- Julio M. Shiling
Cuba y la tesis errada del “empoderamiento”.
Este artículo es parte de una serie de tres, que serán presentados con una semana de separación. Están conectados por el tema central que es el restablecimiento de las relaciones entre los EE UU y Cuba. El primero presenta su argumento desde un ángulo de practicidad, El segundo defiende el principio de las sanciones. El tercero resumirá la premisa desde una óptica ética.
Bajo la autorización de la vara ejecutiva que le otorga la democracia norteamericana, el gobierno del Presidente Obama restableció, de jure, las relaciones diplomáticas con Cuba comunista. Era de esperar que un paso político de tanta proporción viniera cargado con una racionalización confeccionada con sazón bien aclimatado para los tiempos que vivimos. Ya The New York Times, actuando en capacidad de agente de publicidad no-oficial de la actual administración estadounidense, venía anunciando la trama de este drama político. Entre los argumentos más sobresalientes de la proposición de fundar el puente de la coexistencia (término no tan nuevo, tal vez un poco en desuso, pero válido de igual forma) que conectaría a la democracia funcional más antigua del mundo con la dictadura americana más longeva, es que las relaciones servirán para “empoderar” al pueblo de Cuba. Esto viene secundado con la simbología que trae los efectos visuales expresados cómo uno de contacto de “pueblo a pueblo” (people to people). Añaden que esto da fin a la percibida estrategia norteamericana de “aislamiento”. Mientras algunos aplauden el sendero de deshielo entre Washington y La Habana, otros entienden este global warming (“calentamiento global”) político como el debilitamiento de la capa ambiental que protege a Cuba contra los daños potenciales de oxigenar una brutal dictadura comunista.
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