La Guerra de Putin, una 'VICTORIA' SIN VICTORIAS

La Guerra de Putin una VICTORIA SIN VICTORIASLa Guerra de Putin, una 'VICTORIA' SIN VICTORIASEs hora de poner fin al mandatario ruso (…) salir del nuevo “zar” no debe ser una utopía, que a modo de ideación solo quede a nivel del pensamiento, sino un acto justo y necesario para el bien de la humanidad.

Santa Cruz de Tenerife. España.- El esperado desfile militar de la Plaza Roja de Moscú, el pasado 9 de mayo, día en que los rusos evocan su victoria sobre la Alemania nazi, pasó sin penas, ni glorias. Era de esperar, toda vez que los recientes acontecimientos en relación con la guerra Ucrania-Rusia han logrado aislar a esta última nación del resto del planeta. El contundente rechazo de la comunidad internacional al régimen de Vladimir Putin se hizo patente con la indiferencia ante las pretensiones de poderío de quien se cree el nuevo zar de Rusia.

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El presidente Vladimir Putin parecía marchito. Demoró solo once minutos en una alocución caracterizada por una caduca retórica, en la que evocó continuamente el resurgir de un imaginario nazismo ucraniano, cuya figura paradigmática es el presidente Volodimir Zelenski, y el papel de Rusia en tratar de impedirlo, así como la supuesta culpabilidad de la  Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, del Gobierno de Estados Unidos y parte de los gobiernos de Occidente, a los que subestimó sobremanera, en el grave conflicto del momento.

Las especulaciones previas por parte de diversos medios de prensa, líderes políticos del mundo, y hasta por el propio Papa Francisco, quien se atrevió a vaticinar un posible fin del conflicto, justo coincidiendo con el Día de la Victoria de los rusos, fueron en vano. Putin no hizo referencia, en su brevísima alocución, ni al esperado cese al fuego, ni declaró tampoco abiertamente – de manera oficial– la guerra a Ucrania. Recordemos que el mandatario desde el inicio de la invasión se ha limitado a decir que se trata de una operación militar especial.   

Putin está obsesionado con Ucrania, la gran nación europea que supo con precocidad desprenderse de la nefasta influencia comunista. Ucrania se convirtió en la primera ex-república soviética en transferir el poder pacíficamente a través de una elección, con lo que pasó, luego de una mínima transición, al capitalismo. Su temor ante una inminente invasión a Rusia, una vez que Ucrania y otras naciones aspirantes entren a la OTAN, ha sido el detonante que con mayor fuerza ha desencadenado la terrible invasión de Rusia a Ucrania; aunque este elemento no se puede ver de manera aislada y alejado del contexto social e histórico de ambas naciones, otrora una sola nación desde los tiempos de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS.

Putin también está en estado de constante alerta ante la marcada occidentalización de varias de las naciones que formaron parte de la URSS en los caducos tiempos de la era comunista, entre las que destacan, además de Ucrania, países como Letonia, Estonia, Lituania, las tres con membresía en la Unión Europea y en la OTAN, Moldavia, con aspiraciones a entrar en la UE y con participación activa en la Asociación para la paz* de la OTAN, y Georgia, cada vez más enfocada hacia Occidente, amén de haber firmado un acuerdo de asociación con la UE. Los recientes sucesos en Ucrania, independientemente de los absurdos argumentos que ofrece Putin para justificar su “operación militar especial”, son una prueba irrefutable de las verdaderas pretensiones del mandatario ruso: la recuperación de los países que integraron la desaparecida URSS para mantener el gran imperio ruso, esto es, volver a los tiempos de la URSS; aunque sin el comunismo marxista.

Ahora quiso aparecer ante la faz de la tierra como un “mesías” que pondría fin a la libre determinación de varios países del conglomerado de la desaparecida URSS; pero las cosas le han salido demasiado mal como para que se le reconozca como el “nuevo salvador”. Lejos de tan disparatada idea – solo concebible en una enajenada mentalidad como la del mandatario ruso– la mayoría de los países del mundo lo han caracterizado como lo que en realidad es, esto es, un dictador, un asesino, un ser despiadado y malévolo que pagará por sus crímenes. De hecho, ya lo está pagando, toda vez que se encuentra en un total y definitivo aislamiento, sin posibilidad de mostrar ninguna victoria en una guerra que, por ahora, parece perdida para Rusia; aunque el mandatario se resiste a reconocerlo, de ahí la posibilidad de cierta cronicidad en el conflicto armado, lo que dependerá de la capacidad de resistencia del ejército ucraniano, el fortalecimientos de sus estrategias y acciones tácticas en la contienda – de lo que han hecho un derroche de ejemplaridad–, y sobre todas las cosas, de la actitud de los Gobiernos de Occidente, y muy especialmente del Gobierno de Estados Unidos, así como de instancias como la OTAN y la UE, respecto a la ayuda militar a Ucrania. 

Imagen dedebajo: Vladimir Putin quiso aparentar ante todos ser un “mesías” que pondría fin a la libre determinación de varios países del conglomerado de la desaparecida URSS; pero las cosas le han salido demasiado mal como para que se le reconozca como el “nuevo salvador”.

La mayor prueba de su derrota se ha puesto en evidencia durante el esperado 9 de mayo, el Día de la Victoria, un Día de la Victoria sin victorias, con el desfile militar más breve de la historia de Rusia en los últimos años, así como la ausencia de autoridades políticas y líderes del mundo, lo que demuestra, al menos, dos cosas esenciales: en primer lugar, el espíritu derrotista del dictador ruso, aunque como ya expresé antes, se resiste a reconocer y aceptar su fracaso en la supuesta “acción militar especial” para “liberar” al territorio ucraniano del fantasma neonazista que se ha inventado; segundo, que su aislamiento total del resto del mundo no es una simple propaganda mediática del mundo occidental – como pretenden interpretar los pocos regímenes que aceptan la invasión rusa a Ucrania–, sino una realidad; Putin está actualmente solo en el mundo, y la exigua minoría que aparenta aceptarlo lo hace por intereses económicos o políticos. 

Ahora, aislado y derrotado, el mandatario ruso se puede volver mucho más peligroso. Sus continuas amenazas respecto al empleo de armas nucleares a gran escala no se puede ver como algo distante, sino como una realidad. La firme decisión de Finlandia de unirse a la OTAN, después de casi ocho décadas de resistirse a alinearse con el gigantesco bloque, amén de los firmes pasos de Suecia y Serbia, es otro de los aspectos que incrementan en el momento actual la vulnerabilidad de occidente al desenfreno de Vladimir Putin en relación con nuevas invasiones a otras naciones cercanas, como Moldavia en primer lugar como fuerte candidata – no solo por su posición geográfica estratégica, sino por sus pasos firmes en relación con su ingreso a la UE y formar parte de Asociación para la paz de la OTAN–, y al empleo de armas nucleares.

Por ahora, el ejército ruso, aunque debilitado y con la pérdida de más de 30.000 soldados y otros 60.000 heridos, sigue en su ofensiva en territorio ucraniano. No solo ha incrementado sus ataques en el Donbás, sino que los ha retomado en diversos puntos de la extensa nación europea, incluida la planta Azovstal, refugio de sobrevivientes de la desaparecida ciudad de Mariúpol, independientemente de las afirmaciones de algunos medios acerca de un debilitamiento progresivo del ejército ruso en sus acciones ofensivas en el oriente de Ucrania.

Rusia constituye en el momento actual la más seria amenaza para el orden mundial. Desde que el régimen de Vladimir Putin comenzara la invasión al territorio ucraniano, el pasado 24 de febrero, un total de 788 misiles balísticos de crucero han sido lanzados desde territorio ruso o bielorruso. Las fuerzas armadas rusas han llevado a cabo 487 ataques con misiles contra Ucrania. En estos ataques se han disparado 788 misiles balísticos y de crucero desde el territorio de Rusia y Bielorrusia, según el recuento de las autoridades ucranianas efectuado este miércoles, 11 de mayo.

Y así las cosas, este jueves, 12 de mayo, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU analizó en sesión extraordinaria las denuncias de graves acciones de crímenes cometidas por las tropas rusas en Ucrania, de manera particular en las localidades de Busha y Mariúpol, la primera por la conocida masacre deliberada por parte del régimen ruso a más de 400 civiles, la segunda por la devastación cuasi total (más del 80% de las edificaciones de la ciudad fueron destruidas) de dicha ciudad y los más de 22.000 muertos (cifras estimadas y dadas a conocer por el alcalde de esta localidad); aunque deberá considerarse también los hechos de Makariv, ciudad cercana a Kiev, donde se encontraron pruebas de torturas en 132 cadáveres (encontrados con las manos atadas y baleados), elemento incluido en el amplio acápite de crímenes de guerra del Estatuto de Roma, esto es, la tortura y los tratos inhumanos; aunque la tortura por definición se incluye también en las definiciones de delito de lesa humanidad.

De cualquier modo ya las investigaciones han comenzado y tarde o temprano definirán con precisión si las acciones cometidas por las tropas rusas pueden ser consideradas como crímenes de guerra. Se sabe, toda vez que las imágenes hablan por sí mismas, que son crímenes de guerras. No obstante, hay requerimientos legales y jurídicos que son necesarios cumplimentar para dichas definiciones. 

Por ahora el maligno anda suelto y sin control. Es hora de poner fin al mandatario ruso. Lo del cáncer es pura especulación amarillista del sensacionalismo de los medios. No obstante, salir del nuevo “zar” no debe ser una utopía, que a modo de ideación solo quede a nivel del pensamiento, sino un acto justo y necesario para el bien de la humanidad.

Evitar el estallido de una tercera guerra mundial con las consecuencias devastadoras que implicaría el empleo de armas nucleares – como lo ha prometido el mandatario ruso– deberá ser, junto al cese de la guerra de Ucrania, la prioridad de todos aquellos implicados en velar por la paz del mundo. 

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* La Asociación para la Paz es un programa de la  OTAN destinado a estrechar las relaciones de esta organización  con otros estados europeos y la antigua URSS. La integran 21 naciones. Fue una iniciativa de los Estados Unidos en la reunión de ministros de Defensa de la OTAN en Alemania, de los días 20 y 21 de octubre de 1993. y formalmente aprobada del 10 al 11 de enero en la cumbre de la organización de 1994 en Bruselas, Bélgica. Doce Estados que eran miembros (Albania, Bulgaria, Croacia, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia) desde entonces, se han sumado a la OTAN.

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