Estatismo mental inducido, otro de los males del comunismo

Estatismo mental inducido, otro de los males del comunismo

De manera cíclica, como si se acudiera a ciertos designios cósmicos y a las influencias astrológicas, y por qué no, a la consulta de formas ancestrales pseudorreligiosas tan populares en Cuba, los gobernantes de la isla asumen ciertas posturas, y toman estrictas medidas que nos permiten poder percibir el estado de inseguridad por el que atraviesa un régimen en franca decadencia.

  

El temor a desaparecer en la nada para dejar un espacio vacío que con posterioridad, y por ley lógica, será asumido a modo de reemplazo inevitable, resulta patente en cada una de las acciones que los legendarios líderes históricos de la dictadura y sus seguidores emprenden con frecuencia.  

De manera particular este temor se hace mucho más notorio cuando se trata de aspectos que tienen que ver con la esfera intelectual de los hombres. Al régimen le preocupa mucho más una reunión de intelectuales y librepensadores que la existencia de un grupo armado. En el primero de los casos se trata de la generación de ideas que pueden perdurar a través del tiempo y ejercer una influencia decisiva en la mente de grandes sectores poblacionales, a diferencia del segundo caso en que, lo emotivo juega un papel predominante muy por encima del intelecto, y una vez detectado el hallazgo se procede a su eliminación a través de la represión, con lo que  termina un hecho que al cabo de unas semanas será olvidado.  

Por estos días no solo se arremete contra las Damas de Blanco que en su tradicional peregrinación intentan llegar a la celebración de la santa eucaristía, o contra los miembros de la UNPACU que continúan haciendo lo que pueden en la región oriental de la isla; sino que se pretende boicotear todo intento de información “subversiva”, para lo que han tomado las más estrictas medidas de control y se han lanzado a la práctica de ataques cibernéticos para impedir la entrada de información a través de Internet.   

Las amenazantes palabras del vicepresidente Díaz-Canel – tan popular por estos días– en relación con el cierre definitivo del sitio web OnCuba durante una reunión del Partido Comunista de Cuba, es un ejemplo en este sentido. El diversionismo ideológico, las campañas mediáticas y los ataques ciberespaciales vuelven a centralizar la caduca retórica de los viejos comunistas de la isla, los que al parecer caen en pánico cuando creen poder ser invadidos por la información a partir de las tecnologías modernas.   

Sin embargo, la perspectiva del temor de los regímenes totalitarios ante la posibilidad de que la información real del acontecer mundial llegue a los ciudadanos que mantienen bajo su dominio debe cambiar. No se trata de una supresión del temor; sino de un sutil cambio de cualidad al asumirlo.  

Lo que ocurre en el mundo les llegará de cualquier modo, independientemente de las pretensiones al bloquear páginas, sitios, o cualquier otro medio o modo que, a través de Internet pueda penetrar más allá de las delimitadoras murallas prohibitivas que han logrado mantener a través de los años. Mediante el dominio y el estricto control se cometen las más atroces violaciones a las libertades individuales de los hombres, pero siempre habrá formas de poder llegar con el mensaje renovador de aquellos que tienen la posibilidad de expresarse libremente, y de tramitar formas para difundir los hechos más significativos que se intentan ocultar.

De modo que el régimen cubano debería estar al tanto, no solo de la información que inevitablemente llegará; sino de lo que pudieran hacer los hombres con esa información, y como sería asimilada por ellos. Para eso crearon las condiciones desde los primeros años del llamado proceso revolucionario cubano a través de un adoctrinamiento que condujo a las multitudes a la sumisión total, fenómeno resultante de esa condición de estatismo mental inducido, del que resultará muy difícil salir, por cuanto, presupone una total transformación de la mente humana, lo que algunos pensadores actuales han llamado la regeneración mental del hombre.

Las estáticas mentes de las grandes multitudes no están aptas para asimilar los textos de carácter analítico, es decir, aquellos que se supone, los hagan reflexionar. Es justamente un bloqueo de esa posibilidad reflexiva lo que acontece en una mayoría que ha recibido la influencia gradual y sistemática de un proceso de adoctrinamiento que los ha llevado al estatismo mental, de ahí, que la mayoría de los lectores no se detengan en este tipo de escritos, los que lamentablemente pasan “sin penas ni glorias”, para a cambio sumergirse en todo aquello que tiene que ver con el aspecto emotivo a través de las sensaciones.

Las célebres frases acerca de “no tener que estar pensando mucho”, “solo para desconectar un poco”, “no me gusta complicarme mucho”, “no me interesa tanto la política”, o “esto es demasiado complicado para mí”, son realidades innegables, y son la consecuencia directa de esa labor solapada; pero mantenida durante décadas, lo que determina los condicionamientos de la mente y su marginación a un estado de inercia, condición de la que muchas veces no se puede salir a pesar de los intentos por experimentar un cambio de actitud. 

Esto justifica, en cierta medida, el por qué de la preferencia por todo aquello que se le ha denominado el amarillismo en la prensa, o en los medios, para ser más abarcadores, lo que incluye actualmente las llamadas redes sociales, que para bien o para mal, invaden el mundo, cual indetenible plaga. Resulta más llamativo para esas multitudes de mente inerte el número de víctimas de un atentado terrorista que el análisis acerca de los móviles del hecho, y de igual modo, se prefiere ver las imágenes – por muy fuertes y dolorosas que puedan ser (recordemos el aspecto emotivo al que ya hice referencia) – a través de fotos y vídeos, que leer un buen escrito que intente explicar los posibles orígenes, las consecuencias y las acciones para evitar futuros daños, o detenerse en algunas palabras reflexivas difundidas por algún líder religioso o  reformador social o político sobre el tema, es decir, aquello que debe poner a “funcionar” al intelecto, y a lo que el hombre adoctrinado le hace una resistencia inconsciente, con lo que continúa su enajenación que facilita la consumación de un círculo que promete no terminar, y que lo sigue sumergiendo cada vez con más ímpetu en estos estados de estatismo.  

Los sistemas totalitaristas tienen establecidos ciertos cánones para garantizar la total sumisión de aquellos que han de vivir bajo su dominio. El adoctrinamiento a través de un sistema educacional único, al que de manera obligatoria han de acudir todos los ciudadanos desde etapas bien tempranas de sus vidas, constituye pues, una de las tantas formas de poder ejercer un poderío que contribuirá, a mediano y largo plazo, a conservar una condición de estatismo – el término es utilizado en filosofía y psicología política– a partir de una inercia mental inducida.

Manipulando la mente humana se puede lograr, no solo la obediencia que los hace ovejas sumisas, sino que las multitudes adoren a los dictadores, a los que ven como grandes héroes en el menor de los casos, pues con frecuencia les confieren un carácter semidivino y sobrenatural, lo que recuerda a los hombres-dioses de las epopeyas homéricas, esto es, los ven como dioses, que cual avatares de la Divinidad, han de ser venerados. Recordemos de manera particular los casos de Hugo Chávez, quien es adorado en ciertos sectores venezolanos bajo el nombre de San Hugo Chávez, y en el caso de Cuba, la adoración sin límites hacia Fidel Castro, el dictador más cruel del hemisferio occidental, a quien muchos, a pesar de estar inmersos en un ateísmo acérrimo lo declaran su único Dios.

De modo que no debe ser motivo de tanto temor la llegada de un caudal de información a la población cubana. Lamentablemente la mayoría no sabrá qué hacer con dicha información. El estatismo mental inducido se ha establecido, al parecer, para quedarse por un buen tiempo, aun cuando ya no estén los responsables de esta total inercia.

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