Si la Revolución no hubiera triunfado
Si la Revolución no hubiera triunfado, quizás Mami se habría casado con otro hombre y yo no existiría, pero aún así habría valido la pena.
Si la Revolución no hubiera triunfado, Enma se habría casado con Bobby y existirían los hijos de Bobby y Enma, pero a Bobby lo fusilaron sólo porque era chofer de un patrullero.
Si la Revolución no hubiera triunfado, el taller de abuelo sería una fábrica, y los hijos de Mami con otro hombre habrían estudiado en la Universidad de Villanueva y ahora serían doctores, magnates o gente común que bebe un trago en otra Habana que seguiría siendo luminosa, como un pequeño París, con el Almendares limpio, con ricos y pobres que bailarían en los carnavales al ritmo de las orquestas.
Si la Revolución no hubiera triunfado, estaríamos todos, los vivos y los muertos, sobre la misma tierra, y los vivos visitarían a los muertos y les pondrían flores en sus tumbas.
Si la Revolución no hubiera triunfado, la calle Zanja estaría llena de mulatos chinos y mulatas achinadas que harían el mejor arroz frito del mundo. Y Bauta, el pueblo de mi madre, sería una ciudad dormitorio próspera, con edificios de 20 plantas y flamboyanes en las aceras.
Si la Revolución no hubiera triunfado, tendríamos una democracia tramposa y bullanguera, con crisis, problemas, escuelas, hospitales, carne de res y malanga para la mesa de los ricos y los pobres, y estos últimos no serían todos los cubanos, que ahora viven en una miseria extenuante.
Si la Revolución no hubiera triunfado, los negros habrían conseguido su lugar en una sociedad que respetaba el mérito, y los habría ricos y pobres, pero no estarían condenados a agradecer una igualdad que nunca recibieron.
Si la Revolución no hubiera triunfado, habrían pasado cosas, algunas de ellas malas, pero nunca como este mal que padecemos. Tanta miseria y tanta muerte serían improbables si la Revolución no hubiera triunfado.
Si la Revolución no hubiera existido, esta vida feliz, sobresaltada e imperfecta que vivo en Miami la podría vivir cualquier cubano, en cualquier pueblo o barrio.
Pero la puñetera Revolución triunfó, y nuestra historia ha estado marcada por ella y seguirá marcada por ella mucho tiempo más. Y cuando termine esa desgracia, debemos enseñar a nuestros hijos que las revoluciones son una mierda, que la justicia debe buscarse por otros caminos y que los mundos perfectos solo existen en los manuales del comunismo, que no es científico ni dialéctico sino una burda mentira que se apodera de las revoluciones y de la vida de los hombres. Así que no vengan con cuentos de hadas, ni revoluciones. La libertad es la única patria posible, hasta que el juicio de Dios nos otorgue un lugar mejor o peor en su reinado.
Autor: Eduardo Mesa, escritor y presidende del Observatorio de Derechos Humanos de Cuba (OCDH). Sigue a Eduardo en
@eduardomesaval