China ocultó y exportó el coronavirus. Lo que la dictadura china ha hecho es un atentado contra la humanidad. Escondieron información, destruyeron muestras, frenaron pruebas, negaron durante semanas lo que ya sabían.
Es en una dictadura, donde callan a quien quieren, donde no hay libertad, que un virus que se pudo controlar a tiempo fue ocultado hasta que ya el mundo entero estaba en peligro.
El virus que está matando gente en el mundo entero es un virus chino. Es en una dictadura, donde callan a quien quieren, donde no hay libertad, que un virus que se pudo controlar a tiempo fue ocultado hasta que ya el mundo entero estaba en peligro.
La dictadura china tenía en sus manos la posibilidad de salvar a miles de personas, de los suyos y del mundo entero, pero lo que decidió hacer -cuando era el momento adecuado- fue destruir muestras, frenar las pruebas y, sobre todo, ocultar lo que estaba ocurriendo.
En diciembre, los laboratorios chinos tenían identificado el nuevo virus altamente infeccioso que ya causaba estragos en China, la dictadura impidió que los científicos chinos hicieran lo correcto: alertar al mundo, dar la información que tenían y con eso permitir que científicos del mundo empezaran rápidamente a trabajar en una vacuna y en las medidas necesarias para frenar la propagación.
En Wuhan, donde se inició el brote, la dictadura ordenó destruir las muestras de laboratorio que explicaban la causa de la neumonía viral que sufrían los habitantes del lugar para los primeros días de enero. Fue casi un mes después cuando por fin reconocieron que lo que ocurría era una transmisión de persona a persona.
Esas semanas en las que la dictadura china ocultó todo eran la clave para evitar la pandemia que hoy mata a gente en todo el mundo. Durante todo enero las autoridades en China negaron que lo que ocurría fuera un caso de transmisión persona a persona.
Hay que hacer énfasis en que la dictadura china es tan brutal y malévola que hizo lo necesario para callar incluso a aquellos médicos y científicos héroes que desafiando las ordenes empezaron a alertar al mundo de la gravedad del asunto.
Hoy tal vez la historia más conocida es la del doctor Li Wenliang. A finales de diciembre el doctor del Hospital Central de Wuhan empezó a advertir a sus compañeros de la escuela de medicina sobre un nuevo virus contagioso que se parecía al mortal SARS que a principios del 2000 se esparció desde China a diferentes países y dejó cientos de muertos.
Gracias al Dr. Li la noticia del virus empezó a difundirse, inmediatamente fue arrestado por la dictadura. Después de unos días fue liberado, no sin antes obligarle a firmar un documento en el que debió aceptar que había cometido un acto ilegal al hacer «declaraciones falsas» en las redes sociales y en el que se comprometía a «reflexionar seriamente» sobre sus «errores».
Después de haber humillado públicamente al Dr. Li, la policía de Wuhan habló en la televisión estatal china para advertir a la población sobre los peligros de «difundir rumores». Y desde este día, durante varias semanas, en todos los medios estatales se pedía a los chinos no creer en los rumores que circulan en internet.
Después de ser liberado el Dr. Li volvió a atender en los hospitales de Wuhan llenos de enfermos de coronavirus, fue contagiado y murió a los 34 años dejando una esposa embarazada y un pequeño hijo. Hoy debe ser recordado como un héroe que fue perseguido y silenciado por una dictadura a la que no le importa poner en riesgo a su gente y al mundo entero.
Como el Dr. Li, otros médicos fueron perseguidos y silenciados. Por ejemplo, el 1 de enero la Oficina de Seguridad Pública de Wuhan interviene para interrogar a ocho médicos que publicaron información sobre la enfermedad en WeChat.
La dictadura china incluso promovió el banquete chino del Año Nuevo Lunar que se celebra a finales de enero y donde millones de personas hacen tránsito por todo el país visitando a sus familiares. Las autoridades ya sabían hace semanas que lo que ocurría era un virus altamente contagioso y que muchas personas se infectarían en la celebración de esa fiesta.
El 23 de enero, como denuncia Wall Street Journal, aproximadamente 5 millones de personas abandonaron Wuhan sin ser examinadas por la enfermedad.
Incluso hoy, ciudadanos chinos prominentes que critican la respuesta del gobierno desaparecen repentinamente.
Lo que la dictadura china ha hecho es un atentado contra la humanidad. Escondieron información, destruyeron muestras, frenaron pruebas, negaron durante semanas lo que ya sabían: un virus estaba matando a la gente. Pero no solo ocultaron lo que ocurría sino que no tomaron ninguna medida para evitar que el mortal virus se esparciera por el mundo entero.
Un estudio publicado en marzo concluyó que si la dictadura china hubiera actuado tres semanas antes, tomando las medidas adecuadas, previniendo y aislando a los infectados, la cantidad de casos de contagio podría haberse reducido en un 95% y su extensión geográfica se habría limitado.
Increíblemente, después de todo esto, China se presenta al mundo como un ejemplo de efectividad en el manejo de la enfermedad y ofrece ayuda a otros países para enfrentar el virus!. Incluso aseguran que han encontrado la vacuna para el coronavirus.
Lo que falta ahora es que nos creamos el cuento de que China es ejemplo de algo y lo pongamos como el héroe que construía hospitales en días y luego desarrolló primero que EE. UU. una vacuna.
Que quede claro: de China salió el coronavirus -igual que el SARS-, China frenó las pruebas, destruyó las muestras, ocultó información durante semanas y sabiendo lo peligroso que era el virus no hizo absolutamente nada para prevenir el contagio de otros países. China propagó el virus.
Ahora nuestros países intentan, como pueden, sobrellevar esta tragedia. Las fuerzas y energías deben estar puestas en salvar vidas y en mirar cómo sobrellevar la terrible crisis económica que viene, pero llegará el momento en que superemos esto y ahí debemos exigir respuestas a la dictadura China por lo que ha hecho.
Por ahora, debemos tener claro que China no es modelo de nada y que el coronavirus es un virus chino.
Artículo de Vanessa Vallejo, Editor en Jefe y columnista del PanAm Post. Economista, Paleolibertaria, conservadora. @vanesavallejo3 @PanAmPost_es