Naciones Unidas: De lo idílico a la complicidad por Julio M. Shiling
De los escombros que dejó la Segunda Guerra Mundial como un sueño idílico y futurista, surgió la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sus diseñadores, creyendo más en el humanismo de Comte y Rousseau que en las nociones de la habilidad del hombre de la cual hablaron Platón, San Agustín y Santo Tomás de Aquino, colmaron sus estatutos con prosa exquisitamente elaborada, digna de la nueva era en la que el mundo, según dijeron sus arquitectos, iba a entrar. Pero, debido a la mala memoria, empedernido defecto de los que quieren tapar el sol con un dedo, se olvidaron de que entre las fuerzas vencedoras estaba la resentida y oportunista ex-aliada del vencido.
El matrimonio socialista consumado entre el comunismo y el nacional- socialismo, sellado con un acuerdo prenupcial llamado "Tratado Ribbentrop-Molotov (el cual, entre otras cosas, repartió a Polonia) se disolvió con diferencias irreconciliables tras la infidelidad de palabra del segundo y su invasión al territorio del primero. La venganza del ejército rojo por medio de los obsequios de guerra, ya que obtuvieron en menos de 4 años lo que en casi 30 el bolchevismo internacional no pudo conseguir. En ese entorno y sobre las bases de la re-esclavización de medio continente, se fundó la ONU. Esta organización aceptó tácitamente la imposición sobre Europa Oriental de la dictadura comunista y su modo operativo totalitario. Sus proyectistas marginaron los ímpetus verdaderos de por qué se luchó contra el nacional-socialismo y el fascismo: Ponerle fin a un movimiento expansionista y subversivo que amenazaba y ocupaba estados democráticos.
El comunismo internacional hizo lo mismo y a su principal agente se le designó uno de los pocos asientos privilegiados con poderes escasamente disponibles. La nueva organización, creada para buscar y preservar la paz, el orden económico y social, premió al agresor (excepto solamente en el caso del conflicto en Corea, y eso debido a la ausencia de la U.R.S.S. en la votación), y así empezó su inserción en la crisis moral que padece hoy.
El abismo que existe entre la hermosa prédica de los Estatutos y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, y la empírica experiencia de la O.N.U. va culminando en llevar al organismo a una encrucijada ética.
Su preocupación y retórica sobre la desigualdad son notorias y encomiables, aunque lo es mucho más que sus recetas, ya que casi siempre han demostrado poca imaginación al limitarse exclusivamente a consideraciones "redistribuístas", en vez de enfocarse en la "producción" de la riqueza. Sin embargo, se ha atiborrado de instituciones y agendas que promueven derechos sociales sin demostrar inquietud ante el atropello de derechos naturales, manteniendo así un implacable mutismo sobre la Libertad.
La primacía de los "derechos sociales" en el tapete de las Naciones Unidas ha resultado un deleite para las tiranías. Al enfocarse en supuestos "logros" sociales alentadores, han podido ocultar horrendos crímenes y desviar la atención de sus atroces actos de "Liberticidio". Semejante patrón ha situado peligrosamente al gran organismo mundial, al perder de vista que el primer y más fundamental derecho social es ser libre. Por su desatención, pasividad y consecuentemente tácito encubrimiento, es un cómplice indirecto del crimen. En la Comisión de los Derechos Humanos vemos una de las más prístinas caricaturas de esta desvergonzada política.
Establecida para monitorear abusos de derechos considerados inherentes y "universales", por parte de gobiernos contra sus ciudadanos, en esta Comisión se pasean los más notorios violadores de dichos derechos. Dos ejemplos son Sudán y Cuba. El primero no solamente tiene una presencia en este organismo, sino que tiene un asiento en esa Comisión hasta el año 2007. Es difícil de creer que el indiscutible acto de genocidio cometido por las autoridades sudanesas no ha bastado para asegurar su expulsión de ese organismo.
El caso de Cuba merece no menos reacción. No existe, per cápita, ningún país que haya tenido más presos políticos que la Cuba Castro-comunista. Cuarenta y seis años de despotismo unipartidista, totalitario y expansionista, con su probado record de asesinatos, desapariciones, campos de concentración, trabajos forzados, etc. no han sido suficientes para aislar a los agresores cubanos. Lo que más se oye en los pasillos de la ONU es la repetida y gastada diatriba de los muy cuestionables "derechos sociales" anunciados por el régimen Castro-comunista y sus papagayos (pues no se molestan en ver las estadísticas de la Cuba republicana) y no cesan de situar todo el crimen que se les atribuye, en una campaña norteamericana.
Tal parece que defender y querer hacer, proliferar la Libertad y la Democracia por el mundo se ha convertido en un invento estadounidense, según los que defienden la premisa del nefasto régimen Castro-comunista.
Los miembros de los gobiernos de países que no practican la democracia ni cuentan con libertad, representan allí, no a sus pueblos oprimidos, sino a sus dictaduras.
Otorgarles respetabilidad concediéndoles un asiento o exhibiendo la tolerancia a su postura de no atenerse a las reglas establecidas por la O.N.U. y rechazar (como en el caso cubano) año tras año a un Relator Especial, es desprestigiarse globalmente como organismo de seria calidad mundial. Es hora de que la ONU tome buena nota de que la soberanía de un país no reside en una cúpula gobernante que no cuenta para nada con ese organismo y que utiliza los medios más oprobiosos para perpetuarse en el poder.
La Organización de las Naciones Unidas tiene en su poder los mecanismos para recobrar su autoridad moral y exigir a sus miembros una conducta de mínimo pudor. El Artículo 6 de los Estatutos originales le da la autoridad para expulsar a miembros que violen los códigos y normas establecidas.
En 60 años jamás se ha utilizado dicho Artículo. Y no es por falta de despreciables dictadores. A medida que más países gocen de libertad, se convertirá en una tarea más difícil de hacer, porque todos esos países democráticos estarán convencidos de la función fría y apática adoptada por la ONU, lo que deja mucho que desear a la hora de promover y defender uno de los más importantes derechos humanos: la libertad.
Cada vez más, las Naciones Unidas, como demuestra su fiasco de corrupción en Irak y la postura antilibertadora que adoptó, quedará aislada de las nuevas corrientes que no están afines con una institución que considera el crimen como algo "relativo" en obediencia a la presión ejercida dentro de su organismo por los cabilderos criminales con que cuenta como miembros.