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El régimen castrocomunista en rebelión contra el Dios de los Ejércitos
La cruel tiranía castrosocialista ha impuesto un régimen de terror que destruyó la sociedad civil y la libertad del pueblo cubano.
Todo el sistema educativo cubano es estatal, desde la enseñanza elemental hasta la universitaria, bajo la dirección y control del Partido Comunista de Cuba (PCC), su antihumana ideología seglar ateísta y su instrumento operativo de represión la Policía política o Departamento de la Seguridad del Estado (DSE). Por eso en las escuelas no instruyen nada sobre Dios ni de su enseñanza registrada en el libro la Biblia.
La cruel tiranía castrosocialista ha impuesto un régimen de terror que destruyó la sociedad civil y la libertad del pueblo cubano. En la primera década de instauración de la revolución comunista fue la persecución de los files cristianos, la censura de las libertades fundamentales, encarcelamientos, fusilamientos, destierros y la expulsión de cientos de sacerdotes y monjas del país, que les facilitó imponer su sociedad atea para cumplir con sus objetivos de la construcción del hombre nuevo.
Los nuevos ídolos de la revolución comunista cubana eran Carlos Marx, Vladimir Lenin, Federico Engels, Rosa Luxemburgo. Los tres primeros fueron registrados como su inspiración y guía del sistema en el adefesio constitucional de 1976. Los fundadores del comunismo son judíos, de aquellas malas personas existentes en cualquier nación y país, Marx, Lenin y Luxemburgo, pero su ideología es profundamente antisemítica, un odio visceral a lo judío y a Jesús Cristo; porque la enseñanza judeocristiana es un fuerte pilar de protección moral y cultural del ser humano para evitar su objetivo neoesclavista de la búsqueda del hombre nuevo.
Cuando se habla de diálogo en el contexto de la política en Cuba y hacia Cuba, me acuerdo de mi amigo Juan Gil, alias El Brujo, que siempre me decía: “es imposible un diálogo con sordos”. Eran conversaciones que ocurrían en el monótono final de los ochenta, cuando la doctrina del diálogo con los comunistas era un lugar común en un ambiente de sórdida resignación ante la libertad perdida.
La derrota de la lucha armada nos condujo a estos vericuetos de exigencia sin poder alguno, salvo el paréntesis de Jorge Mas Canosa. Es el fantasma de la derrota quien aún nos persigue y reaparece según las estaciones del cambio político en Estados Unidos de América.
Con la reciente victoria del presidente Trump, los proxy del castrismo comienzan a agitar la palabra diálogo. Según ellos, el gobierno de Miguel Díaz-Canel está dispuesto a dialogar con la nueva administración. Adelantan la convicción de que los comunistas cubanos responderán con sobriedad porque tienen mucha experiencia lidiando con este tipo de políticas y, de paso, insisten en la idea de que repetir el esquema de medidas del primer gobierno de Trump solo contribuirá a debilitar la oposición interna y aumentar las penurias del pueblo.
Falleció en Miami Juan Manuel Salvat, un ícono del patriotismo y de la cultura cubana
Juan Manuel Salvat fue un luchador incansable contra el régimen comunista en Cuba y uno de los más importantes promotores culturales y literarios en el exilio de Miami.
El viernes 15 de noviembre, en horas de la madrugada, y a causa de un coma diabético, Juan Manuel (El Gordo) Salvat, originario de Sagua La Grande y alumno de los Jesuitas de esa ciudad, tuvo que ser hospitalizado de urgencia en el Doctors Hospital de Coral Gables.
Desde entonces hasta el mediodía del lunes 25 de noviembre en que falleció, estuvo bajo los tratamientos clínicos adecuados para el caso y bajo el cuidado celoso de su esposa Marta y de sus hijos Marta María, Manolo, Cristina y Mike, con sus respectivos cónyugues y nietos que lo adoraban.
Salvat fue fundador del periódico Trinchera en el verano de 1959 en la Universidad de La Habana, con Alberto Muller, Reinaldo (Ronnie) Ramos, Liliam Abella, Jorge Garrido, Juanín Pereira, Yara Borges, estos tres últimos fallecidos.
Después Salvat formó parte del comité organizador que asumió la responsabilidad de la Protesta Estudiantil en el Parque Central de La Habana, el 5 de febrero de 1960, contra la visita a Cuba del asesino Anastas Mikoyan, en el que participaron, entre otros, los estudiantes universitarios Luis Fernández-Rocha, Joaquín Pérez Rodríguez (también fallecido este mes de noviembre), Ernesto Fernández Travieso, Jorge Garrido, Antonio García Crews, Juan Manuel Salvat y Alberto Muller.
Es imprescindible realizar una mirada crítica para reexaminar este fragmento de la historia que nos marcó con la Revolución Cubana de 1959. Mucho se ha escrito al respecto, especialmente en fuentes provenientes del exilio cubano. No obstante, quisiera desentrañar los mitos en torno a la figura de Fidel Castro. Esa imagen idílica y romántica del líder infalible ha sido parte fundamental del drama cubano.
Fidel Castro llegó al poder escudándose en un programa político completamente falso. Ninguna de sus promesas se cumplió; todas quedaron en simples palabras. Cuando asumió el mando, declaró:
No soy comunista.
Restableceré de inmediato la Constitución de 1940.
En seis meses haré elecciones presidenciales.
Permitiré el pluripartidismo.
Garantizaré la oposición cívica.
Habrá libertades individuales y prensa libre.
Implementaré democracia plena y justicia.
Respetaré los derechos y la propiedad privada.
Se realizarán elecciones presidenciales cada cuatro años.
Nada de esto se cumplió. ¿Cómo fue posible la adhesión de tantos a un hombre que solo prometía y mentía? Este enigma aún está por explicarse. Los mitómanos suelen tener habilidades extraordinarias para el engaño.
En otro ámbito, sus mega proyectos terminaron en rotundos fracasos. Recordemos:
La desecación de la Ciénaga de Zapata.
El Cordón de La Habana.
La termoeléctrica nuclear de Juraguá.
El estadio olímpico y su velódromo.
Las escuelas al campo, más de 500 construcciones ahora sepultadas por la maleza en los campos cubanos, cuyo objetivo era el adoctrinamiento.
Esos proyectos costaron al Estado cubano más de 30 mil millones de dólares, generando deudas impagables que hoy enfrentan demandas en tribunales internacionales.
En el ámbito social, creó los Comités de Defensa de la Revolución, un aparato diseñado para dividir, vigilar y controlar a la población. Las brigadas de respuesta rápida, al estilo nazi, se usaron para reprimir a los disidentes con el respaldo jurídico del Estado.
Bajo su gobierno, la represión fue constante, cruel y despiadada. Se le asocia con más de siete mil crímenes documentados. Nada que agradecer.
En lo personal, también careció de caballerosidad. Basta recordar su conversación con el presidente mexicano Vicente Fox. Aunque acordaron que sería privada, Fidel no solo la grabó, sino que la hizo pública, violando un compromiso de honor. Nunca fue un caballero; siempre un mentiroso y un megalómano.
Acumuló múltiples propiedades en todo el país mientras exigía sacrificios a su pueblo. Consumía licores de seis mil dólares la botella, disfrutaba de yates, playas privadas, y sus hijos y nietos descaradamente se apropiaron de su fortuna. Hoy la exhiben sin pudor por toda la república, honrando al miserable que los engendró.
Que no amaba a Cuba es evidente al recordar la misiva que envió a Kruschev durante la Crisis de Octubre: “Sea usted el primero en dar el primer golpe nuclear”. ¿Acaso no preveía que, junto a ese primer golpe, Cuba se hundiría en el mar? ¿Estaba loco? ¿O era la actitud de un pésimo estadista que convertía en ruina todo lo que tocaba?
Ahora me pregunto: ¿qué le debemos realmente a este hombre? Cuando llegó, éramos una de las economías más fuertes del mundo; hoy somos el país más miserable del planeta. Ese es su legado:
Corromper.
Adoctrinar
Violentar principios éticos.
Ser un vulgar ladrón.
Convertirse en un asesino vicioso.
Baste recordar que, en los programas de estudio de historia de noveno grado, se le dedicaba más tiempo a la payasada de Fidel en la Sierra Maestra que a la obra insigne de nuestro héroe nacional, José Martí. Hasta ahí llegó su narcisismo.
Ha llegado la hora de dar un gran puntapié a esa piedra donde descansa y arrojarla, de una patada, al medio del mar.
Autor: Jorge Luis León. Graduado de Lic. en Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior pedagógico Enrique Jose Varona, es ensayista y escritor y autor de varias publicaciones en Periódico Cubano, 14Ymedio y ahora en Patria de Martí. Trabajó como profesor de historia en nivel medio-superior por 30 años. Al romper sus relaciones, con el Ministerio de Educación fue a dirigir una Academia de Ajedrez en Guanabacoa, donde residía, participó en múltiples torneos y escribió su libro Breviario Ajedrecístico, publicado en Cuba en el 2002. En 2002 viajó a Estados Unidos, fundó una Academia... dio clases en varias escuelas hasta que se trasladó a Houston donde reside actualmente. Ahora estoy jubilado.