La guerra en dos frentes de Donald Trump por preservar la República norteamericana. Una de las promesas de campaña del 2016 del presidente Donald Trump Drain the Swamp, o sea drenar el pantano, se identifica como una guerra abierta contra la corrupción de la clase política norteamericana.
En todos los medios de comunicación, ya sean los medios tradicionales, o las llamadas redes de comunicación social, se ha vuelto un lugar común hablar de una de las promesas de campaña del 2016 del presidente Donald Trump “Drain the Swamp”, o sea drenar el pantano, que se identifica como una guerra abierta contra la corrupción de la clase política norteamericana, la cual se ha convertido en una élite que responde a sus propios intereses, más allá de los intereses de la nación.
Una mayoría del pueblo norteamericano percibe que el desarrollo de esta clase parasitaria ha llegado a niveles peligrosos, que están debilitando a los Estados Unidos tanto desde el punto de vista económico, como social, como institucional poniendo en riesgo la libertad individual. Esta fue la base que le dió la victoria electoral a Donald Trump en el 2016, o sea que esta guerra se ha convertido en un mandato del pueblo americano contra las elites políticas que forman el gobierno federal.
El otro pilar del programa político de Trump en su campaña del 2016 fue sacar a los Estados Unidos de las agendas globalistas, donde el país iba comprometiendo cada vez más su soberanía nacional al control de organismos supranacionales, y de tratados comerciales desventajosos que iban debilitando la capacidad económica del país a través de un proceso de desindustrialización, y una transferencia de empleos hacia otras partes del mundo, en detrimento del trabajador norteamericano.
Esa agenda globalista logró importantes avances durante la presidencia de Barack Obama. No por gusto fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Esta constituye la faceta nacionalista del programa de gobierno de Trump bajo el lema de campaña de “Make America Great Again”.
Estos han sido las dos grandes promesas del 2016 al pueblo americano, y los que intentan desacreditar la política de Trump, han tratado de buscar un paralelo con los populismos nacionalistas de los años treinta del siglo pasado, que condujeron al triunfo del fascismo en muchos países del mundo y eventualmente a la segunda Guerra Mundial.
Aunque superficialmente puedan tener algunas semejanzas, el populismo nacionalista de Trump surge en condiciones históricas muy diferentes, que no vamos a analizar aquí pues nuestro objetivo es identificar al “Swamp”, y sobre todo la parte más peligrosa del Swamp que es el Deep State o Estado Profundo.
Cuando a fines del siglo XVIII, los fundadores de este país diseñaron el gobierno federal, concibieron que descansaría sobre tres ramas; el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, de forma tal que el poder de cada uno fuera balanceado por el poder de los otros dos, estableciéndose así una cooperación donde ninguna rama pudiera alcanzar tanto poder que limitara los derechos de los ciudadanos establecidos en su Constitución. En esto constituyó el famoso “Check and Balance”, pero como toda obra humana, esta siempre lleva en sí las semillas de su propia destrucción.
Lo que los Padres Fundadores no pudieron prever fue el crecimiento enorme del Estado, y con él, de la élite política agrupada en dos partidos, y de una cuarta rama del Estado, hasta el punto que están poniendo en peligro el fundamento mismo de la República según como fue diseñada.
Ese es el “Swamp”, y contra eso está desarrollando la presidencia de Trump una guerra sin cuartel.
El modelo republicano de los Estados Unidos, que ha funcionado por casi 225 años, y que ha servido de ejemplo político a gran parte del mundo, como el marco institucional más adecuado para lograr una convivencia armoniosa basada en la libertad individual, ha venido desarrollando desde hace mucho tiempo esos elementos que tienden a su disolución
Primeramente, el gobierno federal fue concebido para que fuera pequeño y barato, dejando en manos privadas todas las decisiones económicas, limitándose lo más posible a sus dos funciones legítimas para lo que fue concebido; estas son justicia y defensa, sin embargo, el gobierno ha venido creciendo hasta convertirse en algo enorme, desempeñando múltiples funciones para las cuales nunca fue concebido
El gran temor de los Padres Fundadores era el poder del gobierno con su potencial de restringir las libertades individuales,
Esos temores comenzaron a hacerse realidad especialmente a partir del crecimiento del gobierno que comienza en 1913 con la presidencia de Woodrow Wilson por el Partido Demócrata, que inaugura lo que se conoce como la Era Progresista, cambiando dramáticamente el curso de la historia de los Estados Unidos.
La aprobación del impuesto sobre las corporaciones y sobre los ingresos individuales, así como la formación de la Reserva Federal en 1913, le dieron al gobierno los instrumentos financieros necesarios para su expansión, y la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, y la entrada en ella de los Estados Unidos en 1917, le dieron el pretexto al gobierno de Wilson para restringir las libertades individuales como no se había visto antes en este país.
Los gobiernos posteriores de los republicanos Warren Harding, y Calvin Coolidge, entre 1921 y 1929, revirtieron en algo la agenda progresista, pero con el republicano Herbert Hoover de 1929 a 1933 con el pretexto de la Gran Depresión, las atribuciones del gobierno volvieron a crecer, pero con la presidencia del demócrata Franklin Delano Roosevelt, de 1933 a 1945, con el famoso New Deal y posteriormente con la segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano alcanzó un tamaño y un poder sobre los ciudadanos. Durante el gobierno de Roosevelt, el Estado norteamericano alcanzó el punto más cercano al Socialismo.
Concluida la guerra en 1945, algunas de las políticas progresistas fueron desactivadas, pero con el gobierno de John Kennedy, y sobre todo de Lyndon Johnson y Richard Nixon, con la Guerra de Vietnam y los programas sociales de la Guerra contra la Pobreza, la agenda Progresista volvió a dar un gran salto adelante.
Al concluir el gobierno de Barack Obama en el 2016, el país no se había recuperado de la recesión económica del 2008-2009, y el tamaño del gobierno había crecido de manera exponencial a partir de un gasto gigantesco que parece no tener control, sostenido en cada vez mayores impuestos, expansión monetaria, y una inmensa deuda pública que no para de crecer.
Esta breve historia acerca del crecimiento del gobierno, que ha tenido lugar de manera impensable para los creadores del sistema político federal de este país, sirve para darnos cuenta que consecuentemente se ha expandido la clase política con sus intereses particulares, que cada vez son menos coincidentes con los del pueblo que los eligió, y con ello las ramas del gobierno han sido dominadas por los intereses partidistas, por lo que lejos de existir un balance de poder que lleve a la cooperación armoniosa entre las tres ramas, lo que sucede es un obstruccionismo que funciona de acuerdo a intereses de partido, y que hemos visto que ha llegado al extremo de querer derrocar legalmente, por medio de un impeachment (juicio político) a un presidente electo popularmente, abriendo así la puerta a futuros y continuados procesos de impeachment contra presidentes hasta el punto de hacer ingobernable esta nación, creando de esta forma las condiciones para un gobierno abiertamente dictatorial, o una guerra civil.
El segundo elemento desestabilizador que surgió dentro del gobierno de los Estados Unidos como resultado de su crecimiento, es una cuarta rama del Estado; la rama administrativa formada por una burocracia profesional que no responde a ningún electorado, y que debía responder al Ejecutivo, pero aunque técnicamente el presidente es el jefe de estas agencias, solo puede contar con la cooperación de las mismas si existe un acuerdo entre el personal de las mismas, de que el presidente no las amenaza. O sea, el presidente puede contar con la cooperación de estas agencias para expandir el poder ejecutivo, pero también pueden ponerle obstáculos insuperables en el camino a cualquier presidente que intente restringir los poderes de la burocracia federal, participando en una serie de acusaciones, investigaciones y filtraciones diseñadas para socavar al presidente, y lo que hacen, se lleva a cabo a menudo en secreto. Esto es lo que se ha venido llamando “La Resistencia” que es el obstruccionismo llevado a cabo por una parte del Estado administrativo desde el mismo 2016.
El hecho de que muchos de estos burócratas tengan puestos fijos, y funcionen en gran medida en las sombras, aumenta aún más su poder, unido a disponer de presupuestos casi ilimitados.
Dentro de esta cuarta rama del poder se encuentra la parte más peligrosa del Estado Profundo, que es la burocracia de Seguridad Nacional que surgió en el gobierno de Wilson, durante la Primera Guerra Mundial, con la Oficina de Investigación del Departamento de Justicia, que después se convertiría en el FBI.
Posteriormente durante la Guerra Fría, surgiría otra poderosa agencia del Estado Profundo; la Agencia Central de Inteligencia CIA.
Las agencias de seguridad nacional han llegado a ser la parte más peligrosa dentro del Estado debido a la capacidad de estas agencias de llevar a cabo operaciones que se mantienen en secreto del público, su acceso a cantidades aparentemente ilimitadas de financiamiento, y su capacidad para investigar y procesar a políticos elegidos. Estos organismos tienen un inmenso margen de maniobra para perseguir sus propios intereses independientemente del gobierno electo y con relativa impunidad, se han venido convirtiendo en autónomos del Ejecutivo.
Esa clase política divorciada de los intereses del pueblo americano, y esa cuarta rama que es el Estado administrativo, con su segmento más peligroso que son las agencias de seguridad nacional forman lo que se conoce como el “Swamp” que ya ha llegado a convertirse en una verdadera amenaza a la estabilidad de la República tal como fue concebida, por eso drenar el “Swamp” forma parte decisiva de la agenda conservadora del pueblo de los Estados Unidos, enfrentados a la agenda del globalismo estatista-socialista del progresismo internacional, y sus aliados de la parte más corrupta de la clase política norteamericana.
A Donald Trump lo quieren destituir por medio de un juicio político simplemente porque ha tenido el “atrevimiento” de ir contra esa clase de políticos y burócratas que desprecian al pueblo norteamericano.
Creo que debemos entender con claridad la guerra que se está llevando por la administración de Donald Trump, donde sin exageración, se está jugando el futuro de la República norteamericana.
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