Patria de Martí Artículos y Ensayos
La frontera es la nación: Europa como advertencia, Trump como resistencia
- Jorge Luis León
Mientras Europa lidia con las consecuencias de haber cedido su soberanía en nombre del multiculturalismo y la inclusión sin control, Estados Unidos enfrenta una encrucijada decisiva. ¿Repetiremos el error europeo o despertaremos a tiempo? Donald Trump, con todos sus defectos, encarna la resistencia a un proyecto globalista que amenaza con borrar las raíces y el orden de las naciones. Recordar a Reagan !
“Una nación que no controla sus fronteras, no es una nación.”
— Ronald Reagan
Cuando decidí trabajar en mi artículo “Donald Trump en la encrucijada”, comencé por observar los resultados de políticas similares a las implementadas por la administración de Joe Biden, pero en el contexto europeo. Lo que encontré me estremeció profundamente: Francia, Alemania, Suecia, España… naciones otrora símbolos de orden, cultura y progreso, están hoy sumidas en un caos permanente, incubado desde dentro por el germen de una ideología globalista que desconoce la identidad, la historia y la soberanía de los pueblos.
La migración descontrolada ha sido la punta de lanza. La llamada "solidaridad sin fronteras" ha traído una oleada migratoria que ha desbordado a los Estados. Según Statista (2024), solo en Alemania ingresaron más de 1,3 millones de migrantes en el último año, muchos sin calificación ni intención de integrarse. En París, barrios enteros ya no responden a la autoridad del Estado. La prensa europea ha acuñado el término “no-go zones” para describir zonas de alta inseguridad, dominadas por mafias, clanes religiosos y una violencia rampante. Suecia, considerada una joya del Estado de bienestar, enfrenta una crisis de violencia con armas de fuego inédita en su historia, en gran parte vinculada a bandas migrantes.
Lo que se respira en esas sociedades es miedo, fragmentación y pérdida de cohesión cultural. Las políticas multiculturales radicales han fracasado. Un informe del Instituto Gatestone (2023) afirma que Europa ha adoptado el suicidio civilizacional al negar sus raíces y diluir su identidad nacional.
Entonces, dirigí la mirada a lo que ocurre en casa. La política del Partido Demócrata estadounidense guarda una preocupante semejanza con esta tendencia. Bajo la narrativa progresista de "inclusión" y "equidad", se camuflan proyectos ideológicos que socavan el Estado de derecho, atacan los cimientos de la familia y persiguen toda noción de orden y jerarquía.
Uno de los aspectos más alarmantes es la agenda de adoctrinamiento escolar. En múltiples distritos del país, bajo influencia demócrata, se ha impulsado la enseñanza de teorías de género que niegan la biología y promueven una visión subjetiva e inestable de la identidad. En California, por ejemplo, la ley permite que niños desde los 12 años elijan tratamientos hormonales sin consentimiento parental. ¡Una barbaridad disfrazada de derechos humanos!
El adoctrinamiento no termina en la primaria. En universidades de prestigio, se castiga el pensamiento disidente, se cancela a profesores que cuestionan el dogma progresista y se impone una cultura del miedo ideológico. Según The Foundation for Individual Rights in Education (FIRE), más del 60% de estudiantes conservadores temen expresar sus opiniones en clase. La universidad ha dejado de ser el templo del pensamiento crítico para convertirse en el campo de entrenamiento del dogmatismo woke.
Este escenario interno se ve agravado por una política migratoria suicida. Más de 8 millones de migrantes han cruzado ilegalmente la frontera sur desde que Biden llegó al poder, según datos del CBP (Customs and Border Protection). ¿Qué hubiera pasado si esta cifra se disparaba a los 18 millones? ¿Cómo sostener un país en términos de salud, seguridad, vivienda y empleo, si se permite una entrada descontrolada de personas, muchas sin ningún compromiso con los valores estadounidenses?
Aquí, el Partido Demócrata ha mostrado su peor cara: maniobra para garantizar su permanencia en el poder, manipulando el voto, flexibilizando los requisitos para votar, protegiendo zonas santuarios y promoviendo amnistías a cambio de futuros electores. Una política mezquina, que antepone su interés al de la nación.
Y en este panorama, surge un hombre, imperfecto, rudo, sin ropaje político tradicional, pero con el coraje de frenar el abismo: Donald Trump. Bajo su mandato se cerraron las fronteras, se desmantelaron redes de tráfico humano, se defendió el concepto biológico de familia, se recuperó la soberanía económica y se dejó claro que Estados Unidos es primero.
Pero el sistema se volvió contra él. Desde el primer día de su mandato fue objeto de una campaña de persecución judicial, mediática y política sin precedentes. Acusaciones infundadas, juicios fabricados, censura digital, demonización sistemática. Todo vale con tal de impedir su regreso al poder. ¿Por qué tanto miedo a un solo hombre? Porque representa el freno a la agenda globalista, al caos multicultural, al adoctrinamiento sin límites.
Hoy, más que nunca, urge el debate. ¿Qué clase de país queremos? ¿Uno sometido a una élite ideológica sin freno, que impone doctrinas ajenas a la realidad humana, o un país con fronteras claras, principios firmes y amor a su historia y su gente?
Europa se desangra por no haber reaccionado a tiempo. Aún estamos a tiempo aquí. Por eso, debemos mirar sin miedo, sin etiquetas, sin corrección política, y hablar con verdad.