Bahía de Cochinos 63 años después
El 15 de abril, como todos los años, se rinde tributo a los valientes pilotos, navegantes y mecánicos cubanos de la Fuerza Aérea de la Brigada de Asalto 2506 y a los cuatro pilotos y navegantes estadounidenses que dieron sus vidas en un esfuerzo por liberar a Cuba del sangriento y opresor régimen comunista. Este evento tiene lugar frente al Monumento a los Pilotos en el Aeropuerto de Tamiami.
Mural que honra la memoria de nuestros pilotos, cuatro de ellos norteamericanos y 10 cubanos y a dos mecánicos, todos hombres jóvenes que lo dieron todo por la libertad de Cuba.
El Monumento a los Pilotos tiene una enorme columna con una placa de bronce en donde aparecen los nombres de los 14 pilotos y navegantes que dieron su vida por la libertad de Cuba. Al lado del monumento se encuentra un bombardero B-26 número 931 posicionado mirando rumbo a Cuba. Los heroicos pilotos y navegantes cubanos fueron Crispín García, Daniel Fernández Mon, José A. Crespo, Gastón Pérez, Eddy González, Osvaldo Piedra, Raúl Vianello, Lorenzo Pérez-Lorenzo, González Romero y José A. Fernández Rovirosa. Los héroes estadounidenses fueron Thomas W. Ray, Riley Shamburger, Leo Baker y Wade Gray. Sus nombres están grabados en bronce al lado de los de los pilotos y navegantes cubanos que murieron en la batalla aérea del 15 al 19 de abril de 1961. También existe una placa conmemorando al gran héroe Capitán Grayston Lynch de la CIA, quien hizo todo lo posible para ayudarnos y que está enterrado en el Panteón de la Brigada.
Como todos los años el 17 de abril a las cinco de la tarde se leen los nombres de 104 héroes de la Brigada de Asalto 2506 que murieron tratando de liberar a Cuba del comunismo. Siempre se responde “presente” al escuchar el nombre de cada brigadista frente al Monumento a la Brigada de Asalto 2506 Este monumento tiene con una antorcha con una llama perpetua y está localizado en la Calle 8 del SW y la 13 Avenida en Miami.
El presidente John F. Kennedy dio la orden de reducir el primer ataque a Cuba de 16 bombarderos B-26 a solo ocho y en vez de todos los aeropuertos a solo tres aeropuertos donde se encontraban los aviones del régimen comunista del dictador asesino Fidel Castro.
El ataque sorpresivo del 15 de abril de 1961 a San Antonio de los Baños, a Columbia y a Santiago de Cuba tuvo éxito, pero quedaron siete aviones sin destruir entre ellos jets T-33, Seafuries (caza rápido) y bombarderos B-26. Por orden del Presidente Kennedy los otros cinco ataques aéreos de la tarde del 15 de abril, los dos del 16 y la mañana del 17 fueron suspendidos y con esas órdenes y otras que dio como cambiar el lugar de invadir por Trinidad al lado de las Montañas del Escambray por el pésimo lugar de Bahía de Cochinos, el Presidente Kennedy sentenció la Brigada 2506 a su destrucción y muerte. Fue sin dudas un acto de alta traición y negligencia criminal. Sin el control total del aire la Brigada no podía vencer a más 200,000 soldados enemigos. Durante la madrugada del 17 de abril los pequeños barcos de carga que transportaban los 1,500 soldados de la Brigada 2506 llegaron a la Bahía de Cochinos donde fueron atacados una y otra vez por los siete aviones castristas.
El Río Escondido explotó como una bomba atómica. El Houston fue atacado por aviones T-33 jets, Seafuries y B-26 y comenzó a hundirse. Su capitán Luis Morse lo encalló a una milla de la costa. Yo iba a bordo del Houston con mi Quinto Batallón y la mayoría nos tiramos al agua donde había tiburones para nadar a tierra. Esa triste mañana perecieron un grupo de los 160 soldados del Quinto Batallón. Muchos murieron y otros fueron heridos por tiros y bombas de los aviones castristas, ahogados o devorados por tiburones. Los otros barcos huyeron perseguidos por los aviones enemigos después que la Brigada 2506 había desembarcado en Playa Larga y Playa Girón. Los bombarderos B-26 de la Fuerza Aérea de la Brigada 2506, al no poder usar el aeropuerto de Playa Girón ya que nuestros barcos traían la gasolina y aceite para los aviones, tenían que volar ida y vuelta desde la base llamada Happy Valley en Puerto Cabezas, Nicaragua. Solo podían volar por unos 45 minutos en la Bahía de Cochinos. Seis bombarderos B-26 de la Brigada fueron derribados por la aviación castrista.
A pesar de que el portaviones Essex se encontraba en el área, unido a varios destructores y a otros barcos de la marina de guerra estadounidense, tenían órdenes estrictas de Washington D.C. de no prestar ayuda a los invasores de la Brigada 2506. A tercer día después del desembarco la Brigada 2506, la cual había combatido día y noche en Playa Larga, San Blas y Playa Girón, se quedó sin municiones y se enfrentaron a unos 60,000 soldados enemigos bien equipados con tanques Stalin y artillería pesada.
Mi experiencia como soldado en la Brigada 2506
Después que mi hermano Jorge Luis y yo fuimos capturados en la Bahía de Cochinos y llevados presos a La Habana donde con el resto de los brigadistas fuimos interrogados en el Palacio de los Deportes. Allí me dieron un plato de arroz y frijoles negros y me di cuenta de que llevaba más de 10 días sin comer nada. Es por eso por lo que luzco tan flaco en la foto que me sacaron.
El periódico comunista Hoy publicó este artículo el 3 de mayo de 1961 con el titular GALERÍA DE MERCENARIOS LATIFUNDISTAS. Más abajo decía lo siguiente: DENUNCIE CUALQUIER FECHORÍA COMETIDA POR ESTOS MERCENARIOS LATIFUNDISTAS ESCRIBIENDO O ENVIANDO UN TELEGRAMA O LLAMANDO POR TELÉFONO A LAS OFICINAS DEL MINISTERIO DE BIENESTAR SOCIAL EN CUBA Y SOL, TELEF. 6-7522.
Más abajo decía el periódico lo siguiente: FRANCISCO Y JORGE LUIS DE VARONA CUBRÍA NATURALES DE CAMAGÜEY Y VECINOS DE CORNELIO PORRO # 109, REPARTO GARRIDO DE ESA CIUDAD. SON HIJOS DE JORGE LUIS DE VARONA ORTIZ QUIEN POSEÍA LAS FINCAS “CORRAL DE ROJAS”, “LAS DIEZ CABALLERÍAS” Y “SAN JOSÉ” QUE HACIAN UN TOTAL DE 95 CABALLERÍAS Y UNA CASA DE ALQUILER. Mi padre tenía 110 caballerías en Camagüey. Una caballería es igual a 33 acres o sea mi padre tenía 3,630 acres en la tierra más fértil de la provincia y a solo 20 minutos de nuestra casa en la ciudad.
El D-Day llegó al fin
Durante la madrugada del 17 de abril, los pequeños barcos de carga tipo Liberty de la Segunda Guerra Mundial, dos barcos de apoyo y otros mayores que transportaban los camiones, los cinco tanques de la brigada, a los 1,474 soldados de la Brigada 2506 llegaron a la Bahía de Cochinos donde fueron atacados una y otra vez por los siete aviones castristas. Uno de estos barcos, el Río Escondido, explotó como una bomba atómica. Este barco llevaba a bordo el Sexto Batallón donde se encontraba mi hermano Jorge de Varona y el brigadista Raúl Vallejo. Por suerte, este batallón ya había desembarcado. Los marineros del Río Escondido se tiraron al agua y fueron rescatados y por suerte nadie de ese barco murió.
En la brigada peleó mi hermano Jorge quien sirvió de observador avanzado del Sexto Batallón; mi primo hermano Osvaldo de Varona quien peleó con el Bon Blin. También estaban en la brigada mis primos lejanos, el copilotó José Fernández Rovirosa quien murió en combate; José Raúl (Yayo) de Varona el G-2 a cargo de inteligencia de la Jefatura de la Brigada ya fallecido; Abel de Varona ya fallecido; Carlos de Varona, hijo del ex primer ministro y senador de la Cuba republicana Manuel Antonio de Varona; y el hermano de Tony Varona, Roberto, y su hijo Robertico ambos fallecidos.
El 17 de abril de 1961 lo he descrito como el día más largo de mi vida. Tenía 17 años y pertenecía al Quinto Batallón de la brigada que iba a bordo del barco Houston, un barco de carga tipo Liberty construido durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la medianoche, nuestro barco, el Houston, un buque tipo “Liberty” entró en la Bahía de Cochinos el lunes 17 de abril de 1961. Hubo un silencio total, sólo el chapoteo de las olas contra el barco se oía. ¡Nuestro “D-DAY” había llegado!
Mientras navegábamos yo recordaba que un mes antes mi hermano Jorge y yo éramos estudiantes universitarios en Georgia Institute of Technology en Atlanta, Georgia. Cuando terminó el trimestre de invierno, a mediados de marzo de 1961, los dos regresamos a Miami y anunciamos a nuestros asombrados padres que ambos queríamos alistarnos en lo que después se llamó la Brigada de Asalto 2506. Deseábamos partir hacia los campamentos en Guatemala para entrenarnos como soldados y después liberar a nuestro país del comunismo.
Mi padre aprobó la decisión de mi hermano, que entonces tenía 19 años, pero se negó a permitir que yo lo hiciera porque tenía sólo 17 años. Con el tiempo, mi padre estuvo de acuerdo y firmó un formulario de consentimiento porque yo era menor de edad. Por fin pude reunirme con mi hermano, muchos primos y otros amigos de la infancia en Guatemala el 1 de abril de 1961.
Después de apenas dos semanas de entrenamiento fui trasladado con el resto de los brigadistas en avión a Puerto Cabezas, Nicaragua. La Brigada 2506 era una pequeña unidad de 1,500 soldados. Allí en el muelle nos vino a despedir el jefe del ejército de Nicaragua, Anastasio Somoza, Jr. En la noche del 14 de abril, los cinco pequeños barcos de carga oxidados y en mal estado que nunca debieron haber sido usados en una invasión partieron hacia Cuba. No se nos permitió cocinar a bordo ya que los barcos estaban llevando gasolina para los aviones y toneladas de municiones, lo que hizo que nuestras naves fueran bombas flotantes.
El Houston llevaba 230 bidones de gasolina de auto, 98 bidones de gasolina de aviación, ocho bidones de gasolina para los botes de desembarco, 23 bidones de aceite y grasa, 17 bidones de diésel, un hospital de campaña, 22,916 libras de balas de pequeño calibre, 28,805 libras de alto explosivo, 5,940 libras de fósforo y 2,125 de municiones químicas, para un total de 183.7 toneladas cortas. Era una verdadera bomba flotante. Más tarde, uno de nuestros barcos, Río Escondido, explotó tras ser atacado por la fuerza aérea de Castro. La explosión fue tan fuerte que pareció una pequeña bomba atómica.
Barco de apoyo a los cinco barcos obsoletos de la García Line Company tipo Liberty.
A las 2:00 de la madrugada, el Houston llegó a Playa Larga. Yo estaba en la cubierta del barco hablando con el camagüeyano Juanito Sosa y esperando ansiosamente para desembarcar con otros soldados del Quinto Batallón de infantería. Los soldados con más experiencia del Segundo Batallón comenzaron a desembarcar primero en los pequeños botes con motores fuera de borda que llevábamos. La grúa utilizada para colocar estos barcos en el agua hacía un ruido infernal que despertó a los soldados enemigos en Playa Larga y pronto estábamos bajo el fuego del enemigo en la tierra.
El Houston tenía cuatro ametralladoras calibre 50 que de inmediato comenzaron a disparar contra el enemigo en Playa Larga. El Bárbara J, un buque de apoyo con muchas ametralladoras calibre 50, también comenzó a disparar al enemigo. A lo largo de la noche vi las balas trazadoras iluminadas que disparaban al enemigo en Playa Larga. Los motores fuera de borda en algunos de las lanchas se rompieron y otras se perdieron en la oscuridad o se hundieron al chocar con las rocas y arrecifes en la playa. Cuando llegó la mañana, todo el Quinto Batallón se encontraba aún a bordo del Houston y una escuadra del Segundo Batallón.
A las 6:00 de la mañana vimos un avión B-26 volando en nuestra dirección y todos gritamos de alegría. Esperábamos apoyo aéreo ya que los entrenadores estadounidenses nos habían dicho en el campamento de Guatemala “el cielo sería nuestro.” Para nuestra sorpresa y la desesperación, el B-26 abrió fuego sobre nosotros de un extremo al otro del Houston hiriendo
y matando a varios brigadistas. Nuestra pesadilla acababa de empezar. Fuimos atacados repetidamente por los aviones B-26, Sea Fury y los jets T-33 de la Fuerza Aérea Revolucionaria del gobierno de Fidel Castro. Estos aviones enemigos debieron haber sido todos destruidos antes de nuestro desembarco. Así lo contemplaba el plan original.
Estando en la proa del barco vi como una bomba lanzada por un B-26 cayó en el mar al lado de nuestro barco y sentí como la explosión estremeció al Houston. A eso de las 9:00 de la mañana un cohete de un Sea Fury nos dio en la popa. Por suerte el cohete no explotó o el Houston hubiera explotado por completo como el Río Escondido matándonos a todos. El cohete hizo un gran agujero de alrededor diez pies en la parte inferior de la nave y dañó el timón.
Mi barco el Houston fue encallado a una milla de la playa cuando comenzó a hundirse.
El Houston empezó a hundirse rápidamente y su capitán, Luis Morse, lo encalló a una milla de la costa al oeste de la Bahía de Cochinos. El impacto del cohete provocó un pequeño fuego en la bodega del barco, vi humo y soldados gritando y pensé que el buque iba a estallar en cualquier momento. Por suerte unos valientes brigadistas apagaron el fuego con mangueras.
A pesar de que el Houston no llevaba salvavidas, al ver lo cerca que habíamos estado de una muerte segura, muchos soldados comenzaron a saltar al agua y a tratar de nadar a tierra. Sin embargo, al principio yo no quise hacerlo porque había visto tiburones en el agua. Pero al ver que todos a mi alrededor se tiraban al mar entonces decidí hacerlo y salté con un cuchillo en la mano.
Cometí el gran error de sólo dejar mi rifle y la mochila a bordo y me lancé al agua desde una altura de tres pisos con 360 balas y granadas alrededor de mi pecho y en la cintura, cantimplora y comida seca y el uniforme completo incluyendo las botas. Con todo ese peso me hundí y llegué al fondo del mar a más de 25 pies de profundidad. Casi me ahogué nadando desesperadamente a la superficie. Llegué casi sin aire y a punto de respirar agua salada. Con el gran peso que llevaba me hundía al nadar. Con gran esfuerzo descarté todo en el agua, hundiéndome y nadando hacia la superficie varias veces. Al fin me quedé sólo con los pantalones.
Junto con mi compañero de cuarto de Georgia Tech y amigo de toda la vida, el camagüeyano Eduardo Sánchez, quien recientemente falleció, comencé a nadar hacia la orilla. Después de más de 63 años todavía recuerdo claramente ese día, como si hubiera ocurrido ayer. Los aviones enemigos estaban disparando a los que estábamos en el agua, muchos de nuestros soldados gritaban y se ahogaban y algunos estaban siendo devorados por los tiburones. Recuerdo que vi una mancha oscura dentro del agua y pensé que era un tiburón. Entonces di una vuelta y comencé a nadar hacia el Houston. Eduardo me recordó que un tiburón nos podía atacar nadando hacia el barco, por lo tanto, era mejor nadar hacia tierra.
Me encontraba extremadamente débil en el agua ya que en Guatemala me había comido una lata de spam que estaba podrida, y a pesar de que sólo comí un bocado, me enfermé violentamente por varios días. Ya no había medicinas en el campamento y estuve varios días sin comer y tirado en el “sleeping bag” en el piso de mi tienda de campaña. Abordo del Houston no comí nada durante los tres días de travesía.
Como estaba tan cansado que apenas podía nadar tuve que quedarme flotando en el agua frecuentemente, pero con la constante preocupación de ser devorado por un tiburón. Pude ver un pequeño bote salvavidas cerca de la playa. Decidí nadar hacia el bote para descansar y remar después a tierra.
Me despedí de Eduardo que decidió seguir nadando a tierra. Al llegar escuché a varios brigadistas que estaban llorando tirados en el fondo del bote y en un estado de shock nervioso. Pedí ayuda para que me ayudaran a subir, pero nadie me dio una mano. Tuve que hacerlo solo y había unos tres pies de altura del mar hacia la cubierta del bote.
Con mucho esfuerzo y después de tratar de subir sin éxito varias veces pude subir y entonces vi que al otro lado del bote estaba un brigadista en el agua pidiendo ayuda para subir y le ayudé a hacerlo. Traté de despertar a los hombres que seguían llorando y rezando y al ver que era inútil y después de descansar, me tire al agua y nadé rápidamente a tierra
Me tomó cerca de una hora nadar hasta la orilla, ya que tenía que flotar y descansar en el mar varias veces. Completamente agotado, al fin llegué a tierra. Me arrodillé, besé la arena y le di gracias a Dios por haberme salvado del naufragio del Houston. Miré a mí alrededor y vi una escena dantesca de desesperados soldados desarmados, pidiendo agua, agobiados y muchos de ellos vistiendo sólo ropa interior con sus cuerpos cubiertos de petróleo.
Más tarde en esa mañana triste, al jefe de nuestro batallón, Ricardo Montero Duque, pidió cuatro voluntarios para remar en un bote salvavidas al Houston para rescatar a los soldados heridos y otros que estaban aún a bordo. Yo me ofrecí de voluntario junto con Mario Cabello, Jorge Marquet y otro soldado.
Remamos tan rápido como pudimos al Houston, siempre mirando al cielo por si los aviones enemigos nos atacaban. Los aviones castristas continuaban disparando contra nosotros de vez en cuando. Al subir al Houston me encontré con Rinaldo González, a quien en el colegio de los Hermanos Maristas de Camagüey le decíamos Nanano. Me sorprendió lo tranquilo que estaba y me dijo que estaba esperando un bote para desembarcar.
Rescatamos a varios soldados que no sabían nadar y algunos de nuestros heridos. Uno de ellos fue el Dr. René Lamar, un médico que había sido herido en el brazo por una bala de ametralladora de un avión. Entre los soldados que llevamos a tierra estaban el segundo al mando de nuestro batallón Félix Pérez Tamayo, Luis González Lalondry y Fico Rojas.
Por la tarde caminamos hacia el norte bordeando la playa en dirección a Playa Larga. Por desgracia, había soldados enemigos en una pequeña aldea cercana llamada la Caleta de Buenaventura y sólo un puñado de nosotros teníamos fusiles. Ricardo Montero Duque nos ordenó volver a la zona de la playa frente al Houston que estaba semi hundido y esperar a ser rescatados.
Sin comida ni agua esperé con los demás durante cuatro días. El jueves 18 de abril, aproximadamente a las 5:00 de la tarde, el Padre Tomás Macho (que años más tarde me casó con mi esposa Haydée) comenzó a ofrecer una misa que se ofrecía en situaciones desesperadas como la nuestra. En ese momento dos lanchas con seis soldados enemigos desembarcaron cerca de nosotros. Los pocos que tenían fusiles le hicieron una emboscada y abrieron fuego matando o hiriendo a varios de ellos. Pero
Poco después el jefe del Quinto Batallón Ricardo Montero Duque dio la orden de retirarnos del área y tratar de escaparnos ya que nuestra posición había sido descubierta. ¿Pero hacia dónde íbamos a ir? No teníamos mapas ni sabíamos dónde estábamos.
Caminamos bordeando el mar sin saber a dónde ir.
Me encontraba muy débil ya que llevaba dos semanas sin comer y tenía una sed extrema. Con un grupo pequeño, comencé a caminar bordeando el mar hacia el sur sin saber a dónde ir. Por la mañana del sábado, 20 de abril, ya no podía hablar debido a la resequedad en la boca y la garganta causada por la sed extrema.
A eso del mediodía, fui capturado por un pelotón de milicianos junto con Eduardo Sánchez y otros brigadistas. Pensé que nos fusilarían en ese momento y me encomendé a Dios.
El enemigo nos robó el dinero y relojes y nos quitaron las botas, pero nos dieron agua. No quise aceptar comida, sólo tomé agua, pero mientras más agua tomaba, más sed tenía y el agua me sabía a vinagre.
El asesino en serie Ernesto Che Guevara me entrevistó en Playa Girón.
Los milicianos nos trasladaron en un barco al otro lado de la bahía y fuimos encerrados en una casita en Playa Girón. Esa noche nos visitó el Che Guevara que miró detenidamente a nuestro grupo de prisioneros. Como era el más joven se acercó a mí y me preguntó cuántas caballerías tenía mi padre. Le contesté que tenía 100 caballerías y él me dijo, “Entonces tu viniste a recuperar las fincas que la revolución le quitó a tu padre”. Le contesté “No, hubiera venido yo o no, si hubiéramos triunfado se la hubieran devuelto porque no se las robó a nadie”. El Che me dijo “Se las robó al sudor de los campesinos”, a lo que le respondí “Esa es la teoría marxista que yo no comparto”. Le expliqué que había venido a pelear por la libertad de Cuba y para restaurar la Constitución de 1940 que había sido violada por ellos.
El Che me preguntó cómo nos habían tratado y le respondí “Muy mal, nos robaron el dinero, relojes y nos quitaron las botas”. A lo que me respondió, “Esas cosas le hacen falta a la Revolución”. Me quejé de que también nos habían confiscados los artículos religiosos que llevábamos y le dije esas cosas también le hacen falta a la Revolución. Entonces el Che les dijo a sus hombres, “Devuélvanles a los prisioneros todos los artículos religiosos porque eso no le hace falta a la Revolución”. Así recuperé mi rosario, medallitas y pequeña estatua plática de la Virgen María.
Dos años muy crueles e inhumanos de prisión brutal fue nuestra suerte. Estuvimos en prisiones superpobladas. Al principio estuvimos en el Palacio de los Deportes, seguido por el Hospital Naval y después nos pusieron a todos en la prisión del Castillo del Príncipe. La mayoría dormíamos en el suelo, apretados unos a otros, muertos de hambre y bebiendo agua contaminada. Yo contraje disentería, hepatitis y enfermedades de la piel. Al año de estar preso nos llevaron a juicio y fuimos condenados a 30 años de prisión con trabajo forzado o un rescate de dinero en dólares, como en el tiempo de los piratas.
A los oficiales de la Brigada y los que fuimos ricos nos valoraron en $100,000, los que ellos llamaron clase media valían $50,000 y los obreros $25,000. Mi hermano y yo caímos en el grupo de los $100,000 y éramos 214 prisioneros. Nuestro grupo fue trasladado al Presidio Modelo en Isla de Pinos. Ese fue el lugar donde peor nos maltrataron. En un pequeño lugar llamado el Pabellón Dos, que tenía espacio para unas 40 personas, nos pusieron a todos.
Estábamos peor que sardinas en lata, todos dormíamos el suelo y teníamos un solo inodoro. Fuimos incomunicados, sin visitas ni cartas, durante siete meses y varias veces por la madrugada venían los guardias y nos obligaban a desnudarnos contra la pared y nos daban golpes diciéndonos cosas obscenas. Teníamos unas tres duchas y sólo abrían el agua durante 10 minutos al día y la mayoría de nosotros no podíamos bañarnos. Lo más espantoso fue privarnos de jabón, pasta de dientes y papel higiénico durante esos siete meses. Nos trataron realmente peor que a los animales. Mientras permanecí en las prisiones no perdí el tiempo y aprendí francés, alemán, leyes, religión, contabilidad, geografía e historia, además de leer cientos de libros.
Por fin fuimos liberados el 25 de diciembre de 1962 cuando el gobierno de los Estados Unidos pagó $62,500,000 por los casi 1,200 prisioneros. Mi hermano y yo volamos en el último avión a la base de Homestead Air Force donde nos dieron uniformes de la Fuerza Aérea. Mis padres lloraron cuando nos vieron a mi hermano y a mí al llegar al Dinner Key Auditorium en Miami. Mi peso en el momento de la liberación era de 120 libras.
Las batallas en Playa Larga y Playa Girón
Los otros barcos huyeron perseguidos por los aviones enemigos después que la Brigada había desembarcado en Playa Larga y Playa Girón. Los bombarderos B-26 de la Brigada, al no poder usar el aeropuerto de Playa Girón ya que nuestros barcos traían la gasolina para sus aviones, tenían que volar ida y vuelta durante siete horas desde la base llamada Happy Valley en Puerto Cabezas, Nicaragua y sólo tenían unos 45 minutos sobre el aire en la Bahía de Cochinos.
Los bombarderos B-26 de la Brigada se les habían quitado las ametralladoras de la cola, lo cual los dejó indefensos contra aviones enemigos, ya que la CIA había dicho que “el cielo sería nuestro”.
Fue otra gran negligencia criminal enviar los B-26 con nuestros valientes pilotos a luchar contra aviones superiores como los jets T-33 y los aviones cazas Sea Fury y no usar los aviones de la marina de guerra de los Estados Unidos que se encontraban en los dos portaviones Essex y Boxer. Estos modernos aviones jets estadounidenses hubieran destruido los siete aviones castristas en cuestión de minutos.
El lunes 17 de abril, el Segundo Batallón a cargo de Hugo Sueiro y bajo las órdenes del segundo al mando de la Brigada, el futuro general de los Estados Unidos Erneido Oliva, logró desembarcar bajo un intenso fuego del enemigo en Playa Larga. Los valientes soldados de este batallón, entre los que se encontraban Mario Martínez Malo, Manolo Calas, Jorge y Roberto Mancebo, Felipito Rondón, Humberto Díaz Argüelles, Arturo Sánchez y Máximo Cruz, lograron capturar Playa Larga durante la mañana.
A las 2:30 de tarde del 17 de abril, Oliva recibió un mensaje de Máximo Cruz, quien se encontraba en el frente, de que tropas enemigas venían en dirección a Playa Larga. Eran los casi 1,000 soldados del 339 Batallón de Milicias de Matanzas. La compañía de Máximo Cruz abrió fuego contra el enemigo con los recoilless rifles de 75mm y 57mm y ametralladoras. En unos 15 minutos la carretera estaba cubierta de milicianos muertos y heridos del 339 Batallón de Milicias de Matanzas.
A las 3:05 de la tarde dos aviones B-26 del capitán Crespo y del capitán Piedra de la Brigada, antes mencionados, que volaban desde la base Happy Valley de Puerto Cabezas, Nicaragua aparecieron sobre el cielo y reportaron a Erneido Oliva que habían observado unos cientos de soldados en 60 ó 70 vehículos, autobuses, camiones y jeeps que avanzaban hacia Playa Larga. Los dos aviones B-26 atacaron a las tropas enemigas con cohetes y bombas y disparando con las ocho ametralladoras de sus aviones hasta que se les acabaron las municiones.
Conmemoraciones durante el 63 aniversario de Bahía de Cochinos
Durante muchos años se celebró la Santa Misa en la Casa Museo de la Brigada 2506. En 1961 los miembros de la Brigada 2506 tenían entre 15 y 60 años, con una edad promedio de 24 años. En sus filas había siete sacerdotes católicos, varios pastores protestantes, trabajadores, pescadores, campesinos, obreros, empresarios, ganaderos, comerciantes, profesores de todos los campos y un gran número de estudiantes. Todos queríamos la libertad de nuestra Patria y restaurar en ella la democracia y soberanía.
Además, honramos a los héroes fundadores de la Brigada, quienes sirvieron en los teams de infiltración y después sirvieron muchos años de prisión al ser capturados. También honramos a los valientes que sirvieron en la Marina de Guerra y a los que participaron en la expedición de Nino Díaz a Oriente.
Este año con motivo del 63 aniversario de la invasión, la directiva de la Brigada tiene planificado los siguientes eventos:
- Abril 13, Aeropuerto Tamiami, 10:30 am, pase de lista de los mártires de la Fuerza Aérea.
- Abril 17, Monumento de la Brigada, calle 8 SW y 13 Avenida, pase de lista de todos los mártires. 5:00 pm-5:30 pm.
- Misa de la Brigada, Teatro Tower, calle 8 SW y 15 Avenida, 6:00 pm seguida por una reunión fraternal en el mismo lugar. En la Casa Museo de la Brigada 2506 se está construyendo un amplio edificio para tener un gran museo moderno.
Todos los que luchamos por una Cuba libre teníamos como nuestra consigna Dios, Patria y Libertad. Sentíamos que éramos cruzados luchando contra el comunismo. Después de nuestra liberación como prisioneros de guerra, donde fuimos maltratados severamente y torturados en el Castillo del Príncipe y en la prisión en la Isla de Pinos durante 20 meses, regresamos a esta nación el 24 y 25 de diciembre de 1962.
Un total de 211 brigadistas ingresaron en el Ejército, Marina y Fuerza Aérea de los Estados Unidos, participando en la invasión a Santo Domingo para salvarlos del comunismo y en las guerras en América Central y la guerra de Vietnam. Varios de ellos fueron ascendidos a coronel. Erneido Oliva alcanzó el rango de Mayor General en la Guardia Nacional. Otros brigadistas trabajaron en los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. La gran mayoría de los brigadistas han fallecido y los que vivimos seguimos todavía luchando por una Cuba libre, soberana y democrática tal como lo soñó nuestro Apóstol José Martí.
Los brigadistas cumplimos con nuestro deber. Y repetimos el grito de nuestro jefe militar Pepe San Román: ¡Jamás abandonaremos a nuestra Patria!
Autor: Frank de Varona, historiador, escritor, periodista, y veterano de Bahía de Cochinos donde fue capturado y sentenciado por el régimen castrista y sentenciado a 30 años de trabajos forzados. Frank es un experto en política interior y exterior y en cuestiones de seguridad nacional.