Los dólares salvavidas, ¿y si no llegan?
En el escenario de una Cuba devastada por décadas de políticas ineficientes y un sistema que ha demostrado su incapacidad para generar prosperidad, las remesas enviadas por los cubanos exiliados se han convertido en el último y frágil salvavidas para millones de familias. Esta dependencia de las transferencias monetarias desde el extranjero no es solo un paliativo; es la línea que separa a muchas familias cubanas de la hambruna absoluta.
La realidad de las remesas
Se estima que las remesas enviadas a Cuba rondan los 3.500 millones de dólares anuales. Este flujo constante de dinero es, en la práctica, un sustituto de las funciones básicas que el gobierno cubano debería garantizar: el acceso a alimentos, medicinas y bienes esenciales. La economía de la isla, incapaz de sostenerse por sí misma, encuentra en estos recurso los dólares salvavidas, ¿y si no llegan?.
En el escenario de una Cuba devastada por décadas de políticas ineficientes y un sistema que ha demostrado su incapacidad para generar un alivio indirecto a su desastrosa gestión.
El dinero enviado desde el extranjero permite a las familias acceder al mercado negro, donde los precios son exorbitantes pero los productos básicos están disponibles. Sin estas remesas, la ya precaria situación alimentaria del pueblo cubano se transformaría en una crisis humanitaria de proporciones incalculables. ¿Cuánto tiempo podría sobrevivir el cubano promedio sin esos ingresos adicionales? La respuesta es aterradora.
La ironía de la situación es escalofriante. Mientras el gobierno cubano acusa a los Estados Unidos de aplicar un "bloqueo" que asfixia su economía, también se beneficia directamente del flujo de dólares provenientes de los mismos familiares que residen en esos "países enemigos". Las tiendas en divisas y la propia estructura estatal capitalizan sobre estas remesas, extrayendo divisas fuertes a cambio de bienes esenciales, vendidos a precios abusivos.
La dependencia de las remesas también tiene un costo social y político. Este ingreso, que alivia el hambre y la necesidad, también contribuye a perpetuar la inercia del sistema. Para muchos cubanos, las remesas actúan como un anestésico que adormece el impulso de cambio. Mientras haya dólares en el bolsillo para comprar alimentos, la indignación por la miseria estructural se diluye.
¿Y si los dólares dejan de llegar?
La pregunta inevitable es: ¿qué pasaría si las remesas se interrumpen? Sin este salvavidas, Cuba enfrentaría una crisis de hambre sin precedentes. El sistema de racionamiento, desmantelado progresivamente, no podría suplir las necesidades más básicas. Los mercados estatales, vacíos desde hace años, serían incapaces de responder a la demanda. En menos de tres meses, la mayoría de los cubanos estaría buscando comida en los basureros, una imagen ya demasiado frecuente en el paisaje urbano de la isla. Una crudelísima verdad que muchos ignoran .
La dependencia de las remesas no es sostenible. Cada dólar que entra representa un recordatorio de la incapacidad del sistema para sostener a su propio pueblo. Los cubanos necesitan algo más que ayudas temporales: necesitan una economía que funcione, un gobierno que no dependa de la emigración para mantener a flote a los que se quedan y una sociedad que no tenga que mendigar a sus familiares en el extranjero para sobrevivir.
¡Así las cosas quedan claras!
Los dólares enviados por los exiliados cubanos son, sin duda, un salvavidas. Pero también son una trampa que perpetúa la dependencia y la resignación. Sin una transformación profunda del sistema político y económico, la hambruna siempre estará a la vuelta de la esquina, contenida solo por la generosidad de los que tuvieron que huir. ¿Cuánto tiempo más puede sostenerse este equilibrio frágil? La respuesta no depende de los que envían dólares, sino de los que detentan el poder en la isla y continúan fracasando en su responsabilidad fundamental: garantizar una vida digna para su pueblo.
Autor: Jorge Luis León. Graduado de Lic. en Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior pedagógico Enrique Jose Varona, es ensayista y escritor y autor de varias publicaciones en Periódico Cubano, 14Ymedio y ahora en Patria de Martí. Trabajó como profesor de historia en nivel medio-superior por 30 años. Al romper sus relaciones, con el Ministerio de Educación fue a dirigir una Academia de Ajedrez en Guanabacoa, donde residía, participó en múltiples torneos y escribió su libro Breviario Ajedrecístico, publicado en Cuba en el 2002. En 2002 viajó a Estados Unidos, fundó una Academia... dio clases en varias escuelas hasta que se trasladó a Houston donde reside actualmente. Ahora estoy jubilado.