- José Raúl Vidal
Carta Abierta A Mons Juan, nuevo arzobispo de La Habana
Tal parece que el clero cubano ha decidido asumir la figura del crucificante y, como en tiempos de Roma, practicar crucifixiones en masa sobre su propio pueblo.
Los profetas, los salmos y nuestro Señor proclaman, Sí, continuamente la misericordia infinita de Dios, No la herejía incondicional de los misericordiosos—: la misericordia de Dios no excluye la justicia. José Raúl Vidal
Contra-prudente es la postura con que Mons. Juan, nuevo arzobispo de La Habana, se presenta ante una sociedad lastrada por las miserias de una ideología que aún la victimiza a golpes de penurias materiales y espirituales.
En entrevista a la agencia Associated Press (AP), y sin mirar a la cámara, Mons Juan resume seis décadas de dolor y muerte imbuido en las pompas de un catolicismo light bajo los efectos del síndrome de Estocolmo. Así dice el prelado:
Esperamos no haya un capitalismo ni nada por el estilo, sino que el socialismo progrese y podamos pues, valiéndonos de lo bueno que pudieran ofrecer varias partes, ir hacia adelante en una sociedad justa y equilibrada.
Obviamente a Mons Juan le molesta el capitalismo pero no la pobreza que hay en Cuba. Pues no busca en sus palabras la justicia social sino la retribución mezquina de un espacio perdido en años. Su discurso empastelado nada tiene que ver con la misión de quien debe de oler a oveja, sino con la demagogia de quien prefiere, sí, oler la oveja pero con el hocico atento del lobo.
Tan descuidado ha sido el obispo que parece haber trocado su brújula moral al ensalzar un modelo despiadado en vez de abogar por las libertades fundamentales de su pueblo, entre las que subrayo la libertad de expresión y de culto acompañadas del deseo legítimo del hombre a vivir libre de miserias y de temor.
Dice el prelado: Esperamos no haya un capitalismo ni nada por el estilo. No Mons, no hay lenguaje propio en lo que dice. Con esperamos hace usted uso de un plural desautorizado por su propio pueblo que sí espera cambios rotundos en la estructura del poder, en la economía y sobre todo en el mejoramiento del individuo. Espera que ahora usted también parece empeñase en cegar, encarcelar, y en el mejor de los casos, desterrar. No hay juicio moral en su esperamos ni mucho menos respeto a las vidas truncadas durante más de medio siglo, ni tampoco hacia los que aún viven y esperan.
Mons lo remitimos al proemio de Gaudium et spes, promulgada por el Santo Padre Pablo VI, donde se subraya que:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.
(Constitution Pastoral, Gaudium et Spes, 1965)
O para ser más preciso y contextualizar su esperamos, le recordamos la Carta pastoral El amor todo lo espera, en las que un clero digno de su pueblo escribió:
Somos nosotros (los cubanos) los que tenemos que preguntarnos seriamente ¿por qué hay tantos cubanos que quieren irse y se van de su Patria? ¿Por qué renuncian algunos, dentro de su misma Patria, a su propia ciudadanía para acogerse a una ciudadanía extranjera? ¿por qué profesionales, obreros, artistas, sacerdotes, deportistas, militares, militantes o gente anónima y sencilla, aprovechan cualquier salida temporal, personal u oficial, para quedarse en el extranjero? ¿Por qué el cubano se va de su tierra siendo tradicionalmente tan casero que, durante la época colonial, no había para él castigo más penoso que la deportación, el indefinible disgusto como lo llamara Martí, quien dice también que un hombre fuera de su patria es como un árbol en el mar, y que algo hay de buque naufrago en toda casa extranjera?
(El Amor Todo lo Espera, Mensaje de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, 1993)
Mons Juan, ambos textos son más actuales que su debilidad socialistoide. De manera que no hay lenguaje propio en su esperamos. Y si bien usted no es político, hace muy bien el papel de fiscal al utilizar un vocablo tan alejado del espíritu y la esencia humana de nuestro pueblo. Un esperamos que amplía irrespetuosamente con su deseo de que no haya un capitalismo ni nada por el estilo y confundir ex profeso la Doctrina social de la iglesia con el social-ismo de estado. Su verdad, Mons Juan, no nos hace libres, sino más esclavos y menos humanos, sino más bultos y menos creyentes.
Algo más pasa tal vez. Su nombramiento como arzobispo de La Habana, más allá de cualquier apariencia exterior, define el carácter y el espíritu decididamente favorable a reciclar el socialismo dentro del clero actual de la isla. Es obvio y nos deja claro que está usted pasando por una crisis de conciencia que se debate entre su fidelidad a Dios y su lealtad al Cesar.
Y decimos más. Si usted, Mons Juan, no ha tenido el valor de estar junto a su pueblo, al menos hubiese tenido el valor de callarse y respetar a los que sí luchan por la libertad de la Patria. Pero tiene miedo, mucho miedo. Y traiciona a su pueblo cuando debía consolarlo. Y busca la gratificación del régimen cuando debía denunciarlo.
Pero hagamos un poco de historia. No olvide Mons Juan que el socialismo cerró las iglesias y deportó a cientos de sacerdotes y religiosos, encarceló y cercenó la vida de muchos hermanos que rumbo al cadalso llevaban en sus labios la frase Viva Cristo Rey. Sin embargo, en medio de esa cerrazón, el capitalismo proveyó a la iglesia cubana con dinero para reparar sus templos, con carros para que sus sacerdotes llevaran el evangelio a lugares remotos, con becas a seminaristas para estudiar en el extranjero, y a nuestro pueblo, con toneladas de medicinas a través de Cáritas. No es hasta la visita del Santo Padre Juan Pablo II que la iglesia cubana aspira una bocanada de oxígeno autorizada. Sin embargo, no importó para su pueblo lo mucho o lo poco de la dádiva de entonces, si por unos instantes se sintió libre y lleno de espíritu en las palabras de Mons Maurice aquel 28 de enero de 1998:
Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido en sus vidas; que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo. Le presento además a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido; la Nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí de Cuba y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran éstas como una de las causas más profundas del exilio interno y externo.
Mons Juan, sus palabras hieren. Ofende mucho identificarse con una ideología que azota a Damas de Blanco e ignora huelgas de hambre, que reprime a opositores y exilia a nuestros hermanos. Una ideología sorda ante el llanto de un pueblo al que aprendimos a amar desde la misma iglesia al amparo de buenos pastores de quienes pronto captamos la dimensión de los versos martianos que dicen:
No hay pena cual la de amar
A un pueblo solo y cautivo
Que vive, clavado vivo,
A lo lejos de la mar.
(E.C. II, 249)
¿En qué mente sana y sincera cabe la utopía del socialismo? El mismo Martí, a quien veneramos los cubanos, lo censura radicalmente en su carta a Fermín Valdez Domínguez en mayo de 1894, al apuntar que:
Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos que, para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados... El caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. (O.C. 3, 168)
O lo que escribe el Apóstol unas semanas antes en Patria durante la celebración del Tercer año del Partido Revolucionario Cubano:
Otro peligro social pudiera haber en Cuba: adular, cobarde, los rencores y confusiones que en las almas heridas o menesterosas deja la colonia arrogante tras sí, y levantar un poder infame sobre el odio o desprecio de la sociedad democrática naciente a los que, en uso de su sagrada libertad, la desamen o se le opongan. A quien merme un derecho, córtesele la mano, bien sea el soberbio quien se lo merme al inculto, bien sea el inculto quien se lo merme al soberbio… (O.C. 3, 140)
Mons. seis décadas de represión e ineficacia administrativa deberían ser razón suficiente para no aullar en favor del lobo sino para saber dónde se está y de dónde se viene. No le compete a usted Mons Juan señalar el rumbo para que el socialismo progrese. Lo que ha hecho con su esperamos es provocar reacciones encontradas y sembrar división entre los feligreses que son en definitiva gente de pueblo, gente sufriente, hermanos en Cristo, nuestros hermanos.
Sus palabras no implican ni siquiera un perdón (lo cual es un acto muy personal); antes bien parecen las de un trasnochado romántico con pretensiones de teólogo libertario que todavía pretende desde el socialismo ir hacia adelante en una sociedad justa y equilibrada. Usted, que ha sufrido los desmanes del socialismo, sabe que en nuestro país no hay ni justicia, ni equilibrio, sólo injusticias y desigualdades. Y si en algo hemos sido iguales los cubanos de la isla, ha sido en la pobreza que ha carcomido el alma y la sociedad de nuestro pueblo. Podrá usted ser tolerante y perdonar desde las pompas y las comodidades en que hoy vive, pero si no puede callar como ha hecho, tenga también el valor de decirle a un padre que le dé a su hijito una piedra en lugar de pan, o a una madre que olvide al hijo tragado por las olas del mar, o consuele a la infeliz mujer a quien le encarcelan su esposo por intentar resolver la comida de su hogar.
Ciertamente, la crisis moral toca fondo en sus palabras. El socialismo que usted promueve ha hecho al cubano un ser desconocido que ha ido a refugiarse en la ilegalidad y la violencia, en la mentira y la hipocresía, en el alcoholismo y el suicidio, en el pingerismo y la prostitución.
De todo eso está usted enterado y es consiente pastoral y políticamente, y aun así no duda en practicar el doble discurso.
Ante su mirada, nuestras familias fragmentadas entre las muchas orillas de la diáspora, el alto índice de divorcios, los embarazos precoces, los abortos sin límites, los hijos sin padres, la carencia de alimentos y medicinas, la insalubridad callejera, la inseguridad ciudadana, no son indicadores de una sociedad desecha sino el punto de partida para que socialismo progrese e ir hacia adelante en una sociedad justa y equilibrada con la bendición de la iglesia que quiere también desfilar sobre la pasarela de Chanel.
No Mons., esperamos de verdad una Patria libre y sana, comprometida con las responsabilidades de una democracia legítima, sin las espuelas de la doble moral, ni el acallamiento de opiniones ni la omisión del prójimo y, sobre todo, sin un clero plagado de sacerdotes fariseos. Una Patria donde el hombre no se asfixie en su egoísmo, sino donde florezca el Homagno martiano, la justicia y la libertad.
Sepa, por si lo ha olvidado, que la riqueza de la iglesia está en el Evangelio y no en cepillo ni en las seudo concesiones del Cesar. Su misión está en la prisiones y en los hospitales, en los barrios marginales y en los hombres de a pie. Mons Juan, la iglesia tiene una misión para con su pueblo, sea para levantarse y defenderlo o para condenarse o salvarse con él.
Yo, también soy de allí, Católico. Apostólico y Cubano.
José Raúl Vidal
Miami, Agosto 9, 2016