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Bahía de Cochinos 63 años después
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Nativa de Cuba. Es columnista del Diario Las Américas, comentarista de Radio y Televisión Martí y profesora del Miami Dade Collage (Miami, FL. EE. UU.). Ha ejercido la pedagogía en Vassar Collage (Poughkeepsie, NY) y la Universidad Anahuac (México, D.F.). Tiene un Doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana (La Habana, Cuba).
Vino desde la tierra a ascender sobre el musgoverde e inexpugnable por la ley del decreto; en tierra colorada yacía su provincia; el faro de la costa, luciérnaga abrigaba.
Dulcemente sus juegos con la lluvia trenzaba y en charcos sus juguetes de lodo los llenaba; aspiraba el pequeño el latido del aire. ¡Qué impulso señalaba su reloj en la arena!
No eran horas de tedio las de serios reproches, cuidar a sus hermanas o escuchar los sinsontes. Las noches bien oscuras con sus grillos cantores entonaban secretos sones reproductores y el oleaje que ronca soslayaba la calma.
****** El chiquillo delgado es hábil en canicas y ayuda en las aguadas con su fuerza de hombre; el padre no se halla al tanto de esas cosas que afanan al pequeño responsable de todo, cual hombre entre otros hombres.
El niñito José se crece con Mendive, de sus labios recibe el alma de la Patria: lecciones superiores de hondo contenido; Mendive se percata de una rara tristeza y alerta le da un giro, un tono, una esperanza, al alma de ese niño al que el peligro asecha. ¡El niño está salvado! ¡Como que tiende el ala germinal al espacio, al ramaje distinto!
****** ¡Qué comparsa de negros en alba de estertores pasó por sus sentidos de origen españoles!
¡Qué comparsas de albahaca perfumaron los sones incipientes, cubanos, criollos, pre-danzones!
¡Qué acentos aspirados en eses diluidas por las calles polvosas intramuros sonaron!
****** De barcos bergantines ululan las sirenas; los sacos almacenan el azúcar de Guines.
Hay olores a puerto, a calesa y botines, a chaqué, mariposa, brea ,candil, oliva, ******* La barquita de Regla pone remos al agua; la familia de Pepe fue a pasear un domingo; el pitazo de un buque a ultramar lo dirige.
Por la calle Empedrado, por Muralla, Galeano, (si Luis con e) pasea con su padre; conoce de profundis los linderos del Príncipe. Tampocos son ajenos el Torreón de San Lázaro, la estación de los trenes, la calle de la Infanta, el Paseo del rey Carlos Tercero; transitable, convertido en calzada de madera, que cubre los lodos infernales.
********** Asomarse a los muelles, ver despegar los barcos; separar los acentos del bozal y del blanco, el hispano del criollo, y ¡elegir el cubano!
******* Es la niñez del niño de la calle de Paula; allí nació ese niño con número de cábala, de La Habana en su entraña.
***** Se aseaba en la jofaina y su lecho era seco; los frutos de la tierra comía desde niño: guanábana, mango, anón y mamoncillo. Su madre cocinaba calabaza amarilla y garbanzo y fabada. Y el Día de los Fieles Difuntos respetaba.
******* Así surgió el criollo: de Yara y sus principios, la tierra, el aire limpio del puerto y los corales de la costa cercana; del pensar del Maestro; de ese viaje al Hanábana, al palmar, las veredas, al plantío, la sabana de caña, la décima guajira, la dimensión de Patria: ese viaje toral al ombligo de Cuba; ¡ ese viaje al Hanábana!
****** La sangre destilada en la triste cantera la sabe necesaria.Le da una nueva vida saber que hay que romper las cadenas de España.
********* Ya no hay negro ni blanco ! tan solo hay cubanía! el pitazo de un barco lo traslada de puerto y Cadiz lo recibe ventoso . A él , transformado. Terminó el primer ciclo, del musgo a la palmera; ! los sinsontes de Cuba desde el alba lo esperan!
La Libertad de Expresión Robada por Raúl Ramon Mota
Nacido en Cuba. Licenciado en geografía de la Universidad de La Habana. Ha ejercido como meteorólogo en el Instituto de Meteorología de La Habana y en la Facultad de Geografía de la UNAM (México, D.F.).
En el de cursar del siglo XX el socialismo marxista, más que cualquier otra dictadura, se constituyó por antonomasia en una gigantesca usurpación. Esta nueva ideología de intenciones redentoras, disfrazada de ciencia pasó a convertirse casi de inmediato en un nuevo orden represivo. Se establecía de hecho el pulso formidable entre su real esencia y la quimera que la férrea censura posibilitaría mantener por varias décadas. En esencia iba a contenderse de nuevo el desafío entre una realidad perceptible adversa y la naturaleza espiritual del hombre, que pretende excluirse de aquella. Los fantasmas del autoritarismo esclavista y feudal pervivirían con el ropaje de los nuevos tiempos, ocultando su real carácter bajo la nueva apariencia ahora denominada marxista y revolucionaria.
En la dictadura socialista, una única ideología, o mejor, una exclusiva interpretación de ella caprichosamente adaptada a las inclinaciones e intereses de los que mandan es la válida, ya que la autorización de otras ideas conduciría a denunciar, por su mera existencia, la credibilidad del sistema. De manera que reviven las condiciones para que un sólo hombre, cima en la pirámide de la autoridad, usurpe el mérito que demagógicamente dice reconocer en esa entidad colectiva y caprichosamente filtrada llamada pueblo, asumiendo los poderes del estado que diluye y subyuga, usufructuando el patrimonio nacional que luego arruina, alzándose sobre la moral que luego corrompe, desvirtuando la cultura que potencia para que le sirva de turiferario y tergiversando una historia rescrita a tono con el último discurso oficial; en resumen, el líder pasa a monopolizar esa abarcadora entidad emotiva engarzada con la historia nacional conocida con el nombre de patria. Para lograr tamaña autocracia no hay mejor medida que suprimir uno de los derechos más preciados del hombre, que es su libertad de expresión. La supresión de este derecho, en proporciones nunca vistas en la historia moderna, fue el arma formidable del socialismo marxista o comunismo; facilitó su triunfo pero también fue la burbuja de luz atrapada que a manera de bomba de tiempo lo demolería definitivamente en su momento preciso. El pretexto para cometer este crimen histórico fue el de creerse y hacer creer, a fuerza de alimentar el fanatismo de los abajo y de aprovechar esta ocasión excepcional para ejercer el mando inimputable de los de arriba, que se establecería, al fin, la felicidad e igualdad definitivas sobre la tierra. Bajo tales prerrogativas, la eliminación del enemigo en todas sus facetas adquiriría carácter de emergencia: el odio de clases y la intolerancia podrían por consiguiente alcanzar dimensiones dantescas.
Es ofensiva la negación del derecho al libre discernimiento a ese ser humano al que se dice cuidar y educar con determinación revolucionaria. No puede ser bueno lo que gobierna imponiendo una bondad que se machaca en el alerta de cada día, porque la bondad, como cualquier virtud que se dispense auténticamente, arrastra consigo el riesgo del cuestionamiento y la ingratitud, preferibles en condiciones de libertad a la hipocresía o el rebañismo rutinario de las dictaduras. Humilla tener que vivir en asfixia de libertad por los tabúes con que una sociedad autoproclamada modelo descalifica la sinceridad de la persona. El hecho de impartir una instrucción obligatoria debe ser para intentar formar hombres cultos, cuestionadores y de criterio independiente que no sientan temor a expresar lo que piensen y sin que el ejercicio de este acto natural se convierta en una osadía o en un arte de malabarismo verbal.
En Cuba la opresión al pensamiento libre se ha pretendido compensar con mano más blanda en la licencia al libertinaje en las costumbres y relaciones interpersonales. Aunque a partir de los ochentas se evitó el aislamiento extremo de la Corea Zutche del camarada Kim o de la Albania de Hoxha, las alucinaciones productivas de la China de Mao o el terror fantasmagórico de la Kampuchea de Pol Pot --las cuales operaron bajo un insolente culto a la personalidad, para mencionar sólo algunos de los experimentos totalitarios coexistentes con el cubano--, no se pudo en cambio evitar que Cuba sea considerada por muchos, por su perdurabilidad faraónica, una especie de vivero ideológico congelado en el tiempo material de medio siglo atrás, para advertencia de unos, nostalgia de otros y escarmiento para los nativos.
Pero llegado el caso, a la orden del Jefe, lo mismo se puede agredir, humillar o fusilar, dado el caso, al enemigo externo o interno, que festejar singulares proezas de alguna de las numerosas victorias sacadas de la lista de espera de las efemérides revolucionarias. De fondo, sirva la escenografía de un país económicamente aniquilado, desquiciado emocionalmente por la empecinada dirección de un orquestador de pasiones que sintoniza, según sus intereses mesiánicos y con todo el poder de su talento, su experiencia brutal y el dominio absoluto que ejerce sobre los medios informativos y represivos, el estado anímico y disposición de su rebaño.
La glásnost (transparencia) resultó ser ese haz de luz que cegó y deshizo al imperio colectivista de la ex Unión Soviética, madre patria del socialismo real del siglo XX, al que el gobierno de Cuba se suscribió aportando una de las variantes más despilfarradoras e ineficientes. Por primera vez, la alta dirigencia soviética, en un arranque de necesitada renovación, audacia y romanticismo se dejó cuestionar. Se arrancó la mordaza de unos labios que se suponían completamente domesticados. Pero luego del júbilo inicial por la liberación, llegó la confusión que acabó colapsándola ante la evidencia de una realidad hasta entonces reprimida. El escrutinio alcanzó los tétricos archivos de la época fundacional de Lenin y del incompasivo período estalinista, en los que la gloria y el crimen solían mimetizar sus contenidos. Por fin cada cual podía hablar sin tapujos sobre su propia experiencia o de lo que realmente creía, y se comenzó a oír con actitud diferente muchas cosas de las que antes apenas se sabía o se permitía saber, o sobre las que se había mentido acorde al estilo de inquisición proletaria por tantos años padecida. El gran país cayó, fulminado y confuso, desmembrado por la deserción natural de comarcas que nunca debieron pertenecerle. Era el hasta entonces inconcebible fin, a pesar de su temible maquinaria de guerra, con sus aviones, tanques y naves espaciales, de su experimentado y fanático aparato inquisitorial, a pesar de sus universidades y científicos, o de su historia falseada, o de sus ajedrecistas y deportistas famosos. También relucían ahora al sol la fea cara de las cárceles con sus borrachos, criminales y con su gente honrada, y de los manicomios, con sus locos y disidentes. No pudo el país soportar condiciones de libertad nunca antes experimentadas. La claridad momentánea desconcierta para quien ha vivido mucho tiempo en tinieblas y luego asusta verse a la luz las entrañas alimentadas por décadas de falsa apología, triunfos eternizados y reiteradas campañas de indignación o jubileo. Es que no han hecho bien, a no ser retardar a dolor y sangre el curso predestinado de la historia, las montañas de libros doctrinales concebidos con la torcida vocación redentora del odio y la exclusión.
La colectividad socialista, con sus todopoderosos cabecillas de masas resultó a su pesar, como todo poder opresivo, altamente desvirtuadora. Decenas de millones de muertos y represaliados a nivel mundial, generaciones enteras desorientadas por el desconocimiento real de lo que acaecía al otro lado del muro, sentenciados a ser víctimas de vidas mañosamente trabajadas por la astucia y poder de los que mandan, predestinados a constituirse en beneficiarios de una instrucción recibida a cambio de incondicionalidad y omisiones vergonzosas y a ser herederos de una penuria que se va haciendo más aguda en la medida en que se esquilma el patrimonio creado por el pasado que se dice aborrecer, forma parte también del saldo forzoso que ocasionan los que se aferran a su mando inimputable.
Nacida en Barcelona, España es Doctora en Filología Hispánica y Catalana por la Universidad de Barcelona. Ha sido autora, conferencista y periodista de televisión, radioy prensa escrita. Fue ex-diputada en el Parlamento español por la Izquierda Republicana Catalana y ex-vicealcaldesa de la ciudad de Barcelona. En la actualidad, en el terreno periodístico, escribe en tres periódicos españoles, diario Avui (en catalán), El País y El Periódico.
La capacidad de la izquierda por enamorarse de monstruos corre paralela a su capacidad para errar históricamente y gozar de total impunidad. A pesar de que estoy convencida de que es a la izquierda del panorama ideológico, donde se han gestado las ideas con más buena intención, y donde la utopía ha generado sueños colectivos, también creo que, bajo su amparo, se han consolidado dictadores terribles, y se han elevado a los altares a grandes pensadores inútiles. La izquierda es responsable de no haber hecho ningún juicio histórico a Stalin, mientras lo hacía con Hitler, y, al mismo tiempo que se manifestaba contra las barbaridades de Pinochet, elevaba a la categoría de heroicidad las barbaridades que cometía Fidel Castro. No solo no ha estado a la altura de la exigencia moral de la justicia, sino que, aún en la actualidad, mantiene la coartada de episodios infumables y malvados de la historia reciente. Por supuesto, mientras su deporte nacional es el antiamericanismo, esa misma izquierda nunca ha hecho las paces con su mala, pesante y funesta complicidad soviética. Complicidad que acarrea la dura carga de millones de represaliados y muertos.
Sin embargo, y llevada por el "buenismo" de la cosa, una llega a creer que los errores del pasado no marcarán las pautas de los errores del presente, pero la tendencia parece la contraria. Y el ejemplo más notorio lo ha dado la foto de Viena, donde dirigentes de la izquierda europea aplaudían cual posesos las imbecilidades populistas de Hugo Chavez y Evo Morales. Autopresentados como hermanos de los pobres y enemigos del Gran Satán imperial, y bien pertrechados por su apéndice cubano, verbalizaron tal cantidad de simplismos populistas, que podrían llenar páginas enteras de humor político. Que sean personajes que tienen a Cuba o a Venezuela bajo la más férrea censura ideológica y, directamente, bajo el miedo, los que alcen la bandera de la libertad, nos recuerda hasta que punto la demagogia, cuando se viste de revolución pendiente, se vende barato y se vende fácil. Que además, los mismos tipos que se cargan la legalidad internacional en Bolivia, o consideran Libia como un modelo amigo, o facilitan los movimientos del terrorismo colombiano, hablen de derecho internacional, nos recuerda hasta qué punto los autarcas pseudolibertadores se liberan del complejo de la verdad. Aprendices de revolucionarios de tres al cuarto, esconden bajo sus faldas maternales, a régimenes corruptos, despóticos y censores. Tienen de libertadores lo mismo que tenían las checas soviéticas, que también defendían al pueblo reprimiéndolo. La diferencia es que ahora estos tipos manejan grandes medios de comunicación y el populismo vuela por los ordenadores de los ingenuos del mundo. Stalin con Internet. ¿Qué le pasa a Latinoamérica, que lejos de iniciar procesos emancipadores sólidos y serios, inicia derivadas sin otra salida que la frustración, el engaño y la corrupción? ¿Y qué le pasa a una izquierda incapaz de ir hacia la modernidad, tan obsesionada por los mitos de su adolescencia, que aún cree que el Che Guevara tenía razón. Y que lo reencarna cada demagogo que consigue llegar al poder? Le pasa lo que siempre le pasó, que una parte de la izquierda que menta el nombre de la libertad, lo hace en vano. Una parte de la izquierda que se manifiesta, grita, critica, berrea, nunca creyó en la libertad. Levanta su bandera hasta el paroxismo, pero no es la libertad lo que muestra, sino el populismo, el mesianismo y el maniqueísmo. Y cuando ello ocurre, siempre ocurre lo mismo: la bandera queda asqueada de tanto mal uso y, generalmente se mancha. Se mancha de todo, de mentiras, de manipulaciones, de corrupción, y hasta se mancha de sangre.
Martí Patriota. En conmemoración del centésimo sexagésimo quinto aniversario del nacimiento del Maestro, reproducimos este artículo de Carlos Ripoll
Martí Patriota por Carlos Ripoll
Difícil es encontrar entre los grandes hombres de todos los tiempos un amor a la patria tan precoz y persistente como el de José Martí. En enero de 1869, a los quince años, a poco de iniciarse la Guerra Grande, su patriotismo encuentra cauce en los géneros que ha de preferir el escritor: la poesía, el teatro, el ensayo, el género epistolar y la oratoria: en una hoja de los estudiantes del Instituto publica su soneto ''10 de octubre'': Gracias a Dios que ¡al fin con entereza / Rompe Cuba el dogal que la oprimía / Y altiva y libre yergue su cabeza!
En el teatro, también en los mismos días, da los primeros pasos con Abdala, el poema dramático que elogia la conducta del guerrero que va a morir por la patria; al héroe le pregunta la madre afligida: ¿Y es más grande ese amor que el que despierta / En tu pecho tu madre?, y Abdala, ya listo para redimir su tierra del ''vil tirano'', le responde: ¿Acaso crees / Que hay algo más sublime que la patria?
El periodista se estrena en El Diablo Cojuelo, donde escribe en el editorial: ''Nunca supe yo lo que era público, ni lo que era escribir para él'', pero allí plantea el dilema cubano: libertad o esclavitud: ''O Yara o Madrid''. El 4 de octubre de 1869, en la carta más antigua que de él se conoce (después de la que escribió a la madre) amenaza con castigar a un compañero de colegio al servicio de España; le pregunta: ''¿Has soñado tú con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía?'' Dos semanas más tarde lo arrestan, acusado de ''infidencia'': en el juicio, también con el tema de Cuba, se estrena el orador convenciendo a los jueces de que es culpable: el fiscal pidió la pena de muerte, pero la condena fue a seis años de cárcel. Ya en el destierro, por el indulto que le consiguieron, publica en Madrid su primer trabajo mayor, El presidio político en Cuba, donde se lee: ''Mi patria me había arrancado de los brazos de mi madre, y señalado un lugar en su banquete, me estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y partió de nuevo''.
Hasta su muerte, el 19 de mayo de 1895, nunca se redujo en Martí su pasión por Cuba. Que se sepa, sólo en un momento pudo un interés personal hacerle sombra a su patriotismo: poco antes de la boda, al hablar de la novia, le confesó a un amigo: ''Ejerce ella en mi espíritu una suave influencia fortificante, a tal punto que creo ahora que bien pudiera ponerse por encima de la misma nostalgia de la patria la nostalgia del amor''. La esposa nunca compartió con Martí su preocupación por Cuba: ella creyó que el amor y el hogar reducirían al patriota, pero ni el matrimonio ni el hijo lograron el milagro: jamás pudo imponerse en él sobre ''la nostalgia de la patria la nostalgia del amor''. En 1880, se negó a regresar con ella a Cuba porque pensaba que ''visitar la casa del opresor es sancionar la opresión'', y se rompió el matrimonio. Martí pasó la mayor parte de su vida en el exilio, vivir doloroso para quien ama a su patria, y más con la sensibilidad y su exaltado amor; había escrito en México: ''Arbusto solitario es el alma del hijo enamorado de la patria que lejos de su amada sufre sin consuelo: manera de morirse es ésta de vivir alejado de la patria''; y en Nueva York: ''Disfraz abominable y losa fúnebre son las sonrisas y los pensamientos cuando se vive sin patria''; para concluir en uno de sus apuntes: ''¡Si no se vive más que por la patria! Si éste que parece nombre vano a los imbéciles, es el resorte y fuego de toda nuestra vida. ¡El que viva feliz lejos de la patria, ya está juzgado!''
Pero quizás el pasaje de sus escritos que mejor refleja su desolación y agonía por Cuba es del discurso de 1887 evocando el 10 de octubre; allí dijo: "¿Qué somos nosotros más que lo que nos decía esta noche un anciano respetable, qué somos nosotros más que 'mártires vivos'? Vivimos entre sombras, y la patria que nos martiriza, nos sostiene. Desecharla es en vano; ni ¿quién quiere desecharla? Aturdidos, confusos, impotentes, los que viven lejos de la patria sólo tienen las fuerzas necesarias para servirla. Así vivimos: ¿quién de nosotros no sabe cómo vivimos? ¡Allá, no queremos ir! Cruel como es esta vida, aquélla es más cruel.
¿A qué iríamos a Cuba? ¿A oír chasquear el látigo en espaldas de hombre, en espaldas cubanas?... ¡Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver, a la caterva que florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en complicidades vergonzosas al talento? ¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo, en quien el juicio llega hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¿Ir, a tanta vergüenza? Otros pueden: ¡nosotros no podemos!''