incluyendo la de la diáspora).

Como en una democracia hay alternativas y las libertades para escoger entre esas alternativas, en el nombre de la pluralidad los equipos democráticos visten el uniforme patrio, desvinculados completamente de consideraciones partidistas o ideológicas de ningún tipo. Hay una clara distinción entre culto a la "patria" y al régimen operante. En las democracias, partidos y políticos son un fenómeno dinámico, donde las instituciones civiles y estatales resguardan el ambiente para que individuos, en este caso los atletas, y sus conciudadanos puedan tener variantes criterios políticos y actuar sobre ellas sin repercusiones.

Ese no es el caso con los equipos que provienen de países no-democráticos, particularmente donde imperan esquemas totalitarios. Los atletas a los que las dictaduras socio-políticas permiten participar en eventos deportivos (nacionales o internacionales), van en representación, no de una nación per se, sino de un movimiento político que desde el poder opera un régimen dictatorial y, de acuerdo a su propia "legalidad", son convencionalmente la "nación". O sea, en el caso del país no-democrático y uni-partidista, "nación" y "régimen" (o "revolución) son sinónimos. Este fenómeno, repito, está anclado en las respectivas "constituciones" de las dictaduras. No esconden su negativa de darles a sus ciudadanos (que incluye a los atletas) ninguna separación entre el sistema operante (movimiento/partido ideológico exclusivo), la patria y ellos (las masas). Quiéranlo o no, son hechos partícipes.

Al no existir la normal separación entre gobierno y país, los atletas que visten uniforme de un equipo que proviene del orbe donde impera un régimen absolutista, son convertidos, lamentable e injustamente, en representantes de una dictadura. Este engendro queda validado por la consistencia y vigorosidad con que cualquier régimen totalitario le niega la opción de participar en cualquier función deportiva (o cultural en general) a un no-integrado. La sumisión ideológica es un requerimiento. No es suficiente la capacidad deportiva. Las dictaduras tienen su propia "moral", esa que obliga al jugador a una clara identificación con el sistema. Esas son las reglas del juego en los regímenes absolutistas.

Uno de los artículos del Comité dice (entre otras cosas) que las Olimpiadas se "oponen" al abuso "político" del deporte o de los atletas. ¡Qué incongruencia moral! La hipocresía y desaprensiva actitud del Comité Olímpico Internacional se extiende en la doble moral que ha ejercido. Para citar sólo algunos ejemplos, los equipos de Sur África fueron, en 1972 y 1976, excluidos de participar por su política de apartheid racial. La antigua Rodesia (hoy Zambia y Zimbabwe), por razones similares, también fueron suprimidos en 1972. Muy bien. Sin embargo, los regímenes comunistas practican, despiadadamente y sin cesar, el apartheid clasista, político, religioso y racial (de facto). El Comité Internacional Olímpico, sin embargo, ha permanecido silente ante esta discriminatoria e inhumana práctica. La República China (más conocida como Taiwán) fue proscrita de los Juegos en 1976. Su renuencia a cambiar su nombre legal, bandera e himno le ganó esa distinción. Pudo volver en 1984. Pero sólo después de que las exigencias del Comité fueron aceptadas, se presentó la República China como "Taipei China" y con una bandera "especial". Y con rostro serio, los responsables administrativos de las Olimpiadas nos atestiguan que ellos no hacen política.

Lo más lamentable de todo esto es en lo que nos convierte estos eventos. La magna-audiencia que captan ocasiones televisivas como las Olimpiadas, en vez de servir el noble propósito de hacernos ciudadanos del mundo más sensitivo al sufrimiento ajeno, nos desensibiliza. Ahí en Pekín, a cuadras de donde la espectacularidad del deporte se vislumbraba y los aplausos saludaban a deportistas que tan arduamente se habían esforzado, un estado policiaco gestiona su inhumano control sobre la nación más populosa del mundo. Cerca de esos estadios, donde tantas hermosas medallas se repartieron, el genocidio contra el pueblo tibetano se continúa ordenando. Atletas que visten uniformes representando a naciones enteras, no se diferenciaron de los que son convertidos en vasallos de dictaduras políticas y simbolizan regímenes oprobiosos. ¿Cómo se permite que estos deportistas con la desdicha de venir de territorios no-libre, sean perseguidos y vigilado por fuerzas represivas políticas todo el tiempo? A veces, incluso, habiendo más agentes de represión que deportistas. Todo para evitar una expresión no autorizada o el escape hacia la libertad de atletas desesperados. Esta realidad, sin embargo, no se trasmite y se pretende ocultar. El Comité ha determinado que eso sería mezclar el deporte con la política. La elegante fachada no es singularmente coreografiada por los administradores de los Juegos. Tampoco se llevó a cabo sólo con la ayuda adicional de las dictaduras concernientes, cuyas esquemas doctrinales ha parecido, tradicionalmente, excitar a algunos influyentes miembros del Comité.

Ciertos comerciantes del mundo libre, demostrado una aguda ceguera y sordera moral, no dejaron de persuadirnos con sus anuncios y fanfarria extravagante, de que en la casa del opresor asiático todo andaba bien. Productores como la Coca Cola, General Electric, Kodak, McDonald´s, Omega, Johnson and Johnson, Visa y otros costearon el encuentro en China comunista, invirtiendo $866 millones. Prestaron su nombre y prestigio (aparte del dinero) para patrocinar un evento que se sabía que iba a generar (como lo ha hecho) millares de arrestos, pensando, erróneamente, que la maldad del sistema declararía una tregua, ya que habitaban sus calles innumerables extranjeros. Penosamente, la eterna mancha de la complicidad será el precio justiciero que esos patrocinadores pagarán.

Al final, el circo de los comunistas chinos terminó. En la Plaza de Tiananmen, el patético retrato de Mao con la fija mirada de una sádica Mona Lisa, continuará dejándole saber al mundo que en China, la dictadura del proletariado sigue en marcha. El Comité llevará sus competencias a otros lados y continuará su lamentable servicio dentro de su capacidad cultural, de abonar la preservación de dictaduras sanguinarias. Nosotros, como raza humana, hemos quedado más incivilizados gracias a estos Juegos. Vamos perdiendo la virtud de sentir repugnancia hacia poderes repugnantes. La indiferencia inunda la civilización libre cada vez más y el tacto de la inquietud moral parece esfumarse con mayor frecuencia.

Pudo haber sido distinto. Pero hace tiempo que los Juegos Olímpicos se descarriaron. Tal vez algún día las Olimpiadas recapacitarán. Ojalá. Tendrían que ser intolerantes con la explotación deportiva por parte de tiranías políticas e inflexibles en el condicionamiento de que las reglas del juego excluyan jugadas sucias de los gobernantes hacia los gobernados. Y eso no es cosa de juego. Deporte sin libertad es una mera manipulación atada a los caprichos de un tirano y su sistema.

 

 

Cuba y el cuento chino

Fuente/Autor: Julio M. Shiling

Julio92x93Cuba y el cuento chino

En momentos en que el cuerpo de Fidel Castro puede estar inerte en un depósito fúnebre, vegetativamente plegado a sostenedores artificiales o batallando la calamidad que sería su inmortalidad, lo cierto es que, independientemente a la incertidumbre de este caso, el castrocomunismo, tal como lo conocemos, está expirando. En el alba de este sismo paradigmático, yace un sin números de posibilidades que puede tomar curso. Uno de ellos es seguir el modelo chino. Esto sería nefasto.

Dentro de la actual estructura castrista, apostar por el esquema híbrido de marxismo-leninismo-nacionalismo-mercantilismo (la variante china), es la predecible preferencia. Una selectiva apertura económica con la retención del poderío político, permitiría la conservación de las dádivas que la dictadura cuba y elcuento chino 1 238X124socialista les ha proporcionado. Adicionalmente, quedaría enraizada la hegemonía del unipartidismo comunista sobre la sociedad cubana. Algunas voces, partiendo de las filas prodemocráticas, han compartido el optimismo con el experimento chino. Esta premisa reposa en la teoría de que con el desarrollo económico viene la democratización. Los hechos, con casos como China, Vietnam, etc., contradicen esa aseveración.

El capitalismo concesionario practicado en China desde 1978, ha sido instrumento para el fortalecimiento del despotismo. El Partido Comunista Chino, más fuerte que nunca, mantiene las exclusivas clavijas para el avance social. Sumisión absoluta es la condición. Este fenómeno es un temeroso agente de coaptación popular que ha servido a los intereses del oficialismo dictatorial y que mantiene la diatriba de "lucha de clases", haciendo creer a muchos en el mundo no-totalitario, que eso es cosa del antaño (leer las sesiones del PCCh).

Las similitudes contextuales entre China y Cuba son espeluznantemente demasiadas. Un régimen de corte personalista-fundamentalista, al desaparecer el caudillo, busca en una institución (el Partido) el reemplazo "natural" para perpetuar la "rutinización" del poder. Mejoramientos materiales sirven para, no solamente costear el galopante aparato represivo, sino también para apaciguar reclamaciones legítimas de libertades individuales y coartar movimientos reformistas dentro del poder.

Empresas extranjeras, portando el triste uniforme de la complicidad, son los primeros en defender el status quo. La influencia que ejercen sobre sus gobiernos democráticos, da licencia a una vergonzosa coexistencia que tolera los crímenes  más atroces. ¿Cómo no van a estar complacidos los comunistas chinos?

Si para Cuba ya es hora, el modelo chino no es el paradigma a seguir. Las modificaciones económicas en la China de Mao, sólo han perpetuado la dictadura comunista. La Cuba de Castro debe de morir con él. Que la democracia podría entrar por esa puerta, es un cuento. Un cuento chino en el que no se debe creer.

.

 

 

 

 

Understanding Totalitarian Rule

Fuente/Autor: Julio M. Shiling
Publicado: 10 Diciembre 2012

Julio92x93Understanding Totalitarian Rule.

Ideology, as a comprehensive set of ideas, helps explain how one sees the world, where it comes from and is headed and where it stands. For some, ideology is a genuine belief system, while for others it is, functionally, simply political discourse. The culture it invariably breeds renders irrelevant, in practice, which understanding society has of ideological dogma. Three of modernity's most traumatic social/political experiments have been Communism, National Socialism (Nazism) and Fascism. All three utopian-premised movements, in pursuit of ideology, embraced totalitarianism as its "modus operendi".

The totalitarian mode of operation is uniquely formulated in structure to perpetrate an individual and/or movement in power with minimal challenges from any opposition, once in place. Key to establishing and maintaining the totalitarian apparatus is organization. "Power as conceived by totalitarianism" cites eminent historian and political scientist Hannah Arendt, "lies exclusively in the force produced through organization."1 Spontaneity is lost.  While the mirage of its existence appears so to the non-totalitarian world, the craft of organization is perfected through the forced compliance of the established rules, official guidelines, and the high cost of dissent.  The art of totalitarianism, notes prominent professor and former U.N. Ambassador Jeanne Kirkpatrick, is "organizing political power."2  Hungarian author, Agnes Horvath quoted Soviet party expert, A. Avtorkhanov as citing, "The strength of the Communist regime resides... in its brilliant hierarchical system of power and the use made of that power..."3  With the end being the utilization of said power to formulate a new society and order by restructuring existing class or race configurations, production/human relations are overhauled so that a new culture can be instituted; a totalitarian culture.  Organization is the mechanism.


1 Hannah Arendt. The origins of totalitarianism, new ed.  San Diego, Harcourt Brace, 1976, pg. 418.

2 Jeanne Kirkpatrick. Dictatorship and double standards. Commentary, September 1979, pg. 96.

3 Horvath Agnes. et al. The dissolution of communist power.  London: Routledge, 1992, pg. 15.

 


 

Politics escapes nothing in a totalitarian-run society. Everything is politicized.  Society now becomes divided into the integrated (with the movement) or the enemy (nonconforming).  In The Origins of Totalitarianism, Hannah Arendt highlights the typical totalitarian hierarchical composition in essentially six levels.4  Fundamental to comprehending the totalitarian mode of operation, including its diligently delineated organizational component, is the dual subterfuge of its façade.  It presents, at all times, in all aspects two faces: one for the internal subjects and another, to the non-totalitarian world, of the totalitarian apparatus.  At the bottom level are the fellow-travelers.  These are mostly compiled by those who support the totalitarian regime and its objectives but typically live outside its territorial compounds.  Most came from the non-totalitarian world and flock to the regime for ideological and/or economic reasons, as well as submission to blackmail.  The fellow-travelers are instruments of the system mostly used for marketing benefits generated in its dealings with the non-totalitarian world.  The power that they generate in the internal structure is minimal but their influence can be exceptional, dependent upon the value the regime places on their services at any given time.  The front organizations are the next strata.

Unlike authoritarian regimes, which are much more isolationists and do not concern themselves with imagery, totalitarian systems are quite susceptible to appearance maintenance.  The image is not inhospitable to change.  The radicalness of its ideological underpinning assures the movement the sufficient margin to mold itself and its means, to facilitate the attainment of its ends.  Front organizations serve that purpose masterfully both for the internal world (totalitarian) and its external counterpart (non-totalitarian).  This sophisticated stratagem formulates for the captive society a mechanism of control and filter.  Being themselves mass organizations penetrated, run and choreographed by the ruling single party, they have no autonomy outside of the official dogma.  They are monopolistic.  There is a front organization for workers, one for students, a paramilitary watchdog committee, and another for women, etc.; one for each sector.  Advances in the workplace, school, and access to housing, commodities, etc. are conditioned and measured by the activism displayed in these front organizations.  Society is controlled and their level of integration with the movement (revolution) is meticulously noted and measured.  They, therefore, serve as filters which the movement separates the perceived conforming from the non-conforming.  They are totalitarianism's eyes, ears and face.  The orchestrated crowds that welcome a foreign dignitary, protest in front of a "hostile" embassy, concentrate the masses in plazas to hear official speeches usually by the "leader," are all the design of the mass organizations, which serve as front for the ruling single party/movement.

Front organizations are the facade which the non-totalitarian world sees in foreign conferences and seek to give the appearance of equivalency with their counterparts of the Free World.  Image maintenance is crucial for the sustentation of the totalitarian regime.  The appearance of normalcy, which the totalitarian face seeks to project to those on the outside, is presented by the front organizations.  It is their function in their dealing with the non-totalitarian world.


4 Ibid, 382. 


Their existence is imperative for any totalitarian regime.  The next layer, which itself contains three different tiers, is the most relevant.

Societies in totalitarian regimes are divided, as was cited earlier, into two categories: the integrated (conforming to the movement) and the nonconforming ("counter-revolutionary," countermovement).  Within those integrated with the movement are further varying degrees of movement-assimilation.  The layer which follows the front (mass) organizations in totalitarian's hierarchical structure, are members of the single-ruling party.  The draconian role of the party in every aspect of totalitarian life can not be understated.  Renowned Italian Marxist Gramsci wrote in Prison Notebooks referring to the party and their role in society: "In order to judge—and in contemporary history of politics judgments is identical with action—we need to know, and this requires the knowledge of every thing that is knowable... a contact with the living and moving world, an ability to reach each and every individual."5  Any level of the party serves the regime.  But the varying stratus qualifies them.  This strata itself contains three differing tiers within the totalitarian apparatus.  Membership in the party is a prerequisite for any position of power in the regime. Absolutely every high-ranking member of the armed forces, high-level government position must be a party member.  The level of militancy, usefulness, aptitudes and political favoring which further stratify party members, some into autonomous, quasi-party entities that operates under the distant shadow of the party's structure, and to a great degree, control it.  After the general members of the party, Communist or Nazi, are elite party formations.  The secret police (differing names may apply given differing regimes) is the following layer.


 

5 Gramsci , A. Note sui Machiavelli sulla politica esullo stato moderna. Tovino: Ed. Rivant, 1975, pg. 1930.


 

While technically party members themselves, the secret police are autonomous and do not report to the general party governing entity but rather to the movement's (revolution's) "leader" directly.  The secret police obeys its own rules and penetrates all levels of the party.  They are the enforcers of democratic centralism, as well as in charge of internal espionage (not just the opposition, but also the military, government and other party members) and external (non-totalitarian world).  This elite institution is secretly feared, particularly by other general party members (civil, military, government, etc.), given their enormous power within the apparatus.  Following the secret police in the totalitarian network is the next phase in party membership: the elite secret police.

This higher totalitarian echelon forms an intimate circle around the "leader."  The elite secret police serves, in many respects, as the counter-intelligence to the regular secret police.  They also are autonomous from the rest of the party and also report directly to the "leader."  A very selective process assures that only the most loyal and fanatical will join the corps of the elite secret service, undisputedly the regime's most revered terrorizing entity.  They, like the regular secret police, are armies outside the armed forces and governments within the government, all with the absolute power curtailed in the totalitarian chain of command, only by the "leader" himself.  At that point, the "leader" level is the epic of power within totalitarianism organizational structure.  There the subject rules without the obstruction of any written law and embodies the movement, which is by this point the party and the state, with its laws and ideological abstractions.  The "leader" contrives to incarnate the nation as well.  The complete totalitarian hierarchical structure is configured so as to accommodate totalitarianism rule as willed by the tyrant.  It is the absolute perversion of power.  Through this elaborate organization of society, political power is contrived in such a way as to assure minimal space for effective dissention and a very narrow route for material advancement: absolute adherences to the official dogma as determined, in that moment by the "leader" and have the ability to adjust to changing interpretations of ideology to suit the movement's ends.  The most relevant factor to assure that society has only that extremely narrow route for moving space is the party.

Without the structural existence of the Communist and Nazi parties, totalitarianism could not and cannot be exercised.  It is the indispensable contexture of the totalitarian wall.  It bears no resemblance de facto or de jure to its semantic counterpart in the Free World.  The totalitarian party is a process of steady osmosis, unlawfully violent (revolutionary, i.e. Bolsheviks) or legalistically nonviolent (constitutionally. i.e. Nazis), which commences from an ideological movement then converts itself, once approaching or having gained power to a party.  The next step in the process is the appropriation of the state.  This is the springboard to disseminate the totalitarian reign.  The party-state can, at this point, spread, on a broad spectrum basis, the tenets of the ideology by attempting to institutionalize the counterculture domestically and, universally, present the state with its legitimacy mask, as the face for the non-totalitarian world.  The state is, for non-totalitarian world purposes, the "dejure" governing body. The party is, without a doubt, the "defacto" sovereign.

Extraterritorially, this serves totalitarianism well since its façade entertains appearance and allows for needed concessions from the non-totalitarian world, i.e. trade privileges, non-aggression pacts, credit, market access, etc., all the while simultaneously, it assists compatible or comparable movements, sharing affinity for notions of class or race warfare.

Buchheim brilliantly observed, the term "party" neither arises from the theory of the totalitarian claim to power nor does it fit into the totalitarian ruling system; rather it belongs to the concept of the free political life, especially of democracy.  In contrast, National Socialists and Communists have characterized themselves... as "movement" and "workers movement"... for their aims lay beyond what a genuine political party may establish as its goal.  The "movement" is the typical form representing the totalitarian claim to power in politics.  To the extent that such a political reality includes a democratic constitution, the movement can also represent itself as a party.  But it is not a genuine party... After the seizure of power... the movement can continue to term itself a party in a certain sense if it demands to be the active and leading part of the whole people or the entire class.  But it is an artificial meaning... the designation "party" is a linguistic remnant... After its "seizure of power" the totalitarian movement converts the state, which until then had been its enemy, into its slave.  The movement maintains that it alone represents the will of a people or a class, and it deprives the state of its existence as a sovereign legal institution.  Totalitarianism carries out its politics, not within the framework of governmental order, buy beyond all norms, and in this endeavor it employs the state simply as a tool whenever such manipulation appears useful.6

The edifice that sustains totalitarianism, and its repressive tenet, is, as was earlier cited, the party. And the abstract superstructures which are indispensable and responsible for the party's political power are two elements.  The subservience of the state to the party is one of the bedrock features in that building of totalitarian despotism.  The other inevasible component, the more important in totalitarianism's assemblage is democratic centralism.

The idea of democratic centralism was conjectured by the father of Communist praxis, Vladimir Lenin.  Premised on instigating non-factionalism, the end result was tyranny of the party.  Glenn Chafetz in Gorbachev, Reform and the Brezhnev Doctrine highlighted Lenin's pretension, "Democratic centralism ideally stipulated the full and open discussion of a particular issue until a decision had been taken; after that point, all debate was to cease and all members and organizations were required to implement the decision... The application of the principle heavily favored the "centralism" at the expense of the "democratic" in order to muzzle dissent and to dictate hierarchical decisions."7  The fringe benefits afforded to totalitarianism from democratic centralism have been numerous.  With the abolition of factions, inner party dissent was eliminated.  The threat of elite conspiracies, coup d'etat's, or "palace revolutions" are effectively dismissed from probable possibility as a result of democratic centralism.  The closed environment on which the party's command functions simulates what Alexandre Koyré called "secret societies in broad daylight."

Hannah Arendt, echoing Georg Simmel's "Sociology of Secrecy and of Secret Societies" in The American Journal of Sociology (Jan 1906), brilliantly observed that

... secret societies... form hierarchies according to degrees of "initiation," regulate the life of their members according to a secret and fictitious assumption which makes everything look as though it were something else, adopt a strategy of consistent lying to deceive the non-initiated external masses, demand unquestioning obedience from their members who are held together by allegiance to a ... leader, who himself is surrounded... by a small group of initiated who in turn are surrounded by the half-initiated who form a buffer area against the hostile profane world.8

 


 

 

6 Hans Buchheim. Totalitarian rule: Its nature and characteristics.  Middletown, Wesleyan University Press, 1968, pg. 91.  7 Glenn Chafetz. G. Gorbachev, reform and the Brezhnev doctrine.  Westport: Praeger, 1993, pg. 97.

8 Hannah Arendt. The origins of totalitarianism, new ed.  San Diego, Harcourt Brace, 1976, pg. 376.


 

The "secret society" structure prevalent in the totalitarian party, and beautifully exposed and analyzed by Arendt and others, finds the core which unites the party, the unwavering loyalty, typically fanatical, to the "leader" who personifies the movement and/or secret society.  Imitating Comte's naturalist-driven positivist paradigm, the party/secret society are the fundamentalists of an atheistic pseudo-religion.  This political ambiance breeds coherently a "cult" around the "personality" figure of the "leader."  The closed secret system insulates the despot in command exceptionally from internal enemies.  The draconian centralization of authority as a result of democratic centralism, funnels the channel of power to the party's executioners and the "leaders" choice: the secret police.

Just as the party is the key to totalitarianism.  The secret policy is the sustenance of the totalitarian party.  They are enforcers of democratic centralism.  Lenin's Cheka, Stalin's MKVD, Hitler's SS, Mao's Red Guards, Pol Pot's Brigades, etc. all actively, relentlessly and fanatically repressed all levels of society.  The party was, as democratic centralism required, no exception.  Despite ideological differences, the totalitarian secret police was synonymous in its application and service to the maintenance of absolute tyranny.  Carl J. Friedrich, in describing Nazi Germany's secret police, masterfully captured the commonality of this repressive elitist corps ...and the special relationship it enjoys with the "leader."

...Hitler found himself loyally supported throughout by Himmler and his guards (SS).  He therefore made the SS into an autonomous organization within the party, directly reporting to him, and providing the party with the firm backbone that a totalitarian regime requires...  As contrasted with the heterogeneous party membership, the SS membership was young and filled with zeal from the regimes (Hitler's) ideology; it thus became unquestioning, enthusiastic support of all the Fuhrer's actions... It has become quite clear... that the SS possessed a more radical, indeed fanatical attitude than the average party member of SA man.  In course of time, the SS managed to infiltrate various key positions in party and government, especially the military and economic cadres."9

There is not one existing enterprise, loyal or disaffectionate to the movement that is not penetrated by the secret police.  Their presence is awesome, secret and everywhere.

While all forms of despotism depend on some variant of a secret police designed to infiltrate and neutralize the opposition, the uniqueness of totalitarianism's version is not only its applicable reluctance to stop the pursuit once its adversaries have been eliminated, but rather at that point (the beginning of real terror) ... the deliberate and premeditated policy of permeating of the totality of society, particularly the central nerve points of the system, i.e. military, party members, high ranking officials,etc.Former Yugoslav communist Milovan  Djilas, totalitarianism targets not just "actual" enemies but also "potential" ones.  With regards to its dealing with the non-totalitarian, outside world, the secret police enjoys a privileged disposition.  The remuneration is ostensibly greater, not just in form of direct payments, but also the access to markets and available goods it produces, resulting in additional residual benefits.  Most foreign embassies, consulates and regime-representation offices abroad are de facto run, by the secret police.  The ability to work in a non-totalitarian country requires a high level of trust.


 

9 Carl J. Friedrich. The evolving theory and practice of totalitarian regimes. Carl. J. Friedrich, Michael Curtis and Benjamin R. Barber. Totalitarianism in perspective: Three views.  New York: Praeger, 1969, pg. 254.


 

Those assigned to foreign service are among totalitarians most regarded.  They are part of the draconian secrecy wall that clouds the inner workings of the system from the outside world, as well as the internal.  The source of the secret police's power is the "will" of the "leader."  This invocation of the ideology and the purpose of the movement as personified by the "leader," who is himself the embodiment of the movement (revolution), extends absolute impunity to the secret police and situates them above any law, even if such legalism mattered.  Thus the secret society moat is well guarded by the anonymity of this intelligence army who bears absolute, unwavering loyalty to the "leader" and assures that its walls are protected from enemies, dissenters, competition and even friends.

Despite the crumbling of the Berlin Wall, six countries remain communist today: China, North Korea, Tibet, Cuba, Vietnam and Laos. Considerable economic liberalization (and ideological revisitation) in some: i.e., China, Vietnam; piecemeal reforms in others: i.e., Cuba, Tibet and Laos; and little in the remaining: i.e., North Korea has provided no concluding evidence of democratic installation. Ample analysis suggests that the repressive might of the ruling communist parties is enhanced with increased revenues offered to it by the benefits of commercialization with the non-communist world. Without political reforms which separate party and state, end single-party monopoly, extend property rights to all (not just party-elite and foreigners) and rule of law established, can totalitarian rule effectively be neutralized and withered away. Only then can its antithesis, civil society, flourish and liberty exist alongside of democracy.

© Julio M. Shiling 2005

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Martí ¿Comunista?

Fuente/Autor: Julio M. Shiling

En conmemoración del 168º del nacimiento del Maestro, reproducimos este artículo del 2005.

Marti Comunista 460x246

Martí ¿Comunista?

Lo que hay hoy en Cuba, sus instigadores nos han dicho, comenzó en el acometimiento de un cuartel en Oriente. La responsabilidad intelectual de la monstruosidad que derivó de aquel ataque al Moncada, se la han atribuido a José Martí. ¿Cuánta verdad correlacionar podrá ver en dicha afirmación?

La revolución castrista está sustentada sobre una base de mentiras. Cuba es el único caso en el mundo, donde el comunismo alcanzó el poder negando insistentemente, su esencia marxista. La necesidad metodológica, para insertar en praxis el socialismo “científico” de Marx y Engels, institucionalizó el embuste. Esto se agudizó, sin dudas, dado las directivas excéntricas del capataz de la versión criolla: nacionalismo falso, antinorteamericanismo despiadado y anticapitalismo hipócrita. La falsificación de los datos, de la historia y de los hechos, ha sido parte del modus operandi del castrismo. En nada han escatimado al mentir los comunistas cubanos. Era de suponer que la figura insigne de Cuba no escaparía la embestida trolera.

Leer más…Martí ¿Comunista?

Página 92 de 96

  • Inicio
  • 87
  • 88
  • 89
  • 90
  • 91
  • 92
  • 93
  • 94
  • 95
  • 96
  • Final
Copyright © 2006-2025 | Patria de Martí ® All Rights Reserved | Los logos, nombres de instituciones y/o medios de comunicaciones y derechos de autor mencionados en este sitio web son propiedad de sus respectivos propietarios.
Designed by Jose Tarano

Síguenos en:

📨       𝕏   CAV icon 26x32