- Roberto de Jesús Quiñones Haces
El exilio que duele
Una de las lecciones más grandes de humildad nos la ofrece la lectura del Santo Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículos 22 al 30.
En dicho pasaje bíblico existe un evidente contraste entre las debilidades mostradas por los discípulos de Juan el Bautista-entre las que podemos apreciar la desvaloración del otro, el cuestionamiento de sus acciones y el afán de preeminencia o liderazgo-y la actitud de quien es señalado en el Nuevo Testamento como “el más grande de todos los profetas”.
La respuesta del profeta a las interrogantes de sus discípulos es contundente: “Ustedes mismos saben muy bien que yo dije: Yo no soy el Mesías, sino que me mandaron delante de él. Alguien tiene la novia y es el novio, pero el padrino del novio está a su lado y se alegra con solo oír la voz del novio. Por eso mi alegría es perfecta: es necesario que él crezca y que yo disminuya”.
Las palabras de Juan el Bautista demuestran su extraordinaria humildad y acertada valoración de su lugar en la época que le tocó vivir. Cuando muchos lo exaltaban y hasta insinuaban una supuesta oposición entre él y Jesús, Juan fue capaz de ubicarlos.
Se me ofrece relacionar las palabras de Juan el Bautista con la situación de nuestra sufrida patria, con la desunión existente en el exilio cubano y entre la misma oposición interna.
Confieso que me resulta muy difícil entender que durante los sesenta y seis años de dictadura castrista líderes de ese exilio continúen repitiendo errores que solo tributan al arsenal ideológico de la dictadura. Entre esos errores se reiteran los ataques de unos lideres contra otros y la desmedida lucha por tratar de colocarse como referentes únicos, desconociendo lo que otros han hecho o exponiendo sus críticas públicamente para beneficio de la dictadura.
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