La mala pelea

La mala peleaLa mala pelea

Los comunistas cubanos han conseguido, por enésima vez, salirse con la suya. Entre la corrupción moral de la administración Biden y la incapacidad de aquilatar al enemigo —que, al menos en el caso de Cuba, muestra la diplomacia vaticana—, se ha tejido un mal acuerdo político con implicaciones humanitarias.

En el secreto de unas negociaciones sin participación de la sociedad civil de la isla y el exilio, el régimen ha obtenido tres importantes concesiones del gobierno de los Estados Unidos sin ofrecer nada sustancial a cambio. Quienes intentan pacificar a la bestia con raciones de leche condensada no han podido conseguir ni una amnistía general para los presos políticos cubanos. Han aceptado, en cambio, una excarcelación parcial que, por mucho que nos alegre en el plano personal, no deja de ser un “pase de larga estadía, si te portas bien, mi socio”.

Aunque es un mal negocio mezclar lo humanitario con lo político, no queda otro remedio, en nuestro caso, que aceptar su unión inextricable. Lo que chirría en este acuerdo triangular es lo mucho que se otorga a una tiranía decadente y lo poco que se consigue. Esto ocurre aun cuando ambas potencias negociadoras —una de naturaleza moral y espiritual, con la diplomacia más antigua del mundo, y la otra, que lidera el mundo libre— poseen una amplia experiencia previa en los engaños de los comunistas cubanos. Resulta muy frustrante comprobar que el Vaticano y una administración demócrata insistan en obtener resultados diferentes con los mismos métodos que han fracasado una y otra vez, contribuyendo con sus acciones a hipotecar las ansias de libertad de los cubanos.

 

Con estas concesiones, los comunistas cubanos logran relajar las sanciones, al menos por un tiempo, y anotarse un punto importante al extender la idea de que ellos siguen siendo “los cabroncitos del barrio”. Mientras tanto, utilizan esta aparente victoria como herramienta de chantaje emocional contra los excarcelados, los que siguen en la cárcel y los que saben que pueden ir a prisión en cualquier momento; y esos, lamentablemente, son todos los habitantes de la isla.

Como guinda al pastel de la victoria, han conseguido meternos en un debate estúpido y emocional que subordina cualquier idea al tema humanitario. Un debate inoportuno y estéril que deviene es una manera fácil de etiquetar a “egoístas” y “fanáticos”,   atrincherándonos en el maximalismo y las pasiones, tan cercanas a nuestro carácter. Esta mala pelea entre cubanos es otro de los triunfos del régimen para iniciar el año.

Mientras el tema de Cuba no alcance una dimensión bipartidista y la oposición no consiga un liderazgo claro y un reconocimiento global, estaremos a merced de cualquiera que, con buenas o malas intenciones, decida ocuparse de nuestros problemas. Y ya sabemos que, de buenas y malas intenciones, está empedrado el camino de una mala pelea.


Eduardo MesaAutor: Eduardo Mesa, escritor y  presidende del Observatorio de Derechos Humanos de Cuba (OCDH). Sigue a Eduardo en @eduardomesaval 

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