- Diego Trinidad
El 19 de agosto de 1989, el Muro de Berlín fue derribado. El 3 de diciembre de 1989, en una reunión en Malta entre el Presidente de la Unión Soviética Mikhail Gorbachev y el Presidente de Estados Unidos George Bush padre, ambos anunciaron el fin de la Guerra Fría. El 25 de diciembre de 1991, el Presidente Gorbachev llamó al Presidente Bush para felicitarlo por Pascuas, informarle que había renunciado a la presidencia de la Unión Soviética y que el Estado Soviético había sido disuelto. Es decir, entre agosto de 1989 y diciembre de 1991, la Guerra Fría terminó oficialmente. No hubo ninguna celebración. Nadie, especialmente la administración del Presidente Bush padre, declaró lo que todo el mundo sabía: Estados Unidos había ganado la batalla de casi medio siglo a la Unión Soviética; una guerra que no fue tan “fría”. Así ha pasado a la historia. Pero como tantos hechos históricos, la verdad no es tan fácil. La Guerra Fría NO terminó entre 1989 y 1991, pero EEUU SI la ganó decisívamente. Las preguntas deben ser entonces ¿que pasó, por qué pasó y cuando (lo menos importante) pasó? Veamos.
Los dos casos a los que se refiere el título de este ensayo son muy poco conocidos. Pero los dos fueron cruciales en el curso de la Guerra Fría y en su final. Uno de ellos fue una operación militar que todavía permanence viable, más de 25 años después de “oficialmente” terminada la Guerra Fría. El otro fue posiblemente el caso de espíonaje más importante en el siglo 20, o al menos así lo describió el Presidente Ronald Reagan. Primero consideraremos lo conocido como la “Mano Muerta”. Esta básicamente, fue (es) una operación creada en la desaparecida Unión Soviética en 1982 por altos líderes militares soviéticos. Consistía en un sistema controlado por computadoras desde una burbuja de concreto enterrada en algún lugar secreto cerca de Moscú (no en el Kremlin) que permitía automáticamente a las computadoras lanzar cohetes intercontinentales contra EEUU aún después de que un primer ataque americano destruyera gran parte de Moscú (y de Rusia) y matara a los líderes políticos soviéticos, incluyendo a Leonid Brezhnev y al resto del Politburo. Es decir, era una máquina de destrucción y venganza en respuesta a un primer ataque sorpresivo de EEUU que lograría una riposta nuclear aunque los líderes ya estuvieran muertos.
Pero antes de continuar, es necesario un breve resumen de la Guerra Fría y la carrera armamentista nuclear hasta esa fecha. A finales de 1960, todavía cuando Eisenhower era presidente, se implementó en EEUU un sistema para un ataque nuclear masivo contra la Unión Soviética. Era conocido como Single Integrated Operation Plan (SIOP) (Plan Individual de Operación Integrada). SIOP contemplaba un ataque de toda la fuerza estratégica nuclear de EEUU contra la URSS, China y los llamados “estados satélites” de Europa Oriental, un total entonces de 3,500 armas nucleares lanzadas por cohetes intercontinentales, cohetes Polaris lanzados por submarinos y bombarderos de largo alcance. Cuando el Presidente Eisenhower fue primeramente informado en noviembre de 1960, dijo que el plan “lo asustaba como el Diablo” y su Asesor de Ciencia George Kristiakowsky consideró que de implementarse produciría resultados “innecesarios, indeseables y excesivos”. Pero ese fue el plan de ataque nuclear americano desde 1960 hasta el final de la Guerra Fría, y todos los presidentes, desde Eisenhower a George Bush padre quedaban horririzados cada vez que eran informados. El estimado de muertes en la URSS sería el 54% de la población. En 1961 causaría 108 millones de muertos y 80 millones adicionales en China. Todavía en 1972, el Estado Mayor Conjunto soviético estimó que un primer ataque americano causaría 80 millones de muertes y destruiría el 85% de la industrias en la URSS.
Como es conocido, la primera gran amenaza de una guerra nuclear entre EEUU y la URSS se produjo en octubre de 1962 durante la Crisis de los Cohetes en Cuba. El resultado de la Crisis, es decir, la retirada de los cohetes soviéticos de Cuba, fue considerado por los altos mandos militares en la URSS como una insoportable humillación. En 1962, EEUU tenía una superioridad nuclear enorme sobre la URSS y desde entonces, los soviéticos decidieron cambiar la situación. Fue el principio de la carrera armamental entre los dos países. Para los años 1970s, la URSS había conseguido al menos una igualdad numérica en armamentos nucleares. El costo para la URSS había sido ruinoso, pero nunca más sufrirían otra humillación como la de 1962 en Cuba. Ambas naciones tenían la capacidad de destruir el mundo entero varias veces en una guerra nuclear.
El Presidente Kennedy decidió que el riesgo de guerra era intolerable después de la Crisis y las relaciones entre los dos países mejoraron, lográndose firmar un Tratado para limitar las pruebas nucleares en la atmósfera en 1963. Kennedy y el Premier Nikita Khrushchev comprendieron que nadie podia ganar una guerra nuclear. Los dos líderes, sin embargo, tenían conceptos distintos de como mantener relaciones pacíficas. Para Khrushchev, era la política de “coexistencia pacífica” y apoyo a movimientos de “liberación nacional” en el Tercer Mundo.. Para Kennedy era cuestión de negociar acuerdos que controlaran las armas nucleares y evitaran la expansion soviética en el resto del mundo, además de implementar programas de ayuda económica y social como la Alianza para el Progreso y el Peace Corps. (Organización de jóvenes voluntarios para ayudar a países subdesarrollados). Pero al final de 1964, los dos líderes ya no estaban en el poder—Kennedy asesinado (con la posible complicidad del régimen castrista y la KGB) y Khrushchev depuesto—y la guerra en Vietnam comenzaba a encrudecerse, mientras que los militares soviéticos prodedían a toda máquina con un programa para lograr la igualdad nuclear con EEUU. Alcanzar la paz estaba tan lejos como nunca.
Los nuevos líderes, el Presidente Richard Nixon y el Premier Leonid Brezhnev (Lyndon Johnson se mantuvo muy ocupado con la guerra en Vietnam y los programas domésticos de su Great Society (Gran Sociedad), quienes surgieron en el 1968 (Brezhnev desde el derrocamiento de Khrushchev en 1964, pero compartía el poder con otros miembros del Politburo), elaboraron una política nueva: detente. Concebida por el Asesor de Seguridad Nacional de Nixon, Henry Kissinger, esta nueva política estaba diseñada para mantener relaciones pacíficas entre las dos naciones, pero las intenciones de cada una eran otra vez muy distintas. Para EEUU, detente significaba involucrar y comprometer a la URSS en relaciones comerciales cada vez más complejas con Occidente, integrar a los soviéticos en el sistema financiero internacional y brindarle acceso a créditos y la más adelantada tecnología que EEUU y Europa podían ofrecer. De esa manera, Kissinger y Nixon pretendían “domesticar” a la URSS y hacerla tan dependiente de Occidente hasta que eventualmente la URSS se convirtiera en un país “normal” y renunciara a sus tendencias expansionistas y agresivas. Para la URSS, detente significaba algo enteramente diferente: continuar con las lecciones de Lenin (y de Clausewitz): ganar la guerra a Occidente por medios pacíficos—pero ganar. Una vez más, la búsqueda de una una paz permanente entre los dos campos continuaba siendo solo una illusion.
Sin embargo, para los soviéticos, el tiempo los favorecía y la política de detente era su aliada. En realidad, detente, el engendro de Kissinger había sido un desastre. No solo eso, hacia 1980, se había convertido en un grave peligro para EEUU y para el resto de Occidente y probablemente había contribuído a prolongar la Guerra Fría por otra década. Pero para la URSS, especialmente para su aparato de inteligencia, “el mundo iba por nuestro camino” y la batalla por el Tercer Mundo, la gran estrategia de la KGB para lograr el sueño dorado de Lenin y Stalin, estaba al alcance. Hasta que la elección de Ronald Reagan como presidente de EEUU en 1980 lo cambió todo. Pero ahora debemos regresar al principio de este trabajo y pasar al año crucial de 1981, un año antes de la introducción de la “Mano Muerta”, pero el año que también se puede marcar como el principio del fin de la Unión Soviética y del Comunismo Internacional, el año en que el Expediente “Despedida” fue entregado a Reagan por el nuevo presidente socialista francés Francois Miterrand, el año en que el mundo dió la vuelta y comenzó a ir por nuestro camino, por el camino del triunfo de la libertad.
A fines de 1979, dos eventos presagiaron y contribuyeron a la destrucción de la presidencia de Jimmy Carter. Primero el triunfo de la revolución islámica en Irán, pero específicamente la toma de la embajada de EEUU en Teherán y el secuestro de 52 rehenes americanos, los cuales estuvieron cautivos por 444 dias. Segundo, la invasión de Afganistán por tropas soviéticas. Carter, quien años atrás había lamentado públicamente el temor innecesario al comunismo de los americanos, al parecer sufrió una gran decepción cuando los comunistas soviéticos no se adaptaron a sus absurdas ideas sobre la amenaza comunista. La futilidad y la ineptitud de sus políticas, que en buena parte causaron directamente la revolución islámica (al igual que la revolución Sandinista en Nicaragua, también en 1979), se reflejaron en el fracasado intento de rescatar a los rehenes en Irán en abril de 1980 cuando varios helicópteros americanos fueron destruídos en el desierto de Irán. Pero también a principios de 1980, Carter tomó dos medidas que alarmaron mucho a los dirigentes soviéticos y llevaron a la URSS a crear el mecanismo de la Mano Muerta. La directiva 58 tomó medidas para proteger al presidente y al gabinete americano de un ataque nuclear. La directiva 59 incluyó específicamente a los líderes del Kremlin como blanco de un ataque nuclear de EEUU contra la URSS. Cuando se reveló a propósito, esto alarmó sumamente a Brezhnev en Moscú. La Mano Muerta se creó en respuesta, ya que los soviéticos sabían bien que dificilmente podían sobrevivir a un ataque nuclear americano, sobre todo un ataque sorpresivo. Si ahora los líderes serían eliminados de entrada, al menos con la Mano Muerta lograrían una venganza aún desde la tumba.
El sistema se finalizó en 1982, ya durante la presidencia de Reagan cuando la KGB estaba más convencida que nunca que EEUU bajo este nuevo presidente se preparaba para un primer ataque nuclear contra la URSS. Una computadora lanzaría los cohetes intercontinentales y submarinos soviéticos que sobrevivieran un primer ataque nuclear. Pero esto se consideró sumamente peligroso casi enseguida y fue modificado con precauciones adicionales para evitar un ataque soviético por error en 1984 (el cual estuvo a punto de ocurrir en 1983). La modificación principal fue la inclusión de un pequeño grupo de especialistas militares que se refugiarían en una burbuja de concreto enterrada en un bunker en un lugar secreto. Entre ese grupo y las computadoras, una respuesta a cualquier ataque americano de sorpresa, no importa cual devastador, podría vengar a la URSS aunque fuera destruída.
La importancia de la Mano Muerta no es en si lo que significó, aunque naturalmente es algo poco conocido, sino las varias ramificaciones que tuvo y como afectó la Guerra Fría. El año pasado, el nuevo dictador de Rusia, Vladimir Putin (si, ya se que fue electo y que es enormemente popular, pero es de hecho un dictador y su última elección en el 2009 fue completamente fraudulenta) “resucitó” el programa, al menos para consumo público—doméstico y externo. De manera que por eso nada más vale la pena considerar el tema. Primero por el grave peligro que significó poner una computadora a cargo de un posible ataque nuclear. En la noche del 26 de septiembre de 1983, comenzando a las 7pm, los radares y el sistema de vigilancia de satellites conocido como Oko (ojo en ruso) detectaron—erroneamente, ¡tres veces!—lanzamientos de cohetes intercontinentales provenientes de EEUU. La última vez, a las 12:15am, en el centro super secreto de Serpukhov, al sur de Moscú, se encendió un letrero de advertencia en rojo con el mensaje: launch (iniciar lanzamiento). Afortunadamente, el Teniente Coronel Stanislay Petrov, un ingeniero militar especialista en algorítmos de combate con 26 años de experiencia, estaba a cargo del centro esa noche. Petrov ya había cancelado las advertencias las dos primeras veces en la noche. Esta tercera vez, los paneles de advertencia aseguraban que la advertencia era “altamente confiable”—la primera vez que eso sucedía. Pero aunque muy sorprendido por la órden emitida por las computadoras de lanzar un ataque soviético en respuesta a un ataque americano inexistente, Petrov anuló la órden a los pocos minutos. Sospechaba que algo estaba funcionando mal después de haberse asegurado completamente que las señales de un ataque americano eran erroneas. Pero no estaba absolutamente seguro. Confió en su intuición guiado por su experiencia. En efecto, fue un error técnico, pero quizás alguien distinto hubiera tomado otra decisión. Esa noche el mundo se salvó—una vez más de las tantas veces que estuvo al borde de una conflagración nuclear. Quizás una intervención divina guió a Petrov esa noche. Los jefes militares soviéticos decidieron que el riesgo de dejar la decisión a las computadoras era demasiado alto y las modificaciones a la Mano Muerta se adoptaron poco después.
En segundo lugar, la Mano Muerta probablemente contribuyó al aceleramiento de la carrera armamentista. Los soviéticos naturalmente no se resignaban sabiendo que un ataque sorpresivo de EEUU a la URSS sería vengado aún después de que los líderes fueran vaporizados. Para ellos era mucho más importante asegurarse que su superioridad nuclear frenaría un ataque americano. Al parecer, no muchos de ellos después de Khrushchev creían que EEUU nunca los atacaría primero. Por lo mismo, aprovechando la distracción de la guerra en Vietnam y la nueva políica de detente, continuaron a toda marcha construyendo un enorme arsenal militar, tanto nuclear como convencional.
Finalmente, de cierta manera, la Mano Muerta se extendió al desarrollo de armas biológicas y químicas, mucho más difíciles de detectar y potencialmente tan dañinas como las armas nucleares. No existió un mecanismo parecido, es decir, controlado por computadoras, para el programa de este tipo de armamentos. Sin embargo, la mentalidad de planear un ataque para de cualquier forma destruir a EEUU, siempre estuvo presente en los líderes políticos y militares de la URSS. Las armas nucleares, químicas, bilógicas y convencionales que poseían siempre estuvieron diseñadas para ser utilizadas, eran armas ofensivas, para conquistar, no para defenderse. Por eso es muy importante tener bien claro que moralmente NO fuimos iguales nunca. El comunismo internacional desde su implantación en Rusia en 1918 por Lenin, admitido abiertamente por él y todos los demás líderes que lo siguieron, fue un sistema ateo, amoral, capaz de lo que fuera para conseguir sus fines de dominar el mundo. El fin siempre justificó los medios. Además—y esto lo creían todos firmemente, al menos por las primeras décadas—el sistema ideado por Karl Marx era científico y la historia estaba destinada a terminar en el comunismo, en la utopia de crear el Paraíso Terrenal. Todo estaba permitido. Incluyendo un ataque nuclear de sorpresa. La unica razón por la cual no lo hicieron fue porque siempre supieron muy bien que serían destruídos y para ellos morir no era una opción. Después de todo, a pesar de ser fanáticos políticos, eran seres racionales. Pero con armas biológicas y químicas SI era posible atacar a EEUU en cualquier momento, sobre todo cuando un ataque de ese tipo sería muy dificil de detectar y de probar que provenía de la URSS. Al final, los científicos y militares soviéticos habían diseñado armas biológicas capaces de ser colocadas en no solo cohetes intercontinentales, sino cruceros (cruise missiles). Estos cohetes son prácticamente indetectables por ningún radar. Y los líderes soviéticos planeaban utilizarlos si creían que podían dar el primer golpe. Las armas nucleares no eran ya imprescindibles para ganar una guerra a EEUU.
Por esa razón primordialmente, los programas soviéticos de armas biológicas y químicas llegaron a convertirse en un peligro tan grave como los cohetes nucleares, especialmente porque nunca los suprimieron. A solo unos meses de firmar la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas (CABT) en Ginebra, Suiza (junto con más de 70 otras naciones), acuerdo propuesto por el Presidente Nixon prohibiendo la producción de estas armas en 1972, pero que entró en vigor en 1975, Brezhnev ordenó que las armas bilógicas/químicas se continuaran produciendo. ¿Por que? Porque los líderes soviéticos—sin ninguna evidencia—decidieron que EEUU no respetaría el Tratado. Por consiguiente, la URSS tampoco lo haría. Nunca lo hicieron desde entonces. Entre 1975 y 1991, la URSS secretamente construyó el programa de armas biológicas/químicas más grande del mundo, sin comparación. En esos años—y después—ocurrieron cientos de serios accidentes en todo el territorio soviético, produciendo miles de muertes y poniendo en peligro a buena parte de los vecinos de la URSS.
En uno de los más conocidos—y más infames—de estos accidentes en 1972 (todavía hasta hoy negado por el régimen de turno, desde Gorgachev, pasando por Yeltsin, y terminando con Putin), ocurrido en la ciudad de Sverdlovsk, antiguamente y ahora de nuevo Yekateringburg, lugar en los Montes Urales donde los bolcheviques, por órdenes directas de Lenin, asesinaron a toda la familia del Zar Alexander y donde nació Boris Yeltsin en 1931, murieron más de 100 personas cuando en una fábrica para producir anthrax militarizado (para utilizar la mortífera bacteria como arma biológica), muy cerca de la ciudad, uno de los tanques donde almacenaban la bacteria en polvo, se quebró. La bacteria en polvo se diseminó sobre la ciudad y cada dia enfermos llegaban—y morían—en los hospitales de la ciudad (hoy en dia todavía la quinta más poblada de Rusia con 5 millones de habitantes). Pero los funcionarios a cargo culparon, falsamente, carne de res contaminada por las muertes. Mikhail Gorbachev, quien tanto contribuyó a terminar la Guerra Fría, sin embargo aprobó hasta el final la continua violación de CABT, aún después de prometerle al Presidente George Bush padre que el programa había terminado. Su sucesor, Boris Yeltsin, trató de frenar el programa de armas tóxicas, ordenando directamente tres veces a los generales a cargo del programa que lo terminaran de una vez por todas. Las tres veces fue desobedecido. Putin, por supuesto, ha continuado el programa, al igual que ha revivido y probablemente modernizado la Mano Muerta.
Como se ha mencionado antes, la elección de Ronald Reagan en 1980 lo cambió todo. Años de políticas que por bien intencionadas que fueran, de hecho habían producido no solo una situación de igualdad nuclear entre las dos super potencias, sino que además habían creado una inercia, una situación de gran inseguridad y malestar (malaise, como le llamó el Presidente Carter) en el pueblo americano. Para muchos, la política de detente no había sido más que una de apaciguamiento. Era innegable que la URSS y sus aliados y satellites había avanzado políticamente desde 1962 y el retiro de los cohetes soviéticos de Cuba. Bajo la presidencia de Carter, la URSS había invadido Afganistán, Nicaragua estaba en manos de los Sandinistas aliados con Cuba, Centro América estaba en peligro de ser subvertida por guerrillas apoyadas por Cuba y la URSS, Irán estaba bajo control de extremistas islámicos, y Cuba tenía más de 50,000 tropas en África. Aquí en EEUU, la situación era peor. El llamado “índice de miseria” bajo Carter (suma de tasas de inflación, interés y desempleo) alcanzaba más del 20%, la cifra mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Además, el efecto de la derrota en Vietnam y del escándalo de Watergate, que terminó con la renuncia de Richard Nixon, habían también contribuído mucho a que una gran cantidad de americanos vivían desesperanzados, con poca confianza en el futuro.
Reagan llegó a la presidencia no solo con una idea bien definida respecto a la URSS y la Guerra Fría (“Nosotros ganamos; ellos pierden”), sino que en sus dos primeros años, formuló—en una serie de directivas presidenciales—políticas específicas para derrotar la subversion cubana/soviética en Centro América y para ganar la Guerra Fría. Pero poco fue más importante en ese proceso que el Expediente “Despedida”. ¿Que fue esto? Pasemos al 20 de Julio de 1981. El socialista Francois Mitterrand había sido electo presidente de Francia en mayo de ese año. El Departamento de Estado americano y gran parte de los medios informativos, junto con muchos líderes de occidente, estaban sumamente preocupados. Más no el Asesor de Seguridad Nacional del presidente, Richard Allen, quien conocía bien a Mitterrand. Cuando los dos nuevos presidentes se encontraron en la Cumbre Económica de Quebec el 20 de Julio, Mitterrand tenía una gran sorpresa para Reagan: el Expediente “Despedida” (Farewell Dossier).
Así se le llamó a la información que el espía soviético posiblemente más importante de la Guerra Fría, el Coronel de la KGB Vladimir Vetrov, le proporcionó a la agencia de contra espionage francesa DST entre 1980 y 1982. ¿Quien fue Vetrov y como se convirtió en un espía tan importante? En cualquier otro país occidental, el joven Vladimir Vetrov podia—por sus méritos—haber alcanzado altas posiciones socio-económicas. Pero no en la Unión Soviética, ese falso Paraiso de los Trabajadores donde la igualdad supuestamente imperaba. En realidad, la URSS en los años 1950s se asemejaba más a la Francia pre revolucionaria de los 1760s bajo el Rey Louis 15, donde las posiciones sociales dependian enteramente de las conexiones políticas. Vetrov provenía de una familia humilde sin conexiones algunas. Pero sus talentos—una gran inteligencia sobre todo en matemáticas y un excepcional atleticismo—lo llevaron a ser admitido, por sus méritos, al Instituto Bauman de Moscú, la escuela de ingeniería más prestigiosa de la URSS. Pero luego de graduarse con honores en 1957 como ingeniero mecánico, sin conexiones políticas, solo consiguió trabajo en una fábrica de calculadoras.
Sin embargo, gracias a sus proezas atléticas (campeón juvenil de carreras cortas) fue invitado a jugar con el equipo de futbol Dynamo del Ministerio del Interior y la KGB. De esa manera llamó la atención de algún dirigente de la KGB y fue reclutado, aunque al principio no como agente de inteligencia. En ese tiempo conoció a su futura esposa Svetlana, de una familia ligeramente más prominente, pero muy atractiva y muy atlética (también corredora con condiciones olímpicas). Se casaron a fines de 1957 y ella se graduó de maestra en 1961. Vladimir siguió progresando en la KGB y finalmente en 1965 fue enviado a París como miembro de la delegación soviética del Ministerio de Comercio Exterior. Así comenzó su carrera como espía industrial.
En los cinco años que la pareja Vetrov vivió en París, Vladimir reclutó a varios personajes en la industria francesa como agentes de la KGB, mientras que tanto él como Svetlana vivían una vida social envidiable, relacionándose con gente importante, con acceso a un carro personal y disfrutando los beneficios de una sociedad rica y abierta. Pero a la vez atrajo la atención de la agencia de contra inteligencia francesa DST (no la más conocida agencia de inteligencia SDECE), que lo trató de reclutar sin éxito. Pero Vetrov conoció a varios altos funcionarios que años más tarde le serían muy útiles. Además, gracias a su posición, el matrimonio podia comprar productos y artículos personales de lujo a grandes descuentos. Es posible que Vetrov haya recibido “regalos” de altos funcionarios industriales y hasta que haya invertido algún dinero en Francia.
Eventualmente los Vetrov regresaron a la URSS en 1970, acostumbrados a la buena vida y muy bien recibidos. Pero pronto Vladimir tuvo que enfrentar la triste realidad: sin “padrinos” influyentes, su progreso en la KGB había llegado a su límite. Esto fue algo enormemente frustrante para él y como un denominador común para otros funcionarios de la KGB sin conexiones políticas. Por ejemplo, el famoso espía nuclear Oleg Penkovsky, quien informó a EEUU (por medio de sus “controladores” británicos, quienes lo reclutaron) de las verdaderas condiciones militares de la URSS, sobre todo en cohetería intercontinental, que tanto ayudaron durante la Crisis de los Cohetes en octubre de 1962, enfrentó condiciones parecidas. En el caso de Penkovsky, también Coronel de la KGB, su problema fue que su padre había sido official del Ejército Blanco que peleó contra los bolcheviques en la guerra civil rusa durante la revolución en 1920. Esto lo condenó a nunca poder alcanzar siquiera ser General, pues los líderes de la KGN no podían perdonar esa “ofensa” de su padre, y lo llevó a convertir en espía contra la URSS. Para Vetrov, la realización de que nunca, a pesar de una vida muy cómoda en Rusia, podría ascender a los más altos niveles, finalmente también lo inclinó a ser espía de los franceses, por su odio terrible a la KGB (pero extrañamente NO a la URSS y al sistema comunista).
Pero eso se demoró unos años y la KGB planeaba enviarlo de nuevo a Francia como Consul en Marsella, pero el gobierno francés, sospechando—con razón—que Vetrov era un agente de la KGB y no un miembro del Ministerio de Comercio Exterior, le negó la visa en 1972. Pero como la KGB todavía lo consideraba un agente de gran promesa, en 1974 fue enviado a Montreal, como ingeniero jefe de la delegación comercial soviética en Canadá. Allí empezó el principio del fin por un incidente menor de un robo de joyas de Svelana. Eventualmente los dos fueron trasladados a Moscú y nunca más pudieron viajar al exterior. Ahora Vetrov era tierra fértil para ser reclutado y así resultó, aunque fue Vetrov quien, mediante sus antiguos contactos comerciales en Francia, dió el primer paso. Para entonces también había comenzado a beber excesivamente y a tener problemas maritales con Svetlana, además de ver bloqueado su porvenir en la KGB y de no poder disfrutar de la buena vida en Occidente al prohibírsele viajar al exterior. Al poco tiempo, gracias a su amistad con un empresario francés que a su vez tenía buenas relaciones con la DST, Vetrov comenzó a pasar documentos secretos a un agente francés en Moscú en 1981. En poco menos de un año, Vetrov entregó más de 4,000 documentos secretos y reveló la identidad de más de 200 agentes de la KGB en las principales rezidenturas de occidente. Pero eso fue lo de menos. Ahora veamos como esa “bomba” informativa afectó la Guerra Fría y como aceleró su final.
Primero es necesario volver a 1970. Ese año, Yuri Andropov, Director de la KGB desde 1967, ideó lo que se conoció como “Linea X” bajo el nuevo Directorado T de inteligencia industrial de la KGB. Andropov conocía bien el lamentable estado de la economía soviética y también sabía que cada vez los soviéticos quedaban más atrás que EEUU, sobre todo en tecnología. Linea X fue el plan para robar esa tecnología a Occidente, sobre todo a EEUU. Andropov nunca imaginó el gran éxito de esta operación entre 1970 y 1980 y como ayudó a los soviéticos a emparejarse con Occidente, sobre todo en la industria armamentista. Pero Linea X fue más, mucho más. Empezó con el robo de tecnología, pero con el tiempo se extendió a comprar esa tecnología a espías industriales en Occidente, a conseguir créditos bancarios, a lograr comprar enormes cantidades de trigo—a crédito—para alimentar al pueblo ruso. Terminó convirtiendo a Occidente, sobre todo EEUU en un gigantesco departamento de Investigaciones y Desarrollo (Research and Development) de la URSS sin costo alguno. Todo gracias a la fatídica política de detente inventada por Henry Kissinger. Esta realidad fue la que el Expediente Despedida reveló a Reagan en 1981.
¿Que hacer? La primera reacción, después de la enorme sorpresa, fue la de ponerle fin al programa de Linea X. Eso fue lo que el Director de la CIA William Casey y los expertos de la CIA, Departamento de Defensa y NSA recomendaron. Pero afortunadamente, un genio, el analista Gus Weiss, colega de ese otro genio visionario que fue Herman Kahn, desde los 1960s, quien estaba de nuevo en el gobierno ahora como asesor en la Casa Blanca, opinó que no, que lo mejor era hacer nada y engañar a los soviéticos, lo cual se hizo con el apoyo entusiasta del Presidente Reagan. Weiss, con varios títulos universitarios, incluyendo un doctorado en economía, sospechaba de esta gigantésca operación que fue el programa Linea X desde 1972. Un grupo de colegas formaron la American Tradecraft Society en 1975 para bloquer en lo posible estas actividades, pero no fue hasta que Mitterrand le entregó el Farewell Dossier a Reagan que entendieron la envergadura de Linea X y pudieron hacer algo al respecto. La CIA, FBI y el Departamento de Defensa cooperaron en una contra operación para que una gran cantidad de la tecnología codiciada por los soviéticos, especialmente en computadoras y mini electrónica, se les vendió o se les permitió adquirir ilegalmente con pequeñas alteraciones o con defectos que al cierto tiempo de ser instalados, fallaban, a veces con resultados catastróficos. El caso más célèbre, aunque todavía poco conocido, fue una explosion gigantesca en el viaducto que se construía en Siberia para eventualmente traer gas natural a Europa en diciembre de 1983 en el enorme campo de gas natural de Urengoi. La explosion fue tan colosal que se pudo ver desde el espacio y el jefe de inteligencia de la Fuerza Aerea americana pensó que había sido una explosión nuclear de tres kilotones. No se sabe cuantos murieron porque los soviéticos nunca siquiera admitieron que la explosion fue causada por computadoras defectuosas, alteradas para aumentar la presión dentro del viaducto hasta que estallara. Pero el hecho cierto es que gracias al contra proyecto de Weiss y compañía, el viaducto se demoró diez años más en completarse, ya cuando la URSS había desaparecido.
El Farewell Dossier y la información que el Coronel Vetrov proporcionó definitivamente aceleró el final de la Guerra Fría por una serie de razones. Primero, por supuesto, los espías soviéticos no pudieron seguir robando tecnología occidental. Segundo, como se ha mencionado, al menos 200 espías colocados en posiciones importantes en EEUU y Europa, fueron arrestados o expulsados. Pero mucho más importante, lo que ya habían robado o comprado ilegalmente, en muchos casos tecnología instalada a través de la URSS, de pronto temían que estuviera alterado o defectuoso. No tenían confianza en utilizar mucha de la tecnología ya adquirida, inclusive ccomponentes de los cohetes intercontinentales. Eso atrasó muchos proyectos en la URSS y causó que los soviéticos quedaran de nuevo muy atrás de EEUU en tecnología, sobre todo en computadoras. Weiss estimó mucho después que quizás los puso diez años detrás de EEUU. Junto con todas las demás presiones adicionales que la administración de Reagan puso en práctica especialmente desde 1983, el fin del Imperio Soviético llegó mucho antes gracias a Petrov y el Farewell Dossier.
Ahora llegamos a la parte final de este ensayo, a como y por qué terminó la Guerra Fría. Como ya se ha descrito, no se puede poner este final ni siquiera en diciembre de 1991. Nada más porque los proyectos de armas biológicas continuaron a toda máquina hasta al menos 1992 y casi seguro después, ya no hay una fecha conveniente para indicar el final. Pero eso es lo de menos. Como y por qué es lo que importa. Aquí es necesario una nota precaucionaria. Para la Izquierda Eterna, la desaparición de la URSS y el Comunismo Internacional, tal como lo dijo el mismo Vladimir Putin en el 2005, fue la peor catástrofe geopolítica del siglo 20. Para la Izquierda Eterna, es inaceptable, es incredible que la URSS ya no exista. Pero no queda más remedio que aceptar la realidad. Claro que como dijo Inga (Ingrid Bergman) a Rick (Humphrey Bogart) al final de esa obra maestra que fue la película Casablanca, cuando se dió cuenta que las visas de salida para Lisboa estaban a su nombre y el de su esposo, pero no de Rick, como ella pensaba y esperaba: “¿Y nosotros que?” Rick le contestó, “Nosotros siempre tendremos a París” (el breve tiempo en que se enamoraron antes que los Nazis invadieran y cuando ella pensaba que su esposo estaba muerto). Para la Izquierda Eterna, siempre estará presente, siempre le quedará, la revolución cubana, esa epitomía del bien común, ese gran ejemplo de lo mejor de la humanidad. Que importa si todo ha sido la Gran Estafa, el engaño y el fracaso más grande del siglo. Pero no para la Izquierda Eterna. Entonces, en el contexto de como y por qué la Guerra Fría termnó y la URSS perdió, hay que considerar que la Izquierda Eterna de ninguna manera acepta, nunca lo aceptará, que la Guerra Fría terminó con la URSS más que nada gracias a las políticas implantadas por Ronald Reagan desde 1981. ¿Como es posible aceptar que un “zopenco amable”, como le llamó Clark Clifford (un prominente abogado de Washington quien trabajó para cinco presidentes demócratas y terminó desgraciado por su involucramiento en el fraude gigante del Banco de Crédito y Comercio en 1991) en 1981, haya sido responsable del final de la Guerra Fría, mucho menos haberla ganado?. Bueno, será imposible para la Izquierda Eterna aceptarlo, pero fue exactamente lo que sucedió.
Mucha gente inteligente y preparada, varios amigos inclusive, que NO se pueden describir como de izquierda, piensan que quizás Reagan tuvo algo que ver con el final de la Guerra Fría. Pero ¿el mayor responsable? Imposible. Pero cierto. La Izquierda Eterna—y muchos que no pertenecen a esa gran sociedad—prefieren pensar otras dos cosas. Primero, que el comunismo estaba condenado a desaparecer porque es un sistema que va contra la naturaleza humana. Sin duda. Pero en Rusia duró al menos 70 años, a pesar de que ahora todos piensan que no podia ser. Además, como un dicho en la Cuba de antes, “los mangos no se caen solos”. Pero supongamos que efectivamente el sistema estaba condenado a desaparecer. Haciía falta empujarlo a su final, y ¿quien mejor que ese Gran Líder que fue Mikhail Gorbachev? Ahora si tenemos a un buen principal responsable, alguien muy aceptable para los “ilustrados”. Una vez más, Gorbachev fue muy instrumental, pero lo que en verdad logró el Gran Mikhail fue destruir a la URSS. Además, nunca fue el propósito de Gorbachev acabar con la URSS o con el comunismo. Todo lo contrario. Gorbachev siempre fue—y es—un comunista convencido. Lo que trató de hacer fue salvar al comunismo modificandolo. Pero eso es imposible y Gorbachev nunca lo entendió. Peor todavía para los que prefieren creer que Gorbachev fue el gran responsable del final de la Guerra Fría y de que se terminara pacíficamente—y esto es muy inconveniente. Pero los hechos no mienten y esos hechos indican que Gorbachev en sus primeros 15 meses en el poder, trató por todos los medios—antes de anunciar sus políticas de Glasnot (apertura) y Perestrika (restructuración), implementó la política de Uskorente (aceleración).
¿Como? Primero anunció públicamente que mantendría un firme control sobre el campo socialista en su primer discurso como Secretario General del Partido Comunista de la URSS. El gasto militar fue aumentado enormemente. Algunos países vecinos fueron directamente amenazados. La guerra en Afganistán fue intensificada. Invertió millones de rublos en maquinaria pesada cuando la URSS estaba tratatando por todos los medios de convertirse en una nación moderna donde la tecnología y no la industria pesada dominaría (para eso se ideó Linea X). Incrementó, como se ha mencionado, el programa de armas biológicas. La desinformación y la agitación-propaganda (agitprop) aumentaron cada dia más. En fin, cuando se convenció que todo lo que intentó fracasó, cuando vió la realidad, que la URSS se desmoronaba económicamente, entonces, sin ya más remedio, trató de cambiar el sistema. Pero siempre para mejorarlo, nunca para convertir a la URSS en una república de leyes gobernada por su pueblo. Era demasiado tarde, pero no se debe olvidar que Gorbachev fue entrenado desde joven por Andropov para que fuera su sucesor y para que terminara la tarea de dominar al mundo. Pensar en Gorbachev como un “demócrata” (lo que quiera decir esa palabra, incluyendo lo que generalmente se acepta ahora) es risible.
Ya se ha descrito cual era el estado del mundo en 1981 cuando la desastrosa presidencia de Jimmy Carter llegó a su fin. ¿Quien era su sucesor, Ronald Reagan? Contrario a la imbecil descripción de Clark Clifford (en la que todavía millones creen firmemente), Reagan era un hombre sumamente inteligente. Ningún presidente con la posible excepción de Theodore Roosevelt (quien además escribió varios libros antes de ser presidente) llegó a Washington tan leído. Reagan no escribió ningún libro, pero si miles de artículos, incluyendo casi todos sus discursos a lo largo de su carrera. Era un negociador excepcional, gracias a su larga presidencia del Sindicato de Actores en Hollywood, cuando contínuamente se enfrentó con gran éxito a los comunistas que trataban de controlar el sindicato. Conocía intrínsicamente el sistema americano de libre empresa por los años que trabajó como vocero y propagandista de General Electric, viajando por todo el país y relacionándose con gente trabajadora, pero también con los grandes empresarios. Sobre todo, tenía ideas muy definidas sobre la Guerra Fría y la Unión Soviética, como se ha mencionado: “Nosotros ganamos; ellos pierden”. Y sabía exactamente como lograr la derrota de la URSS. Pero antes de implementar ninguna de sus ideas, había que componer la economía y esa fue la prioridad hasta que para 1983, ya la situación estaba bajo control.
En los casos de Cuba y Nicaragua, sin embargo, no se esperó a que la economía mejorara. Reagan envió al General Vernon Walters a conversar directamente con Fidel Castro en marzo de 1982. El contenido de la entrevista nunca se ha revelado, pero de acuerdo con algunas fuentes, Walters le dejó bien claro a Castro que aunque EEUU no tenía planes hostiles contra su régimen, habían condiciones. Especialmente, que Cuba dejara de apoyar las insurrecciones en Centro América y África. Castro al parecer accedió y eso abrió el camino para algunos acuerdos migratorios, incluyendo el retorno de más de 1000 criminales que llegaron a EEUU en el éxodo del Mariel en 1980. Con Nicaragua, la política de la nueva administración si fue muy agresiva desde el principio. En marzo de 1982, Reagan aprobó planes autorizando a la CIA, con dinero y con armas, para actividades contra revolucionarias en Centro América. Específicamente, el Director de la CIA William Casey escogió a Duane Clarridge, jefe de la division clandestina para Latino América. Casey ordenó a Clarridge que en un par de meses recomendara que hacer en Centro América. El plan de Clarridge fue muy simple y lo que Casey quería oir: “hacerle la guerra a los Sandinistas en Nicaragua y matar cubanos”. Básicamente eso fue lo que se hizo por ocho años y a pesar de las críticas y de lo que degeneró en el escándalo conocido como Irán-Contra, el apoyo a las guerrillas anti comunistas en Centro América obligó a los Sandinistas a negociar una paz relativa que eventualmente resultó en la elección de Violeta Chamorro y el fin (temporalmente, por desgracia) del régimen de Daniel Ortega.
Con la “madre patria” en la URSS los planes en firme comenzaron en enero de 1983 con la Directiva Presidencial de Seguridad Nacional 75 (NSDD 75, que ha sido declasificada y se puede leer en internet y varias publicaciones). Ese fue el “plano de construcción” (blueprint) para ganar la Guerra Fría y derrotar a la URSS. Es muy largo y detallado—no hay espacio ni tiempo en este corto ensayo para describirlo—pero este fue el principio del fin ahora admitido hasta por los opositores y detractores de Reagan. Básicamente, NSDD 75 proponía revertir el expansionismo soviético y disminuir el poder de la élite gobernante. Las negociaciones para limitar los armamentos nucleares ya no serían lo principal en las relaciones entre EEUU y la URSS. Nuevas tecnologías militares se enfatizarían y la exportación de tecnologías civiles se limitarían. Las relaciones económicas ahora se subordinarían a los fines estratégicos. Y la dominación comunista en Europa Oriental ya no sería aceptada.
Pero no fueron solo hechos, que son los que cuentan. Las palabras también son importantes, sobre todo cuando son verdaderas y se convierten en hechos. Ronald Reagan, desde su primera conferencia de prensa en enero de 1981, sentó las pautas. Respondiendo una pregunta del corresponsal de la cadena ABC Sam Donaldson sobre las intenciones a largo plazo de la URSS, Reagan recordó que todos los líderes soviéticos, incluyendo los presentes, mantenían su determinación de promover la revolución mundial que los llevara a implantar un estado comunista en el mundo entero. Y agregó las siguientes palabras que dejaron boquiabiertos a la concurrencia: Mientras sigan con esas intenciones a la vez declarando públicamente que la única moralidad que reconocen es la que promueve su causa, se reservan el derecho de cometer cualquier crimen, mentir, hacer trampas, para conseguir sus fines. Cuando terminó la conferencia y caminaba acompañado de su Asesor de Seguridad Richard Allen y del nuevo Secretario de Estado Alexander Haig, quien le reclamaba por hablar de tal manera sobre los líderes soviéticos, Reagan se volvió hacia Allen y le preguntó: “¿Todo lo que dije no es la verdad? Para furia de Haig, Allen le contestó, “Absolutamente Señor Presidente”.
Durante toda su presidencia, algunos de sus grandes discursos reafirmaron continuamente sus ideas y sus intenciones hacia la URSS. En uno memorable ante el Parlamento británico en junio de 1982, parafraseando a Trotsky, Reagan declaró que la marcha de la libertad y la democracia dejarían al Marxismo-Leninismo en el basurero de la historia. En el más famoso de todos, ante la Asociación Nacional de Evangélicos en marzo de 1983, advirtió que se debía evitar la tentación de pensar que los dos lados (EEUU y URSS) tenían culpas iguales por la carrera armamentista, ignorando los hechos históricos y los impulsos agresivos de un Imperio del Mal. Ese discurso sacudió a todos sus oponentes, incluyendo a los líderes soviéticos en el Kremlin. El famoso historiador americano Henry Steele Commager dijo poco después que el discurso había sido el peor en la historia de ningún presidente americano, agregando, “y yo los he leído todos”. Pero ese discurso definió la presidencia de Reagan y su misión. Años más tarde, el reconocido líder disidente judío Natan Sharansky, quien entonces estaba preso en uno de los calabozos del Gulag soviético, escribió en su libro The Case for Democracy que cuando los presos se enteraron del discurso, se comunicaban a través de las letrinas regocijados que por fin un líder americano dijera las verdades necesarias sobre la URSS ante el mundo. El discurso quizás más recordado, sin embargo, fue cuando parado ante el Muro de Berlín el 12 de junio de 1987, dirigiéndose a Mikhail Gorbachev, lo exortó a que derribara el muro. Vale la pena repetir sus cortas frases: “Secretario General Gorbachev, si usted busca la paz, si usted busca la prosperidad para la Unión Soviética y para Europa Oriental, si usted busca la liberalización, venga a esta puerta. Señor Gorbachev, abra esta puerta. ¡Señor Gorbachev, derribe este muro!”.
¿Pero cuales fueron las acciones que derrotaron a la URSS y terminaron con la Guerra Fría específicamente? De acuerdo con su segundo Asesor de Seguridad Nacional, quizás su único verdadero amigo, el Juez de California William Clark, la estrategia de Reagan para ganar la Guerra Fría consistía de cinco pilares: económico, politico, militar, ideológico y moral. Los ideológicos y morales se han descrito bastante. El militar fue el primero que se puso a la práctica con el programa masivo para reconstruir—y reconquistar—la superioridad militar ante la URSS. Cuando esto se logró para 1987, entonces, y solo entonces, Reagan se sentó en la mesa a negociar con Gorbachev en una posición fuerte y probablemente de superioridad. Todo el aparato militar se modernizó. Después de ocho años en el poder bajo Reagan, el gasto militar aumentó el 43% sobre los gastos en el apogeo de la guerra en Vietnam. Varios importantes sistemas de armamentos como el bombardero B-1 (y el B-2, el Stealth), los nuevos cohetes intercontinentales MX, los cohetes de medio alcance Pershing II emplazados en Alemania entre 1984-85, la flota de submarinos nucleares, los nuevos portaviones. En fin, algo sin precedents en tiempos de paz, pero completamente necesario para conseguir sus objetivos. Pero la culminación del elemento militar, el que irónicamente ni siquiera se implementó, fue el programa conocido como la Iniciativa Estratégica de Defensa (SDI). Anunciado en marzo de 1983, las posibilidades de este programa atemorizaron tanto a la URSS (que llevaba años experimentando con esta tecnología futurista de lasers) que eventualmente, de acuerdo con varios generales soviéticos, fueron la causa final de la derrota en la Guerra Fría. Todos recordaban que en 1957 asombraron al mundo con el Sputnik. Pero todos también recordaban que a los 11 años, los americanos estaban en la luna y el programa especial de Apolo y la tecnología que lo acaompañó, revolucionaron al mundo. Estaban seguros que la tecnología americana de nuevo los dejaría en el polvo con SDI. Por eso le temían.
En lo politico, se pueden destacar tres operaciones encubiertas. Probablemente la más importante fue la de apoyar—con millones, pero también con equipos como simples copiadoras y méquinas de fax, además de avanzadas computadoras—al sindicato de trabajadores polaco Solidaridad, después que se declaró la ley marcial en 1981 en Polonia. Estas actividades secretas se llevaron a cabo conjuntamente con el Vaticano y el Papa Juan Pablo II fue uno de los grandes aliados conque contó Reagan durante la Guerra Fría. Fuertes sanciones económicas no solo contra Polonia sino contra la misma URSS por su apoyo a las medidas represivas del General Jaruzelski, debilitaron tremendamente a los dos países y contribuyeron mucho a la derrota final. Los programas de Radio Libertad y Radio Europa Libre fueron muy influenyentes, al igual que el nuevo programa de Radio Martí para informar a los cubanos bajo el castrismo. El contenido ideológico fue aumentado para no solo informar a los “pueblos cautivos” sino para animarlos, para que supieran que al fin una administración americana estaba de su parte. En Afganistán, un programa masivo de ayuda a los mujahedeen iraníes que peleaban contra los invasores soviéticos organizado por la CIA con la cooperación de Paquistán, debilitó enormenente a los soviéticos, especialmente cuando la CIA comenzó a entregar cohetes Stinger lanzados por solo un hombre. Estas armas devastaron a los helicópteros del ejercito ruso y fueron muy instrumentales en la retirada de la URSS de Afganistán. Pero quizás lo más importante en el plano politico fue la determinación mostrada por Reagan ante la campañas de propaganda y desinformación de la URSS para evitar el rearme americano y sobre todo el despliegue de los cohetes Pershing II en Alemania para contrarrestar los SS-20 soviéticos que amenazaban a toda Europa. Desde la guerra en Vietnam no se producían manifestaciones tan numerosas no solo en Europa sino en EEUU a favor de “La Paz Mundial”. Pero para Reagan, quien después de decidir algo importante, muchas veces ideas que ya tenía desde mucho tiempo, no tuvieron efecto, nada lo apartó de su programa. Ni siquiera la intervención personal de su hija Patti y de su adorada esposa Nancy. Las dos trataron de “suavisar” el mensaje del presidente y de influenciar su férrea determinación de enfrentarse a la URSS. De nada sirvió. Reagan tenía una misión que para él era sagrada. Su fe en Dios era profunda, inculcada por su madre desde niño, aunque raramente la demostraba en publico. Es más, estaba convencido que Dios lo había salvado del intento de asesinato el 30 de marzo de 1981 para que pudiera completer su tarea de derrotar a la URSS—por eso lo había salvado. También se debe mencionar un accidente: la explosion del reactor nuclear de Chernobyl en Ucrania en 1986. Sus consecuencias políticas fueron extraordinariamente dañinas para la URSS. No solo porque el régimen trató de encubrir el desastre (la nube nuclear se extendió a partes de Europa), sino porque se demostró una vez más la incapacidad del sistema y sirvió para minar aún más la confianza de Gorbachev en el futuro de la URSS.
Finalmente, el el plano económico, el “apretón” más grande fue con la cooperación del Rey Fahd de Arabia Saudita para bajar el precio del petróleo en el mercado mundial. Combinado con el enorme gasto militar adicional ordenado por Gorbachev en sus primeros meses para tratar de competir con EEUU, la pérdida de divisas por el bajo preció del petróleo, la mayor fuente de ingresos de la URSS, convenció a Gorbachev que era imposible continuar. Es más, Reagan se lo dijo en su cara en la primera reunión en Ginebra en noviembre de 1985. “Ustedes no pueden ganar la carrera armamentista; no hay manera que puedan ganar”. Gorbachev lo consideró arrogancia—pero sabía que era la verdad. El alto funcionario del Departamento de Defensa Richard Perle admitió en una entrevista en el 2001 que “ciertamente era una guerra económica, aunque no lo podíamos admitir”. Pero las sanciones económicas que a través de los ocho años de su administración Reagan impuso contra la URSS fueron contínuas, sin tregua, desde casi el primer dia, y en verdad, el “Imperio del Mal” no pudo competir en ningún plano. En buena parte como resultado del Expediente Despedida, las transacciones comerciales entre Europa y la URSS también fueron recortadas drásticamente. Es bien conocido la frase que se le atribuye a Lenin, pero puede ser de Marx que ”los capitalistas nos venderán las sogas conque los colgaremos a todos”. Durante los años del detente, esto era lo que sucedía y Reagan mayormente le puso fin a ese comercio. Los europeos, incluyendo su gran aliada Margaret Thatcher de Gran Bretaña, protestaron vehementemente. Miembros de su gabinete también. El Secretario Haig lo hizo de manera tan indiscreta que fue obligado a renunciar. El nuevo Secretario de Estado George Schultz, un prestigioso economista que al principio no creía mucho en las ideas de Reagan, también protestó, pero en privado y pronto acepto la decisión del presidente, quien simplemente declaró: “Ya se les pasará el ataque de histeria”. Así fue. La voluntad de Reagan era irresistible.
Como se dice en ingles, el End Game (Final del Juego) de la Guerra Fría se produjo en Reykjavik durante la reunión “Cumbre” entre Reagan y Gorbachev entre octubre 10 y 11 del 1986. Gorbachev llegó con un plan extraordinariamente audaz: nada menos que eliminar todas las armas nucleares de ambos bandos. Esto tomó completamente por sorpresa a la delegación americana. Pero ese era el sueño de Ronald Reagan desde joven: terminar de una vez por todas con la amenaza de una guerra nuclear. Sin embargo, Gorbachev tenía una condición que para Reagan era imposible aceptar: eliminar también el programa de SDI. Tanto le temían a los potenciales resultados de ese programa los dirigentes soviéticos que Gorbachev y sus colegas creían firmemente que esa era la única manera de que la URSS sobreviviera económicamente. Pero Reagan, una vez más, se mantuvo firme y no cedió. Fue una de sus decisiones más difíciles y quizás personalmente la más amarga. Las críticas, no solo de la Izquierda americana, sino hasta de algunos prominentes conservadores como William Buckley, el editor de la revista National Review y uno de los fundadores del Movimiento Conservador Moderno en EEUU en 1960, fueron casi universales. Pero poco más de un año después, en diciembre de 1987, Gorbachev firmó en Washington el único tratado que físicamente eliminó toda una clase de armamentos nucleares: todos los cohetes de medio alcance en Europa fueron destruídos, cuatro veces más cohetes soviéticos que americanos. Reagan otra vez había ganado por su firmeza y su voluntad de hierro.
La Guerra Fría, según muchos de los principales líderes políticos y militares soviéticos como el Ministro Gromyko y el Embajador en EEUU Anatoly Dobrynin, y el Mariscal Akhromeyev (quien acompañó a Gorbachev en Reykjavik y lo convenció de que aceptara el tratado eliminando los cohetes intermedios), se ganó debido a la reunión en Reykjavik. El mismo Gorbachev, en un hablando ante el Politburo dias antes de viajar a Reikjavik en octubre de 1986, así lo puso: Si no llegamos a un acuerdo, seremos llevados [por SDI] a una carrera armamentista que perderemos, porque estamos al límite de nuestra capacidad. Que discuta la Izquierda Eterna con Gorbachev. Para la historia, está bien claro como y por qué se terminó la Guerra Fría y quien fue el mayor responsable por ganarla. Se terminaría oficialmente algún tiempo después durante la presidencia de George Busg padre, pero en Islandia, en octubre de 1987, Gorbachev de hecho se rindió. Al final, Reagan, quien nunca reclamó ningún crédito por ganar la Guerra Fría, lo puso mejor que nadie. En su discurso de despedida el 11 de enero de 1989, sus palabras finales fueron: “Tratamos de cambiar una nación y terminamos cambiando al mundo”. Dos años después, entregando la Medalla de la Libertad a Mikhail Gorbachev en la Biblioteca presidencial Reagan, dijo: Es verdad que la Guerra Fría terminó. La libertad ganó, como siempre supimos que sería”.
Todo lo escrito en este ensayo ahora se puede comprobar; toda la evidencia ya se ha publicado. Pero mi información viene también de cientos de libros y artículos leídos y estudiados en una vida, sobre todo desde mediados de los 1980s. Hay varias fuentes importantes, sin embargo, que deben ser especialmente identificadas. Sobre el mecanismo de la Mano Muerta, el gran libro con ese título, The Dead Hand, de David Hoffman, publicado en el 2009, es el mejor y es esencial también para conocer los planes de guerra biológica de la URSS que quizás todavía existan ahora bajo Putin. Otro libro escrito por el Coronel soviético que fue el segundo jefe de Biopreparat, el organismo soviético encargado del programa de armas biológicas en sus últimos cuatro años, del 1988 al 1992, Ken Alibek, titulado Biohazard (1999) es sumamente importante—y escalofriante. Sobre el Expediente Despedida, el mejor libro es Farewell: The Greatest Spy Story of the Twentieth Century, de Sergei Kostin y Eric Raynaud (2009), pero es muy informativo leer el corto panfleto escrito por el propio Gus Weiss, The Farewell Dossier: Duping the Soviets (2007). Weiss describe no lo que fue la operación soviética, sino la contra operación americana dirigida por el, que fue tan instrumental en traer la Guerra Fría a su fin mucho más rápido. Pero quien quiera conocer lo máximo sobre la Guerra Fría, su historia desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1991—y después—debe leer The Fifty Year Wound: How America’s Cold War Victory Shapes Our World, de Derek Leebaert (2002). En mi opinión, este es el mejor libro sobre la Guerra Fría, el definitivo. Y sobre la guerra de Reagan contra el comunismo internacional, mi favorito es The Crusader, de Paul Kengor (2007).