Nada por lo que pedir perdón en el gran Día de la Hispanidad
Santa Cruz de Tenerife. España. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos de América, eliminó el “Día de los Pueblos Indígenas”, creado por su predecesor, Joe Biden, y restauró el “Día de Cristóbal Colón”. Este acontecimiento, porque lo podemos considerar así, si se tiene en cuenta el actual contexto histórico, en el que cada vez se insiste con más fuerza y con menos fundamentos teóricos históricos que lo sustenten, en la idea de que España cometió las más grandes atrocidades de la historia desde la llegada de los primeros españoles al Nuevo Mundo.
De manera que, Trump, con la firmeza que lo caracteriza hizo justicia al restaurar el día dedicado a Cristóbal Colón, el descubridor de América, en los Estados Unidos de América. Si, porque el marino genovés es el verdadero descubridor del continente americano. Con este suceso – que cambió las concepciones de la geografía que se tenían en el siglo XV, así como el devenir de la historia universal– el reino de España y los reyes Fernando e Isabel, conocidos como los reyes católicos, se alcanza un protagonismo que se extendió por más de tres siglos y que, sin duda, no lo ha superado ningún otro imperio.
He insistido en la idea de que Colón es el verdadero descubridor, toda vez que, como sucede con tantos aspectos relacionados con la grandeza de España, se ha tratado de minimizar su papel en esta hazaña – téngase presente que América debe su nombre, no al almirante de Génova, sino al italiano Américo Vespucio, quien participó en dos viajes de exploración al Nuevo Mundo años después de la llegada de Colón–. Como es lógico, América existía antes de la llegada de los españoles, lo que no significa que el primer viaje del gran almirante no llevara implícito un descubrimiento: el descubrimiento de América. Se ha especulado sobremanera acerca de la presencia de otros pueblos, como los vikingos, mucho antes de la presencia española, algo que al parecer fue cierto. No obstante, los que precedieron a Colón y sus primeros marinos cometieron el grave error de no haber reportado su presencia y no haber descrito a modo de testimonio lo que encontraron a su llegada a estas aparentes nuevas tierras. No fue hasta el regreso de Cristóbal Colón a España, de su primer viaje, que se precisa que nuevas tierras, más allá del Atlántico, existían, hecho que alcanza su universalidad y adquiere su trascendencia a partir del hallazgo de Colón en 1492.
De modo que la grandeza de Cristóbal Colón, y de manera general, de los españoles, nadie la puede ocultar, minimizar o tergiversar, como se ha pretendido a través de los años por parte de los enemigos de España, ya sean los ingleses, devenidos en un nuevo y devastador imperio, los italianos con su “humanismo”, los vengativos holandeses, los franceses, con su “afamada” ilustración y hasta el protestantismo en su afán de negar la grandeza de la Iglesia Católica, institución muy ligada a la presencia española en el Nuevo Mundo.
Estas pretensiones han dado lugar a la llamada leyenda negra española, tema que merece un trabajo mucho más ambicioso, extenso y profundo que estas breves líneas que solo intentan evocar el acontecimiento que cambio definitivamente al mundo, justo un día como hoy, 12 de octubre, pero del ya lejano 1492.
Por desgracia, la historia de la presencia española en América se ha contado desde la perspectiva de la demonización hacia España. Los términos y expresiones como: saqueo de las riquezas de América (oro y plata), genocidio – muy de moda en estos días–, exterminio, contagio con enfermedades llevadas desde Europa, colonización, imperialismo y un largo etcétera, son asumidos para narrar solo la parte que conviene que se sepa por parte de los múltiples enemigos de España. Esto ha dado lugar a que reiteradamente algunos mandatarios de Hispanoamérica exijan al rey actual de España que se pida perdón por un genocidio que nunca existió y por un saqueo y expropiación que se ha sobredimensionado.
En primer lugar, es absurdo que el actual rey, Su Majestad Felipe VI, pida perdón por hechos que tuvieron lugar hace más de cinco siglos. Esto sería como que el propio monarca español exija a Roma un perdón por la presencia romana en la antigua Hispania. El monarca del presente no tiene nada que ver con lo que supuestamente sucedió o pudo haber sucedido. De modo que es absurdo que figuras como Andrés Manuel López Obrador, expresidente de México, y su seguidora, la socialista Claudia Sheinbaum Pardo, insistan en el perdón de España hacia los pueblos indígenas americanos. Como diría el argentino Marcelo Gullo: nada por lo que pedir perdón.
Recordemos que España no solo fundó hospitales para la atención a los pobladores americanos, sin distinción de etnia o condición social, sino que llenó a América de hospitales, algunos de ellos alcanzaron más notoriedad por sus avances científicos que los propios hospitales de la península, lo que demuestra que América jamás fue vista por España como un botín, sino como parte inseparable de ella. En 1503, el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, fundó el hospital de San Nicolás de Bari, el primero en el Nuevo Mundo, institución que se mantuvo activa entre los siglos XVI y XIX. Según el académico mexicano Guillermo Fajardo-Ortiz:
“Su construcción (del hospital de San Nicolás de Bari) y sus servicios significaban una comunión entre los conquistadores y los conquistados, entre autoridades políticas, religiosos y pobres”.
Se fundaron otros hospitales no solo en Sano Domingo, sino en la Nueva España (México), donde el hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno se mantuvo en actividad durante cuatro siglos. En dicho virreinato se construyeron múltiples instituciones de este tipo, amén de otros centros dedicados al cuidado de los leprosos, sifilíticos, exclusivos para las mujeres, etc., algo que ocurrió de manera similar en el virreinato de Perú, donde se estableció un sistema de salud gratuito para todos.
En las Leyes de Indias, la primera de las cuales, fechada el 7 de octubre de 1541, en su libro I, título IV, se señala:
“Que se funden hospitales en todos los pueblos de españoles e indios. Encargamos y mandamos a nuestros virreyes, audiencias y gobernadores, que con especial cuidado provean que en todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos, y se ejercite la caridad cristiana”.
Esto demuestra, no solo el sentido humanitario de las autoridades españolas, sino que el llamado “saqueo de las riquezas” ha sido sobredimensionado, toda vez que hubiera sido imposible construir de la nada centros e instituciones asistenciales, mantenerlos en buen estado – algunos aún en activo–, ofrecer asistencia con médicos y practicantes españoles, amén de la alimentación de los enfermos. Una parte considerable de esas “riquezas” que tanto reclaman algunos tuvo que ser empleada para este tipo de obras, y otras, no menos importantes, como múltiples escuelas, incluidas grandes universidades, además de una inmensidad de iglesias, muchas de ellas superiores en tamaño, belleza y riquezas que las de la propia España. Los ejemplos en este sentido serían interminables. Basta con hacer mención de los grandiosos templos de México y Perú, así como a las grandes catedrales, basílicas e iglesias de Quito, Cuenca y Riobamba, en Ecuador, de lo que puedo dar testimonio directamente.
Entre 1538 y 1812, España fundó en América más de treinta universidades. Desde la fundación de la Universidad de Santo Domingo, en Santo Domingo, en 1538, España no dejó de fomentar la construcción de sendas edificaciones sedes para la existencia de múltiples centros de estudios superiores. Solo en México se establecieron centros de este tipo en Ciudad México (Universidad de San Pablo), Mérida de Yucatán (Universidad de Santa Catalina), Charcas (Universidad de San Javier), Puebla (Universidad de San Ildefonso), Ciudad México (Universidad de San Pedro y San Pablo), Guadalajara (Universidad Jesuítica de Guadalajara), Ciudad México (Universidad de San Francisco de Celaya), así como en Mérida (Universidad de San Bartolomé). En otras naciones como Perú, Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Guatemala, Venezuela, Cuba, Panamá y Nicaragua, también se establecieron universidades.
Estas universidades seguían el modelo de la Universidad de Salamanca, esto es, poseían su autonomía dado que el gobierno de las instituciones se encontraba en manos de un claustro, formado por facultades y doctores, así como maestros residentes en la ciudad o en sus cercanías. Pero lo más importante, si de negación de la leyenda negra y justicia para España en el día de Hispanidad se trata, es el hecho de que dichas universidades estaban abiertas a los indios, especialmente a los hijos de los jefes indígenas, y en los tiempos de los Habsburgos, también a los mulatos libres. Decir que eran gratuitas sería mentir; no obstante, diferentes fuentes hacen referencia a lo módico de los derechos de matrícula, no así en los de graduación. Además, se concedían becas o exenciones de derechos a alumnos aventajados de familias pobres.
Otro de los grandes tabúes al abordar el sentido de la hispanidad es el relacionado con la idea de un gran genocidio cometido por parte de España. Los que aún en nuestros días se atreven a hacer afirmaciones como estas solo demuestran su ignorancia política y cultural, amén de un odio incontenible hacia todo lo español. Lo peor de todo es que muchos de los propios españoles niegan su propia identidad para situarse del lado de los supuestamente oprimidos, saqueados y masacrados.
No se puede negar que hubo enfrentamientos entre españoles e indígenas con las consiguientes muertes de ambas partes. Ocultarlo sería un sacrilegio. Hubo fuertes enfrentamientos, lo que no significa que las poblaciones indígenas disminuyeran a partir de la presencia española en las tierras recién descubiertas. Las muertes por enfrentamientos no fueron deliberadas premeditadamente con la intención de eliminar una determinada raza o etnia. De ahí que la idea del genocidio sea un error garrafal que se ha extendido de manera generalizada hasta llegar a nuestros días, en los que adquiere nuevas dimensiones a partir de la defensa que sobre esta absurda hipótesis hace la izquierda radical.
El paraíso terrenal que describió el clérigo Bartolomé de las Casas en el siglo XVI es solo una historia de ficción que nada aporta desde el punto de vista histórico. Los indígenas vivían enfrentándose constantemente unos con otros, eran sometidos por los reinados más poderosos, asesinados, esclavizados y “entregados” a los Dioses en sacrificio, las mujeres capturadas eran sometidas a la prostitución, incluidas las niñas. Las investigaciones históricas más recientes y confiables demuestran que practicaban no solo los sacrificios humanos por cuestiones puramente religiosas, sino que asumieron el canibalismo como algo común en sus vidas. Entonces: ¿de qué genocidio se está hablando en nuestros días
Hernán Cortés, el extremeño que liberó a los indígenas sometidos por el imperio Azteca, jamás contó con un verdadero ejército capaz de asumir una contienda de gran magnitud, como lo fue el enfrentamiento y derrota de dicho imperio. Recursos militares como arcabuces, perros o caballos fueron de utilidad, pero no suficientes para alcanzar una victoria frente al poderío de los Aztecas, capaces de movilizar a un millón de soldados. Los pueblos indígenas se unieron a Hernán Cortés en una total alianza, algo demostrado por la historia y por el sentido lógico y coherente de todo aquel que tenga la capacidad analítica y reflexiva para darse cuenta de que una minoría de españoles no podían por sí solos triunfar. Para el periodista y escritor italiano Vittorio Messori, en su libro “Leyendas negras de la iglesia”:
El imperio de los aztecas y el de los incas se había creado con violencia y se mantenía gracias a la sanguinaria opresión de los pueblos invasores que habían sometido a los nativos a la esclavitud” (…) “Las increíbles victorias de un puñado de españoles contra miles de guerreros no estuvieron determinadas ni por los arcabuces ni por los cañones. Aquellos triunfos se debieron sobre todo al apoyo de los indígenas oprimidos por los incas y aztecas. Por lo tanto, más que como conquistadores, los ibéricos fueron saludados en muchos lugares como liberadores”.
Así las cosas, esta es la parte de la historia que debe contarse, difundirse y demostrarse para que los ignorantes dejen a un lado la absurda idea del genocidio español y de los supuestos saqueos de riquezas.
El 12 de octubre es, y seguirá siendo, la Fiesta Nacional de España, el gran día de la hispanidad, el día que hemos de evocar al almirante Cristóbal Colón y a los Reyes Católicos que propiciaron la mayor hazaña de la historia: EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.
🖋️Autor: Alberto Roteta Dorado
📰 Artículos de Alberto Roteta Dorado
El Dr. Alberto Roteta Dorado es originario de Cienfuegos, Cuba. Se graduó como médico y se especializó en Medicina General Integral y Pediatría. También obtuvo un Máster en Ciencias y se especializó en Endocrinología. Trabajó más de veinticinco años como médico y fue profesor durante más de veinte años. Ha estudiado filosofía, teología, antropología y pedagogía. Presidió la Fundación Cultural “Oasis Teosófico-Martiano” en Cuba y actualmente es su presidente de honor. Ha dictado conferencias sobre temas filosóficos en varias instituciones y tiene dos libros inéditos sobre religiosidad y el pensamiento de José Martí. Colabora con medios de prensa y vive en Santa Cruz de Tenerife, España.
