Cuba, el satélite de China a pocos kilómetros de Miami.
“Intervención” se ha convertido en una palabra muy utilizada desde que comenzó el levantamiento cubano del 11 de julio. Los que están decididos a mantener el statu quo en Cuba comunista, están armando el concepto y malinterpretando toda la gravedad de su significado en la aplicación real. Decididos a mantener a Estados Unidos en un estado de indiferencia e inercia cómplice, los enemigos de la liberación de Cuba han lanzado una guerra de desinformación con escenarios potenciales falsos, para asegurar que el castrocomunismo sobreviva a la mayor insurrección civil de toda la historia de Cuba. Mientras todo esto ocurre, China ha intervenido y sigue interviniendo en Cuba.
Llamar a la carnicería humana al por mayor, a las torturas sádicas, a los juicios falsos, a las sentencias injustas y a la política pandémica ideológicamente orientada en Cuba una crisis “humanitaria”, es trivializar el genocidio político. Los crímenes de lesa humanidad que el régimen castrista está cometiendo actualmente, son posibles gracias a la intervención de China en Cuba. La táctica calculada, de tolerar un mal menor, de permitir el acceso a Internet de los cubanos por medio de dispositivos electrónicos móviles en 2018, fue una decisión difícil para la dictadura socialista de La Habana. La necesidad imperiosa de capital para financiar su fastuoso estado policial y mantener el poder, obligó a tolerar mecanismos que sabían que serían utilizados por la población cubana para romper el control monopólico de las noticias y la información. Aquí es donde intervino Pekín.
El colapso de la Unión Soviética y de los satélites del bloque del Este obligó al comunismo cubano a una renovación metodológica de sus estrategias subversivas para el hemisferio occidental. El Foro de Sao Paulo (FSP) dio a luz al nuevo modelo socialista dictatorial. Venezuela fue el primer vástago. El petróleo y las riquezas venezolanas serían saqueadas en nombre de esa versión mutada del socialismo que algunos denominarían del tipo “siglo XXI”. Aunque en realidad se trataba nada menos que del mismo socialismo real del siglo XX, pero con mayores retoques cosméticos y sofismas para ocultar su identidad y engañar al mundo libre.
El castrocomunismo se convirtió en la nueva fuerza imperial marxista-leninista en las Américas. Este era un papel, después de todo, que la dictadura cubana conocía bien. Constituyó, desde 1959, la base logística y estratégica centralizada de todas las campañas marxistas subversivas en América Latina, siendo la URSS su financiadora. La muerte del comunismo soviético hizo nacer el modelo del FPS y habría que explotar nuevas fuentes de riqueza. Es entonces cuando interviene Venezuela como colonia satélite del comunismo cubano.
Comprendiendo, sin embargo, los límites de los recursos naturales de Venezuela y el negocio del narcotráfico relacionado, otra fuente de ingresos para el socialismo continental, Cuba inició una agresiva campaña de acercamiento con China comunista y Vietnam. Dada la superioridad económica y tecnológica de China, fue con el pionero del prototipo de comunismo asiático (Estado leninista con economía híbrida) con el que más cortejó el régimen castrista.
Desde 1993, altos funcionarios de la China comunista han visitado la Isla en más de veintidós ocasiones. En los últimos 26 años, los representantes del régimen castrista han realizado más de veinticinco visitas oficiales de Estado a China. La guerra asimétrica que el comunismo chino ha desatado en el mundo, se incrementó sustancialmente una vez que su rival, la Unión Soviética, quedó fuera de escena. Las ambiciones hegemónicas de Pekín, coinciden estratégicamente con el esquema de avance socialista del FPS de Cuba y convierten a China en una fuerza de colusión. Tan importante, de hecho, es Cuba para Pekín que caracteriza su relación, en cuanto a todos los países de América Latina y el Caribe, como de “buen hermano, buen camarada, buen amigo”, según The Dialogue. Sólo Cuba ha recibido esta distinción.
Tras el reseteo diplomático de la Administración Obama en 2014 con la dictadura comunista cubana, China aceleró sus inversiones y su proximidad con la Isla. Los chinos entienden de geografía. Convertir a Cuba en un representante de China serviría como némesis potencial contra Estados Unidos por su apoyo a Taiwán. Con una mayor presencia diplomática americana en La Habana, Pekín vio evidentes ganancias por escaramuzas adicionales de espionaje desde territorio cubano.
La influencia china en Cuba ha crecido geométricamente. China es el mayor socio comercial de Cuba y el principal desarrollador tecnológico, proveedor y suministrador de asistencia logística. El coqueteo del comunismo cubano con la tecnología, tan limitado y burdo como es, se ha logrado sólo gracias a las garantías que China dio al régimen de Castro, de que podría abrir la capacidad de datos de Internet móvil y seguir ejerciendo el control social. La represión bárbara durante y después del épico levantamiento popular del 11 de julio, puso en funcionamiento la siniestra tecnología represiva china.
El socialismo chino, durante mucho tiempo una potencia con experiencia genocida, empleó empresas estatales y paraestatales como Huawei, ZTE y TP-Link para desarrollar la infraestructura de telecomunicaciones de Cuba. Estas instituciones no sólo sirven para reforzar a China económicamente, sino que penetran insidiosamente en todos los ámbitos con fines de inteligencia y contrainteligencia. Todo el sistema de telecomunicaciones fue construido por los chinos expresamente para poder bloquear selectivamente la cobertura de Internet y de telefonía, identificar zonas y actores rebeldes, e incluso señalar a los generales desviados del régimen que puedan haber cambiado de opinión. La etiqueta Made in China ha ensangrentado todo el territorio cubano.
Las posturas a favor de la no-intervención a la consideración militar, basada en lo humanitario, del uso, o amenaza de uso, de las fuerzas americanas para ayudar a evitar el genocidio político en curso en Cuba, asistir a una rebelión de liberación popular en un país cautivo por un enemigo jurado de Estados Unidos, son descaradamente cínicas y traicioneras. Estados Unidos posee suficiente inteligencia que valida plenamente el hecho de que Cuba comunista es la fuerza imperial que dirige toda la actividad subversiva de izquierda, que incluye, pero no se limita, a los regímenes de Maduro, Ortega y Morales, las FARC y el ELN de Colombia, el Partido de los Trabajadores de Brasil, el kirchnerismo de Argentina, así como una relación amistosa con los cárteles de la droga mexicanos. Irán, Corea del Norte, Rusia y Siria son otras potencias extranjeras que, junto con China, intervienen constante e históricamente en los asuntos cubanos. ¡Despierta Estados Unidos! El momento de intervenir es ahora.
© Patria de Martí. Todos los derechos reservados. Publicado originalmente en © El American.
🖋️Autor Julio M. Shiling
🖋️Autor Julio M. Shiling
Julio M. Shiling es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y director de los foros políticos y las publicaciones digitales, Patria de Martí y The CubanAmerican Voice y columnista. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) de Miami, Florida. Es miembro de The American Political Science Association (“La Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas”), el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio y la Academia de Historia de Cuba en el Exilio. Sigue a Julio en:
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