¿Cuál es el origen de los derechos humanos?
Hay una perturbadora escena surrealista en el documental Oscar’s Cuba cuando los que apoyan al gobierno cubano gritan “Abajo los derechos humanos” para intimidar a quienes defienden al líder opositor Dr. Oscar Elías Biscet. Mucho más expresivamente la turba vocifera: “Nos cag... en los derechos humanos”.
¿Cómo pueden personas y gobiernos sostener tal condenable visión de los derechos humanos? Como americanos, exigimos nuestros derechos; admiramos las luchas de los pueblos reclamando sus derechos; veneramos los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad proclamados en nuestra Declaración de Independencia. Sin embargo, los colectivistas ven esto de manera diferente; entonces, ¿cuál es el origen de los derechos humanos?
La cuestión de si los derechos son creación de sociedades particulares, o independientes de ellas, es fundamental para nuestra posición sobre reglas de conducta moral y organización política. ¿Son los derechos humanos creados por los hombres, como una visión particular de la sociedad, como aseguran los marxistas? ¿O son un evidente legado de nuestro Creador, como afirmaba Jefferson?
Hay tres posiciones epistemológicas principales sobre el origen de los derechos humanos: (1) Son leyes morales y vienen de Dios. (2) Son leyes políticas creadas por los gobiernos. (3) Son leyes morales inherentes a la naturaleza humana.
Si los derechos humanos fueran simplemente una invención –una creación del intelecto humano– sería muy difícil argüir que son universales y que cada gobierno está obligado a respetarlos aunque no esté de acuerdo. En consecuencia, Karl Marx denunciaba los derechos como una creación de la sociedad burguesa. Además, si los derechos fueran solamente un capricho del gobierno podrían ser revocados cuando el gobierno lo deseara: serían autorizaciones, no derechos.
Por otra parte, si los derechos emanan de Dios y existen antes de cualquier ley hecha por el hombre, no pueden ser concedidos o revocados por decreto del gobierno. Lamentablemente, ningún origen divino de los derechos humanos puede ser juiciosamente planteado, puesto que no hay evidencia de tal divinidad, y mucho menos de la existencia de derechos claramente demostrables que emanan de Dios.
Un problema adicional es que no hay un solo Dios universalmente reconocido, y por lo tanto nos corresponde a nosotros decidir si el que debe prevalecer es el código moral de Jehová, Alá o Brahma. Vincular los derechos a una divinidad es admitir que no existe evidencia que apoye la existencia de derechos humanos universales.
Muy al tanto de esos aspectos, los pensadores de la Ilustración y los Padres Fundadores buscaron vincular los derechos humanos a la naturaleza como un tema de la ley natural. Pero al intentar extrapolar los derechos desde la naturaleza, los pensadores liberales saturaron sus argumentos con referencia a lo que Dios había ordenado o concedido. John Locke propuso su “ley natural” ligada al “hombre resultado de un omnipotente e infinitamente sabio creador”. Y Jefferson destacó que la ley moral de la naturaleza es “la ley moral a la que el hombre ha sido sometido por su Creador”.
Esa exposición clásica de la ley natural mantiene el interrogante filosófico de que si los derechos naturales provienen de Dios, la prueba de su existencia depende de la prueba de la existencia de Dios. Estos enfoques han llevado a algunos filósofos a ridiculizar la creencia en los derechos humanos como “creer en brujas y unicornios” (Alasdair MacIntyre) o “tonterías montadas en pilotes” (Jeremy Bentham). Para abordar esto los pensadores modernos han desarrollado diversas teorías de derecho natural más seculares, que no se originan en una divinidad.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas establece que los derechos humanos surgen de “la dignidad inherente al ser humano”. Esto también puede ser un concepto problemático porque no puede alcanzarse un acuerdo universal sobre cómo se define una vida digna. Algunos plantean que una casa en la playa es una necesidad absoluta para una vida digna de un ser humano, mientras otros requieren múltiples cónyuges. ¿Quién lo definirá?
Los regímenes totalitarios se aprovechan de estos dilemas filosóficos para subordinar al individuo al Estado. Como los gobiernos mantienen un monopolio legal del uso de la fuerza física, necesitamos derechos individuales para protegernos de la servidumbre obligada hacia otros, que exige el colectivismo.
Nuestro mejor argumento intelectual es que cada individuo es moralmente un fin en sí mismo y no un medio para los fines de otros. Eso significa que los derechos individuales son nuestra defensa contra el colectivismo. De acuerdo a nuestras creencias personales los derechos individuales pueden ser vistos como otorgados por Dios, o intrínsecos. Los derechos humanos pueden ser simplemente una aspiración o un artilugio, pero en un contexto social es lo que necesitamos para vivir en libertad.
El Nuevo Herald