El arte bajo sospecha: La trampa del arte revolucionario

El arte bajo sospecha la trampa del arte revolucionarioEl arte bajo sospecha: La trampa del arte revolucionario

Recuerdo un poema de Nicolás Guillén —que, por cierto, nunca entendí por qué es calificado como “el poeta nacional”, pero esa es otra historia—. En el poema de marras, finalizaba con una frase que aún resuena: “Tengo, vamos a ver, tengo lo que tenía que tener”. ¿Pero esto es verdad?

¿Tenía Guillén lo que debía tener… o sólo lo que el sistema le permitió tener?

Ninguna manifestación artística genuina puede estar anclada a ideología alguna. El arte debe ser tan libre como el artista que lo crea. Esa consigna impuesta por Fidel Castro en 1961 —“Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”— no fue una declaración cultural, fue una sentencia de muerte para la libertad creativa.

Desde ese instante quedó sembrada la trampa: todo artista debía convertirse en soldado de la ideología. La creación fue puesta bajo vigilancia. La poesía debía servir al régimen, el cine debía exaltar sus logros, el teatro debía glorificar sus gestas. El arte fue domesticado.

La historia cultural cubana posterior a 1959 está marcada por la censura, el exilio y el silenciamiento. Hechos hay de sobra.

Censura como política de Estado

Uno de los casos más emblemáticos fue el del poeta Heberto Padilla, quien en 1971 fue arrestado, acusado de “actividades subversivas”. Su obra Fuera del juego había sido premiada por la UNEAC, pero luego condenada por contrarrevolucionaria. Su “confesión” pública, bajo presión y tortura psicológica, fue un acto escalofriante de represión intelectual. Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jean-Paul Sartre y Mario Vargas Llosa firmaron una carta de repudio internacional.

Muchos otros siguieron su camino al ostracismo o al exilio: Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Zoé Valdés. La Revolución les ofrecía dos destinos: la autocensura o la traición.

La cultura al servicio del poder

Mientras los creadores honestos eran perseguidos, otros —más dóciles o más astutos— crecían amparados por el poder. Las instituciones culturales se convirtieron en órganos de control: la UNEAC, el ICAIC, el Ministerio de Cultura... no promovían el arte, sino la obediencia.

El cine cubano, uno de los más prometedores de América Latina en los años 60, terminó reducido a panfleto. Solo unos pocos directores, como Tomás Gutiérrez Alea en Fresa y Chocolate (1993), lograron colar una mirada crítica. Pero siempre al borde del abismo.

Exilio, estadísticas y silencios

El éxodo de artistas ha sido masivo. Solo en el campo musical, según cifras estimadas, más de 2,000 músicos han abandonado la isla desde 1990. En la literatura, se calcula que más del 70% de los autores cubanos publicados internacionalmente viven fuera del país.

La represión no cesa. En 2021, el Decreto 349, una ley que prohíbe expresiones artísticas sin aprobación previa del Estado, fue denunciado por Amnistía Internacional como una violación flagrante de la libertad de expresión. Fue uno de los detonantes del Movimiento San Isidro, cuyos miembros, artistas y activistas como Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo, hoy sufren cárcel o represión por usar el arte como disidencia.

Cultura oficial vs. cultura real

La cultura cubana de hoy es una trampa silenciosa. Premia la sumisión, escupe la rebeldía.

Celebra a los leales y margina a los incómodos. El discurso oficial sigue exaltando a Guillén, a Silvio, a los trovadores del pasado... mientras criminaliza el rap, la pintura callejera, el performance que denuncia.

Pero la voz del arte verdadero no puede ser enterrada.

Surge en un poema clandestino, en una canción urbana censurada, en una obra de teatro en un solar, en una galería improvisada. Es el arte que duele porque dice la verdad.

🖋️Jorge Luis León

Autor Jorge L. León📰 Artículos por Jorge L. León  
Jorge Luis León. Graduado de Lic. en Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior pedagógico Enrique Jose Varona, es ensayista y escritor y autor de varias publicaciones en Periódico Cubano, 14Ymedio y Patria de Martí. Trabajó como profesor de historia en nivel medio-superior por 30 años. Al romper sus relaciones, con el Ministerio de Educación fue a dirigir una Academia de Ajedrez en Guanabacoa, donde residía, participó en múltiples torneos y escribió su libro Breviario Ajedrecístico, publicado en Cuba en el 2002.  En 2002 viajó a Estados Unidos, fundó una Academia... dio clases en varias escuelas hasta que se trasladó a Houston donde reside actualmente.

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