- Julio M. Shiling
El Reichstag de Estados Unidos.
En 1933, el edificio del Reichstag que albergaba el Parlamento alemán fue incendiado. Los nazis apenas llevaban cuatro meses en el poder, pero este incidente sirvió como puerta para la consolidación totalitaria. Hasta la fecha, nadie sabe con certeza quién llevó a cabo este acto destructivo. Los nacionalsocialistas, sin embargo, convencieron al presidente Hindenburg de que los comunistas eran los responsables. Con unos pocos pasos legales, primero vino el Decreto de Incendios del Reichstag, luego las Leyes de Habilitación, y, con eso la democracia alemana había firmado su pacto de suicidio. Algo similar está tomando forma en Estados Unidos en este momento.
La entrada forzosa en el edificio del Capitolio el 6 de enero por una pequeña fracción de un grupo mucho más grande de manifestantes pacíficos, parece haber presentado un pretexto para que la izquierda intente aplastar la oposición relevante. Esto está siendo llevado a cabo por el Partido Demócrata con la total complicidad de la facción republicana anti-Trump, los medios de comunicación, las Big Tech y el capitalismo político.
Además de la supresión burda de la libertad de expresión, las listas negras y el estrangulamiento financiero, se han presentado cargos de destitución contra el presidente Donald Trump. Además, los 6 senadores y 121 miembros de la Cámara Baja que actuaban dentro de su ámbito constitucional y desafiaban los votos del colegio electoral, están siendo atacados salvajemente. La narrativa que da cabida a esta toma de poder descarada es la noción ridícula de que esto fue una “insurrección” y un “intento de golpe”. La falsa afirmación de “golpe” incluye la prerrogativa constitucional de los líderes del Congreso de cuestionar la validez de los votos del colegio electoral.
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