Santa Cruz de Tenerife. España.- Hace apenas una semana me pronuncié positivamente acerca del esperado triunfo de Iván Duque, el joven político que acaba de ser electo democráticamente para ocupar la presidencia de Colombia este 17 de junio en una segunda ronda electoral en la que volvió a reinar el desinterés y la desmotivación generalizada de la población, toda vez que, a diferencia de la primera ronda en la que la participación estuvo por encima del 50% – algo poco habitual en Colombia–, en esta segunda ronda apenas alcanzó el 44%, de ahí que el presidente Juan Manuel Santos tuviera que hacer un llamado a los colombianos para que acudieran a las urnas y luego siguieran disfrutando del futbol.
Resulta demasiado riesgoso cuando hacemos análisis de tipo social y político anticiparnos a ciertos hechos, de manera muy particular cuando se trata de posibles resultados de comicios que aún no se han concretado como acto, pero que de cualquier modo, merecen ser valorados por su connotación y su trascendental significado, aun cuando la posibilidad de errar es una realidad más allá de lo que en sí abordamos, toda vez que los análisis demasiado a priori pueden conducirnos a errores, algo que puede contribuir a desacreditarnos. No obstante, acerté en mi afirmación respecto al triunfo de Iván Duque, y no solo esto, sino de percibir su liderazgo cuando apenas logró alcanzar el 6% de los votos según resultados de encuestas hace unos meses cuando recién comenzaban las campañas por los comicios.
Tras una reñida campaña final caracterizada por una polarización extrema entre las dos tendencias clásicas del mundo de la política, al fin, se logró concretar el merecido triunfo del nuevo político colombiano, quien a pesar de su juventud ha ocupado importantes cargos en la esfera política del país.
Por una parte los simpatizantes de Duque, que son los defensores del uribismo colombiano de derecha, y por otra, los seguidores de Gustavo Petro el también político, pero además exmiembro del grupo guerrillero M-19 con estrechos vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, de orientación izquierdista, vivieron momentos de tensión extrema dada la división del país en dos grandes bandos totalmente antagónicos.
Los del primer grupo, esto es, los seguidores de Duque y de Uribe en desacuerdo total respecto a la intervención de los narcoguerrilleros de las FARC en la vida política del país, algo que defienden a capa y espada con razones más que convincentes, por cuanto esto presupone no solo la invasión comunista y terrorista en la política del país, sino la abominable perspectiva de que los criminales de la guerrilla supuestamente desaparecida, aunque en estado de latencia y en la espera acechante para intervenir en cualquier momento, queden impunes por los múltiples crímenes cometidos durante más de 50 años, y que incluyen asesinatos a civiles, secuestros, violaciones, desplazamientos forzados, sin olvidar sus implicaciones como protagonistas del narcotráfico a escala mundial.
En el segundo grupo se encuentran, como es lógico, los “exmiembros” de las FARC, quienes no solo apoyaron incondicionalmente a Gustavo Petro, sino que tuvieron participación encomiable en la campaña previa al proceso de elecciones, aunque el líder izquierdista lo ha estado negando – como ha negado muchas de sus acciones delictivas–, aunque lamentablemente, no solo fue apoyado por los exguerrilleros, sino por multitudes ignorantes que dejadas arrastrar por los efectos hipnóticos del arte de los políticos populistas para convencer e imponer lo han ratificado con su voto, algo que quedó demostrado en la primera ronda cuando se alzó con el 25,09% de los votos, siendo superado solo por Iván Duque que obtuvo el 39,13% de los votos – dato según el 99,76% de los votos escrutados–, lo que representa unos 2,7 millones de votos por encima de Petro, cifra aparentemente elevada desde el punto de vista cuantitativo, pero si nos detenemos en el historial tenebroso de Petro veríamos esta cifra desde otra perspectiva. Por principios éticos y convicciones patrias Petro no debió haber figurado jamás en la nómina de candidatos, y de haber estado no merecía esta popularidad.
En una medición de la intención de voto solo diez días previos a la segunda vuelta presidencial realizada por la firma Datexco para la W Radio, el 46,2% de los ciudadanos consultados afirmó que votaría por el candidato presidencial del Centro Democrático, Iván Duque, mientras que el otro 40,2% aseguró que votaría por Gustavo Petro, ocupando el voto en blanco un 13,6%. Estos resultados que coincidieron con los publicados el 5 de junio por El Universal, según encuesta de la firma YanHaas, inscrita ante el Consejo Nacional Electoral, en la que el candidato del Centro Democrático obtuvo el 52% de la intención de los votos, quedando muy por encima de su contrincante Gustavo Petro, quien se quedó con el 34% de los votos. Mientras que el 14% restante lo obtuvo el voto en blanco.
La Gran Encuesta hecha por El Universal, Vanguardia Liberal, El País, El Colombiano, La República, La F.M., RCN Radio y RCN Televisión, muy cerca a las elecciones presidenciales del 2018 (elaborada del 31 de Mayo al 4 de Junio de 2018), reveló que el 68 por ciento de los colombianos afirmó que Iván Duque Márquez ganaría en segunda vuelta. Por su parte, un 24 por ciento de colombianos creyó que Gustavo Petro ganaría en segunda vuelta. Así las cosas, la encuesta expone una diferencia significativa entre los dos candidatos a la presidencia de la República.
Y aunque parecía casi imposible que alguien que solo logró un 6% en las encuestas hace cuatro meses se alzara ahora con un rotundo éxito al alcanzar el 39,13% – dato según el 99,76% de los votos escrutados–, lo que representa unos 2,7 millones de votos por encima de Petro, que logró el 25,09%. Hasta el 5 de junio, según los resultados de La Gran Encuesta de Yanhaas presentados por los principales medios del país, Iván Duque se mantiene en la preferencia con un 52% de intención de voto, mientras que Gustavo Petro alcanzó el 34%, obteniendo el voto en blanco un 14%.
Los resultados finales, con el 99% de los votos escrutados, mostraron resultados mucho más favorecedores de lo que esperábamos la mayoría de los que desde hace algún tiempo seguimos muy de cerca el tema de los comicios colombianos. Iván Duque logró el 54% frente al 41,8% de Gustavo Petro, mientras que el dudoso voto en blanco previsto por encima de un 10% solo logró el 4,2%.
Iván Duque necesitará un buen equipo asesor que le pueda auxiliar en el difícil y complejo asunto de dirigir una nación con un historial bien difícil de modificar, al menos a corto plazo, que es como esperan la mayoría de los que opinan y exigen sin conocimiento de causa.
No podrá borrarse la maléfica imagen de los líderes narcoguerrilleros de las FARC de un día para otro. Ellos permanecen en el país, forman parte de una oscura historia no susceptible de ser modificada en un instante, y como he dicho en otros escritos, no creo en las transformaciones radicales de los hombres, y mucho menos si se tiene un historial criminal, como es el caso de los integrantes de la guerrilla.
Iván Duque recibe como herencia el álgido tema del acuerdo de paz, con toda la polémica en torno a su principal deficiencia, esto es, la implicación de los miembros de las FARC en la vida política colombiana y la impunidad para los actos criminales, sobre lo que ya el nuevo presidente se ha pronunciado de manera enérgica; aunque surge una nueva incógnita. ¿Podrá Duque como presidente del país ejercer su potestad para modificar un acuerdo ya establecido? Esto será justamente el gran conflicto que le espera en los meses iniciales de su mandato, amén de la sombra de Gustavo Petro con sus pretensiones políticas que le garanticen cierta inmunidad transitoria, toda vez que como político se arma de la codiciada coraza protectora por la que tantos líderes de la izquierda continental han luchado.
De cualquier modo, Iván Duque ha triunfado no solo para el bien de Colombia, sino para la región y para el mundo. Como expresé hace solo unos días: “por ahora Colombia se salvará del comunismo. El triunfo de Iván Duque es ya una realidad”, algo que afirmé por pura convicción sustentada en análisis estadísticos, y no dejado arrastrar por el dogmatismo, ni por los sentimientos que como defensor de la democracia, del bien y del orden me pueden invadir. Ahora a asumir una nueva etapa que con seguridad sabrá conducir con sabiduría y convicción, y ante todo con suma alertidad, por cuanto el enemigo acechante del fantasma comunista permanece en tierras colombianas.