- Julio M. Shiling
Putin es un matón y su régimen es autocrático. Pero, no nos equivoquemos, la China comunista lanzó una invasión para aplastar a Occidente.
Vladimir Putin es alguien fácil de detestar. A pesar de los considerables éxitos socioeconómicos de su gestión autoritaria de Rusia y de la popularidad de la que goza en su país y en algunos otros lugares, Putin es un déspota cruel. El apetito hegemónico mundial que ha exhibido desde que llegó al poder en el año 2000 es bien conocido. Toda esta verdad no eclipsa, sin embargo, el duro hecho de que Rusia no es la mayor amenaza del mundo. Ni siquiera está cerca. Ni siquiera ocupa un lejano segundo puesto. China es la gran amenaza.
Tanto si Rusia invade Ucrania como si no, el régimen de Putin ya ha demostrado su carácter imperialista. Invadió Georgia en 2008 y se anexionó Crimea en 2014. El argumento hitleriano de la protección étnica y el lebenscraum (“espacio vital”) se ha incorporado a la praxis de la política exterior rusa bajo el liderazgo del antiguo teniente coronel del KGB (Putin). Sin duda, este patrón de comportamiento es inquietante, desafía la estabilidad mundial y justifica una revisión de los compromisos militares y económicos del mundo libre.
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