El triunfo definitivo de Guillermo Lasso y el adiós al Correato en Ecuador.
Lasso podrá dormir muy tranquilo porque no intentará fomentar la persecución, ni alentará a la división y polarización política de un país que atraviesa la peor crisis de su historia: una pésima situación económica engrandecida por los terribles estragos de una pandemia incontrolable que ha causado más de 17.000 muertos en los últimos meses.
Santa Cruz de Tenerife. España.- ¡Lasso vencedor! Es lo que miles de ecuatorianos exclaman por doquier. Guillermo Lasso, por la alianza de centroderecha CREO-Partido Social Cristiano, merece esta oportunidad. Es la tercera vez que se presenta como candidato a la presidencia de Ecuador, algo que ayer, domingo 11 de abril, logró conseguir al obtener el 52.51% de los sufragios frente al 47.49% de su oponente, Andrés Arauz, representante del Movimiento Unión por la Esperanza (Unes), de tendencia izquierdista y de definida postura procorreísta.
Vale recordar que este no es su primer triunfo. Hace cuatro años el correísmo le arrebató su victoria, hecho que tal vez muchos no recuerden; pero para los que seguimos muy de cerca el acontecer político de Latinoamérica no nos resulta para nada un lejano acontecimiento, sino una paradigmática muestra de lo que es capaz de hacer la extrema izquierda en sus ansias por mantenerse en el poder. El megafraude de abril de 2017 es imposible sepultarlo en el olvido, algo que el nuevo presidente de la nación andina sabe muy bien, toda vez que lo vivió muy de cerca. Eran los tiempos de Rafael Correa con su proyecto de Revolución Ciudadana. Un puñado de votos escondidos o falseados era poco al lado de tantas trampas e intrigas, de terribles persecuciones, del aislamiento y el ostracismo y de la corrupción al por mayor.
Pero dejando a un lado las cosas del pasado – aunque un hecho como este es imposible obviar– analicemos algunos aspectos de interés en relación con las actuales circunstancias que llevaron a Lasso a su merecido triunfo.
Ecuador se ha mantenido demasiado polarizado. Por un lado los correístas, que no acaban de aceptar que el Socialismo del siglo XXI no es más que un remanente carente de sentido en el ámbito político ecuatoriano, y por otro lado los opositores de la maléfica tendencia izquierdista, cuyo representante máximo durante una década fue el bandido Rafael Correa, actualmente prófugo de la justicia de esta nación. Los enfrentamientos constantes entre estas dos tendencias han estado presentes desde los infaustos tiempos de la llamada
Revolución Ciudadana – al estilo de la Revolución Bolivariana Chavista– hasta el presente, y dudo que se puedan disipar en los próximos años.
La influencia de Rafael Correa con su estilo tan sui generis, mezcla de populismo barato con impregnación de aires de narcisismo y delirio de grandeza, con una fuerte persecución hacia todo lo que se apartara de su controversial versión del socialismo de nuevo tipo, ha sido demasiado fuerte como para poder dejarla a un lado para siempre: la sombra espectral del Socialismo del siglo XXI seguirá entre los ecuatorianos por mucho tiempo.
No obstante, en la nación andina no todos pudieron ser manipulados y adoctrinados, amén de aquellos que saben y pueden pensar. De ahí que siempre hubo, a diferencia de otros países de la región, un fuerte movimiento opositor que salía a las calles enfrentándose a las drásticas órdenes de Rafael Correa, que incluían la desmedida persecución a los medios de prensa, los secuestros a opositores, y hasta la agresión armada contra comunidades indígenas de la amazonia ecuatoriana.
Esta oposición que jamás se ha debilitado ha garantizado la victoria de Guillermo Lasso, una victoria épica, como acaba de afirmarse en un prestigioso diario español, y también una victoria para la historia de América Latina, como considera quien redacta este comentario, algo que no hago desde la distancia, toda vez que viví en Ecuador, recorrí todo el país y conocí in situ las peculiaridades de la política de este país.
Otro punto importante a considerar en un análisis del reciente triunfo de Lasso es el relacionado con la existencia de un balotaje o segunda vuelta electoral para estos comicios. Andrés Arauz, el correísta, fue el vencedor en una primera vuelta, y aunque no me gusta reafirmarlo, he de reconocer que su ventaja fue amplia respecto a Guillermo Lasso, aunque no lo suficiente para poder alzarse con la victoria en primera vuelta. De modo que la existencia de una segunda vuelta, según lo exige la ley ecuatoriana cuando alguno de los candidatos a la presidencia no logra obtener más del 50% de los votos escrutados, contribuyó al debilitamiento de los simpatizantes y defensores del correísmo.
La gran campaña de Guillermo Lasso, muy bien asesorado, amén de sus excelentes propuestas para su futuro gobierno fueron elementos cruciales que facilitaron su triunfo; mientras que la siempre presente sombra del correísmo en la campaña de Andrés Arauz lo debilitó sobremanera, aún cuando trató de apartarse de esta influencia en su campaña para el balotaje.
La proximidad porcentual de votos entre Guillermo Lasso y Yaku Pérez, representante de los movimientos indígenas, propició fuertes y contradictorios debates para definir cuál de los dos candidatos a la presidencia – Arauz no admitía discusión por su ventaja sobre sus rivales– pasaría a la segunda vuelta electoral. Las desatinadas determinaciones del encolerizado Yaku
Pérez, aferrado a la idea de un fraude que jamás pudo demostrar, respecto al voto nulo como muestra de la inconformidad por su derrota frente a Lasso, lejos de contribuir a perjudicar a este último, lo beneficiaron.
Los indígenas, que en el caso de Ecuador constituyen varias comunidades con gran fuerza política, tuvieron la oportunidad de seguir a Pérez con su disparatada idea del voto nulo o pronunciarse a favor de Lasso, aún cuando su líder es su rival. El voto de los indígenas no ha sido en sí por Lasso, sino contra el correísmo, por cuanto siempre definieron su radical distanciamiento con Arauz ante el peligro inminente de lo que representaría para su patria el restablecimiento del Socialismo del siglo XXI.
Otro elemento a considerar en la victoria de Lasso es lo acertado de su programa de propuesta durante su campaña, según el político Jaime Nebot, muy preciso, certero y aplicable en el orden práctico, esto es, sin divagaciones enajenadas que luego quedarán en el plano ideal. Propuestas de trabajo, como la generación de, al menos, un millón de empleos productivos; la reducción de tasas de intereses mediante el ingreso de la banca internacional al Ecuador; eliminación de impuestos al 2% a las ventas de los pequeños negocios y del impuesto de salida de divisas; así como otras tantas relacionadas con la educación, los servicios sociales, la contratación, la calidad de la enseñanza superior, etc., resultan atractivas para un país que sufre las consecuencias de una gran crisis económica.
Finalmente, y no por esto de menor importancia, es el apoyo de Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, la segunda ciudad de importancia del país, después de Quito, quien determinó entrar en alianza junto a CREO (Creando oportunidades) con el Partido Social Cristiano. Nebot, de sobrada reputación en la vida social y política de Ecuador, es un firme anticorreísta que logró sobrevivir en medio de la terrible persecución de la etapa anterior a Lenín Moreno. Su firmeza y su simpatía popular contribuyeron de manera decisiva a la victoria de Lasso, para quien pidió una oportunidad de servir al Ecuador.
Y es justamente el servicio lo que caracterizará esta nueva etapa presidencial de la nación andina. Según Lasso podrá dormir muy tranquilo porque no intentará fomentar la persecución, ni alentará a la división y polarización política de un país que atraviesa la peor crisis de su historia: una pésima situación económica engrandecida por los terribles estragos de una pandemia incontrolable que ha causado más de 17.000 muertos en los últimos meses.
Este domingo los 13 millones de ecuatorianos que acudieron a las urnas tuvieron la oportunidad de elegir no solo a Guillermo Lasso o a Andrés Arauz, sino de definir el retorno del Socialismo del siglo XXI impulsado por el correato con su proyecto de Revolución Ciudadana o de impedirlo, al menos por un buen tiempo.
Por suerte, el 52.51% de los participantes quiso detener la maléfica influencia de las tendencias comunistas en la tierra de Eloy Alfaro, lo que beneficia directamente a Ecuador, y también a Latinoamérica, región donde ha reemergido el “socialismo” en naciones como Argentina, y recientemente en Bolivia.
Suerte a Guillermo Lasso, amén de una merecida felicitación por el don de la paciencia y por su triunfo definitivo que lo conduce a la presidencia del país.
¡Esta es su gran oportunidad!