Big Floyd y el verdadero rostro de las protestas: El comunismo internacional y la izquierda continental estan pagando a los manifestantes para cometer actos vandálicos y terroríficos para destruir los EEUU.
Santa Cruz de Tenerife. España.- No pretendo tomar partido en una situación tan compleja, y a la vez triste, como es la muerte de alguien, cualquiera que sea su condición, e independientemente de su origen étnico, su raza, su ideología, sus preferencias sexuales, su credo, y otras tantas cosas que nos pueden diferenciar a unos de otros, aunque esencialmente, y más allá de cualquier diferencia aparente seamos idénticos, o al menos, así lo enseñan algunos sistemas filosóficos que han insistido en la identidad fundamental de todas las almas, y más allá de cualquier precepto filosófico o ético, la ciencia actual nos demuestra mediante sus sendas investigaciones sobre el ADN lo cerca que estamos unos de otros.
De ahí que mi intención con este comentario sea hacer referencia a algunos aspectos que llaman sobremanera mi atención en relación con la serie secuencial de acontecimientos que han tenido lugar – y que, lamentablemente, siguen ocurriendo cada día– a partir de la muerte de George Perry Floyd Jr. (Big Floyd) toda vez que les corresponde a las autoridades judiciales y penales de los Estados Unidos de América, y no a otros, ocuparse de dilucidar los motivos y consecuencias de su muerte; algo que de inmediato se hizo al detener a los policías involucrados en el acto.
En primer lugar, creo que existe una sobredimensión de algo que frecuentemente tiene lugar en cualquier parte del mundo. Solo que ocurrió en Estados Unidos de América, y además se trata de la muerte de un hombre afroamericano por parte de un policía de raza blanca. Suficiente para crear un conflicto más allá del asunto propiamente dicho, sin que por esto se me malinterprete acerca de una posible complicidad con lo que no debió suceder.
Tal vez si hubiera sido de otro modo, esto es, el policía afroamericano, y el hombre muerto por asfixia provocada, blanco, no hubiera tenido una trascendencia mayor que la destitución del guardia con la consiguiente apertura de investigación y sentencia ulterior, alguna nota de prensa, y cualquier reportaje por los medios nacionales de la televisión. Sin embargo, tratándose de un hombre de la raza negra, se ha querido ver como un asunto de carácter antiracial, algo de lo que ciertos movimientos sociales y políticos, amén de multitudes de medios, han hecho un verdadero show.
En segundo lugar, creo que los medios de prensa y las llamadas redes sociales –tan de moda por estos tiempos– están enfocando el asunto de una forma demasiado mediática. Todos se refieren a la manera despiadada utilizada por el policía para derrotar a su adversario hasta llevarlo a la muerte; pero nadie
hace referencia, y ni siquiera se cuestionan qué pudo estar haciendo la víctima para provocar semejante reacción en el policía estadounidense. Ahora llegan a mi mente las múltiples imágenes que han aparecido por estos días en las que múltiples manifestantes se burlan, y agreden tanto verbal como físicamente a los encargados de mantener el orden en la sociedad estadounidense.
Téngase presente que cada día cientos de policías en cualquier parte del mundo son agredidos violentamente por parte de delincuentes a los que deben enfrentar en el cumplimiento de su deber, llegando a la violencia extrema en muchos casos y a la muerte en manos de aquellos de violentando las leyes sociales se enfrentan a las autoridades; algo de lo que apenas se dice nada. Sencillamente, murió un policía en cumplimiento de su deber, y a los pocos días apenas se les recuerda.
Se están publicando imágenes de policías que persiguen y disparan a hombres negros en las calles, y otras de vigilantes de cárceles que golpean a prisioneros. Sin embargo, no se comenta acerca del porqué la policía está persiguiendo al hombre negro – que no está huyendo por gusto–, ni de los delitos criminales de los prisioneros. La intención es desacreditar al cuerpo policial de una nación que hoy día tiene muchos adversarios y que quieren verla destruida.
Recordemos que Floyd fue condenado por robo a mano armada en 2007, aceptando luego, en 2009, un acuerdo de culpabilidad por cinco años de prisión, sin que dejemos de un lado otros antecedentes delictivos relacionados con la droga por los que pasó casi una década entre arrestos y encarcelamientos, así como sus vínculos con la pornografía, y los movimientos de raperos y de hip hop, y su activismo dentro de Screwed Up Click al sur de Houston, cuyos integrantes en su mayoría han cometido delitos y han estado en prisión. De ahí que la imagen de héroe que se intenta ofrecer por estos días al mundo debe ser reinterpretada en su real dimensión: al César lo que es del César; pero cuando no se trata de un César, no ofrecer lo que sea para el César.
En tercer lugar merece la pena comentar que a raíz del hecho comenzaron las protestas, acciones supuestamente espontáneas por parte de las comunidades de afroamericanos, las que en Estados Unidos son numerosas ante la inmensidad de personas de la raza negra que viven en este país. El racismo está en todas partes del mundo, no es un fenómeno exclusivo de la "sociedad norteamericana" como quieren hacer creer los eternos adversarios del gobierno estadounidense.
Aun en las sociedades en las que existe una aparente plena igualdad entre blancos y negros, la no aceptación, y a veces el desprecio hacia individuos de la raza negra, o de otras etnias o grupos sociales como los indígenas de Suramérica, los nativos estadounidenses, esquimales, chinos, etc., es algo que
ha quedado demasiado arraigado como consecuencia de siglos de esclavitud, y otras formas discriminatorias; algo que merece un profundo análisis antropológico más allá del contexto de estos breves apuntes.
Otro punto que merece comentarse en relación con los sucesos de estos días en Estados Unidos es el hecho del verdadero rostro de las protestas. ¿Cuál es el objetivo real de los manifestantes? Si tuvieran buenas intenciones hubieran salido en una marcha pacífica con pancartas, carteles, gritando consignas, etc. pero todo de manera pacífica. Sin embargo, y como todos deben saber, excepto en aquellos países donde las noticias se ofrecen de manera tergiversada y mostrando solo la parte que les conviene, la realidad es otra.
Cientos de delincuentes, en su mayoría afroamericanos, han tomado las calles de varias ciudades norteamericanas cometiendo acciones delictivas y vandálicas. Los siniestros asaltos a comercios y mercados se han convertido en cosas rutinarias, amén de la destrucción de coches policiales y el enfrentamiento a la policía estadounidense. No obstante, algunos intentan destacar en los medios de prensa que existe un "incremento de la violencia policial racista contra afroamericanos, acoso y maltratos a emigrantes, incluyendo a niños", con lo que se consigue tocar la fibra de la sensibilidad a las multitudes – que actúan movidas por sentimientos emotivos y no conducidos por el análisis reflexivo de la mente–, lo que ha desencadenado el “entusiasmo” de los manifestantes por doquier.
No se trata de un incremento de la violencia policial de manera racista, sino de la necesaria y urgente respuesta de las fuerzas policiales a los vandálicos y terroristas actos que están llevando a efecto centenares de personas, en su mayoría, afroamericanos y emigrados, algo que los medios oficialistas de naciones como Cuba y Venezuela quieren ocultar. ¿Cómo es posible que se involucre a niños en estos hechos? La única manera es porque los padres en una actitud irresponsable los llevan a las supuestas manifestaciones, devenidas en acciones terroristas.
Hemos de considerar la activa participación del movimiento Antifa, autodenominados como antifascistas, grupo terrorista de extrema izquierda cuyos objetivos han de ser alcanzados mediante acciones violentas, y quienes, sin duda, han jugado un papel determinante en los disturbios de estos días. Las acciones destructivas a los pequeños comercios así lo sugieren. Téngase presente que entre sus modalidades de lucha, además del enfrentamiento violento, se encuentra ocupando un papel protagónico la destrucción de la propiedad privada, lo que los identifica con las tendencias marxistas de extrema izquierda a pesar de su heterogeneidad y aparente indefinida ideología.
Por otra parte, se ha comprobado que más allá de la espontaneidad de los supuestos manifestantes está la tenebrosa mano de la izquierda continental,
cuyos líderes se resisten a desaparecer y les pagan a los manifestantes para cometer actos vandálicos y terroríficos. La reciente detención de varios emigrados latinoamericanos con protagonismo en las revueltas así lo demuestra.
Una última observación, no por esto de menor importancia. Se trata del mismo modus operandi de las recientes manifestaciones en países de Latinoamérica como Ecuador – entre el 2 y 13 de octubre de 2019 ante las medidas económicas del Gobierno de Lenín Moreno y que acabaron con la declaración de Estado de excepción y la mediación inminente de la ONU–, Chile – entre octubre de 2019 y marzo de 2020 a partir del alza en la tarifa del sistema público de transporte y que terminaron con la declaración de un Estado de emergencia– , en Brasil – marzo de 2020 ante el manejo del Gobierno de Jair Bolsonaro respecto a la pandemia del COVID-19, así como en Colombia – entre el 21 de noviembre y el 21 de enero por el supuesto descontento de la política, el manejo económico y ambiental del gobierno democrático de Iván Duque–.
En estas naciones suramericanas hubo ciertos hechos contextuales y particulares que desencadenaron el inicio de las protestas, inicialmente pacíficas, hechos que luego fueron utilizados como pretexto para que grupos terroristas organizados arremetieran contra comercios y negocios; lo que ha ocurrido de modo cuasi idéntico en Estados Unidos, aunque, como es lógico, adaptado al contexto sociopolítico de esta nación. Recordemos los incendios y sabotajes contra los ferrocarriles de Chile, y los innumerables actos vandálicos en Ecuador, detrás de los cuales, también estuvo el accionar de los movimientos de la izquierda regional, y muy puntualmente del correísmo en el caso de Ecuador.
Y así las cosas, la muerte de Big Floyd está siendo utilizada como pretexto para desestabilizar al país más desarrollado y poderoso del mundo, que además se prepara para unas nuevas elecciones, en las que Joe Biden, uno de sus aspirantes por el Partido Demócrata, representa a la izquierda marxista, aunque bajo el ropaje del progresismo y la “justicia” social, contra Donald Trump, el presidente actual, quien no ha estado ajeno al malestar originado a partir de la muerte de Floyd, y prometió justicia ante lo mal hecho; pero al propio tiempo tiene que poner freno con mano férrea al caos formado, no por la muerte de Floyd, sino por grupos terroristas organizados y dirigidos por el poderío de la extrema izquierda