Por la dignidad y la libertad
El coraje de la diplomacia peruana
Muchos no recuerdan o desconocen los sucesos de la Embajada del Perú en Cuba durante 1980. El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas estaba de salida en el Perú, recobrando con ello la democracia luego de 12 años de dictadura. Pero en Cuba, la ausencia de libertades continuaba por 20 años, con un régimen de constante represión. Los cubanos, atrapados en sus propias fronteras vivían miserias, con racionamientos y controles para manipular a una población que tenía un futuro incierto. Por ello, los países latinoamericanos les otorgaban asilo político, según la Convención sobre Refugiados de 1951, que establece derechos y obligaciones para protegerlos.
En enero de 1980, siete adultos y cinco niños ingresaron a nuestra embajada, pero el embajador Edgardo de Habich infringió las normas poniendo a estos ciudadanos cubanos a merced de la dictadura, que los condenaría por “apartarse de la moral socialista”, castigándolos por traición a la patria con una sanción ejemplar. La reacción de la comunidad internacional fue inmediata, repudiando el hecho que marcaría el inicio de una grave crisis.
El primero de abril un autobús rojo se estrelló contra la embajada del Perú, activando las alarmas de los puestos de seguridad cubana quienes dispararon a discreción, contra el bus y la embajada. En el fuego cruzado perdió la vida un policía por una bala de los propios cubanos.
El 4 de abril, al comenzar el día, el Gobierno cubano retiró la seguridad de la embajada del Perú, efectivos, casetas, reflectores y cables de comunicación incluidos. Anunciaron por radio un confuso mensaje que amenazaba a las embajadas por acoger a traidores, afirmando que Venezuela y Perú no contarían con protección. Así, hordas de cubanos llegaron a la Embajada del Perú pidiendo asilo, sabiendo que ingresar significaba un peligro sin retorno. La Cancillería y el Gobierno cubano se negaban a dar información, sus intenciones eran desconocidas, haciendo imposible iniciar conversaciones.
El Embajador Ernesto Pinto-Bazurco, representante oficial del Perú, divisó el auto de Fidel Castro durante la noche y decidió enfrentarlo. El líder cubano, con el ministro del interior Manuel Piñeiro ya habían decidido la suerte de los 10,000 cubanos asilados, todos eran traidores. “Fidel, dame la orden para arrasar con todo”.
Pinto-Bazurco le dijo a Fidel: “Este es un problema entre cubanos, si no hubiera persecución política en Cuba, no habría motivo para darles asilo ni protección”. Para Fidel el poder radicaba en “la capacidad de decidir sobre la vida de otros”; pero nuestro embajador demostró que el poder también radica en la capacidad de saber negociar. No se dejó doblegar ante el líder cubano, ni cedió ante las presiones defendiendo el “valor de la vida” de todos los que, por mutuo acuerdo, fueron llamados “ingresantes”. Fidel se jugaba el prestigio internacional.
Así, nuestra diplomacia salvó la vida y obtuvo la libertad no solo de estos 10,000 cubanos. El 15 de abril, luego de negociaciones con el presidente Jimmy Carter, partió el “Éxodo del Mariel” desde el puerto del mismo nombre, liberando a 125,000 cubanos que cruzaron a Estados Unidos en busca de “libertad y dignidad”.
Ernesto Pinto-Bazurco le dijo a Fidel Castro: “El problema migratorio va a ser en los próximos años el más grande desafío para los políticos”. Dramática predicción que se hizo realidad. Pero ese problema se resuelve construyendo naciones a las que los inmigrantes quieran ingresar y no países de los cuales la población huye por millones. Por ello debemos seguir luchando contra las dictaduras.
Autora BERIT KNUDSEN