ONU: Nikky Haley Devuelve la Dignidad a la Misión de EEUU

Nikky Haley ONU

Manteniéndose al margen al final de sus días y permitiendo a Naciones Unidas regodearse en su obsesiva compulsión antiisraelí, la Administración Obama esperaba haber marcado la pauta a sus sucesoras. Esa manera de comportarse tendrá efectos duraderos, pero sin duda no como esperaba la Casa Blanca de Obama. La nueva embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, ha mostrado en el poco tiempo que lleva en Turtle Bay una solvencia moral y un coraje que no tenía su predecesora. La encomiable misión de Haley es decir la verdad sobre los enemigos y adversarios de Estados Unidos, y el rechazo a tolerar la fanática fijación de la organización con Israel está entre los empeños más notables de su incipiente carrera diplomática.

La repulsión que sentía la embajadora Haley al salir de su primera reunión del Consejo de Seguridad sobre Oriente Medio se le notaba hasta en la voz ► VIDEO. Presumiblemente, esperaba que el Consejo de Seguridad se centrara en los asuntos relacionados con la infinidad de amenazas que pesan sobre la paz mundial. Pero al parecer se sorprendió al ver que el Consejo considera a Israel la mayor amenaza a la estabilidad no sólo de Oriente Medio sino del mundo entero.

“Estoy aquí para decir que EEUU dejará de mirar para otro lado en este asunto”, dijo Haley. “Estoy aquí para subrayar el inquebrantable apoyo de Estados Unidos a Israel. Estoy aquí para recalcar que Estados Unidos tiene la firme voluntad de hacer frente al sesgo antiisraelí de la ONU”.

En su discurso, Haley atacó la desventurada decisión de la Administración Obama de abstenerse en una resolución que condena la expansión de los asentamientos israelíes ( de la cual ha tenido lugar en bloques de la Margen Occidental que serían cedidos a Israel en cualquier acuerdo de paz concebible). También señaló que la ONU ha privilegiado los asuntos palestinos frente a las amenazas que representan el programa nuclear de Corea del Norte, la guerra química y las matanzas en Siria y la financiación iraní del terrorismo y de milicias activas en todo Oriente Medio. “El manejo tendencioso de las cuestiones israelo-palestinas no beneficia en nada al proceso de paz, y es completamente ajeno a la realidad del mundo que nos rodea”, prosiguió Haley. “El doble rasero es pavoroso”.

Los viejos hábitos se resisten a morir, y Naciones Unidas no se dio por aludida. Así que la Administración Trump lanzó otra advertencia en el mismo mes de febrero, cuando sopesó la posibilidad de retirarse del Consejo de Derechos Humanos. El hecho de que éste esté plagado de violadores de los derechos humanos y se centre de manera miope en Israel justifica la salida de Estados Unidos. No sólo sería ético, también podría contribuir a que la ONU superara su incapacitante fijación. El Consejo de Derechos Humanos es el sucesor de la Comisión de Derechos Humanos, que perdió toda su autoridad al convertirse en una hipócrita cloaca antiisraelí antes de su disolución, en 2006.

“¿Qué pretende el Consejo de Derechos Humanos al dar cabida a Cuba y China?”, se preguntó Haley “Simplemente están protegiendo sus propios intereses, mientras van a por a otros países para asegurarse de que lo pasen mal. Y aun así, ¿queremos seguir siendo parte de esto?”.

Tal vez la muestra más prometedora de justicia se produjo el otro día, cuando la embajadora Haley condenó un repulsivo informe de la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental (Cespao). El documento, publicado por un grupo con sede en Beirut del que forman parte 18 países árabes –incluido el inexistente “Estado de Palestina”–, acusa a Israel de imponer el apartheid a los árabes de Judea y Samaria y tiene entre sus autores al relator especial para la ONU Richard Falk, cuyos prejuicios antiisraelíes casi no tienen parangón. Falk ha elogiado a organizaciones terroristas como Hamás comparándolas con la resistencia francesa [al nazismo], excusado que se tome como blanco de ataques a judíos israelíes y afirmado que las autoridades estadounidenses han dado alas a las “explicaciones conspirativas” para los atentados del 11-S. El informe está tan obviamente alejado de la realidad que incluso la oficina del secretario general de la ONU declinó respaldar sus conclusiones.

“Estados Unidos está indignado por el informe”, se afirmaba en un comunicado de Haley. “El secretariado de Naciones Unidas hizo bien distanciándose de él, pero debe dar un paso más y retirarlo directamente”. Y se añadía:

Que esa propaganda antiisraelí provenga de un organismo cuyos miembros, en su práctica totalidad, se niegan a reconocer a Israel no es ninguna sorpresa.

Estas lúgubres palabras revelan las graves carencias en términos de moralidad que padece la ONU. En parte es por esto por lo que las defensas que hace Haley de Israel frente a una institución tan pervertida como Naciones Unidas resultan tan tonificantes.

El nombramiento de Haley para el puesto de embajadora ante Naciones Unidas representa el repudio de la política de la Administración Obama de “marcar distancias” entre EEUU e Israel. Por otro lado, el empeño de Barack Obama en reconfigurar Oriente Medio y rehabilitar a Irán ha tenido por consecuencia no deseada el acercamiento de Israel a sus vecinos árabes suníes. El renovado compromiso de la Administración Trump con Israel viene a certificar el hecho de que el Estado judío está menos aislado que nunca, y nunca la cuestión palestina ha sido para la paz en Oriente Medio. La embajadora Haley y la Administración Trump merecen crédito por contribuir al fortalecimiento de la única democracia de Oriente Medio, sí; pero no podrían haberlo hecho sin Barack Obama.

©  (en inglés): Commentary © Versión en español: Revista El Medio

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