Los desamores de algunos cubanos para con Donald Trump
En La Habana hay gente muy alarmada por la posibilidad real de que Donald Trump vuelva a ser presidente de los Estados Unidos. El asunto, cuando menos me desconcierta, agrego sospechas de filiación con los burócratas de cuello grueso que gobiernan en la Plaza de la Revolución. Esta gente causa pena.
Pero no puedo sentarme tranquilo a echarme el golazo oratorio de Milei desde Washington, rematando la cumbre de la Conferencia Política de Acción Conservadora, CPAC, después de la magistral asistencia que le hiciera ayer Bukele, al mejor estilo de Messi, si tuviéramos el milagro de verlo a Cristiano en el mismo juego frente a la puerta.
Estamos hablando de dos presidentes a la vanguardia del pensamiento político del planeta, más uno cuya presencia flota en el aire hasta el punto de que es innecesario remarcar su nombre.
Nunca olvido las vísperas de las elecciones en los Estados Unidos-2020-, expectativa mundial de una contienda reñida como nunca lo fuera, entre demócratas y republicanos.
En la Plaza donde Fidel Castro hizo y deshizo, hasta dejar un país en ruinas y morirse sin importarle un pito la suerte de los vivos, los pequeños testículos del presidente puesto a dedo por Raúl Castro, el señorito Díaz Canel, no le dejaban respirar, atravesados en su garganta, tan solo de pensar en la posible reelección del pelirrojo.
Se sintió el alivio a más de 90 millas, el resuello de quien se alza trabajosamente desde la lona, cuando se supo que el viejito buena gente de Biden había ganado.
La foto que acompaña esta breve crónica fue tomada por quien escribe esa mañana de caravana libertaria en Miami, plena calle ocho, con el Brickel City Centre de fondo.
Era el resumen de lo que Donald Trump significaba para los dictadores, especialmente el de La Habana. El loco, el maleducado, el tramposo, "el impredecible" le llamó recientemente el dictador de dictadores Putin, había llegado al tope impensable de buscarse una bronca con la Unión Europea por los cubanos, firmando lo inimaginable, el Capítulo III de la Helms-Burton, iniciativa para la democracia en Cuba, ley que sujeta a los presidentes norteamericanos, no importa sus personales intenciones, impidiéndoles pasarse de rosca en cuanto a tenderle la mano a Castro y sus herederos.
La ley salvó lo poco de oposición viva al castrismo en la Isla, cuando Obama estuvo dispuesto a darlo todo por pasar a la historia no importa a cambio de que los hermanos Castro le exigieran.
Ni siquiera el Vaquero Bush, después del 11 de septiembre, se atrevió a darle vida al capítulo tercero, porque supone la extraterritorialidad de la Ley, es decir, aplicarles a las compañías europeas, por ejemplo, Meliá, el justo castigo por compartir con el Estado cubano la explotación insana, indigna, de los trabajadores cubanos, cuyo salario se lo apropia el gobierno en Euros, cambiados en mínima proporción por míseros pesos devaluados al bolsillo de los empleados.
Ahora resulta que en Cuba hay gente preocupada porque según una narrativa al mejor estilo Netflix, cuando Trump llegue a la Casa Blanca, copiando a los dictadores cubanos Fulgencio Batista o Fidel Castro, Washington despertará con tanques en la calle, los magistrados de la corte suprema serán enviados a casa, el capitolio se convertirá en museo mientras que en un rincón remoto de Arlington el Che Guevara renacerá para ordenar ejecuciones.
Al fin y al cabo, Donald Trump no gobierna en Cuba. Estos desacuerdos con Trump apestan al mal aliento de la policía de seguridad del Estado en la Isla cárcel.
Sería mejor dejar que los americanos resuelvan entre ellos su dilema electoral, que los cubanos nos ocupemos de nuestros presos políticos, de nuestro hambre, de nuestra falta de libertad para decidir al menos entre un comunista educado y un pelirrojo atrevido, pero con certificado de nacimiento registrado en Cuba.
Vicente Morín Aguado. Periodista independiente cubano, profesor de historia y filosofia, colaborador de los medios digitales Havana Times, Diario de
Autor Vicente Morín Aguado. Periodista independiente cubano, profesor de historia y filosofia, colaborador de los medios digitales Havana Times, Diario de Cuba, Cubanet, Palabra Nueva y otros medios. Actualmente vive en los Estados Unidos.