El futuro de Cuba: entre la anexión imposible y la alianza necesaria
Ningún gobierno ha hecho tanto por acercar a Cuba a los Estados Unidos como la maléfica tríada de Fidel, Raúl y Canel. Sesenta y seis años de disparate totalitario han logrado que un número importante de cubanos se haya asentado en los Estados Unidos y que la mayoría de los que viven en la isla sueñen con marcharse a la Yuma. Nunca tuvieron tanta razón los propagandistas de la UJC como cuando llenaron los muros de las ciudades con la consigna: “Todo lo que tenemos hoy se lo debemos a la Revolución y el Socialismo”.
Con este telón de fondo resurge con fuerza un anhelo anexionista que ha estado presente a lo largo de nuestra historia y que hoy cobra fuerza ante la creciente desesperación de los cubanos. Como decía mi abuela: “Olvide el tango y cante un bolero”. Los americanos ni locos se anexarán a Cuba; tienen suficiente con la pesadilla de Puerto Rico, que es un agujero negro en el presupuesto federal.
Por otra parte, la anexión no sería el ungüento de la Magdalena, y nuestros problemas no desaparecerían por arte de magia. Tampoco creo que la anexión supondría el fin del mundo; el fin del mundo cubano ya está en marcha, aunque los dirigentes de la Revolución parecen no darse cuenta de la gravedad del asunto.
Tengo el firme convencimiento de que, en un hipotético futuro, nos irá mejor con una relación entre libres e iguales, aceptando que lo más conveniente para nosotros es una alianza firme y permanente con los Estados Unidos de América. Debemos convertirnos en un socio estratégico importante y abandonar para siempre el lamentable papel de mosca cojonera que ha caracterizado a la Cuba revolucionaria: improductiva, malhumorada y pendenciera.
Los que abogan por la anexión deben comprender que, más allá de su utilidad, prima la realidad de que es un imposible político. No va a suceder porque los americanos no quieren, y probablemente eso sea lo mejor a la larga para una nación de fuertes raíces hispanas que puede administrar mejor su futuro desde sus propios valores culturales. Estos no están reñidos con los de Estados Unidos, pero sí son significativamente diferentes.
El futuro de Cuba pasa inexorablemente por una relación triangular con los Estados Unidos y España, nuestro segundo referente importante para el regreso a la normalidad. En esta relación triangular debemos insertarnos comprendiendo nuestras limitaciones y vulnerabilidades, al mismo tiempo que nos esforzamos en demostrar nuestra utilidad y valor para ambas potencias. Ellas son nuestra mejor puerta de entrada al mundo del que formamos parte y al que nunca debimos abandonar.
Cuba necesita esperanza, pero la esperanza no puede estar de espaldas a la realidad. Necesitamos pensar nuestro futuro con realismo para que, en el presente, mejoren nuestras posibilidades de dejar atrás la tiranía comunista que nos ha llevado a la ruina material y moral.
Que termine pronto la pesadilla y que Dios nos ayude a todos.
Autor: Eduardo Mesa, escritor y presidende del Observatorio de Derechos Humanos de Cuba (OCDH). Sigue a Eduardo en @eduardomesaval