Donald Trump, el hombre que necesita América
Trump de manera enérgica y sin rodeos hizo lo que tenía que hacer, esto es, volver a poner a Cuba en el lugar que le corresponde, en la lista de...
El exilio que duele
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Una de las lecciones más grandes de humildad nos la ofrece la lectura del Santo Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículos 22 al 30.
En dicho pasaje...
La mala pelea
Los comunistas cubanos han conseguido, por enésima vez, salirse con la suya. Entre la corrupción moral de la administración Biden y la incapacidad de aquilatar al enemigo —que, al...
Homenaje al Dr. Alberto García Memocal
Dr. Alberto García Menocal: Un Legado de Servicio, Patriotismo, Civismo y Dignidad (1929-2025)
Patria de Martí y The CubanAmerican Voice con...
La vida es un gigantesco tablero de Ajedrez
La vida y el ajedrez comparten más similitudes de las que podríamos imaginar. En ambos, cada decisión cuenta, cada movimiento cambia el panorama y, a...
Biden favorece al régimen cubano antes de marcharse
A pocos días de dejar la Casa Blanca, el presidente Joe Biden ha decidido flexibilizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, una...
Hacia donde va China
Creo que, para saber adónde se dirige China, debemos averiguar cómo piensa su pueblo y que persiguen sus gobernantes.
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Gracias Mami
Mi madre tuvo la previsión de llevarme al psicólogo en mi más temprana edad para fabricar un expediente médico que me libró del Servicio Militar Obligatorio. A mi favor debo decir que...
Crisis humanitaria: “Más allá de las fronteras”
Para entender y enfrentar el problema migratorio
La migración ha marcado la historia de la humanidad desde sus inicios, como consecuencia de la...
Nativa de Cuba. Es columnista del Diario Las Américas, comentarista de Radio y Televisión Martí y profesora del Miami Dade Collage (Miami, FL. EE. UU.). Ha ejercido la pedagogía en Vassar Collage (Poughkeepsie, NY) y la Universidad Anahuac (México, D.F.). Tiene un Doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana (La Habana, Cuba).
Vino desde la tierra a ascender sobre el musgoverde e inexpugnable por la ley del decreto; en tierra colorada yacía su provincia; el faro de la costa, luciérnaga abrigaba.
Dulcemente sus juegos con la lluvia trenzaba y en charcos sus juguetes de lodo los llenaba; aspiraba el pequeño el latido del aire. ¡Qué impulso señalaba su reloj en la arena!
No eran horas de tedio las de serios reproches, cuidar a sus hermanas o escuchar los sinsontes. Las noches bien oscuras con sus grillos cantores entonaban secretos sones reproductores y el oleaje que ronca soslayaba la calma.
****** El chiquillo delgado es hábil en canicas y ayuda en las aguadas con su fuerza de hombre; el padre no se halla al tanto de esas cosas que afanan al pequeño responsable de todo, cual hombre entre otros hombres.
El niñito José se crece con Mendive, de sus labios recibe el alma de la Patria: lecciones superiores de hondo contenido; Mendive se percata de una rara tristeza y alerta le da un giro, un tono, una esperanza, al alma de ese niño al que el peligro asecha. ¡El niño está salvado! ¡Como que tiende el ala germinal al espacio, al ramaje distinto!
****** ¡Qué comparsa de negros en alba de estertores pasó por sus sentidos de origen españoles!
¡Qué comparsas de albahaca perfumaron los sones incipientes, cubanos, criollos, pre-danzones!
¡Qué acentos aspirados en eses diluidas por las calles polvosas intramuros sonaron!
****** De barcos bergantines ululan las sirenas; los sacos almacenan el azúcar de Guines.
Hay olores a puerto, a calesa y botines, a chaqué, mariposa, brea ,candil, oliva, ******* La barquita de Regla pone remos al agua; la familia de Pepe fue a pasear un domingo; el pitazo de un buque a ultramar lo dirige.
Por la calle Empedrado, por Muralla, Galeano, (si Luis con e) pasea con su padre; conoce de profundis los linderos del Príncipe. Tampocos son ajenos el Torreón de San Lázaro, la estación de los trenes, la calle de la Infanta, el Paseo del rey Carlos Tercero; transitable, convertido en calzada de madera, que cubre los lodos infernales.
********** Asomarse a los muelles, ver despegar los barcos; separar los acentos del bozal y del blanco, el hispano del criollo, y ¡elegir el cubano!
******* Es la niñez del niño de la calle de Paula; allí nació ese niño con número de cábala, de La Habana en su entraña.
***** Se aseaba en la jofaina y su lecho era seco; los frutos de la tierra comía desde niño: guanábana, mango, anón y mamoncillo. Su madre cocinaba calabaza amarilla y garbanzo y fabada. Y el Día de los Fieles Difuntos respetaba.
******* Así surgió el criollo: de Yara y sus principios, la tierra, el aire limpio del puerto y los corales de la costa cercana; del pensar del Maestro; de ese viaje al Hanábana, al palmar, las veredas, al plantío, la sabana de caña, la décima guajira, la dimensión de Patria: ese viaje toral al ombligo de Cuba; ¡ ese viaje al Hanábana!
****** La sangre destilada en la triste cantera la sabe necesaria.Le da una nueva vida saber que hay que romper las cadenas de España.
********* Ya no hay negro ni blanco ! tan solo hay cubanía! el pitazo de un barco lo traslada de puerto y Cadiz lo recibe ventoso . A él , transformado. Terminó el primer ciclo, del musgo a la palmera; ! los sinsontes de Cuba desde el alba lo esperan!
La Libertad de Expresión Robada por Raúl Ramon Mota
Nacido en Cuba. Licenciado en geografía de la Universidad de La Habana. Ha ejercido como meteorólogo en el Instituto de Meteorología de La Habana y en la Facultad de Geografía de la UNAM (México, D.F.).
En el de cursar del siglo XX el socialismo marxista, más que cualquier otra dictadura, se constituyó por antonomasia en una gigantesca usurpación. Esta nueva ideología de intenciones redentoras, disfrazada de ciencia pasó a convertirse casi de inmediato en un nuevo orden represivo. Se establecía de hecho el pulso formidable entre su real esencia y la quimera que la férrea censura posibilitaría mantener por varias décadas. En esencia iba a contenderse de nuevo el desafío entre una realidad perceptible adversa y la naturaleza espiritual del hombre, que pretende excluirse de aquella. Los fantasmas del autoritarismo esclavista y feudal pervivirían con el ropaje de los nuevos tiempos, ocultando su real carácter bajo la nueva apariencia ahora denominada marxista y revolucionaria.
En la dictadura socialista, una única ideología, o mejor, una exclusiva interpretación de ella caprichosamente adaptada a las inclinaciones e intereses de los que mandan es la válida, ya que la autorización de otras ideas conduciría a denunciar, por su mera existencia, la credibilidad del sistema. De manera que reviven las condiciones para que un sólo hombre, cima en la pirámide de la autoridad, usurpe el mérito que demagógicamente dice reconocer en esa entidad colectiva y caprichosamente filtrada llamada pueblo, asumiendo los poderes del estado que diluye y subyuga, usufructuando el patrimonio nacional que luego arruina, alzándose sobre la moral que luego corrompe, desvirtuando la cultura que potencia para que le sirva de turiferario y tergiversando una historia rescrita a tono con el último discurso oficial; en resumen, el líder pasa a monopolizar esa abarcadora entidad emotiva engarzada con la historia nacional conocida con el nombre de patria. Para lograr tamaña autocracia no hay mejor medida que suprimir uno de los derechos más preciados del hombre, que es su libertad de expresión. La supresión de este derecho, en proporciones nunca vistas en la historia moderna, fue el arma formidable del socialismo marxista o comunismo; facilitó su triunfo pero también fue la burbuja de luz atrapada que a manera de bomba de tiempo lo demolería definitivamente en su momento preciso. El pretexto para cometer este crimen histórico fue el de creerse y hacer creer, a fuerza de alimentar el fanatismo de los abajo y de aprovechar esta ocasión excepcional para ejercer el mando inimputable de los de arriba, que se establecería, al fin, la felicidad e igualdad definitivas sobre la tierra. Bajo tales prerrogativas, la eliminación del enemigo en todas sus facetas adquiriría carácter de emergencia: el odio de clases y la intolerancia podrían por consiguiente alcanzar dimensiones dantescas.
Es ofensiva la negación del derecho al libre discernimiento a ese ser humano al que se dice cuidar y educar con determinación revolucionaria. No puede ser bueno lo que gobierna imponiendo una bondad que se machaca en el alerta de cada día, porque la bondad, como cualquier virtud que se dispense auténticamente, arrastra consigo el riesgo del cuestionamiento y la ingratitud, preferibles en condiciones de libertad a la hipocresía o el rebañismo rutinario de las dictaduras. Humilla tener que vivir en asfixia de libertad por los tabúes con que una sociedad autoproclamada modelo descalifica la sinceridad de la persona. El hecho de impartir una instrucción obligatoria debe ser para intentar formar hombres cultos, cuestionadores y de criterio independiente que no sientan temor a expresar lo que piensen y sin que el ejercicio de este acto natural se convierta en una osadía o en un arte de malabarismo verbal.
En Cuba la opresión al pensamiento libre se ha pretendido compensar con mano más blanda en la licencia al libertinaje en las costumbres y relaciones interpersonales. Aunque a partir de los ochentas se evitó el aislamiento extremo de la Corea Zutche del camarada Kim o de la Albania de Hoxha, las alucinaciones productivas de la China de Mao o el terror fantasmagórico de la Kampuchea de Pol Pot --las cuales operaron bajo un insolente culto a la personalidad, para mencionar sólo algunos de los experimentos totalitarios coexistentes con el cubano--, no se pudo en cambio evitar que Cuba sea considerada por muchos, por su perdurabilidad faraónica, una especie de vivero ideológico congelado en el tiempo material de medio siglo atrás, para advertencia de unos, nostalgia de otros y escarmiento para los nativos.
Pero llegado el caso, a la orden del Jefe, lo mismo se puede agredir, humillar o fusilar, dado el caso, al enemigo externo o interno, que festejar singulares proezas de alguna de las numerosas victorias sacadas de la lista de espera de las efemérides revolucionarias. De fondo, sirva la escenografía de un país económicamente aniquilado, desquiciado emocionalmente por la empecinada dirección de un orquestador de pasiones que sintoniza, según sus intereses mesiánicos y con todo el poder de su talento, su experiencia brutal y el dominio absoluto que ejerce sobre los medios informativos y represivos, el estado anímico y disposición de su rebaño.
La glásnost (transparencia) resultó ser ese haz de luz que cegó y deshizo al imperio colectivista de la ex Unión Soviética, madre patria del socialismo real del siglo XX, al que el gobierno de Cuba se suscribió aportando una de las variantes más despilfarradoras e ineficientes. Por primera vez, la alta dirigencia soviética, en un arranque de necesitada renovación, audacia y romanticismo se dejó cuestionar. Se arrancó la mordaza de unos labios que se suponían completamente domesticados. Pero luego del júbilo inicial por la liberación, llegó la confusión que acabó colapsándola ante la evidencia de una realidad hasta entonces reprimida. El escrutinio alcanzó los tétricos archivos de la época fundacional de Lenin y del incompasivo período estalinista, en los que la gloria y el crimen solían mimetizar sus contenidos. Por fin cada cual podía hablar sin tapujos sobre su propia experiencia o de lo que realmente creía, y se comenzó a oír con actitud diferente muchas cosas de las que antes apenas se sabía o se permitía saber, o sobre las que se había mentido acorde al estilo de inquisición proletaria por tantos años padecida. El gran país cayó, fulminado y confuso, desmembrado por la deserción natural de comarcas que nunca debieron pertenecerle. Era el hasta entonces inconcebible fin, a pesar de su temible maquinaria de guerra, con sus aviones, tanques y naves espaciales, de su experimentado y fanático aparato inquisitorial, a pesar de sus universidades y científicos, o de su historia falseada, o de sus ajedrecistas y deportistas famosos. También relucían ahora al sol la fea cara de las cárceles con sus borrachos, criminales y con su gente honrada, y de los manicomios, con sus locos y disidentes. No pudo el país soportar condiciones de libertad nunca antes experimentadas. La claridad momentánea desconcierta para quien ha vivido mucho tiempo en tinieblas y luego asusta verse a la luz las entrañas alimentadas por décadas de falsa apología, triunfos eternizados y reiteradas campañas de indignación o jubileo. Es que no han hecho bien, a no ser retardar a dolor y sangre el curso predestinado de la historia, las montañas de libros doctrinales concebidos con la torcida vocación redentora del odio y la exclusión.
La colectividad socialista, con sus todopoderosos cabecillas de masas resultó a su pesar, como todo poder opresivo, altamente desvirtuadora. Decenas de millones de muertos y represaliados a nivel mundial, generaciones enteras desorientadas por el desconocimiento real de lo que acaecía al otro lado del muro, sentenciados a ser víctimas de vidas mañosamente trabajadas por la astucia y poder de los que mandan, predestinados a constituirse en beneficiarios de una instrucción recibida a cambio de incondicionalidad y omisiones vergonzosas y a ser herederos de una penuria que se va haciendo más aguda en la medida en que se esquilma el patrimonio creado por el pasado que se dice aborrecer, forma parte también del saldo forzoso que ocasionan los que se aferran a su mando inimputable.
Cuba, triste asignatura pendiente por Pilar Rahola
Nacida en Barcelona, España es Doctora en Filología Hispánica y Catalana por la Universidad de Barcelona. Ha sido autora, conferencista y periodista de televisión, radioy prensa escrita. Fue ex-diputada en el Parlamento español por la Izquierda Republicana Catalana y ex-vicealcaldesa de la ciudad de Barcelona. En la actualidad, en el terreno periodístico, escribe en tres periódicos españoles, diario Avui (en catalán), El País y El Periódico.
Mis dudas desaparecieron cuando oí sus declaraciones en los informativos de Cuatro. Reconozco que no estaba mucho por la labor de escribir sobre Cuba y el viaje del ministro Moratinos. Quizá el cansancio que produce la heterodoxia, a veces tan antipática en las filas de la izquierda. Quizá el pesante silencio del pensamiento crítico, desaparecido en combate desde hace tiempo. Quizá el hecho de que a Moratinos ya le he dado mucho, convencida del bajo nivel de la política exterior española. Por cierto, me dicen que ya no es conocido con el mote de Desatinos, sino con otro de mayor definición, Blablatinos... En fin. Pero cuando oí a Julio Villarrubia, secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, hablando de Cuba, la adrenalina se me activó por arte de estupefacción, y decidí que, una vez más, algunos, ni que sea desde modestos e ignotos rincones del pensamiento progresista, tendríamos que alzar la voz disidente. Villarrubia usó todos los eufemismos del diccionario para no utilizar la palabra dictadura, y sus dos frases más memorables fueron éstas: "En Cuba hay una situación especial, complicada y difícil" y "el Gobierno afronta las relaciones con la isla con el objetivo de ayudar a que el pueblo cubano se vaya abriendo y tenga una democracia más consolidada en el futuro". Es decir, para el líder socialista, existe democracia en Cuba, el atropello de las libertades fundamentales sólo es una situación "especial" y darle la manita a Raúl Castro y al resto de la nomenklatura, es ayudar al pueblo cubano. Bienvenido Míster Marshall, en versión Compay Segundo. ¿Cómo era su famoso Chan Chan?: "El cariño que te tengo / Yo no lo puedo negar / Se me sale la babita / Yo no lo puedo evitar". A partir de aquí, lo de siempre, guirigay con la derecha, retórica sobre las bondades de la bilateralidad con el régimen, pose de chulo pirulo porque-la-izquierda-siempre-tiene-motivos-inteligentes-para-perpetrar-despropósitos, y un jugueteo malvado con los conceptos de la libertad. Espectáculo deplorable que, en situación normal, generaría un debate de nivel, sino fuera porque la gran trituradora de la pelea interpartidos, convierte en desechos demagógicos las grandes ideas. Lo de Cuba, pues, ha quedado como una pelea de galifantes entre la derecha de siempre y su cara de perro, y la izquierda de siempre, bienintencionada, solidaria y cabal. En realidad, a todos les interesa más jugar con el drama cubano, en función de intereses económicos y políticos, que comprometerse seriamente con él.
Sin embargo, retóricas al margen, lo de Cuba no es entrañable. Lo de Cuba no es "especial". Lo de Cuba no es comprensible y, sobre todo, lo de Cuba no tiene nada que ver con la democracia. El hecho de que sea un régimen de izquierdas, nacido al albur de ideas transformadoras que, en su momento, querían cambiar la injusta realidad, no implica que años después, con sus cárceles, sus represaliados políticos, sus condenas a muerte, su corrupción estructural y su falta asfixiante de libertad, se haya convertido en el ejemplo más rastrero de una dictadura caduca, impermeable a los derechos fundamentales. Desde una perspectiva de radical compromiso con la Carta Internacional de Derechos Humanos -catecismo básico para poder ir honestamente por el mundo-, Cuba no se aguanta por ningún lado. Y si hacemos un alambicado circunloquio para intentar desviarnos de ese compromiso, y convertir a Cuba en nuestra excepción razonable, lo único que hacemos es traicionar esa Carta Internacional de Derechos Humanos. En este sentido, el viaje de Moratinos es exactamente lo que parece: un considerable e impresentable balón de oxígeno a favor de un régimen tiránico que genera represión, dolor y desespero. Que, además, Moratinos haya despreciado públicamente a la oposición cubana, oposición que vive en permanente estado de represión, es un gesto de un impudor político sorprendente. De ninguna manera se aguanta, ni el viaje, ni el desprecio a los opositores, ni los acuerdos con Cuba -que no serán fácilmente sancionados por Bruselas-, ni el simbolismo que todo ello representa. Peor aún, sólo se aguanta si entendemos la política exterior española como una improvisación permanente, sin otro escrúpulo que vender el producto, ni otro objetivo que militar en el manual del buen progre, versión adolescente Che Guevara. ¿En nombre de qué principios democráticos podemos condenar unas tiranías y mirar con ternura a otras?
El señor Villarrubia, ¿qué diccionario usa cuando busca adjetivos para una situación de represión política? Porque en mi diccionario no hay paliativos: Cuba es una dictadura. Y darle apoyo político, enviar altos mandatarios -cartita del Rey incluida-, cerrar acuerdos, despreciar a la oposición y, encima, convertir la represión del régimen en una pequeñez sin importancia, es una inmoralidad, a la par que una traición a los principios de la libertad.
Estamos siempre en lo mismo, la doble moral. La izquierda, menos estresada que la derecha en este tipo de cuestiones, se permite unos márgenes muy abusivos con los derechos fundamentales. Ya no se trata sólo de la amnesia que tiene respecto a sus propias miserias históricas, sino de la mirada bifocal que proyecta acerca de las miserias del presente. Por supuesto, hay unas izquierdas más ruidosas y reaccionarias que otras, y para muestra, la perla que me comentaban de la última asamblea del Bloque Nacionalista Galego (BNG), cuyo tipo más aplaudido fue un militante histórico que aseguró que, con todo el dolor de su alma, lo mejor que podía pasar es que Irán tuviera la bomba atómica y barriera a Israel del mapa. Diría que más que reaccionaria, hay una izquierda que se ha vuelto literalmente loca. Pero volviendo a los cauces de la racionalidad, no es de recibo que un Gobierno que patrimonializa el sentir progresista de una sociedad, arrastre ese patrimonio por los barrizales de las dictaduras amigas. Cuba no es un mito adolescente. Cuba es una dura realidad que reprime personas, destruye derechos, consagra élites corruptas, y envía las viejas utopías al infierno de las buenas intenciones. Cuba es una vergüenza. El viaje de Moratinos es su epílogo.
Nacida en Barcelona, España es Doctora en Filología Hispánica y Catalana por la Universidad de Barcelona. Ha sido autora, conferencista y periodista de televisión, radioy prensa escrita. Fue ex-diputada en el Parlamento español por la Izquierda Republicana Catalana y ex-vicealcaldesa de la ciudad de Barcelona. En la actualidad, en el terreno periodístico, escribe en tres periódicos españoles, diario Avui (en catalán), El País y El Periódico.
Todas las edades. Yasmín, que tenía 12 añitos al morir. Paola y Cristián, que con sus 21 años estaban culminando sus estudios de abogacía. Carla, con 17; Ingrid, con 18; Mariela, con 19, que buscaban su primer empleo en la bolsa de trabajo de la Asociación Mutual. Eugenio era boliviano; tenía 17 años y ayudaba en unas obras de reparación. Y, con ellos, 78 personas más, todas con sus vidas, sus amores y su esperanza; todas convertidas en humo a las 9.53 de la mañana del 18 de julio de 1994. A esa hora, la muerte viajó en las entrañas de una camioneta Renault Traffic y dejó una herida de sangre y fuego en la calle Pasteur 633, en el corazón de Balvanera. Ibrahim Hussein Berro, militante de Hezbollah, fue el actor material de la matanza, y su "martirio" se honra con una fastuosa placa en el sur del Líbano, allí donde las milicias chiitas han creado su particular Jihadistán.
El "partido de Dios", dedicado a convertir la bondad teológica en una maldad terrenal, conseguía, así, ser el autor del atentado terrorista más importante de la historia argentina. Años atrás, ya había matado a 18 personas en el restaurante El Descanso, de Madrid, y a 29 en la embajada de Israel, en el propio Buenos Aires.
El General Intelligence and Security Service lo considera responsable de estos y otros famosos atentados, y todas las fuentes de inteligencia creen que Hezbollah mantiene células en más de veinte países, particularmente en la opaca triple frontera.
En el Líbano, con sus misiles tierra-tierra Al-Fajr, iraníes; sus temibles Toophan -versión de los misiles estadounidenses antitanque TOW-; los sirios de alcance medio; decenas de miles de piezas de artillería ligera; aviones iraníes no tripulados Mahajer-4 y un ejército de miles de personas, es el auténtico brazo armado de Irán en la zona.
La actualidad lo sitúa en el primer plano de la tragedia del Líbano, pero trece años antes la tragedia se teñía de dolor argentino. Mañana, al sonar de las sirenas, y con el lema de "Hagamos memoria. Reclamemos justicia", los familiares y amigos alzaremos nuestro recuerdo por las 85 personas brutalmente asesinadas en la AMIA. Sus vidas quebradas serán el motor de nuestro compromiso moral.
Sin embargo, la AMIA no sólo es recuerdo de la tragedia. También es el sonoro clamor de años de impunidad, encubrimientos y mentiras, en un largo proceso judicial errático y turbio que, finalmente, ha llevado al ex juez federal Juan José Galeano y al ex titular de la SIDE Hugo Anzorreguy a ser procesados. Y, desde luego, la larga sombra de la duda alcanza al ex presidente Menem. Durante años, las familias de las víctimas han padecido una soledad clamorosa, una indiferencia lacerante e incluso a menudo, una brutal falta de piedad, hasta el punto de que hubo quien consideró que en la AMIA no habían muerto argentinos, sino judíos. Un taxista platense me llegó a asegurar que habían sido los propios judíos los que habían provocado una implosión para dar mala imagen de los árabes. Por supuesto, bajé del taxi. Así, un auténtico acto de guerra perpetrado por un país contra otro -la autoría iraní ha sido demostrada por el fiscal Nisman- se convirtió en una estricta "cuestión judía" y dejó de ser patrimonio argentino. Esta ha sido la lucha de los familiares durante más de una década: la lucha contra el olvido y contra la impunidad. Cuando parecía que eran derrotados, y que los muertos eran nuevamente asesinados, esta vez en el recuerdo, el trabajo ingente y casi heroico de Alberto Nisman ha creado unas expectativas de justicia que alcanzan dimensión histórica. Fue el revolucionario francés Emmanuel-Joseph Sieyès quien gritó indignado hace siglos: "¡Quieren ser libres y no saben ser justos!", y ésa es la esencia de la libertad, que nunca se puede fundamentar en una lacerante injusticia. Así lo debió pensar este fiscal, que, con paciencia y valentía, fue desmontando las trampas que le habían preparado. Reveló la fabricación de pistas falsas por parte de la "inteligencia" argentina, rastreó el origen del atentado en la reunión que tuvo lugar el 14 de agosto de 1993 en la ciudad iraní de Maashad, puso en evidencia al juez Galeano, que imputó falsamente a policías bonaerenses con quienes tenía cuentas pendientes. E incluso llegó a viajar a Detroit, donde vive la familia del suicida, para ratificar su autoría. Finalmente, en su fascinante dictamen de 801 páginas, Nisman hizo lo impensable: no culpó a "radicales iraníes", sino al régimen de Irán como instigador y a Hezbollah como ejecutor de la matanza. Con su valentía, la Argentina se convierte en el primer país del mundo que ha pedido a Interpol la captura de los jerarcas del régimen islamista. Ocho son los nombres imputados: Ali Rafjansani, ex presidente de Irán; Ali Fallahiján, ex ministro de seguridad; Ali Akbar Velayati, ex canciller; Moshen Rezai, ex comandante de los Pasdarán; Imad Fayez Moughnieh, ex jefe del servicio de seguridad exterior de Hezbollah; Ahmad Reza Ashgari, secretario de la embajada de Irán; Ahmad Vahidi, ex comandante de la unidad de elite Al-Quds, y, finalmente, Moshen Rabbani, ex consejero cultural de la embajada en la Argentina. El abrió una cuenta en el Deutsche Bank después de la reunión de Maashad y, según parece, compró la furgoneta. Por supuesto, abandonó la Argentina el día del atentado. Como asegura el notable ensayista Gustavo Perednik, Nisman ha sido la esperanza blanca y, contra todo pronóstico, ha cumplido con su cometido profesional y con su compromiso ético. Merece también un aplauso el juez Rodolfo Canicoba Corral, quien no dudó en firmar la resolución contra los imputados iraníes y declaró el atentado contra la AMIA como un crimen de lesa humanidad. Trece años después del atentado, los verdugos parecen no ser tan impunes y las víctimas parecen no estar tan solas. Tiempo al tiempo de la Justicia.
Pero la AMIA es algo más, quizá lo fundamental. El lúcido analista Julián Schvindlerman lo escribió en la revista Comunidades : "Junto con el imperativo ético de honrar la memoria de los caídos, tenemos un obligación práctica y moral de prevenir una repetición de análogas tragedias en el futuro". Esta es la cuestión en su raíz: situar el atentado de la AMIA en el mapa de un terrorismo que ha convertido al mundo en la línea de fuego de su unilateral guerra, y que en la AMIA hizo las pruebas de laboratorio. Más allá del chiismo y del sunnismo; más allá de las contingencias concretas de un atentado que se alentó al albur de promesas incumplidas con Irán, por parte del ex presidente Menem, y, desde luego, mucho más allá de los conflictos abiertos en el mundo, lo que mató en la AMIA fue un totalitarismo nihilista, de base teocrática, que lleva décadas gestándose en el corazón del islam rigorista, y que, en su culto a la muerte, considera objetivo militar a cualquier ser humano, incluso a los propios hijos. La misma muerte que laceró a 85 familias argentinas ha teñido de sangre el mapamundi. ¿Contamos? Más de 200, en Kenya; 4000, en Estados Unidos; 200, en Madrid; centenares, en Turquía; 400, en Bali; casi un centenar, en Londres; 400 en Beslan; centenares, en Bombay, y todo ello sin contar los miles que suman los atentados en Irak, Afganistán e Israel. Su ambición es imperial. Su ideología es totalitaria. Su liturgia es religiosa, y su objetivo somos nosotros. Es decir, cualquiera: el que viaja en un tren en Madrid; el que baila despreocupadamente en una discoteca de Bali; el que toma un subte en Londres, o el que buscaba trabajo en la mutual de la AMIA. Si algo está uniendo a las diferentes corrientes del islam fundamentalista es la guerra contra la modernidad, entendida la modernidad como el conjunto de valores que garantizan la libertad. Por eso, los atentados de Buenos Aires contienen una carga tan simbólica, porque fue aquí, un 18 de julio, en la calle Pasteur 633, y antes, un 17 de marzo en Arroyo 916, donde el terrorismo islámico empezó a mostrar su manual El País. Madrid, España.