La ayuda humanitaria a Cuba y el silencio del cordero

Ayuda humanitaria a Cuba y el silencio del cordero

La ayuda humanitaria a Cuba y el silencio del cordero. El Consejo de Iglesias de Cuba rechazó ayuda humanitaria enviada desde Miami, ratificando su servilismo a la dictadura castrista.

Santa Cruz de Tenerife. España.- Muchos pensaron, y otros hasta lo creyeron, que con la muerte del dictador Fidel Castro, y luego, el traspaso del poder de su hermano sucesor, el controversial Raúl Castro, a Miguel Díaz-Canel, las cosas en Cuba tomarían un curso diferente.

Estaba el precedente de la Perestroika soviética aún cercano como para dar riendas sueltas a una imaginación demasiado ingenua, aunque con cierto sentido lógico y coherente. Un hombre relativamente joven que no forma parte de las tradiciones castristas, del legado histórico, o cualquier otra rimbombancia comunista hubiera sido clave para propiciar en la mayor de las Antillas los esperados cambios que tanto anhelan, aunque muchos desde el silencio, la mayoría de los cubanos.

Pero el nuevo presidente no ha sido capaz de asumir una actitud digna en este sentido, toda vez que, lejos de intentar al menos una mínima posibilidad de apertura, se ha aferrado demasiado en su eslogan de “somos continuidad”, algo que al parecer ha llegado a creerse. Sus constantes evocaciones al malvado Fidel Castro demuestran que habrá “continuidad” para rato – a pesar de que la agonía del régimen es un hecho incuestionable–, a menos que suceda otra cosa sin la mediación de la manipulada figura del líder actual.

Oportunidades no le han faltado a Díaz-Canel para facilitar el esperado cambio con la consiguiente instauración de un estado transicional que pueda finalmente restablecer el orden constitucional cubano, y por lo tanto, el retorno de una democracia que se perdió hace más de medio siglo. Si se hubiera distanciado – tan solo distanciado y no roto definitivamente de golpe, que es en realidad lo que debe hacer– de las dictaduras socialistas latinoamericanas, y facilitado el diálogo – el verdadero diálogo y no el monólogo castrista como hizo su mentor Raúl Castro con el expresidente Barak Obama– con el gobierno de los Estados Unidos y con sus homólogos de derecha y centroderecha de Latinoamérica, las cosas hubieran tomado un curso diferente, lo que, sin duda, hubiera beneficiado al pueblo cubano.

La distribución de la ayuda humanitaria procedente de Estados Unidos sin la intervención de las autoridades del gobierno comunista de Cuba, algo que parece una utopía, pero que no es irrealizable, es lo que deberá hacerse.    

Muy distante de esa posible aproximación al cambio el actual presidente de Cuba mantiene mano férrea contra todo lo que se aparte de los cánones que tan bien le enseñaron los que le precedieron y le hicieron jurar lealtad desmedida. Pero dejando a un lado tanta retórica fijemos nuestra atención en uno de los sucesos de mayor trascendencia de los últimos tiempos en la isla, y del cual, hasta el momento en que redacto estas líneas, el mandatario cubano ha preferido permanecer al margen, al menos en apariencia, toda vez que las intervenciones del Consejo de Iglesias de Cuba son en sí la expresión de la cúpula del poder de la isla regida por Miguel Díaz-Canel.

Me refiero a la existencia en el Mariel, sitio portuario cercano a La Habana, de un cargamento de toneladas con insumos, medicinas y alimentos para el pueblo cubano, algo que está siendo actualmente motivo de rechazo por parte de representantes del Consejo de Iglesias de Cuba*, y por algunos líderes de las sectas protestantes.

Esto es un buen motivo para que el presidente cubano tome las riendas del asunto, pero que lo haga desde una perspectiva apartada de su absurda idea de la continuidad fidelista. La ayuda es necesaria para los cubanos, venga de donde venga, e independientemente de que sus gestores y organizadores representen a la oposición o no (iniciativa impulsada, entre muchísimos otros actores de la sociedad civil cubana, residan donde residan, por el proyecto de plebiscito Cuba Decide, de Rosa María Payá).

El también miembro del Partido Comunista de Cuba debe interiorizar de una vez y por todas que los viejos tiempos del cínico y egocéntrico dictador Fidel Castro ya pasaron, y que la estrechez de mente y el mecanicismo en el accionar de la dictadura de la isla no han logrado sacar adelante a un pueblo que está destinado a perecer por inanición, necesidades, enfermedades, tristeza, depresión o frustración. 

Asumir con decoro la toma de decisiones correcta para que llegue la ayuda humanitaria a los sectores más humildes y necesitados de la población deberá ser una prioridad para la dictadura cubana. La decisión correcta es su distribución sin la intervención de las autoridades del gobierno, algo que parece una utopía, pero que no es irrealizable.

La intervención del régimen deberá quedar limitada a la autorización del recibimiento de las toneladas de mercancías y permitir que instituciones de la Iglesia Católica –que hasta ahora también está en silencio–, y no las del Consejo de Iglesias de Cuba, cuyos líderes y representantes son agentes del propio régimen, puedan hacer una distribución justa y equitativa a los más necesitados.

Pero si la actitud del presidente es guardar silencio y dejar que se alcen las voces de las marionetas castristas del Consejo de Iglesias, lamentablemente, cometerá otro de sus tantos errores, y este será más imperdonable que otros,  por cuanto, privará a unas 15 mil familias de toda Cuba de recibir gratuitamente lo que lograron reunir sus hermanos de la diáspora el pasado mes de mayo en Miami, Estados Unidos, algo que al parecer le interesa poco.

Al fin de cuentas, el “es continuidad”, y de ahí no hay quien lo saque.

* El Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) es una confraternidad ecuménica de iglesias y otras instituciones cristianas cubanas, que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, de acuerdo con las Escrituras y procuran realizar su vocación común para la Gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El CIC propicia espacios de encuentro, celebración, reflexión, formación y acciones conjuntas de las iglesias y otras instituciones cristianas, para el servicio a nuestro pueblo, como expresión visible de la ecumenia a la que somos llamados por Dios en Jesucristo, según su página web, aunque se sabe que durante años ha sido una institución servil al régimen de La Habana, llegando a censurar material religioso mediante la Comisión Bíblica Cubana. En varias ocasiones numerosos pastores y líderes religiosos han criticado el trabajo del CIC al negarse a poyar a miembros de diferentes denominaciones, entre los que destacan los movimientos apostólicos y proféticos.

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