- Julio M. Shiling
El deporte y la ideología no se mezclan.
El adagio de que la política y el deporte no se deben mezclar es muy cierto. Cuando se trata de ideología más que de mero partidismo político, es destructivo. El deporte profesional americano se ha convertido en una fuerza política para uno de los principales principios del marxismo cultural: la teoría crítica de raza. El Super Bowl número 55 promete ser otro triste espectáculo rehén de la cultura woke. Esta calamidad está vascularizando trágicamente a Estados Unidos con rapidez.
Hubo un día en que los deportes sirvieron para mejorar las tensiones sociales. Las diferencias sociales, raciales, étnicas, educativas y económicas encontraban en los eventos deportivos el remedio inigualable de la armonía. Las disparidades se dejaban de lado, ya que animar al equipo local se convertía en la intención primordial del día. Los pronunciamientos oficiales de inclinación política por parte de las empresas deportivas y los jugadores, y mucho menos una cosmovisión particular, eran frutos prohibidos en el mundo de la competición atlética profesional. Hoy en día, eso ya no es así.
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