La masacre silenciosa: Cuba, el genocidio de la infamia

La masacre silenciosa Cuba el genocidio de la infamiaLa masacre silenciosa: Cuba, el genocidio de la infamia

En el silencio de las calles cubanas, donde el hambre se confunde con la resignación y la fe con la impotencia, se desarrolla un drama que el mundo apenas mira. No hay bombas ni disparos, pero hay víctimas; no hay campos de exterminio, pero hay una nación entera desangrándose. Es una masacre sin ruido, un genocidio de la infamia que mata lentamente, entre la desesperanza y el olvido.

Ha ocurrido otra muerte. Esta vez, cercana

No hubo carro fúnebre, ni flores, ni espacio en la funeraria: todas estaban repletas de cadáveres. En una lo velaron en un pasillo. Nos avisaron que no había ataúdes.
¿Pero a dónde hemos llegado?

La respuesta no necesita estadísticas para doler, aunque las hay. Cuba vive su hora más sombría, y cada día se hunde un poco más en una tragedia que ya no es social, sino humana. Lo que padecemos no es una crisis: es un genocidio silencioso, una masacre sin balas donde el hambre, la enfermedad y la desesperanza son los verdugos. 

Hambre, pobreza y abandono

La nación que una vez soñó con justicia social es hoy un páramo de miseria. El Estado, convertido en una maquinaria ineficiente, controla todo y no produce nada.
La agricultura colapsó, las industrias se oxidaron, el salario perdió sentido. Los cubanos sobreviven en una economía de trueque y desesperación.
Según datos oficiales, de los 651 medicamentos del catálogo básico, más de 460 están ausentes o con cobertura mínima. En muchos hospitales, los pacientes deben llevar desde las jeringuillas hasta las sábanas.
Los jubilados, los mismos que un día creyeron en promesas de igualdad, reciben pensiones de 1 528 pesos, equivalentes a unos pocos dólares, mientras un cartón de huevos cuesta más de 4 000. La ecuación es brutal: o se come, o se muere.

El colapso del sistema de salud

El llamado “orgullo de la Revolución” se ha convertido en ruina. Los hospitales son mausoleos del abandono: sin luz, sin medicinas, sin personal suficiente.
La Organización Panamericana de la Salud reconoce que el país enfrenta una “escasez severa de medicamentos y suministros esenciales”, agravada por la desorganización interna y la falta de inversión.
El éxodo médico también es devastador: más de 12 000 doctores y 7 000 enfermeras han abandonado el sistema en los últimos años.
Una mujer en el Hospital Faustino Pérez, de Matanzas, relató:
“Tuvimos que traer nuestras propias jeringuillas porque no había. Me hicieron la extracción con una aguja chiquita que dolió bastante…”

La salud pública en Cuba se desangra, y sus víctimas no aparecen en las estadísticas oficiales. Son los que mueren esperando una ambulancia, los que no consiguen una pastilla de amlodipina, los que no llegan al hospital porque no hay transporte.

El terror como método de control

El miedo se ha convertido en la política sanitaria del régimen.
Quien protesta, desaparece. Quien denuncia, es interrogado. Quien calla, sobrevive… por un tiempo.
El comunismo cubano ha convertido el silencio en política de Estado: el miedo a hablar se paga con cárcel, y el miedo a vivir se paga con la muerte.
Las calles están llenas de gente que no espera nada. La apatía, ese veneno que corroe la voluntad, se ha extendido como epidemia. Pero detrás de cada silencio hay un grito reprimido: el del pueblo que no quiere morir sin haber vivido libre.

Los viejos, los niños, los exiliados

En el rostro de un anciano buscando comida en un tanque de basura está el retrato del fracaso nacional. En el llanto de una madre que no puede alimentar a su hijo está el epitafio de una revolución que devoró su promesa.
Mientras tanto, cientos de miles huyen cada año. Los que se van lo hacen por el mar, desafiando la muerte. Los que se quedan, la enfrentan cada día en tierra firme.
Cada testimonio es una página del mismo libro de la desesperación.

La memoria y la fe

Ahora nos acordamos de Dios, sí… ahora.
Cuando escondimos la imagen del Sagrado Corazón por miedo al castigo, no imaginamos que un día sería Él quien lloraría por nosotros.
Cuba es hoy un pueblo humillado, sin voz, sin causa y sin esperanza.
Pero la historia enseña que toda noche tiene un amanecer, y que ningún régimen puede resistir eternamente el peso de su propia mentira.
Este genocidio no será eterno. Porque hay una verdad que resiste a la censura: Cuba muere, pero su espíritu no se rinde.

Epílogo

Ningún país ha visto la muerte tan de cerca ni con tanta naturalidad.
Ya no la sentimos como una desconocida: vive entre nosotros.
Camina los pasillos de los hospitales, ronda las colas, se sienta en las casas sin luz y sin pan.

La pregunta que queda, la que nos hiere y nos juzga, sigue siendo la misma:
¿Hasta cuándo?

🖋️Jorge Luis León

Autor Jorge L. León📰 Artículos por Jorge L. León  
Jorge Luis León. Graduado de Lic. en Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior pedagógico Enrique Jose Varona, es ensayista y escritor y autor de varias publicaciones en Periódico Cubano, 14Ymedio y Patria de Martí. Trabajó como profesor de historia en nivel medio-superior por 30 años. Al romper sus relaciones, con el Ministerio de Educación fue a dirigir una Academia de Ajedrez en Guanabacoa, donde residía, participó en múltiples torneos y escribió su libro Breviario Ajedrecístico, publicado en Cuba en el 2002.  En 2002 viajó a Estados Unidos, fundó una Academia... dio clases en varias escuelas hasta que se trasladó a Houston donde reside actualmente.

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