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Sería impreciso considerar, en este momento, a Alfonso Fanjul una versión cubana de Armand Hammer. De su potencialidad de poder serlo, sin embargo, no sería una consideración descabellada. El “millonario rojo”, como se le apodó a este estadounidense hijo de inmigrantes ucranianos-rusos, si no salvó a la dictadura bolchevique de la extinción, no se estaría exagerando al concluir que fue un factor seminal en su supervivencia. Hammer fue un joven médico de veintitrés años, recién graduado, cuando conoció a Lenin en 1921. Su carta de presentación se la extendió su padre, Julius Hammer. Este, médico también, fue un comunista medular y conspirador que conoció al arquitecto del comunismo ruso en la Conferencia Socialista Internacional de 1907 en Stuttgart, Alemania (la séptima conferencia de la Segunda Internacional). De ahí Julius ayudó a fundar el Partido Socialista Laborista de Norteamérica (precursor del Partido Comunista de los EE UU) y la empresa de cadenas farmacéuticas Allied Drug and Chemical. Antes de caer en desgracia con la ley estadounidense por ejecutar un aborto que dejó muerto al paciente, Julius le relegó a su hijo la tarea de continuar el “negocio” y ayudar quebrar el aislamiento, o el “bloqueo” como lo llamó Armand, a la recién establecida dictadura comunista.
Hace cerca de dos años y medio que se está llevando a cabo en Siria, una ardua guerra civil. Considerada unas de las ramas de la Primavera Árabe, el pueblo sirio se sublevó cansado de más de 50 años de dictadura socialista baath, 43 de ellos bajo la sanguinaria dinastía de los al-Asad. En el proceso revolucionario-libertador, más de 110,000 vidas (40,000 de ellas civiles) han perecido y más de 2 millones de personas, han sido desplazadas. Hace poco, 1,400 mortales fueron aniquilados químicamente con una probabilidad casi exacta de que la acción fue ejecutada por el régimen dictatorial en el poder. Esto ha detonado la indignación y la atención mundial sobre esta tierra milenaria.
Los EE UU, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Dinamarca, Polonia, España, Australia, Albania, Rumania, Turquía y Kosovo estuvieron entre los primeros en afirmar que la indignación debería de ir acompañada con una sanción bélica. Los primeros ejecutivos de los EE UU y Gran Bretaña, pudiendo actuar sin el consentimiento del resto de la clase política en sus respectivas naciones, decidieron compartir la decisión ejecutiva. El británico perdió y el estadounidense probablemente hubiera perdido de no haberse suspendido la votación en el Congreso norteamericano para darle una oportunidad, según nos los comunicó el presidente Obama, a la propuesta de Putin, concordada con la dictadura de al-Asad. Este “acuerdo” implica en la práctica que Siria entregue todo su arsenal químico a las Naciones Unidas. Dicho entendimiento produce primero, la admisión del régimen baath socialista de que sí tenían el arsenal biológico y en consecuencia que las usaron. Esto, después de mentirle desfachatadamente al mundo en repetidas veces, alegando que ellos no las poseían y que, aún menos, la emplearían.
Este proceso “diplomático” pondría a rodar un ciclo de negociación y supervisión dilatado, engorroso y perfecto para que la dictadura siria evite su colapso. Los rusos lograrían mantener abierta su base naval en Tartus (la única fuera de su territorio) y podrían continuar con su proyecto de su modernización que consiste en el dragados para acomodar la flota nueva y más grande de la Rusia putinista. Peor aún, la ascendencia de Putin como “negociador” político, establece un precedente peligroso para el mundo libre. La gran idea detrás de esta maniobra disfrazada es promover en el mundo libre, un pacifismo entreguista para así mantener el status quo dictatorial e impedir que los EE UU lancen cohetes estratégicos, probablemente apuntando a determinadas bases aéreas sirias. En el dominio y el monopolio de la capacidad bélica desde el aire, reposa el sostén del poder político. Pero dejando a un lado las sobradas razones de por qué esta propuesta entre al-Asad, Rusia, la ONU y los EE UU para “entregar” armas químicas sería un fracaso, examinemos las razone que aseguran que el enfoque debería estar en ganarle la guerra a la dictadura baath socialista.
El mundo sería un lugar mejor sin la dominación del poder político en Siria por al-Asad y su despotismo. Sin embargo, existen numerosos e importantes argumentos de los que prefieren el status quo. Consideremos el criterio presentado por esos que se subscriben a los principios democráticos y no, naturalmente, a las apologías a dictaduras, que apoyan al baathismo sirio como a la norcoreana, la iraní ayatolista, la cubana castrocomunista, la venezolana chavista, China comunista y la Rusia de Putin, etc. Es curioso notar que son las peores manifestaciones del despotismo internacional las que arguyen a favor de la permanencia de al-Asad en Siria. Entremos en las objeciones de buena fe.
La objeción principal que tienen los demócratas del mundo con poco ánimo para apoyar la resistencia siria, es el clásico temor de que lo que podría venir después fuera peor. Esta postura reposa sobre dos premisas. La primera es que la oposición democrática siria no es tan democrática y que está dominada por elementos del islamismo radical, i. e., al Qaeda, la Hermandad Musulmana, etc. La segunda premisa que sostiene esta objeción, es el razonamiento de que como el régimen de al-Asad es “secular”, sirve el propósito al menos para neutralizar los extremos del Islam y también proteger a las minorías cristianas y judías. Ambas premisas, sin embargo, están erradas porque dependen de suposiciones fallidas.
La oposición siria cuenta con un gobierno transicional, la Coalición Nacional Siria (CNS), órgano que representa a 90% de los grupos opuestos al baath socialismo. Una organización representando a cerca de 88 países por medio de varias conferencias internacionales, llamada el “Grupo de Amigos del Pueblo Sirio”, se vienen reuniendo (Túnez, Estambul, Paris, Qatar) para dar apoyo y legitimización a la resistencia siria. Este organismo gestado por el ex presidente francés Nicolás Sarkozy, está compuesto mayoritariamente por democracias. El CNS, como un gobierno en armas legítimo, cuenta con el Ejército Libre Sirio (ELS), el brazo armado del CNS. Este es el principal grupo bélico opositor enfrentado al régimen dictatorial de al-Asad. Su composición es no-sectaria. Muchos de sus oficiales son alauitas y pertenecían previamente a las filas militares oficialistas.
¿Están exentas las filas rebeldes en Siria del fundamentalismo islámico? No. Tampoco podemos hablar de ningún proceso bélico que confronta un régimen despótico por las armas, que no haya contenido dosis de elementos suscritos a movimientos anti-sistemas. En Italia, durante la Segunda Guerra Mundial y formando parte de la lucha armada para derrocar al fascismo, estaba la llamada resistencia partisana. Este cuerpo bélico que llevó a cabo una guerra de guerrillas muy efectiva, estaba dominado por los comunistas. ¿Y qué?, dijeron muchos en ese momento demostrando una tolerancia y aceptación bajo el fundamento de el mal menor. El mismo razonamiento debe guiar ahora la acción en esta contienda del Medio Oriente. Numerosas fuentes confiables estiman la cifra de combatientes provenientes del islamismo radical entre el 5% y el 20%. El Departamento de Estado de los EE UU calcula que hay cerca de un 9%. La publicación alemana Der Spiegal pone la cifra entre un 10% a un 15%. Entre fuentes respetables, el 20% es el estimado confiable más grande. Tomando en cuenta que la resistencia armada siria cuenta con más de 150,000 efectivos, los números hablan por sí sólo.
La “secularidad” de la dictadura baath socialista es la segunda premisa que sustenta la primera objeción. Igual que la primera premisa, depende de una suposición errada. Si por “secular” quieren decir que el régimen de al-Asad no es una teocracia o que sus “leyes” contienen palabras que anotan la separación entre el Estado y la religión, eso es cierto. Es más, su adhesión al baathismo (ideología nacionalista/socialista/panárabe) en muchos aspectos los inclina a un ateísmo “suave”. El pronunciamiento de la secularidad siria, sin embargo, no merma su inclinación entusiasmada por el Islam fundamentalista en el ejercicio del poder político.
Desde que el Partido Árabe Baath Socialista dio un golpe de Estado el 8 de febrero de 1963, su afinidad con el islamismo radical ha sido impactante. Ese amor se acrecentó cuando Hafez, el padre del actual dictador Bashar, tomó las riendas del poder en 1970. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha sido históricamente uno de los recipientes más grande de la ayuda siria. La asistencia notoria del baathismo sirio en armamentos, financiación, entrenamiento, logística, etc., ha sido muy generosa con la OLP en su guerra contra Israel, Jordania, el Líbano y diferentes democracias en el mundo. Hamás es otra organización terrorista de corte suní igual que la OLP que ha recibido enormes prebendas de Siria. Es acusada de cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, no sólo contra el pueblo de Israel, sino también contra el pueblo palestino. Sus acusadores son organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otros numerosos grupos de derechos humanos. La dictadura baath socialista siria le ha proporcionado su espacio territorial como base de entrenamiento operacional, esto en adición a ser subvencionado económicamente por al-Asad. Curiosamente, Cuba comunista y Venezuela también aportan al botín de guerra de este movimiento terrorista suní. Otro dato curioso: Irán, bastión del chiismo, ha sido igualmente otro de los benefactores más generosos con Hamás. Pero, si los chiitas son los adversarios doctrinales de los suní, entonces ¿cómo es que Irán y Siria (los alauitas son una secta del chiismo) están apoyando a sus supuestos enemigos los sunís? Si la guerra que hay en Siria es, como nos dice Putin y tantos otros, solamente un conflicto entre sectas religiosas, no tendría sentido ni lógica que recibieran suministros estas organizaciones terroristas sunís.
La involucración de la Siria de los al-Asad con el terrorismo islámico radical es aún más extendida. Hezbolá, el movimiento terrorista de mayor responsabilidad en causar muertes norteamericanas, después de al Qaeda, ha sido otro recipiente bien acomodado de la ayuda siria. Esta organización de los años 1980, de corte chiita, en la actual guerra civil siria es un partícipe activo en la contienda con milicias entrenadas en Irán y es, casualmente, a quien se le acredita la reversión de las derrotas que sufría la dictadura de al-Asad en el terreno. Fatah al-Islam es otra organización del terror fundamentalista islámico suní que ha contado con el beneplácito guerrero de al-Asad en su guerra, en este caso específico contra el Líbano.
Al Qaeda también se ha entrelazado con el oficialismo dictatorial sirio. Durante la guerra de Irak, el mundo islámico fundamentalista le declaró la guerra a los iraquíes libres y moderados y al ejército estadounidense. Siria fue uno de los principales facilitadores de la penetración yihadista en la recién liberada nación. En Faluya, uno de los escenarios más dramático en la guerra de Irak, evidencias obtenidas tras la victoria en esa ciudad de las fuerzas iraquíes y norteamericanas, probaron lo que ya se figuraban muchos: Siria le había estado facilitando su espacio territorial a al Qaeda y otros grupos terroristas obsesionados con destruir el modelo democrático iraquí. En otras palabras, Siria, o mejor dicho, la dictadura baath socialista fue un cómplice proactivo en el acto criminal de infiltrar terroristas a otro país (Irak) con la intención de desestabilizar el orden. Abu Musab al Zarqaui, ¿se acuerdan de él?, el connotado terrorista islámico nacido en Jordania, fue el hombre más buscado por la justicia de Irak (libre), Jordania y los EE UU. Su militancia fanática se remonta a Afganistán en los 1980 y cuenta con un largo historial delictivo por vía de su asociación con el terrorismo islámico internacional. En Irak se convirtió, en efecto, en el líder táctico de al-Qaeda. Fue a al Zarqaui a quien se le acredita haber negociado con el régimen de al-Asad el permiso para permitir el uso de su territorio para infiltrar comandos de al Qaeda en Irak.
Debe quedar muy claro que la cuestión del “secularismo” de la dictadura siria es un punto mudo e irrelevante. El régimen baath socialista ha estado entrelazado con el islamismo radical (suní y chiita) desde hace tiempo, en función de un Estado terrorista. La noción de que la guerra en Siria es esencialmente un conflicto “inter-sectario” y que no es un movimiento popular revolucionario (la izquierda no es dueña del término) que busca concluir con una dictadura bien larga y mala, es una mentira grotesca. Es parte de una patraña internacional bien preparada para rescatar de la derrota a la dinastía despótica de los al-Asad. Hace tiempo que el baathismo sirio estableció un vínculo de facto con los propósitos del terrorismo islamista. Cuando al-Asad escogió aliarse con la radicalidad en el punto que diferencia a los musulmanes entre los radicales/fundamentalistas por una parte y la mayoría moderada ansiosa de progresar por la otra, trazó su cursó consecuente.
La noción del yidad y la lectura que se le dé (literal o figurativa) a las interpretaciones del Corán y otras escrituras y otros entendimientos musulmanes, es el punto desde donde parte la contención entre los adeptos de esa religión en cuanto a su relación con la modernidad y la democracia. ¿Qué es o debe ser el “yihad”, una guerra contra todo “infiel” o no-musulmán o una trayectoria de perfeccionamiento individual? Por eso es que la mayor cantidad de víctimas del islamismo radical no son ni judíos, ni cristianos sino los propios musulmanes que rechazan el extremismo y la noción sanguinaria del yihad. El yihadismo tiene que ver con la adquisición del poder político para promover una agenda política particular. Para exponerlo de otra manera, una lectura literal de determinados aspectos de las escrituras del Islam que convoque a la acción política, abandona los predios de la religión para convertirse en una ideología de estirpe radical. El modo de vida irreligioso e impío de muchos en el liderazgo de estos movimientos fundamentalistas, genera muchas dudas sobre la autenticidad de su fe. No sería la primera vez que una religión organizada es usada y manipulada con fines políticos. La dictadura baath socialista en Siria ha llevado a cabo un yihad contra numerosos pueblos, incluyendo la propia sociedad siria contestataria. Su alianza con el terrorismo islámico no ha sido discriminador a la hora de importarle si son suní o chiita. La importante ha sido quién le hacen la guerra o el “yihad” político.
La gran inquietud que los demócratas del mundo han expuesto en cuanto a las dudas de cerrar filas con la causa libertadora en Siria y comprometerse moral y logísticamente, ha sido el miedo a lo desconocido que podría venir. Ese guión ha sido elaborado muy bien por los interesados de preservar el status quo, ya que toma verdades muy importantes pero omite otras que no se puede separar del historial delincuencial del baathismo sirio. En estos momentos, quien controla el poder político en Siria es un régimen terrorista que ha servido a los propósitos del fundamentalismo islámico cada vez que los intereses han convergido. En eso no hay duda. Es un hecho histórico. La noción de que una victoria de la oposición siria conllevaría a que la minoría extremista logre el dominio del poder político, requiere de un estiramiento bien exagerado de las posibilidades. Dudo que después de tanta sangre y sacrificio, la mayoría dentro de la CNS y su fuerza bélica, el ELS, vayan a dejarse arrebatar la victoria por la minoría radical. El escenario más probable es que estas mafias extremistas como al Qaeda, et al, pasarían a ser una oposición bélica peligrosa, pero marginadas del poder político. La idea de que esta guerra revolucionaria en Siria sea un caballo de Troya del extremismo islámico y que veamos, producto de este proceso, otro régimen “tipo Talibán” en el poder en Damascos, es bastante fantasioso.
Podríamos exponer otras tantas razones para apoyar a la resistencia siria a derrotar la dictadura baath socialista. El mejor aliado que tiene Irán ahora en la región es Siria. Tomando en cuenta el extraordinario peligro que la dictadura islámica iraní representa, el sentido común urgiría a apoyar el derrocamiento de su gran amigo. Rusia y China comunista ganan en grande con la permanencia de al-Asad en el poder. Los rusos y su dictadura putinista elaborarían una base naval impresionante y continuarían ayudando a Irán, desde Siria, a construir para el 2016, uno de los sistemas anti misiles más sofisticados en la región. El propósito sería neutralizar cualquier intento exitoso de ataques por cohetería inteligentes contra los ayatolas en el poder y su arsenal nuclear incipiente. Putin alcanzaría lograr una hegemonía en la región dejando distante a los norteamericanos. China comunista continuaría ampliando su influencia en el área.
La Primavera Árabe es para muchos politólogos, la “cuarta ola” democratizadora (de la noción de las tres olas de la democratización de Samuel Huntington). Existe una gran oportunidad de instituir un nuevo paradigma democrático en el Medio Oriente y el Norte de África. El pésimo compromiso moral con la democracia y la promoción de cambios de regímenes del actual ocupante de la Casa Blanca, no debe frenar el ímpetu democratizador. Sus actores principales, en el caso de Siria el mismo pueblo sirio, ya se lanzaron a la lucha. Llevan más de dos años en ella. Las democracias del mundo harían bien en prestar la necesaria ayuda para asegurar una victoria. No sólo porque es una obligación moral, sino para poder tener una voz en ese nuevo paradigma que se está gestando. Esta gestación va a continuar. La pregunta es: ¿qué clase de paradigma queremos que salga de ahí? Es hora de actuar y tratar de influenciar los acontecimientos y no sentarse a lamentarse después ni verse obligado a reaccionar para corregir decisiones fallidas.
La democracia global tiene que estar celebrando la destitución política y el golpe de Estado republicano que acaba de ocurrir en Egipto. Pero vayamos primero a los hechos y después a la semántica.
En las elecciones del 16 y el 17 de junio del 2012, las primeras elecciones presidenciales que brotaron de la Revolución Egipcia del 2011, Mohamed Morsi fue electo presidente con la aprobación del 51.7% del electorado egipcio, contra el 48.27% que obtuvo Ahmed Shafik, figura del régimen anterior. Morsi, miembro del parlamento de Egipto del 2000 al 2005 y figura seminal de la organización islámica radical la Hermandad Musulmana, vio su presidencia limitarse a todo un año y tres días. ¿Qué pasó? Y más importante aún, ¿por qué fue destituido y derrocado?
Siguiendo un guión dictatorial poco original, Morsi imitó un prototipo empleado años antes. Benito Mussolini y Adolf Hitler fueron dos casos que llegaron al poder político por el portal de la democracia. Una vez instalados en la capitanía de sus respectivos Estados, conspiraron exitosamente para aniquilar el modelo. Salvador Allende iba por el mismo camino. De no haber sido por un general (que él nombró) y un golpe avalado por las instituciones democráticas chilenas, el marxista burgués hubiera logrado lo mismo que los fascistas europeos lograron cuatro y tres décadas antes. Los dictadores del siglo XXI, i. e., Hugo Chávez/Nicolás Maduro, Rafael Correa, Evo Morales, etc., son ejemplos actualizados de este especie de “demócratas” troyanos. Todos llegaron al poder por la vía democrática (más o menos), y una vez dentro de su entorno, sin cesar, se movilizaron para destruir todo los derechos que la democracia y un Estado de derecho resguardaba.
Morsi, fiel a este esquema de movimientos ideologizados, cinco meses después de ser electo democráticamente, se auto-otorgó poderes irrestricto para gobernar no-democráticamente en el nombre de la “protección” de la patria. A partir de ahí, comenzaron las protestas populares contra el avance del islamismo radical ejerciéndose desde el poder político. La Revolución Egipcia del 2011, uno de los gajos de la Primavera Árabe, desplazó la dictadura autoritaria de Hosni Mubarak, para no ver instaurada una dictadura totalitaria de corte islámica radical. Morsi y su Hermandad Musulmana iban precisamente hacia en esa trayectoria.
Los defensores de Morsi, que tienden a ser individuos y grupos con poco apego a las reglas democráticas, llaman su destitución un golpe militar. Sus detractores consideran el proceso una necesaria extirpación para salvar la democracia incipiente en Egipto; una revolución dentro de los cánones del derecho de la rebelión, principio sacrosanto en democracias funcionales. ¿Estarán prestando atención las fuerzas armadas de las dictaduras del siglo XXI en América Latina?
Literatura, La Historia y "Otra Vez Adiós" de Carlos A. Montaner.
La literatura tiene muchas funciones. Su capacidad de entretener y culturizar es un aspecto que no toca a fondo su dimensión. Desde siempre, las ciencias sociales y las humanidades vieron la potencialidad de su alcance atenuarse sin la asistencia del escritor. A Sócrates no sólo lo conocemos por medio de la pluma literaria de su brillante estudiante, Platón. La obra platónica, consistente en un formato epistolario y una serie de diálogos donde su protagonista principal fue Sócrates, repercutió seminalmente y con permanencia en los campos de la filosofía, la pedagogía, la ciencia política, la psicología, la ética y la epistemología, para nombrar sólo algunas de las disciplinas académicas impactadas.
La historia, al igual que los otros campos de estudios mencionados, expuesta con la crudeza de constituir simple datos y hechos recopilados dentro de un marco académico, le pudiera prestar a la imaginativa una cierta esterilidad. La historiografía no-marxista resultó un mecanismo útil para intentar pulir y presentar la historia de una forma más completa y relevante. Excluimos de cualquier consideración respetable la historiografía de extracción marxista (o de cualquier otro modelo totalitario), por constituir un antítesis a esta rama de estudio. La absoluta e inseparable dependencia del marxismo, con su fundamentación ideológica atada a la “historia” y un determinismo económico, convierte a la misma en un mero aparato propagandístico político, más bien sirviendo de mecanismo para falsificar la historia.
La narrativa histórica (o la novela histórica) como género literario ha formulado una oportunidad para propiciarle a la historia un escenario desde donde lo que ocurrió se pueda ver y apreciar mejor. El periodo romántico dentro del siglo XIX, vio cómo proliferó la novela histórica como producto literario. Sir Walter Scott, con la presentación en 1814 de Waverley, le abrió las puertas al mundo para que conocieran los levantamientos jacobitos en las islas británicas, particularmente el de 1745, y concretó la noción moderna de la ficción histórica. Este acontecimiento bélico-cultural, que consistió en guerras entre los ingleses y los escoceses sobre el retorno del catolicismo a la monarquía, en gran medida, fue exteriorizado popularmente por medio de esta novela pionera en su género. Charles Dickens desplegó una crítica social a través de la literatura, que se escucha aún hoy en día. En su Historia de dos ciudades (1859), que presenta a Londres y París antes y durante la Revolución Francesa, Dickens logró pintar un cuadro que, a pesar de que esta novela histórica está cargada de determinados prejuicios políticos, no dejó de ser una contribución al entendimiento de ese periodo y su impacto social. Más próximo a nuestros tiempos, el rostro horrendo de la cotidianidad de vivir en el comunismo, fue facilitado por un médico y poeta llamado Yuri Andreievich Zhivago, el protagonista principal de esa inolvidable novela de 1957 que lleva su nombre, escrita por el premio nobel de literatura, Boris Pasternak.
La ficción basada en la historia, ofrece una oportunidad exquisita de presentar los hechos con un enfoque personalizado. Esto es algo que no está disponible al historiador, al politólogo, al sociólogo, al filósofo o al antropólogo, estrictamente hablando. La literatura permite el lujo de experimentar con el lenguaje y la imaginación, por medio de los protagonistas que llevan un nombre, reflejando caracteres y relatando experiencias. Esto en efecto concreta un rostro palpable y así por medio del desarrollo de la trama, establece una conexión con la mente (y el corazón) del recipiente que resulta superior a lo descifrado, frio y calculadamente, en las enseñanzas desnudas. El lector llega a conocer la historia, no desde un distante palco de información seca y estrictamente académica. Sino acentúa y resalta los hechos con los colores de los protagonistas de la narración que cogen vida en la imaginación del receptor. Esto trae la historia y lo ocurrido al presenta y deja un terreno más fértil para la concienciación.
En muchas maneras Carlos Alberto Montaner, con su nueva novela "Otra Vez Adiós" (Doral: Santillana USA, 2012, pp. 408) ha demostrado estar a la altura de los maestros de este género literario tan especializado. El prolífico escritor cubano no es nuevo en el mundo escrito del habla castellano. Se estima que sus artículos llenos de análisis políticos, económicos, sociales y filosóficos son leídos por aproximadamente seis millones de personas. Esto no es en balde. Lo cierto es que Montaner escribe brutalmente bien. Reúne una curiosa dosis de erudición académica, un humor refrescante, una capacitación para simplificar lo complejo, un dominio exquisito del idioma y las habilidades sociales de un gentleman. Pero bueno, esa combinación no garantiza necesariamente que va a producir un buen escritor de ficción. Ernest Hemingway (casualmente uno de los protagonistas en el libro) tenía un carácter complicado, lleno de contrariedades, asperezas y conflictos internos y fue un tremendo autor. Se puede aseverar, después de dar lectura a esta novela mencionada, que pese al predominio de la no-ficción dentro del arsenal de los veinticinco libros que ha producido Montaner, sus lectores no van a quedar defraudado. Todo lo contrario. Esta novela te envuelve sentimentalmente a la vez que instruye.
"Otra Vez Adiós" recoge las dos tragedias socio-políticas más sobresalientes del siglo XX: el nazi-fascismo y el comunismo, y relata el impacto que tuvieron estos acontecimientos trágicos en la vida de los personajes escogidos. Consecuentemente, se destacan los fenómenos de la persecución política, el fanatismo ideologizado, el exilio, la adaptación, el abandono, la traición, la hipocresía y la obligación de nunca olvidar. Encapsula el periodo de tiempo desde la década de 1930 hasta llegar al final de ese siglo. Existe una congruencia lineal en la forma de presentar el cuento. La obra, sin embargo, se expone en lo que pudiera ser tres novelas cortas. Austria, Cuba y los Estados Unidos forman el entorno para estos episodios respectivos. Un excelente pintor llamado David Benda es la constante que nos guía a través del curso de este espacio de tiempo convulsionado y lleno de aventuras, amores, sorpresas y dolores. Todo está construido con una pluma artística a la altura, estilísticamente, de escritores de la talla de E. L. Doctorow y F. Scott Fitzgerald.
Conteniendo su buena porción de héroes y malvados individualizados, "Otra Vez Adiós" hace, adicionalmente, un trabajo magnífico al exhibir particularidades del dominio totalitario, como del pueblo personalizado en una masa colectiva y convertida en hordas fanatizadas. Con marcada exactitud, el autor transmite el pulso de la “legalidad” despótica y la complicidad popular que “legitimaba” el surrealismo criminal. Montaner reproduce los actos de repudio, las sin razones de la “solución final”, responde la incógnita del por qué de la pasiva resistencia (“…la esperanza de salir con vida”), la barbarie innecesaria, la obligatoria huida hacia exilio, el infortunio calamitoso del barco Saint Louis, la posibilidad de hallar el “éxito” en tierra extraña y, sin embargo, no sentirse completo, el retorno y el arrepentimiento falso de los cómplices, el arribo repetitivo del oprobio político en la nueva segunda patria y el camino del destierro otra vez.
Esta novela es relatada con la participación de un elenco de interesantísimos personalidades que incluyen a Sigmund Freud, Ernest Hemingway, Fulgencio Batista y otros. Montaner logra tener al lector, a través de toda la trama, adivinando hasta la última página el desenlace final. El leedor queda totalmente enganchado con esta magnífica novela. El gran reto del escritor del género literario de la narración histórica, de lograr la exitosa transmisión de lo que aconteció en forma nítida y penetrante, se concretó plenamente en esta obra. Carlos Alberto Montaner ha logrado darle un aliento de oxígeno al entendimiento del precio humano que ha tenido (y sigue teniendo) la dictadura ideologizada en general, y el drama del nazismo en particular, vivido dentro de la piel de los judíos. Montaner merece un reconocimiento que enfatice sus habilidades geniales como novelista. De principio a fin, "Otra Vez Adiós" es una obra de arte.