Otra vez el diálogo

Otra vez el dialogoOtra vez el diálogo

Cuando se habla de diálogo en el contexto de la política en Cuba y hacia Cuba, me acuerdo de mi amigo Juan Gil, alias El Brujo, que siempre me decía: “es imposible un diálogo con sordos”. Eran conversaciones que ocurrían en el monótono final de los ochenta, cuando la doctrina del diálogo con los comunistas era un lugar común en un ambiente de sórdida resignación ante la libertad perdida.

La derrota de la lucha armada nos condujo a estos vericuetos de exigencia sin poder alguno, salvo el paréntesis de Jorge Mas Canosa. Es el fantasma de la derrota quien aún nos persigue y reaparece según las estaciones del cambio político en Estados Unidos de América.

Con la reciente victoria del presidente Trump, los proxy del castrismo comienzan a agitar la palabra diálogo. Según ellos, el gobierno de Miguel Díaz-Canel está dispuesto a dialogar con la nueva administración. Adelantan la convicción de que los comunistas cubanos responderán con sobriedad porque tienen mucha experiencia lidiando con este tipo de políticas y, de paso, insisten en la idea de que repetir el esquema de medidas del primer gobierno de Trump solo contribuirá a debilitar la oposición interna y aumentar las penurias del pueblo. 

 

Lo cierto es que la designación de Marco Rubio para la Secretaría de Estado permite augurar lo peor para el delincuencial régimen de La Habana y el regreso de las medidas para reforzar el embargo parece inevitable. La clásica estrategia de provocar un éxodo masivo para aliviar las tensiones internas no tiene muchas posibilidades de éxito cuando una de las bases de victoria de Trump ha sido la preocupación por la inmigración ilegal y descontrolada.

La doctrina del diálogo con los comunistas cubanos perdió cualquier atisbo de credibilidad con el affaire Obama, ese intenso romance que no se tradujo en libertad política, religiosa o económica. El sólido apoyo de los votantes cubanoamericanos al presidente Trump parece indicar que cualquier entendimiento con su gobierno pasa por aceptar las condiciones que este imponga a los comunistas cubanos y no a la inversa, lo que en modo alguno supone la certeza de que este es el anhelado fin de esa tiranía.

Los proxys del castrismo comienzan a engrasar su nuevo y viejo relato ante cuatro años de incertidumbre, que es acaso la mayor preocupación de los mandamases de La Habana, más preparados para lidiar con certezas que con el inevitable desconcierto que provoca esta administración entre sus enemigos. En cualquier caso, la prioridad de los comunistas cubanos no es tratar su sordera que, según mi amigo Juanito Gil, El Brujo, es funcional, polivalente y crónica.

Eduardo MesaAutor: Eduardo Mesa, escritor y  presidende del Observatorio de Derechos Humanos de Cuba (OCDH). Sigue a Eduardo en 

@eduardomesaval 

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