La necesidad de desmontar el comunismo: caso Bielorrusia, así es la última dictadura marxista europea, en manos de un admirador de Stalin. El país no ha tenido elecciones libres y limpias desde las celebradas en 1994.
Tras las elecciones de ayer en Bielorrusia, una vez más caracterizadas por el masivo fraude electoral, se están callando muchas cosas sobre ese país en los medios.
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Muchos medios califican a Bielorrusia, acertadamente, como la última dictadura de Europa, pero se olvidan de indicar la ideología de ese régimen. Entre los medios españoles sólo he encontrado a unos pocos que lo digan. Por eso me animo a escribir este artículo: para arrojar un poco de luz sobre la realidad de se país.

Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, luciendo el uniforme del Ejército de ese país. Ha gobernado desde 1994 recurriendo sistemáticamente al fraude electoral, al control estatal de los medios y a una fuerte restricción de las libertades, lo que convierte de hecho a Bielorrusia en la última dictadura comunista de Europa (Foto: Nikolai Petrov / AP).
La recuperación de la independencia de Bielorrusia en 1991
La primera vez que Bielorrusia apareció en los mapas como un país independiente fue en 1918, antes de terminar la Primera Guerra Mundial y unas semanas después del Tratado de Brest-Litovsk, por el cual la Rusia bolchevique firmó una humillante paz ante Alemania. Esa primera república de Bielorrusia, en realidad un estado títere de Alemania, no duró ni un año: nada más retirarse el Ejército alemán de su suelo en diciembre de 1918, tras su derrota en la Gran Guerra, los bolcheviques invadieron el país, incorporándolo a la URSS. Bielorrusia no volvería a ser un país independiente hasta 1991, tras la caída de la Unión Soviética. Ese mismo año, sólo un miembro de su Sóviet Supremo se opuso a la independencia: Aleksandr Lukashenko.
El ascenso de Lukashenko al poder y su recurso a fraudes electorales
El primer presidente de Bielorrusia tras la independencia fue Stanislav Shushkévich. A pesar de ser un antiguo miembro del Partido Comunista, intentó occidentalizar el país y apartarlo de su pasado comunista. En 1993 Lukashenko, entonces presidente de la comisión anticorrupción del Parlamento bielorrusio, acusó a Shushkévich de corrupción y de acercamiento a Occidente, y promovió una moción de censura.

En enero de 1994 se celebraron unas elecciones en las que Lukashenko ganó con el 45% de los votos. Fueron las últimas elecciones libres y no fraudulentas que hubo en el país. Desde entonces, Lukashenko se ha mantenido en el poder amañando procesos electorales, en los que obtiene unas mayorías exageradas: 77,4% en 2001, 84,4% en 2006, 80,44% en 2010 y 84,14% en 2015. En las elecciones de ayer las encuestas a pie de urna le otorgan un 79,7%. En las elecciones parlamentarias viene ocurriendo algo parecido. Desde las elecciones de 2019, de los 110 diputados electos, 90 son independientes afines a Lukashenko.
El estalinista Partido Comunista de Bielorrusia, apoyo parlamentario de Lukashenko
Al margen de esos independientes, en todas las elecciones celebradas desde 1995 la formación con más diputados ha sido el Partido Comunista de Bielorrusia, una organización estalinista afín a Lukashenko. Actualmente tiene 8 diputados. Hay también algunos partidos minoritarios que son puramente títeres del Gobierno. La única teórica oposición es un solo diputado del Partido Liberal Democrático, una formación nacionalista similar a su homóloga rusa -presidida por Vladimir Zhirinovsky- y que también apoya a Lukashenko. Así pues, en el Parlamento bielorruso no hay una oposición real. Eso se debe a que en las elecciones del país no se permite la participación de observadores independientes, y los comités electorales que cuentan los votos están controlados por el Gobierno.

Manifestantes de la oposición en Bielorrusia protestando contra el fraude electoral de ayer. La oposición sigue usando la bandera nacional blanca, roja y blanca de 1918, recuperada en 1991 y eliminada por Lukashenko en 1995. Hoy la bandera de 1918 se ha convertido en un símbolo de libertad para muchos bielorrusos (Foto: Marina Serebryakova / Efe).
Un país con sus medios de comunicación controlados por el Estado
Por otra parte, los partidos de la oposición no lo tienen fácil para darse a conocer. Los principales medios del país están en manos del Estado. Los medios afines a la oposición son minoritarios y tienen muchos problemas para sobrevivir, pues necesitan una licencia que concede el Gobierno -de forma totalmente caprichosa- para poder existir. El principal periódico opositor, la Belorusskaya Delovaya Gazeta, fue clausurado por el Gobierno en 2006. La amplia mayoría de canales de televisión están controlados por el Estado. Además, los medios digitales también necesitan licencia para funcionar y si no la tienen son bloqueados por el Estado. Como ha denunciado Freedom House, en Bielorrusia no hay independencia judicial (los jueces están controlados por Lukashenko), los medios de comunicación pueden ser multados por el mero hecho de denunciar casos de corrupción o por ser acusados por el Gobierno de difundir el “extremismo”, y el derecho de manifestación está fuertemente restringido.
Los presos políticos bielorrusos y la represión de la oposición en el país
Según informó la ONG bielorrusia Viasna, en julio de este año había 24 prisioneros políticos en las cárceles del país. Además, durante ese mes, 420 personas fueron detenidas por participar en manifestaciones pacíficas. Uno de los detenidos fue el líder opositor Viktar Babaryka, el que Lukashenko acusó primero -falsamente- de evasión de impuestos, y después de estar organizando un golpe de Estado como parte de una conspiración extranjera. Esa detención y las falsas acusaciones lanzadas contra el detenido provocaron protestas en todo el país. El 28 de julio, 50 personas fueron detenidas por el KGB por limitarse a firmar peticiones de libertad para Babaryka.

Un gran museo de la era soviética que conserva incluso el KGB
Bielorrusia es como un museo de la era soviética. El Estado ha seguido aplicando una economía planificada, que el Gobierno llama “socialismo de mercado”. La mayoría de las empresas están en manos del Estado, y el país tiene una fuerza dependencia económica de Rusia. Curiosamente, la policía política bielorrusa se sigue llamando KGB, como en la URSS: incluso su emblema es una imitación del emblema del KGB soviético. En 1991, tras la independencia, se recuperó la bandera blanca, roja y blanca usada en 1918, pero en 1995 Lukashenko organizó un referéndum (también amañado) para recuperar la bandera de la República Socialista Soviética de Bielorrusia: se limitó a quitarle la hoz y el martillo. También se recuperó el escudo de la era soviética, estrella roja incluida, sustituyendo la hoz y el martillo por un mapa del país.

Agentes del KGB bielorruso. La politíca política del país conserva la denominación usada por el mismo servicio en la era soviética (Foto: Sputnik News).
Lukashenko, admirador declarado de los dictadores comunistas Lenin y Stalin
Como buen nostálgico de la época comunista, Lukashenko ha declarado su admiración por los dictadores comunistas Lenin y Stalin: “Me queda mucho que andar para alcanzarles”, dijo en 2012. A diferencia de lo ocurrido en otros países que estuvieron sometidos a dictaduras comunistas, en los que han derribado las estatuas del dictador, en Minsk, la capital de Bielorrusia, sigue habiendo una estatua de Lenin y se alza ante la sede del Gobierno. Actualmente, 38 ciudades bielorrusas mantienen monumentos dedicados a ese sanguinario dictador. En este sentido Bielorrusia sólo es superada por Rusia, donde sigue habiendo monumentos a Lenin en 52 ciudades.

El derribo de las cruces que recordaban a las víctimas del estalinismo en Kuropaty
Paralelamente a su exaltación de los criminales tiranos de la Unión Soviética, el Gobierno de Lukashenko está empeñado en ocultar los crímenes del comunismo. A modo de ejemplo, en abril del año pasado el Gobierno de Lukashenko ordenó derribar 70 cruces que recordaban a las víctimas del estalinismo en el bosque de Kuropaty, cerca de Minsk, donde decenas de miles de personas fueron asesinadas por los comunistas y enterradas en fosas comunes entre 1937 y 1941.
En julio de 2016, en un encuentro con Gennadiy Zyuganov, presidente del Partido Comunista de la Federación Rusa (una organización de nostálgicos del estalinismo), Lukashenko lamentó la caída de la URSS: “Hemos perdido un país, pero lo más horrible es que hemos perdido un sistema que había tardado décadas en construir y que no tenía rival en ningún lugar del mundo”. El sistema al que se refería era una brutal dictadura que mató a millones de personas durante más de 70 años.

Bielorrusos rezando en recuerdo de las víctimas de las masacres estalinistas en el bosque de Kuropaty, en medio de las cruces que recordaban a los asesinados, cruces que la dictadura de Lukashenko ordenó derribar en abril de 2019 (Foto: AFP).
Bielorrusia, aliada con dictaduras y apoyada por la extrema izquierda
A la vista del carácter del régimen de Lukashenko, a nadie le extrañará saber que entre los aliados internacionales de Bielorrusia están Irán, China, Cuba, Venezuela y Siria. Teniendo en cuenta la ideología de la dictadura de Lukashenko, no es extraño observar el apoyo exterior de organizaciones de extrema izquierda a ese régimen. Sin ir más lejos, hace un mes salió en defensa de Bielorrusa la coalición comunista española Izquierda Unida durante un debate sobre ese país en el Parlamento Europeo: