El presidente imperial en la Isla Potemkin.
Cuando en 1787, Catalina II de Rusia (“la Grande”) decidió visitar a Ucrania y Crimea en compañía del emperador de Austria, José de Habsburgo-Lorena, y otros diplomáticos, se dice que quedó muy satisfecha. Uno de sus amantes (rumorado ser su preferido), el mariscal Gregorio Potemkin, se le acredita haber ingeniado una obra escénica formidable compuesta de la elaboración de aldeas ficticias y transportables. La idea era ocultar la miseria existencial en el curso del viaje de la zarina y su comitiva por las orillas del Río Dniéper. Pese al cuestionamiento por algunos detractores de la veracidad de los hechos o de los grados de la misma, lo indiscutible es que este acontecimiento sirvió para tipificar la tarea de falsear la verdad, visible e indeseada, por obra cosmética. Han sido muchos los imperios, gobiernos y las monarquías que han emulado sus versiones de las “aldeas de Potemkin”. Nadie, sin embargo, ha llegado a perfeccionar este arte como las dictaduras comunistas y fascistas. Para un gran número de observadores informados, el viaje del Presidente Obama a Cuba, ha puesto al castrismo a correr con sus brochas y sus palos para pulir su acostumbrada versión de este invento de Potemkin.
Lo cierto es que para recibir Obama, la dictadura de La Habana no tendría que molestarse en preparar mucho. Después de todo, al gobernante norteamericano no le ha perturbado para nada, la manera abierta y transparente conque el despotismo caribeño ha intensificado sus hábitos represivos. La violación sistemática de los derechos humanos, la inexistencia de libertades básicas, la explotación laboral por parte de las empresas oficialistas y sus cómplices foráneos, nada de esto ha incomodado a Obama. ¿Es necesario tanto “show”? Claro que sí.
El propósito de lavar y ocultar la realidad en la Isla Potemkin, no se realiza para Obama, pero sí por la oportunidad que el viaje de Obama brinda y la urgencia de avanzar contra el reloj. El acercamiento entre los EE UU y Cuba comunista, reposa sobre condiciones fundamentales que un lado de la mesa de negociaciones impuso y la ausencia de ellas por la otra parte. El castrocomunismo logró mantener intacta lo más primordial de sus conminaciones: que se le aceptara su modelo político leninista y dictatorial como algo no-negociable. Los norteamericanos abandonaron este condicionamiento y muchos otros como la liberación de los presos políticos, un relajamiento en la norma represiva contra toda disidencia, etc. Esas son condiciones que responden a factores éticos y de solidaridad. Tampoco se materializó un acondicionamiento en materia que impactaría, directa y exclusivamente, los intereses de los estadounidenses como sería las exigencias de que se indemnice a sus ciudadanos por el robo masivo de propiedades valorado en siete a ocho mil millones de dólares, el retorno de fugitivos de la ley y al menos la devolución de parte del dinero lavado en Cuba por diferentes tipos de fraude. Nada exigido y nada logrado por parte de Washington.
Pese a ciertas similitudes, Cuba no ha recibido el mismo trato que Birmania por parte del presidente actual norteamericano. A pesar de la semejanza en lo de su estructura oligárquica militar de facto, el escudo ideológico del castrismo, ha direccionado el enfoque y las expectativas de Obama hacia Cuba y lo ha llevado a apuntar a otras aéreas del Oriente en su búsqueda del modelo de seguir para la isla caribeña: China y Vietnam. Eso es algo que encaja perfectamente bien con el despotismo cubano. Se dice mucho de la popularidad de Obama en Cuba, pero es en los círculos del poder donde más es querido.
Desde el principio, este “deshielo” ha tenido como fin primordial, enterrar el esqueleto que queda del embargo y fortalecer el cabildeo y la protección de los interés comerciales como ha sucedido con el comunismo asiático (China, Vietnam, Laos). Con Obama la dictadura cubana ha logrado lo que su ejército de espías, apologistas y depredadores oportunistas han sido incapaces de embolsar. Obama trituró unilateralmente, por fíat ejecutiva, las sanciones contra el régimen de los Castro. Lo concretó transgrediendo la noción democrática de la separación de poderes, probablemente violando la ley norteamericana e imitando, en principio, el modo operativo del Consejo de Estado cubano.
La restitución incondicional de las relaciones ha sido para poder ampliar el comercio entre los EE UU y las empresas dictatoriales, con créditos de bancos neoyorquinos. Las reglas del juego en operación ahora, no dan espacio para verlo de otra forma y permanecer fiel a la verdad, i. e., GAESA, el Artículo 18 de la legalidad dictatorial, Grupo Palco, et al. Toda esta realidad convierta en una burla la retórica publicitaria que esto es para empoderar al pueblo, en convertir en capitalistas a los llamados cuentapropistas, etc. Este curso traería dos cosas adicionales de gran importancia para la supervivencia del castrocomunismo. Establecería en los pasillos del Congreso estadounidense, la permanencia de un cabildeo mercantil potente y todos sabemos el peso (literal) que tienen los cabilderos sobre la política norteamericana. El otro dividendo seminal es la promoción de una cultura hegemónica en los EE UU afines a los objetivos de durabilidad de la dictadura caribeña. El régimen castrista entiende ser esta la mejor ruta para su legitimación perpetua. En adición a contar con la confabulación de la jefatura principal de la religión organizada, quien mejor para validar el modelo cubano dictatorial que la clase empresarial desaprensiva de los países democráticos y la cultura que todo eso produce.
El Presidente Barack Obama, en su discurso inaugural en 2009, le lanzó una oferta a los tiranos del mundo. “A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y el silenciamiento de la disidencia”, exclamó el cuadragésimo cuarto presidente estadounidense, “sepan que están en el lado equivocado de la historia pero que extenderemos una mano si están dispuestos a abrir el puño”. Esto ha sido otro embuste más de Obama. El tirano que manda en la casa que es Cuba, no sólo a mantenido su puño cerrado, sino procedió con mano de hierro a azotar con más crueldad y en mayor cuantía a cubanos desde que firmó ese pacto de amistad ignominioso con los EE UU. Obama, su práctica imperial y su comitiva de oportunistas amorales se acoplan nítidamente en la Isla Potemkin.
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, Miami | 19/03/2016 10:25 pm. Publicado en Cubaencuentro ©© Patria de Martí. Todos los derechos reservados.
🖋️Autor Julio M. Shiling
🖋️Autor Julio M. Shiling
Julio M. Shiling es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y director de los foros políticos y las publicaciones digitales, Patria de Martí y The CubanAmerican Voice y columnista. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) de Miami, Florida. Es miembro de The American Political Science Association (“La Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas”) y el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Sigue a Julio en:
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