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Este video no es nuevo pero muy interesante, escuche cuidadosamente lo que dijo Trey Gowdy en 20 minutos; Obama es en realidad un cobarde deshonesto sin conciencia. Publicado en Mar 5, 2017 por TRUTHSERIES
This video is not new but very much interesting, Listen carefully to what Trey Gowdy said in the 20th minute; Obama is actually a dishonest coward without a conscience.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha acusado al expresidente Barack Obama de haber pinchado sus teléfonos de la Torre Trump antes de las elecciones presidenciales celebradas el pasado martes 8 de noviembre de 2016.
En una serie de mensajes lanzados a través de su cuenta de Twitter, Trump señala: "¡Terrible! Acabo de descubrir que Obama tenía mi teléfono pinchado en la Torre Trump justo antes de la victoria. No encontró nada. ¡Esto es McCarthysmo!", en referencia a la persecución iniciada por el senador estadounidense durante la época de los 50 en Estados Unidos contra presuntos agentes o simpatizantes de la Unión Soviética.
Terrible! Just found out that Obama had my "wires tapped" in Trump Tower just before the victory. Nothing found. This is McCarthyism!
Trump también cuestiona hasta qué punto es legal que un presidente en funciones esté realizando escuchas telefónicas en una carrera hacia la Casa Blanca justo antes de las elecciones e incluso plantea la posibilidad de llevar el caso a los tribunales y afirma que "apostaría a queun buen abogado podría hacer un gran caso con el hecho de que el presidente Obama fuese pinchando mis teléfonos en octubre, justo antes de las elecciones".
Trump llega incluso a comparar las escuchas con el caso Watergate y al propio Obama con el expresidente Nixon. Asegura Trump: "¡Qué bajo ha caído el presidente Obama pinchando mis teléfonos durante el sagrado proceso electoral. Esto es Nixon/Watergate. Chico malo (o tonto)!"
How low has President Obama gone to tapp my phones during the very sacred election process. This is Nixon/Watergate. Bad (or sick) guy!
Sigue su curso la campaña que actualmente dirigen los padrinos de Barack Obama, de Hillary Clinton y de la destrucción del Medio Oriente ampliado, contra el nuevo presidente de Estados Unidos. Después de la “Marcha de las Mujeres” realizada el 22 de enero, ahora están montando una “Marcha por la Ciencia” que tendría lugar el 22 de abril, pero no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo occidental. Su objetivo sería demostrar que Donald Trump, además de misógino, es también un oscurantista.
Que haya sido organizador del concurso de Miss Universo y que esté casado, después de dos divorcios, con una ex modelo “demuestra” que desprecia a las mujeres. Que cuestione el papel de Barack Obama en la creación de la Bolsa de Clima de Chicago [1] (lo cual hizo mucho antes de ser presidente) y que rechace la tesis según la cual las perturbaciones climáticas son resultado de las emisiones de carbono “demuestra” que no entiende nada sobre la ciencia.
Para convencer a la opinión pública estadounidense de que el presidente que dice querer hacer la paz con los enemigos de Estados Unidos y colaborar con ellos en pro de la prosperidad económica internacional tiene que estar loco, David Brock, uno de los más grandes especialistas de la “agitprop” (agitación y propaganda), ha montado un dispositivo imponente, incluso antes de la investidura de ese presidente.
Cuando trabajaba para los republicanos, David Brock inició contra el presidente Bill Clinton las maniobras que acabaron convirtiéndose en el Troopergate, el caso Whitewater y el caso Lewinsky. Posteriormente cambió de bando y hoy está al servicio de Hillary Clinton, para quien ya organizó anteriormente tanto la destrucción de la candidatura de Mitt Romney como la defensa de la señora secretaria de Estado ante el escándalo provocado por el asesinato en Bengazi del embajador de Estados Unidos en Libia. Durante las elecciones primarias del Partido Demócrata, era David Brock quien dirigía los ataques contra Bernie Sanders. La publicación estadounidense The National Review incluso ha calificado a Brock de «asesino de derecha convertido en asesino de izquierda».
Es importante recordar que los 2 procedimientos de destitución de un presidente estadounidense en pleno ejercicio de sus funciones, posteriores ambos a la segunda Guerra Mundial, no se iniciaron para favorecer la democracia sino en beneficio del Estado profundo. El Watergate fue piloteado de cabo a rabo por el misterioso personaje que se identificaba como «Garganta Profunda», que al cabo de 33 años resultó ser Mark Felt, el segundo del director del FBI Edgar Hoover. En cuanto al caso Lewinsky, sólo fue el medio utilizado para obligar a Bill Clinton a aceptar la guerra contra Yugoslavia.
La actual campaña está siendo orquestada subrepticiamente por 4 asociaciones:
Media Matters (“Los medios [de difusión] son importantes”) se encarga de rastrear los errores de Donald Trump. Su boletín contiene lo que usted va a leer diariamente en los diarios: no se puede confiar en el presidente porque se equivocó en esto o aquello.
American Bridge 21st Century (“El Puente Americano del Siglo 21”) ya ha pasado en revista más de 2 000 horas de videos en los que aparece Donald Trump desde hace años y más de otras 18 000 horas de videos de miembros de su gabinete. Dispone de sofisticados medios tecnológicos concebidos por el Departamento de Defensa –que por demás son en principio imposibles de encontrar en el mercado– que le permiten buscar contradicciones entre las posiciones anteriores de todas esas personas y sus posiciones de hoy. Está previsto extender todo ese trabajo a los 1 200 colaboradores del nuevo presidente.
Citizens for Responsibility and Ethics in Washington – CREW (“Ciudadanos por la Ética y la Responsabilidad en Washington”) es un gabinete de juristas de alto nivel encargado de rastrear todo lo que pueda convertirse en escándalo en contra de la administración Trump. La mayoría de los abogados de esta asociación trabajan gratuitamente “para la causa”. Son ellos quienes prepararon la denuncia del fiscal general del Estado de Washington, Bob Ferguson, contra el decreto sobre la inmigración.
Shareblue es un arma electrónica que ya alcanza a 162 millones de internautas en Estados Unidos. Se encarga de la divulgación de temas preestablecidos, como:
• Trump es autoritario y ladrón.
• Trump se halla bajo la influencia de Vladimir Putin.
• Trump tiene una personalidad débil y es propenso a la cólera, es un maníaco-depresivo.
• Trump no fue electo por la mayoría de los electores y es por consiguiente un presidente ilegítimo.
• Su vicepresidente, Mike Pence, es un fascista.
• Trump es un multimillonario que va a tener constantes conflictos de intereses entre sus negocios personales y las cuestiones de Estado.
• Trump es un títere de los hermanos Koch, los célebres financieros de extrema derecha.
• Trump es un supremacista blanco que amenaza a las minorías.
• La oposición anti-Trump está en constante aumento fuera de Washington.
• Para salvar la democracia hay que apoyar a los congresistas demócratas que atacan a Trump y acabar con los que cooperen con él.
• Hay que hacer lo mismo con los periodistas.
• Derrocar a Trump llevará tiempo pero hay que mantener la lucha. Esta asociación va a producir boletines que serán enviados por correo electrónico y videos de 30 segundos con el apoyo de otros 2 grupos: una firma realizadora de videos documentales, The American Independent (“El Americano Independiente”), y una unidad estadística Benchmark Politics (“Política Comparativa”).
Todo ese dispositivo –creado durante el periodo de transición, o sea entre el momento de la elección de Donald Trump y su llegada a la Casa Blanca– ya emplea en este momento más de 300 especialistas, respaldados por un gran número de colaboradores voluntarios (que trabajan gratuitamente). Su presupuesto anual, que inicialmente ascendía a 35 millones de dólares, ha sido incrementado y hoy se eleva a unos 100 millones de dólares.
Este enorme esfuerzo por destruir la imagen –y por consiguiente la autoridad– del presidente de Estados Unidos antes de que haya tenido tiempo de hacer algo puede traer gravísimas consecuencias. Al eliminar a Saddam Hussein y a Muammar el-Kadhafi, la CIA hundió sus países respectivos en un largo caos, y lo mismo podría suceder en el «país de la Libertad». Nunca antes se había recurrido a este tipo de técnica de manipulación de las masas contra un dirigente de un país occidental.
Por el momento, el plan está funcionando: ningún líder político del mundo se ha atrevido a felicitar a Donald Trump por su eleccion… con excepción de Vladimir Putin y de Mahmud Ahmadineyad.
Artículo de Thierry Meyssan publicado en Red Voltaire
Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).
Presencié con enorme atención el discurso pronunciado por el presidente Trump ante el legislativo.
Aparte de la ceremonia previa – una liturgia de casi media hora en la que fueron ocupando asientos congresistas, senadores, diplomáticos, militares, secretarios y la misma primera dama – y de la circunstancia de que Trump no utilizara ni una sola nota en su discurso, lo más notable fue su contenido. No estoy haciendo mención sólo a los recursos emotivos a los héroes de guerra, a las víctimas de delincuentes extranjeros o a los familiares de los agentes del orden. Me refiero de manera muy especial al contenido. Con el mismo se puede estar o no de acuerdo, pero cuesta trabajo no ver que apenas deja espacio a los demócratas para oponerse a él.
En primer lugar, estaban las referencias que mal pueden contradecir los demócratas. Comenzando por las menciones a la semana de Historia negra y los atentados contra centros judíos - ¿quién podría oponerse a esas referencias? – Trump fue desarrollando toda una visión de futuro que se proyecta hacia la creación de millones de empleos, hacia la mejora de unas infraestructuras que ya se comparan mal con las existentes en naciones como China, hacia el regreso de empresas a Estados Unidos, hacia un aumento del gasto militar para mantener la dirección americana de la política mundial, hacia la preservación de la NATO, pero repartiendo más equitativamente los gastos, hacia la lucha contra los cárteles de la droga y hacia la eliminación de la amenaza islámica especialmente encarnada en ISIS. Guste o no la manera en que se articulen esos objetivos no veo manera de que los demócratas se puedan oponer a ellos. De hecho, algunos de los aspectos fueron aplaudidos por personajes tan como sospechosos de simpatizar con los republicanos como Elizabeth Warren o Bernie Sanders. Tiene una enorme lógica que así sea. ¿Acaso los demócratas pueden pretender que Estados Unidos pierda su hegemonía o no derrote al terrorismo islámico o no modernice sus infraestructuras?
En segundo lugar, se hallan aquellos objetivos que pueden desagradar a los demócratas, pero que tienen no escaso apoyo popular. ¿Son favorables millones de norteamericanos a una frontera más segura con México? Sin duda. ¿Prefiere la mayoría de los ciudadanos de este país una inmigración selectiva a las oleadas de inmigrantes ilegales de escasa cualificación laboral? Por supuesto. ¿Piensa un sector considerable de la población de Estados Unidos que los tratados con otras naciones son mejores que un acuerdo global de libre comercio? Con razón o sin ella, así es. ¿Está convencido el ciudadano de a pie de que paga demasiados impuestos en relación con lo que recibe? Cuesta mucho negarlo. ¿Preferirían los contribuyentes un sistema de sanidad mejor que el Obamacare? Naturalmente. Los demócratas no pueden aceptar todos esos impulsos de gobierno, pero la oposición a ellos tendrá un coste considerable.
Finalmente, están las omisiones del discurso de Trump que los demócratas pueden intentar suplir. Reflexionemos en ellas. Los demócratas pueden insistir en financiar la industria del aborto cuyo símbolo más importante es Planned Parenthood. Sin embargo, esa industria ha tenido un enorme costo no sólo para el contribuyente sino para la demografía y el futuro de Estados Unidos. Pensemos, por ejemplo, con todos los matices y salvedades que se quiera, en que sólo el número de negros abortados desde los años ochenta ha sido de dieciocho millones, nada menos que el triple de la cifra pavorosa de judíos muertos durante el Holocausto. Seguramente, muchos demócratas se jactarán de buena fe de la ayuda que, supuestamente, han conseguido para la minoría negra norteamericana. Naturalmente, habrá que subrayar que habrá sido para los supervivientes de una política abortista que coloca sus clínicas con preferencia en barrios negros. Los demócratas pueden insistir también en levantar la bandera de los lobbies gays, pero no cabe engañarse, los homosexuales no superan el 1 por ciento de los varones y el 0.5 de las mujeres en Estados Unidos. No parece que el número de votos pueda ser masivo y, desde luego, es más que dudoso que supere al de los partidarios de la familia natural. También los demócratas pueden excitar el ardor de los ambientalistas, pero ¿sus partidarios son más que aquellos que encontrarán o mejorarán sus empleos en las distintas industrias energéticas? Es dudoso. En otras palabras, lo específico de la oposición demócrata son causas de enorme peso propagandístico, pero de un más discutible respaldo ciudadano.
La figura de Trump seguirá previsiblemente siendo objeto de controversia. Ésta también es posible que continúe en la línea de acaloramiento del último año, pero la situación del partido demócrata no va a ser fácil. Dividido internamente, con dificultades económicas tras la derrota de Hillary y perspectivas difíciles de cara a las próximas elecciones, su mayor drama es que deja de manifiesto enormes dificultades para articular una oferta política que pueda entusiasmar al electorado más allá de políticas estrechamente minoritarias. En otras palabras, tras escuchar las palabras del presidente Trump ante el legislativo hay que preguntarse: ¿qué discurso les queda ahora a los demócratas?