¿Por qué la ONU, la UE y Estados Unidos ayudan a los talibanes?
La enorme cantidad de armamento que la administración Biden-Harris ha donado al régimen talibán, no ha impedido que el Frente Nacional de Resistencia liderado por Ahmad Massoud resista la embestida fundamentalista. El Valle de Panjshir sigue siendo hoy en día, Afganistán libre. Se podría pensar que el deseo de acabar con la presencia militar en un país no dejaría de lado las ramificaciones de seguridad sistémicas para las sociedades republicanas. Los acontecimientos siguen apuntando a una preocupante cadena de sucesos que no son coherentes con la defensa de la libertad. ¿Por qué la ONU, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos están ayudando a los talibanes?
El carácter antiliberal de la Sharia, componente indispensable del islam político, debería bastar para advertir a todos los países, regiones e instituciones creyentes en la libertad sobre la inutilidad de apoyar al fundamentalismo islámico con la esperanza de que movimientos como el de los talibanes puedan ser domados, en ausencia de la fuerza o de otras medidas disuasorias agresivas.
Cuando se añade a la ecuación el lugar que ocupa la yihad con su guerra perenne contra la civilización judeocristiana, resulta inconcebible que no se haga ningún esfuerzo por ayudar a los afganos que desafían a los talibanes, y mucho menos acudir en su ayuda.
El secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths, estuvo en Kabul el domingo 5 de septiembre para reunirse con los principales líderes talibanes. El objetivo de la reunión entre el diplomático británico y el aparente cuerpo gobernante sobre Afganistán era transmitir la posición del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para evitar una “catástrofe humanitaria en ciernes“.
Guterres, miembro del Partido Socialista Portugués y exprimer ministro, no ha demostrado mucha preocupación “humanitaria” por las “catástrofes” provocadas por la izquierda en Cuba, Venezuela o Nicaragua, por ejemplo. En el caso de Afganistán, las inquietudes de la ONU son por la escasez de alimentos y otras consecuencias de carencia material de la salida americana. La aniquilación de los derechos humanos elementales no ocupa un lugar destacado en la lista.
La UE sigue una pauta similar. El vicepresidente de la Comisión Europea para las Relaciones Interinstitucionales, Maroš Šefčovič, declaró el miércoles 8 de septiembre: “La Unión Europea está dispuesta a seguir ofreciendo ayuda humanitaria.” Šefčovič, antiguo miembro del Partido Comunista de Checoslovaquia (actual República Checa y Eslovenia), destaca la prioridad de la UE en Afganistán. Los requisitos de respeto a las libertades civiles y políticas básicas no están en la agenda.
El hecho de que la ONU y la UE decidan ignorar el mayor problema de Afganistán, la amenaza de barbarie y genocidio ordenada desde la sede del Gobierno y los consiguientes crímenes contra la humanidad, no debería sorprender a nadie. La sorpresa sería, de hecho, que no fuera así.
La insistencia en ampliar la ayuda “humanitaria” incondicional al régimen talibán, como cuidadores del pueblo afgano cautivo, sirve en gran medida para estabilizar la nueva dictadura islámica. La ausencia de exigencias de precondición para esta ayuda, sólo envalentonará el salvajismo que los fundamentalistas ejercerán, primero, contra su propio pueblo, y después contra el mundo libre ¿Podría Estados Unidos haber contribuido a esta posición amoral (o inmoral)?
El “acuerdo de paz” firmado por Estados Unidos y los talibanes el 29 de febrero de 2020 es una vergüenza. Sentó las bases, en parte, para la legitimación de la organización terrorista yihadista ahora asentada en Kabul. La metodología empleada para ejecutar con grosera insensibilidad la despedida de Estados Unidos de Afganistán, es la otra variable. Con una extensión de tres páginas y cuarto, el “acuerdo” fue defectuoso desde su inicio.
El intercambio de prisioneros, tal y como establecía el acuerdo, era favorable a los talibanes en una proporción de cinco a uno. Cinco mil prisioneros islámicos, en su mayoría presuntos terroristas, fueron liberados en los diez días siguientes a la firma del acuerdo. Es muy probable que la mayoría de ellos se unieran a la maquinaria de guerra de los talibanes. Es relevante para la amplia ayuda ofrecida por la ONU y la U.E. y contemplada por Estados Unidos con altas probabilidades de llevarse a cabo, la mención explícita de la eliminación de las sanciones contra los terroristas que controlan y componen los talibanes.
“A juzgar por las pruebas empíricas disponibles, Trump no habría dejado que los talibanes se salieran con la suya como hizo la administración Biden-Harris”. (EFE)
Según el documento, Estados Unidos “revisaría” las actuales sanciones americanas e iniciaría un “compromiso diplomático” con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para que ellos también las eliminaran.
El acuerdo da a entender que el Gobierno americano nunca esperó que el régimen constitucional de Afganistán establecido en 2001 sobreviviera al derrocamiento de los talibanes. Estados Unidos, dice el acuerdo firmado, “buscará la cooperación económica para la reconstrucción con el nuevo Gobierno islámico afgano posterior al asentamiento”. ¿Un “nuevo Gobierno islámico afgano posterior al asentamiento”? ¿Qué pasa con el entonces Gobierno republicano afgano? Además, la noción de “cooperación económica” entre Estados Unidos que se basa en el capitalismo y los talibanes dirigidos por la Ley Sharia parece descabellada.
En defensa de la verdad, este acuerdo defectuoso, negociado y firmado por la anterior administración Trump, y ejecutado, en su parte más seminal por el Gobierno Biden-Harris, podría haber producido mejores opciones. Puede que esa haya sido la idea de Trump. Aplicando, aparentemente, la experimentada estrategia diplomática de Theodore Roosevelt de “hablar suavemente y llevar un gran palo”, Trump bombardeó a los talibanes solo cuatro días después de firmar el acuerdo de paz porque el grupo terrorista atacó a las fuerzas afganas.
Esa respuesta americana a la violación del acuerdo, obligó a los talibanes a suplicar su desistimiento. Suhail Shaheen, un portavoz de los extremistas islámicos dijo entonces que la organización “planea implementar todas las partes del acuerdo una tras otra para evitar la escalada del conflicto”. A juzgar por las pruebas empíricas disponibles, Trump no habría dejado que los talibanes se salieran con la suya como hizo la administración Biden-Harris.
La ONU y la UE están dirigidas por izquierdistas que, dado su desdén por la civilización occidental, el capitalismo y el sistema republicano, unen esfuerzos con el islamismo. China, con su influencia extraordinaria en la ONU, le abrirá cualquier puerta que se le cierre al fundamentalismo islámico. La directiva y burocracia de la UE es, estructuralmente, socialista. En el caso de Estados Unidos, con una administración que incluye a su mando militar en una misión proactiva para imponer la Teoría Crítica de la Raza, la Ideología de Género y la Teoría Crítica Queer del marxismo cultural, inquietudes referentes al terrorismo islámico pasan a un segundo grado, sin acaso.
© Patria de Martí. Todos los derechos reservados. Publicado originalmente en © El American.
🖋️Autor Julio M. Shiling
🖋️Autor Julio M. Shiling
Julio M. Shiling es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y director de los foros políticos y las publicaciones digitales, Patria de Martí y The CubanAmerican Voice y columnista. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) de Miami, Florida. Es miembro de The American Political Science Association (“La Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas”), el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio y la Academia de Historia de Cuba en el Exilio. Sigue a Julio en:
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