A propósito del tema eje de la VIII Cumbre de Las Américas: “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Todo parece indicar que la corrupción es algo muy peculiar en los políticos de estos tiempos, los que – independientemente de su postura política y de su militancia en bandos de derecha, de izquierda, o de centro-derecha, y en cualquier latitud del orbe donde se encuentren– en su afán muy personal y una ambición desmedida olvidan el cumplido de promesas hechas durante las campañas presidenciales para a cambio seguir el sendero del progreso económico individual, aunque al final de sus mandatos dejen a sus naciones inmersas en la peor situación económica y con sendas deudas.
Pero dejando a un lado – no porque estén exonerados de culpabilidad y responsabilidad– a los políticos del viejo continente y aquellos que nos resultan tan distantes, no solo por la lejanía geográfica, sino porque apenas llegan a nosotros noticias de lejanos parajes de sitios como Asia y Oceanía, en los que también hay políticos corruptos, ocupémonos del asunto en el contexto de nuestra región, esa extensa zona tan desigual en lo geográfico como en lo social y lo económico, que José Martí, el colosal cubano bautizó como “Nuestra América”, y de la que tanto hemos de aprender, como nos enseñó la pedagoga y trovadora cubana Teresita Fernández.
De un tiempo acá todos los medios, con sobradas razones dada la magnitud de los hechos, se han enfocado en Brasil toda vez que la nación está siendo sacudida, ya sea por el escándalo Odebrecht y su repercusión continental, o por las serias implicaciones de sus mandatarios en asuntos muy sucios que los vinculan a hechos que tienen como base la corrupción.
Resulta sorprendente que de un día para otro el panorama sociopolítico de la gigantesca nación cambiara a partir de una imagen perceptiva diferente de dos de sus líderes, los que a pesar de todo fueron elegidos en procesos eleccionarios de una manera democrática – hasta tanto se pueda demostrar lo contrario–, lo que significa que el pueblo brasileño depositó toda su confianza en ellos, y esto aumenta su criminalidad, por cuanto, a los sendos cargos que han de sostener sobre sus espaldas se ha de sumar el peor de todos, el de la traición a su nación y a sus pueblos.
Dilma Rousseff y Luiz Ignacio (Lula) Da Silva son figuras paradigmáticas si de escándalos de corrupción se trata. Resulta no solo paradójico, sino incoherente e inaceptable que la presidenta de una nación sea destituida, y que un expresidente del mismo país ya esté en prisión hace solo unos días.
Recordemos que Dilma Rousseff fue destituida de manera escandalosa del cargo de presidenta, toda vez que fuera acusada en el Congreso por violación de normas fiscales, con lo que “maquillaba” el déficit presupuestal, independientemente de sus implicaciones al dictar tres decretos y ampliar gastos sin aprobación legislativa, ignorando las metas fiscales aprobadas previamente por el Congreso.
Luiz Ignacio (Lula) da Silva, declarado culpable y sentenciado a prisión en julio de 2017, en primera instancia a nueve años y seis meses, con lo que se convirtió en el primer expresidente condenado por corrupción pasiva en la historia de Brasil, aunque esta sentencia fue ratificada y elevada a doce años en una segunda instancia al encontrársele culpable de los crímenes de corrupción y lavado de dinero.
Pero si bien resulta incoherente que cosas como estas estén ocurriendo en nuestros días en el contexto de nuestro continente, es inaceptable que algunos asuman actitudes defensivas respecto a aquellos que han sido juzgados por tribunales e instancias dentro de toda la legalidad que desde el punto de vista jurídico está establecido para estos casos.
Téngase en cuenta que Lula Da Silva se mantuvo hasta hace poco en los primeros lugares de la popularidad como aspirante a la presidencia de Brasil según la estimación de varias encuestas nacionales, y que ambos son defendidos por muchos que al parecer determinaron vivir bajo los efectos hipnóticos del comunismo, tendencia que de una manera tan sui generis justifica siempre todo lo mal hecho y se opone de manera categórica a la justicia y al orden lógico y coherente del mundo.
No obstante, tanto la Rousseff como Da Silva son cuasi “santos” si se les compara con algunos líderes de la región como Nicolás Maduro y Raúl Castro, y en menor medida con Rafael Correa – por cuanto a este último no se le puede acusar de las muertes de cientos de personas como en los casos de Maduro y Castro, aunque si de una desorbitante corrupción en su país–. Sin embargo permanecen impunes a pesar de su reconocido historial criminal.
Las grandes acusaciones hechas a Nicolás Maduro no han logrado concretarse como actos, por lo que el ignorante y perverso dictador sigue haciendo de las suyas a pesar del aislamiento en que ha quedado gracias a la labor sostenida de organismos como la Organización de Estados Americanos, OEA, el Parlamento de la Unión Europea, y más recientemente el Grupo de Lima, cuya labor ha sido determinante para lograr su total proscripción. No obstante, permanece libre a pesar de las acusaciones por haber cometido crímenes de lesa humanidad, por sus vínculos con el narcotráfico mundial, así como por las grandes violaciones del orden constitucional y democrático de Venezuela.
Por otro lado Evo Morales, de Bolivia, y Raúl Castro, de Cuba, han sido cuestionados recientemente sobre una presunta implicación en el narcotráfico. El diario boliviano Los Tiempos reseña una historia que aparece publicada en la revista brasileña Veja donde se afirma que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, DEA, tiene información de que Cuba es un centro importante para el envío de cocaína boliviana a México y los Estados Unidos, independientemente de las serias implicaciones del régimen cubano en múltiples delitos de corrupción; aunque con la suerte siempre de su lado por no haber sido sentenciados debidamente, y continuar difundiendo ante el mundo los llamados “logros” de la revolución cubana, en los que muchos siguen creyendo.
En la Cumbre de las Américas, tenida que está teniendo lugar por estos días en Lima, Perú, Raúl Castro, el presidente cubano deberá responder a la petición que ha hecho la comisión internacional Justicia Cuba por sus sendos crímenes de lesa humanidad, toda vez que consideran que al régimen cubano se deberá llevar a un tribunal internacional y no invitarle a un foro de carácter democrático, aunque hasta el presente no se tiene confirmación de la presencia del cansado general en lo que pudiera ser su última presentación en escenarios internacionales como presidente de Cuba.
Pero si tratamos el tema de la corrupción, en Ecuador se ha llegado a dimensiones inusitadas, pero me limitaré en esta ocasión a mencionar solo los últimos acontecimientos en este sentido, sin que falte un necesario recordatorio en relación a Jorge Glas, quien fuera el vicepresidente del país, cargo que solo ocupó unos dos meses por haber sido acusado por sus implicaciones en el caso del escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, y sentenciado además de autor por delitos de peculado, enriquecimiento ilícito, cohecho, delincuencia organizada, y lavado de activos, y como coautor por testaferro.
Pero lo más novedoso en la nación andina es que este lunes, 9 de abril, el actual contralor, Pablo Celi, precisó que el expresidente de la República Rafael Correa*, sus ministros de Finanzas, subsecretarios de Financiamiento Público, director nacional de Seguimiento y Evaluación de Financiamiento público, así como el coordinador general jurídico del Ministerio tienen responsabilidad penal dentro de la auditoría de la deuda interna y externa que realizó la Contraloría General del Estado durante más de nueve meses, y en los informes presentados se precisa que se habrían cometido delitos que serían castigados con cárcel, lo que ahora debe ser determinado por la Fiscalía del Estado.
Y como es lógico la principal paradoja del encuentro de las naciones del continente es justamente que en el país que sirve como sede, su presidente, Pedro Pablo Kuczynski, PPK, dimitió al presentar formalmente su renuncia a solo unos días del inicio de la Cumbre de Lima, con lo que se convirtió en el primer presidente en ejercicio en caer bajo los efectos del escandaloso caso Odebrecht.
Así andan las cosas por “Nuestra América”, región donde se está celebrando la Cumbre de sus pueblos, pueblos muy desiguales no solo desde el punto de vista cultural y étnico, sino en lo social y lo político, y donde algunas naciones emergen de sus dificultades y penurias para alzarse victoriosas, mientras otras se hunden cada vez más en las profundidades de la miseria y los abismos del aislamiento porque sus gobernantes carecen de aquellas virtudes necesarias para poderlas conducir por el buen camino, entre las que sobresale la corrupción, el eje de los temas a abordar en el encuentro.
*El cínico exmandatario ecuatoriano está haciendo una defensa de Lula Da Silva, actualmente tras las rejas, y cuando el caso Rousseff fue su primer aliado al pronunciarse a su favor a solo unas horas de haber sido sentenciada y expulsada de la presidencia de Brasil