Acceso a la información, clave para un despertar en Cuba

Acceso a la información, clave para un despertar en CubaAcceso a la información, clave para un despertar en Cuba

Acceso a la información, es el primer paso clave para un posible despertar de las conciencias de los millones de cubanos oprimidos y reprimidos por un régimen que sabe, aunque se resiste a admitirlo y reconocerlo, de un final inevitable muy próximo.

Resulta difícil afirmar de modo categórico que Cuba se encuentra atravesando actualmente el peor momento de su historia, al menos de la que comenzó a partir del primero de enero de 1959 con la instauración en el poder del dictador Fidel Castro. Lo polémico del asunto está dado porque en estos tristes 60 años ha habido una serie secuencial de momentos críticos, lo que dicho en el argot de los cubanos se resume como: “no se sale de una para entrar en otra”, y esto, sin duda, dificulta la definición exacta de momentos críticos toda vez que se trata de una prolongada crisis que ya se extiende por seis décadas, y en la que suelen presentarse agudizaciones e hiperagudizaciones frecuentes. 

De cualquier modo conviene recordar dos o tres acontecimientos significativos de los que derivaron luego consecuencias irreversibles. Téngase presente – muchos de los jóvenes de ahora no vivieron ese difícil y tenso momento, y otros no tan jóvenes no tuvieron acceso a la información exacta y real– la llamada Crisis de octubre en la isla, conocida más allá de las fronteras cubanas como la Crisis de los misiles, en la que despuntó el malévolo comandante cubano como lo que realmente fue: un estratega terrorista de armas tomar, cuyas consecuencias para la humanidad fueron dejadas a un lado ante su orgullo y prepotencia, lo que le impidió ver el verdadero sentido de sus disparatadas decisiones en torno al asunto de los misiles nucleares soviéticos en territorio cubano.

Otro hecho que merece destacarse es el derrumbe definitivo del llamado campo socialista y los terribles resultados que para la isla significó un aislamiento forzado que sumergió a grandes sectores poblaciones en estados de hambruna, desesperación y frustración como no se había visto antes, ni siquiera en los duros años de la década del sesenta con la puesta en marcha de la absurda idea socialista de la no privatización de los comercios, la ruptura política, y por lo tanto económica, con los Estados Unidos de América, entre otras tantas excentricidades del egocéntrico mandatario convertido de la noche a la mañana en aliado de los comunistas de la extinguida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Las circunstancias contextuales del presente son bien diferentes a las de la Crisis de los misiles de octubre de 1962, la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, y a las de la disolución de la URSS con el fin de la Guerra Fría entre el 1 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991. Los cubanos recibieron una escasa información sesgada, contradictoria y ambigua que los dejaba con más interrogantes que posibles respuestas. Recordemos que los diarios oficialistas y los escasos canales televisivos están en manos del régimen castrista, y por lo tanto al servicio del Partido Comunista, entidad encargada de regir los designios de todos los cubanos.

La llegada de la revolución cibernética, si bien en Cuba es aún algo utópico toda vez que está limitada y censurada, trae consigo cambios significativos que contribuyen a un despertar popular que pudiera derivar en nuevas perspectivas y visiones para enfrentar una dramática situación de la que se conoce mucho más fuera de Cuba que en el seno de la propia isla.

La Internet llegó, aunque demasiado tarde y aún muy limitada, para que los cubanos puedan conocer su triste realidad y su precaria situación económica que contrasta con la abundancia de aquellos que se proclaman como defensores de las tendencias socialistas y la distribución equitativa de los bienes sociales.

Ahora se puede consultar –con un mínimo de libertad y siempre bajo la sombra amenazadora de los agentes encubiertos de la seguridad del Estado– acerca de lo que realmente significó la actitud de Castro con su orgullo por albergar en suelo cubano todo un arsenal de material nuclear, lo que estuvo a punto de desencadenar una nueva guerra, que de haberse concretado, hubiera tenido resultados mucho más drásticos que la sumatoria de las precedentes, por solo ejemplificar un aspecto en este sentido.  

De ahí que, como afirmé al inicio, es difícil definir cuál ha sido, o es, el peor momento de la historia cubana a partir de 1959, aunque el acceso a la información, y por lo tanto, el conocimiento de una realidad ocultada durante seis décadas hace que justamente la dramática situación política de la isla, el descontento popular, amén del desastre económico de los últimos años, puedan conocerse, al menos, por ciertos sectores poblaciones que más allá de la visión parcializada de los medios de difusión – de total pertenencia del régimen y siempre como órganos oficiales del Partido Comunista o de la Juventud Comunista –, puedan adentrarse en un mundo hasta hace poco desconocido para muchos. 

Esto, indudablemente, cambia el sentido y la visión perceptiva de aquellos que han recibido un adoctrinamiento absoluto fundamentado en las terribles doctrinas socialistas y en las obsoletas técnicas castristas. Cuando a la inmensa mayoría de los cubanos llegue la expresión oficialista acerca del aniversario 61 de “triunfos” y “victorias” de la llamada revolución cubana (así con minúsculas para no hacerme copartícipe de ensalzarla ni con la ortografía) podrán documentarse mediante materiales disponibles y compartidos en las redes sociales acerca de fracasos y reveses, lo que contrasta de manera contradictoria con lo que aún se les pretende imponer mediante la metodología de adoctrinamiento comunista heredada de los antiguos “camaradas” de la URSS (el discurso no ha cambiado en estas seis décadas, cual reflejo de un estatismo mental inducido del que será bien difícil desprenderse).    

Así las cosas, podrán desmentir al propio presidente Miguel Díaz-Canel al pretender celebrar “lo conseguido sin autocomplacencias y conscientes de que cada meta es un nuevo punto de partida (…) curtidos en la resistencia de todos esos años, y apoyados en la fortaleza de la obra humana levantada”, según lo declarado este 21 de diciembre en la clausura del IV Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su IX Legislatura.

El uso de la información les permitirá cuestionarse a los cubanos acerca de la realidad de lo que se ha “conseguido” con esa “obra humana levantada”, esto es, una nación con una crisis económica de la que jamás podrá salir mientras esté en manos de un régimen que la convirtió en uno de los sitios más empobrecidos del planeta, en un verdadero paradigma si de violaciones de derechos humanos se trata, en un país emisor de migrantes (antes de 1959 fue receptor de migrantes), en un lugar colmado de grandes incertidumbres y desesperanzas, entre otras tantas cosas, a las que ahora puede acceder un por ciento de los cubanos que permanecen en la isla.

El concepto del sistema socialista cubano como imagen prototípica de hermandad, cooperación, solidaridad y altruismo, tal como lo sigue afirmando el actual mandatario de la isla bajo su ridículo eslogan: “somos continuidad”, se les viene abajo a partir de la difusión del verdadero sentido y propósito de sus líderes, esto es, vender una fachada paradisíaca – algo que ya les resulta imposible ante el descrédito total en que han caído en los últimos tiempos– cuando en realidad la longeva dictadura castrista constituye la antítesis de esa obsoleta presentación fuera de toda posibilidad contextual de estos tiempos. 

El año que recién comienza pudiera ser determinante para el necesario impulso de un despertar inevitable que no puede quedar limitado a una exigua minoría de opositores en territorio cubano – excluyo a los del exilio toda vez que no están bajo la constante amenaza terrorífica de los agentes de la seguridad del estado cubano, y porque son, en última instancia, quienes ocuparán el papel protagónico en esta gloriosa hazaña–. La motivación a partir del conocimiento del verdadero rostro del régimen cubano deberá abarcar a las multitudes que están resistiendo los embates de la persecución, de la miseria, y lo peor, del adoctrinamiento excesivo que los ha dejado carentes de toda posibilidad analítica y de motivación por asumir el deber como ley.

La era de la información accesible deberá abrirse paso cada día para lograr cambios radicales en el pensamiento de aquellos que hoy se resignan a seguir bajo los efectos hipnóticos de los mantras comunistas de “unidad, la resistencia, la lucha y la emancipación” como “claves” de victorias imaginarias tan solo creíbles por aquellos encargados de reprimir y dogmatizar al pueblo cubano. 

El acceso a la información es el primer paso clave para un posible despertar de las conciencias de los millones de cubanos oprimidos y reprimidos por un régimen que sabe, aunque se resiste a admitirlo y reconocerlo, de un final inevitable muy próximo.

El régimen castrista agoniza, esta es la realidad. Si se está o no en el peor momento, repito, resulta difícil definir; pero su agonía no podrá extenderse por mucho más.

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