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Si la Revolución no hubiera triunfado, quizás Mami se habría casado con otro hombre y yo no existiría, pero aún así habría valido la pena.
Si la Revolución no hubiera triunfado, Enma se habría casado con Bobby y existirían los hijos de Bobby y Enma, pero a Bobby lo fusilaron sólo porque era chofer de un patrullero.
Si la Revolución no hubiera triunfado, el taller de abuelo sería una fábrica, y los hijos de Mami con otro hombre habrían estudiado en la Universidad de Villanueva y ahora serían doctores, magnates o gente común que bebe un trago en otra Habana que seguiría siendo luminosa, como un pequeño París, con el Almendares limpio, con ricos y pobres que bailarían en los carnavales al ritmo de las orquestas.
Si la Revolución no hubiera triunfado, estaríamos todos, los vivos y los muertos, sobre la misma tierra, y los vivos visitarían a los muertos y les pondrían flores en sus tumbas.
Si la Revolución no hubiera triunfado, la calle Zanja estaría llena de mulatos chinos y mulatas achinadas que harían el mejor arroz frito del mundo. Y Bauta, el pueblo de mi madre, sería una ciudad dormitorio próspera, con edificios de 20 plantas y flamboyanes en las aceras.
El consuelo de las cartas y el abismo de las conspiraciones
Mi vecina Cuca era cartomántica, cobraba dos pesos por consulta y tenía una clientela fija que, si bien no era muy numerosa, compensaba este déficit con una gran fidelidad. Recuerdo a varios de los clientes de Cuca subiendo las escaleras sigilosos, buscando sosiego en las predicciones de mi vecina. Todos tenían algo en la mirada y en el gesto: un toque de superioridad, un aire de iniciados, condescendientes con los pobres mortales que no tienen el valor de asomarse a las revelaciones de la baraja.
Cuca era buena gente, y yo le tenía cariño. No era una estafadora; ella también creía en su don espiritual, lo que hacía más convincentes sus presagios, que no eran otra cosa que las generalizaciones de siempre.
Los adivinos, de cualquier especie, terminan por decir lo que queremos escuchar. Si son buenas personas, como lo era Cuca, el peligro es menor; si no lo son, puedes caer en manos de un manipulador, un delincuente o ambas cosas. Algo similar ocurre con las redes de las teorías de la conspiración. Ambas necedades nos exponen a peligros innecesarios a la vez que alimentan nuestra necesidad de seguridad y control.
En los últimos tiempos, las teorías de la conspiración han ganado terreno. La última y más exitosa versión es QAnon, surgida en Estados Unidos en 2017. Sus seguidores creen en una supuesta red secreta de élites globales que controlan el mundo, están involucradas en actividades ilegales y que solo ciertos políticos o figuras públicas, como Donald Trump, pueden detenerlos. La teoría se basa en publicaciones anónimas hechas en foros como 4chan por alguien que se hacía llamar “Q”, quien afirmaba tener acceso a información privilegiada del gobierno.
Este es un punto cardinal en el tema cubano. Durante años, muchos, hipnotizados por sus discursos y carisma, cultivaron la idea del supuesto talento de este hombre engreído, promiscuo y vanidoso, que nunca aprendió a escuchar.
Él siempre tenía la razón: las críticas y los desastres eran responsabilidad de otros. Su escudo era el poder absoluto, al estilo de las monarquías del siglo XVIII. Un hombre que "ganaba" batallas a miles de kilómetros de distancia, desplegando mapas en su escritorio, donde movía piezas de artillería e infantería hacia victorias imaginarias. Estas decisiones llevaron a más de 13,000 combatientes cubanos a perder la vida en las guerras de Angola y Etiopía. Sangre vendida para obtener ganancias a gran escala. Fue un negocio redondo. Este "estadista", hecho de tabaco y buen vino, se presentaba en la Sierra Maestra con un fusil de mira telescópica, inadecuado para la guerra de guerrillas. Siempre delegó las acciones en otros, mientras él engordaba y no sufría ni un resfriado durante las frías noches de la manigua cubana. Un "valiente" que nunca estuvo donde morían los combatientes, y que, en un trance de locura, pidió a Kruschev lanzar el primer golpe nuclear contra los Estados Unidos.
Líder de un país que trató como su propiedad, regaló pedazos del territorio nacional a líderes comunistas extranjeros. Un hombre que asesinó sin cuartel a su propio pueblo.
¿Qué méritos merece? ¿Qué talento puede atribuírsele?
Conversar con el politólogo, escritor y director del foro político y la publicación digital, Patria de Martí, Julio M. Shiling es un aprendizaje, una invitación a reflexionar. Con una Maestría en Ciencias Políticas, es un hombre lúcido, observador, atento de la realidad, siempre buscando vislumbrar el trasfondo de nuestra sociedad.
Ante los cambios que se avecinan con la elección de Donald Trump como el presidente 47, quisimos conocer su opinión sobre el futuro que podría vislumbrarse para Estados Unidos, el mundo y sus observaciones respecto a Cuba.
—La victoria de Donald Trump en las elecciones le ha dado un poder casi total, al controlar las dos cámaras. ¿Cómo podría ese poderío cambiar el rumbo de los Estados Unidos, y en qué sentido?
—Donald Trump y el Partido Republicano recibieron un mandato extraordinario de la sociedad estadounidense que se ve reflejado en el control de ambas cámaras y podemos decir que gozan también de una mayoría ideológica en el Tribunal Supremo. Eso se ve muy pocas veces en la historia.
El mandato es claramente revertir el socialismo cultural a través de diferentes manifestaciones como se ha visto en estos 4 años en los colegios, y no me refiero necesariamente a la enseñanza universitaria, sino a lo que es la educación primaria. cursos con enseñanzas que parten de premisas neomarxistas, en el trabajo en lo que conocemos como Diversidad de Equidad de Inclusión que son formularios neomarxistas que contradicen los principios de la igualdad ante la ley y proponen mecanismos de discriminación, racismo y sexismo y determinados cursos que chocan con los preceptos que están protegidos precisamente por la ley de Derechos Civiles. La segunda parte de este mandato se enfoca en desmantelar el estado administrativo, lo que algunos llaman el estado profundo, una serie de agencias con enormes poderes, incluso policiacos, como el FBI, la CIA, el Departamentos de Rentas Internas, la Agencia de Protección Ambiental, el Departamento de Estado y agencias de inteligencia de las fuerzas armadas. El tercer propósito doméstico es afianzar libertades básicas. Hemos visto estos últimos cuatro años y podemos decir que las medidas en muchos estados contra libertades básicas han llevado a muchos a entender que Estados Unidos ha perdido un terreno grande en libertad de expresión y libertades de culto. Veremos medidas para afianzar esas libertades básicas y fortalecer las instituciones.