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Juan Manuel Salvat, el librero y editor del exilio cubano en Miami
El próximo miércoles 18 de diciembre, a las 3 pm, se celebrará en la iglesia de Belén la Misa de la Resurrección por el alma de un amigo muy querido y cubano ejemplar: JUAN MANUEL--EL GORDO—SALVAT. Digo ejemplar, porque en realidad lo fue en muchos aspectos. Ejemplar en la defensa de la Patria aherrojada por el castrocomunismo y en los esfuerzos heroicos por rescatar la libertad. Ejemplar en la difusión de la cultura y en la prédica de los ideales democráticos y cristianos. Ejemplar en la devoción a su familia y en la hermandad con sus compañeros de lucha y amistades. En fin, ejemplar en su hombría de bien y en su trato afable, sincero y cordial.
Algunos se preguntan ¿cómo Salvat pudo conciliar las dos grandes batallas que libró en su vida, inicialmente como guerrero y posteriormente como librero? La respuesta es bien sencilla. El no tuvo que conciliar esas batallas porque ambas persiguieron un mismo fin: la libertad de Cuba. En la primera batalla, Salvat empuñó las armas para redimir la libertad, y en la segunda, propagó la cultura para poder después consolidarla. En el desempeño de su doble misión, Salvat llegó a ser uno de los líderes de la resistencia bajo el Directorio Revolucionario Estudiantil, y sobresalió más tarde como decano de los editores cubanos en el exilio al frente de Ediciones Universal. No hubo en su vida limpia y fecunda oscuridades ni desviaciones. Se mantuvo siempre fiel al evangelio de Cristo y a la bandera de la estrella solitaria.
Cuando estudiaba en la Universidad de La Habana a principios del régimen de Castro, Salvat dio muestras de su gallardía, previsión y patriotismo en un episodio que tuvo resonancia nacional e internacional. Ocurrió en febrero de 1960 durante la visita a Cuba de Anastas Mikoyan, Vice Premier de la Unión Soviética. Dicha visita oficial de 10 días vino a sellar secretamente la alianza marxista-leninista entre La Habana y Moscú bajo los designios imperiales de la Unión Soviética. Sólo se anunciaron en esa ocasión los acuerdos comerciales firmados.
Este artículo es el resultado de profundas polémicas con varios personeros del régimen. Uno es un profesor de historia ya jubilado, y el otro, un sociólogo. Ambos están poseídos, por decirlo de algún modo, por una doctrina que nada tiene que ver con nuestra historia ni nuestras raíces. Con mentes dispersas y distraídas, enumeran realidades que hoy ya no existen. Estos fueron mis argumentos.
Los temas debatidos fueron: patria, dignidad y comunismo. Este trabajo va dirigido a aquellos que, narcotizados aún, siguen dando su apoyo a una dictadura ya décrépita y en fase terminal.
El comunismo, la patria y la dignidad son conceptos que, en su esencia, no pueden coexistir. En el caso de Cuba, esta afirmación se hace especialmente evidente al analizar la realidad socioeconómica y política de la isla bajo el yugo de un sistema comunista impuesto durante más de seis décadas. Este artículo pretende desentrañar las contradicciones inherentes entre estos conceptos, utilizando hechos históricos y la situación actual de Cuba como evidencia de esta incompatibilidad.
El comunismo
El comunismo, en su esencia, es una ideología internacionalista que busca la eliminación de las fronteras nacionales y la subordinación del individuo a un colectivo gestionado por el Estado. En Cuba, este modelo ha resultado en la despersonalización de la nación. La "patria" no pertenece a sus ciudadanos, sino al Partido Comunista, que monopoliza la soberanía y decide arbitrariamente qué constituye el "bien común".
Desde 1959, el régimen cubano ha cooptado la narrativa patriótica, fusionándola con la ideología comunista y eliminando cualquier disidencia que desafíe esta impostura. Las consignas como "Patria o Muerte" son vacías y antéticas al verdadero sentido de la patria, que debería ser el hogar de todos sus ciudadanos, no un coto privado del partido.
La dignidad humana
La dignidad humana se define por la capacidad de cada individuo de tomar decisiones libres y vivir según sus propios valores. En el sistema comunista cubano, esta capacidad ha sido sistemáticamente anulada. El Estado controla todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos: desde la educación hasta el trabajo, desde los alimentos que pueden consumir hasta la información que pueden recibir.
¿Acaso comer de la calle o de la basura es un distintivo proceder de dignidad? ¿Acaso parasitar durante horas para alcanzar, si acaso se logra, un mendrugo de pan o una mortadela de color verde que no podrás consumir porque no tienes ni arroz ni aceite?
No, señores, eso es oprobio, eso es humillación. No hay nada digno en eso.
El acceso a derechos básicos está condicionado a la lealtad ideológica. Los que disienten son tachados de "gusanos" y "traidores", condenados al ostracismo, la persecución o el exilio. Este control absoluto niega cualquier posibilidad de dignidad individual, convirtiendo a las personas en meros instrumentos de un sistema que las deshumaniza.
El comunismo corrompe la idea de patria y destruye la dignidad
La historia reciente de Cuba ilustra cómo el comunismo corrompe la idea de patria y destruye la dignidad. Algunos ejemplos emblemáticos:
La creación de la UMAP: Verdaderos campos de concentración, de trabajo forzado y de reeducación según criterios totalmente reaccionarios y criminales.
La crisis del Éxodo de Mariel (1980): El régimen permitió la salida de miles de cubanos desesperados por escapar de la opresión, pero los estigmatizó como "escoria". Este acto despojó a los exiliados de su patria, mientras los que se quedaban sufrían una realidad cada vez más degradante.
El Período Especial (1990-2000): Tras el colapso de la Unión Soviética, Cuba enfrentó una profunda crisis económica que expuso las deficiencias del modelo comunista. La escasez de alimentos y medicinas condenó a millones a la miseria, mientras el gobierno mantenía su narrativa de resistencia.
Ahora, la situación actual de penuria ha llegado a límites insospechados. El Estado ha decidido abandonar de modo absoluto a su pueblo, desligándose de todo compromiso social y recrudeciendo la represión contra quienes salen a las calles a gritar libertad. En Cuba, hoy el gobierno no genera más que odio. Sus líderes son mafiosos en esencia, que viven en la opulencia y de espaldas al pueblo. La agonía está por explotar.
La educación en dictadura se ocupa más de adoctrinar que de educar e instruir. No les importa el intelecto del que educa, sino su ideología de apoyo al sistema. Esto ha generado la deformación de valores morales y éticos en una niñez y juventud que no hallan espacio en una sociedad corrompida y fracasada.
La emigración masiva actual: Hoy, miles de cubanos arriesgan sus vidas para abandonar la isla, dejando atrás su patria porque el sistema les ha robado la esperanza de un futuro digno. Este fenómeno es la prueba más contundente de que el comunismo ha destruido la identidad nacional y la dignidad humana.
El comunismo no puede coexistir con la idea de patria porque niega la diversidad y la soberanía popular; mucho menos con la dignidad, ya que anula la libertad individual. En Cuba, la imposición de este sistema ha resultado en un retrato de infamia: un pueblo despojado de su identidad, su libertad y su esperanza.
Es hora de reconocer esta realidad y abogar por un cambio que permita a los cubanos recuperar su patria y su dignidad. La alternancia en el poder, la pluralidad política y el respeto a los derechos individuales son las claves para devolverle a Cuba lo que nunca debió serle arrebatado.
Un país llamado a rescatar su pujanza tiene por delante la tarea histórica de socavar la miseria, la pobreza y dar luz de esperanza a un pueblo que sufre. ¡Solo terminando con el comunismo volveremos a un camino de dignidad plena! Esto debe ser comprendido.
Autor: Jorge Luis León. Graduado de Lic. en Historia y Ciencias Sociales en el Instituto Superior pedagógico Enrique Jose Varona, es ensayista y escritor y autor de varias publicaciones en Periódico Cubano, 14Ymedio y ahora en Patria de Martí. Trabajó como profesor de historia en nivel medio-superior por 30 años. Al romper sus relaciones, con el Ministerio de Educación fue a dirigir una Academia de Ajedrez en Guanabacoa, donde residía, participó en múltiples torneos y escribió su libro Breviario Ajedrecístico, publicado en Cuba en el 2002. En 2002 viajó a Estados Unidos, fundó una Academia... dio clases en varias escuelas hasta que se trasladó a Houston donde reside actualmente. Ahora estoy jubilado.
La hipocresía de los que dicen vivir con dignidad en Cuba
La tragedia de un pensionado cubano: ¿es digno vivir con 2,300 pesos al mes?
En Cuba, un pensionado promedio recibe una pensión de 2,300 pesos cubanos al mes. Para quienes no están familiarizados con el contexto, esta cifra puede sonar aceptable en términos absolutos. Sin embargo, al convertirla al cambio actual, que fluctúa entre 310 y 330 pesos por dólar en el mercado informal, estos 2,300 pesos equivalen a menos de 7 dólares mensuales. Esto representa unos 76 pesos diarios, o apenas 23 centavos de dólar al día. ¿Puede alguien llamar a esto una vida digna?
Hablar de dignidad mientras se somete a los ancianos a esta situación es un ultraje a la verdad y a la vergüenza. Los pensionados cubanos, quienes dedicaron décadas de su vida al trabajo en un sistema que prometió justicia social, son ahora relegados al olvido. No solo enfrentan una pensión insuficiente, sino también un mercado desproporcionadamente inflado, donde los precios de los productos básicos son inalcanzables.
Hablar de dignidad sin contar con un trozo de papel higiénico, sin una pastilla de jabón, sin pasta dental, sin electricidad, sin gas ni agua... es una vergüenza y un crimen.
Un cartón de huevos cuesta 2,500 pesos, más que toda la pensión mensual. Un litro de aceite supera los 3,500 pesos. La carne de cerdo, un lujo para la mayoría, ronda los 800 pesos por libra. ¿Cómo puede alguien vivir así? La respuesta es simple: no se vive, se sobrevive.
Desde hace algunos años, se discute apasionadamente este antiguo dilema. Durante casi todo el siglo XIX, esta idea estuvo presente en el debate entre todas las clases sociales de Cuba. Combatirla fue una de las preocupaciones principales de José Antonio Saco.
En la década de 1830, Saco comenzó a escribir y argumentar en contra de la anexión de Cuba a Estados Unidos, defendiendo la identidad nacional cubana y promoviendo una Cuba autónoma y libre. Su postura quedó claramente expresada en sus obras, como en su famosa Carta al Señor Don Juan de la Pezuela (1837), donde refutó ideas anexionistas y denunció los peligros de perder la identidad nacional.
El esfuerzo más destacado de Saco para combatir el anexionismo ocurrió en las décadas de 1830 y 1840, cuando, junto a otros grandes pensadores, sentó las bases del pensamiento independentista cubano y logró desarraigar parcialmente estas ideas en los círculos intelectuales y políticos de la época.
Ahora, en pleno siglo XXI, volvemos a desenterrar esta idea, y surgen nuevos anexionistas como resultado de la gigantesca crisis que ahoga al país. El comunismo, con su fracaso en todas las aristas de la sociedad, su entrega mezquina a Rusia y China, su incapacidad de producir, la miseria extrema, la absoluta represión y la falta de libertades, ha sido el caldo de cultivo donde florece este modo de pensar.