- Eduardo Mesa
La oposición leal y el jarabe de metatranca
Mi maestro Carballosa solía decirme que no hay peor muerte que la provocada por un atracón de boñiga. Con toda seguridad hay peores formas de morir, pero al maestro Carballosa, un tipo de su época, le horrorizaba hacer el ridículo.
Y es que hay personajes que son inasequibles al desaliento y al ridículo, como mi buen amigo Papaíto el sociólogo, graduado de la escuela del Minint y expulsado del cuerpo por facharse un paquete de galletas de sal previamente asignadas a la teniente Yonunca Dije, que a su vez era amante de un callado profesor de lenguas muertas y técnicas de interrogatorio.
Mi socio Papaíto nunca se recuperó de su deshonrosa expulsión y, con el tiempo, se convirtió en opositor leal a la dictadura, aunque él ha tratado de explicar muchas veces, sin éxito alguno, que no se trataba de ser leal a Raúl, sino a la lealtad que Raúl podría haber inspirado si no fuera un asesino dictador hijo de Ángel y Lina.
Los opositores leales son unos tipos durísimos, porque nunca queda claro a qué se oponen, pero pueden explicarte con meridiana claridad la lealtad que sienten hacia un bien que no es, porque esa maldad nunca ha generado nada bueno.
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