Yalta 1945, la historia confirma a la política real a propósito de Ucrania

Yalta 1945, la historia confirma a la politica real a proposito de UcraniaYalta 1945, la historia confirma a la política real a propósito de Ucrania

Acontecimientos puntuales de la segunda guerra mundial están siendo manipulados, creando una invasión viral, no solo por la propagación, sino y esto es lo peligroso, por el carácter maligno del mensaje, cuyas conclusiones quieren convencernos de que el pasado da respuesta al presente, condenando los esfuerzos de paz en Ucrania.

Buscando un ejemplo digno de considerarse, encontré el artículo del periodista Salvador Enguix, publicado en La Vanguardia, medio informativo de matriz catalana, bajo un titular que asombra por lo categórico: “Cuando Churchill evitó que EE. UU. y la URSS se repartieran el mundo sin contar con Europa.”

El autor evoca la Conferencia de Yalta, Crimea rusa, cuando en febrero de 1945 se reunieron en un palacio de los zares, Franklin D. Roosevelt, Iósif Stalin y Winston Churchill, según el autor, para repartirse el mundo entre el georgiano y el americano, en tanto el europeo era una suerte de abogado defensor de su continente, maltratado casi en su totalidad por Hitler, quien, para asombro del mundo, se tragó la inmensa continentalidad que defendía el Lord inglés en unas cuatro semanas.

Entonces avanzaba por el este el ejército rojo soviético, que, si no reeditó la triste hazaña de su competidor alemán, fue porque por el oeste habían desembarcado los americanos en Normandía, reconquistando para luego devolverles la soberanía perdida, y con ella la democracia, la Europa bajo la bota de los nazis, con el apoyo menor, no por ello irrelevante, del fascismo italiano. 

 

Entonces, de entrada, es injusto, falaz, mentiroso, decir que en Yalta los Estados Unidos pugnaban por repartirse el mundo. Claro, un titular cumple su función comunicadora, fija una verdad, aunque no lo sea, porque está diseñado para ser lo primero que enfrenta el presunto lector, quien lo tragará a gusto, de seguro hambriento, sin cuestionamientos.

Sabiendo lo anterior, pronto el periodista manipulador suaviza el mensaje, acercándose a la realidad, por aquello de ser creíble, ya que va a soltarnos el plato fuerte. Leemos en el párrafo tercero:

“Este encuentro no solo sentó las bases para el orden internacional de posguerra, sino que también destacó la importancia de Europa como actor clave en las negociaciones geopolíticas, un legado que sigue siendo relevante hoy en día frente a desafíos como la crisis en Ucrania y las ambiciones de líderes como Donald Trump y Vladimir Putin.”

Ahora nos inculcan que hace 80 años Winston Churchill, con su presencia en Yalta, demostró la relevancia europea en un encuentro que hizo historia. De paso, mejor decir desliz de serpiente, se cuela la idea que pretende confirmarse apelando a la siempre respetada historia: las ambiciones de líderes como Donald Trump y Vladimir Putin.

Pregunta primera: ¿De qué lado estaba el premier británico? Pues evidentemente al lado de su salvador americano, el presidente Roosevelt. Y no solo por ser el salvador del Reino Unido, también porque ambos compartían anticomunismo y pasión por la democracia, defendiendo los mismos valores que hace poco, en Múnich, defendió ante los europeos de hoy el vicepresidente James D. Vance.

Del sombrero ilusionista ha salido una tiñosa por paloma, para no ofender a los gatos. La analogía es clara: EE. UU. 1945 se convierte en EE. UU. 2025; de Roosevelt presidente 32 a Trump 47, así por simple herencia. El georgiano comunista Stalin pasa a ser el ruso oligarca Putin.

Volviendo a la verdad de Yalta 1945, es de admirar como logró el primer ministro británico estar a la altura de sus colegas jefes de estado que contaban con ejércitos de millones de hombres, cuando las islas británicas se salvaron de Hitler, precisamente por ser insulares, por la determinación de su pueblo a no rendirse, liderado por el obstinado Duque Sir Winston- muy diferente a la falta de determinación de la Europa continental- y, el factor decisivo, una Ley de préstamos y arriendos iniciativa de Roosevelt, que sacó a los Estados Unidos del aislacionismo y la neutralidad, prevalecientes desde el fin de la primera guerra mundial.

Basta decir que, en dólares de 1940, la superpotencia americana suministró una ayuda de 50100 millones, de los cuales el Reino Unido recibió 31400 y, lean bien, la URSS 11300. Según la forzada comparación por simpleza, diríamos retroactivamente que Trump de 1945 salvó al abogado de Europa con sus miles de millones. Detalle, la cifra llevada dólares de hoy sobrepasa los 700 billones anglosajones.

Además del imprescindible petróleo, de los alimentos, suministros sin los cuales los británicos habrían colapsado, en el caso soviético se cuentan casi 15 mil aviones, 1981 locomotoras y entre otros muchos artículos, 15 millones de pares de botas. Vaya, que, si los soldados del entonces mayor ejército terrestre del planeta pudieron caminar hasta tomar Berlín, lo hicieron con botas americanas.

No olvidar que era febrero de 1945, a la Alemania Nazi le quedaban los días contados, capitulando el 9 de mayo siguiente, en tanto EE. UU. lideraba en solitario otra gran guerra en el pacífico, sumamente costosa dadas las dimensiones oceánicas, las muchas islas y la obstinación nipona, acompañada de su maquinaria bélica, reforzada por un fanatismo extremo, que prohibía la rendición como un deshonor inaceptable.

Leyendo el artículo de La Vanguardia, tal parece que Churchill era el abogado de Europa ante un presidente norteamericano centrado en Asia- ¿China hoy, otra alusión velada al presente? -, insensible Roosevelt a la suerte de los europeos, que se salvaron por el Lord inglés.

Nada más lejos de la realidad, porque, elemental diría el célebre Holmes, lo que intentaban juntos, no enfrentados, las delegaciones anglosajonas, era frenar en lo posible al comunismo soviético que avanzaba a cada paso de un soldado rojo, paradójicamente calzado con botas americanas.

Al final de su artículo, ese final que pocos lectores de hoy alcanzan a leer, cito a Salvador Enguix nuevamente:

“La Unión Soviética logró ampliar de manera determinante sus fronteras, anexionándose territorios como los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), partes de Polonia, Finlandia y Rumanía, así como la región de Kaliningrado. Además, Stalin aseguró una esfera de influencia en Europa del Este, donde se establecieron gobiernos satélites bajo control soviético, como en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumanía.”

De tan extensas conquistas soviéticas, la primera parte de lo dicho, incluyendo Kaliningrado, estaba bajo ocupación militar estalinista antes de Yalta 1945. Es decir, Roosevelt alias Trump, no tuvo otra alternativa, junto a Churchill alias Europa, que aceptar de buena o mala gana las conquistas militares que no podían revertir militarmente.

Pero hay más en cuanto al veneno que se nos intenta inocular, se trata de cómo nos presentan a Roosevelt en la célebre conferencia de la Crimea rusa:

“Franklin D. Roosevelt, por su parte, llegó a Yalta muy enfermo y con la prioridad de asegurar la participación soviética en la guerra contra Japón y de establecer las bases para las Naciones Unidas, una organización internacional que garantizara la paz y la seguridad global. Sin embargo, su enfoque conciliador hacia Stalin y su subestimación de las ambiciones soviéticas en Europa del Este generaron tensiones con Churchill.”

En efecto, el presidente norteamericano que ha gobernado durante más años consecutivos, 13 en total, falleció dos meses después, sin asistir al final de sus notables esfuerzos políticos que le harían pasar a la historia. De paso, pero por decisión electoral del pueblo británico, tampoco Sir Winston estaría en Potsdam supervisando el final de los horrores nazis, sucedido por el nuevo premier Clement Attlee. Ingratitudes del destino, frecuentes en los anales históricos.

La ponzoña de la frase citada es colarnos la idea “enfoque conciliador” agregando “subestimación de las ambiciones soviéticas”, no olvidar que para el periodista historiador, Roosevelt se transforma camaleónicamente en Trump de hoy y Stalin en el envenenador de opositores Putin.

Roosevelt estaba enfermo, pero no chocheaba como es evidente que, si lo hacía en calidad de presidente Joe Biden, el hombre directamente involucrado en la guerra de Ucrania desde sus comienzos. El líder norteamericano, reelecto tres veces por mayorías abrumadoras en su país, reclamaba de Stalin y ejército rojo una colaboración legítima, dictada por el escenario militar.

Mientras en Yalta lejos de repartirse el mundo, se intentaba generalizar el derecho de los pueblos liberados por aliados occidentales o el ejército rojo, a restaurar sus democracias con elecciones libres, al norte de China, en la Manchuria, los japoneses tenían dislocado al llamado ejército de Kwantung, con 1 millón 320 mil hombres.

Una ojeada geográfica indica la enorme dificultad que se agregaría a los planes militares de EE. UU. de verse en la necesidad de desembarcar fuerzas terrestres en China para derrotar a los japoneses en Manchuria. Era como reeditar otro día D de Normandía.

Roosevelt recabó de Stalin, con razón y no por ser conciliador, el apoyo para atacar al ejército de Kwantung y vencerlo, obteniendo la aprobación de su contraparte. Por supuesto, las decisiones, por ajustadas a la realidad que sean, tienen consecuencias: Nacieron China y Corea comunistas aliadas a la URSS durante una larga década, sin embargo, ¿podría algún analista sensato culpar a Roosevelt y su continuador, Truman, de las decisiones tomadas en Yalta y posteriormente, acusándolos de conciliadores?

Solo una cosa aplaudo junto a Salvador Enguix en La Vanguardia:

“La crisis en Ucrania es un ejemplo claro de por qué Europa no puede permitir que sus intereses sean ignorados. Cualquier intento de redibujar fronteras o establecer esferas de influencia sin la participación activa de los países europeos no solo sería injusto, sino también peligroso para la estabilidad global.”

Adelante líderes europeos, Trump y Vance les han conminado a ocuparse de sus asuntos, a ser protagonistas de su propia defensa. Por cierto, Pedro Sánchez, aliado de los catalanes donde se edita la Vanguardia, ha declarado que los gastos de defensa pasarán del 1,3% al 2 %, meta para el 2029.

¿Les parece que semejante decisión está acorde con las ínfulas retóricas del necesario protagonismo propuesto por Salvador Enguix?

Vicente MorinAutor Vicente Morín Aguado. Periodista independiente cubano, profesor de historia y filosofia, colaborador de los medios digitales Havana Times, Diario de Cuba, Cubanet, Palabra Nueva y otros medios. Actualmente vive en los Estados Unidos.

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