Balance de la protesta
A un mes del inicio de la protesta estudiantil es hora de hacer un balance. Posiblemente a muchos, quizás a la mayoría, tanto entre los que apoyan al régimen como entre quiénes lo adversan, no habrán satisfechos sus expectativas ni alcanzadas sus metas. Todavía es muy pronto. No obstante, en estos días, muchas cosas han cambiado en Venezuela. A nuestro juicio, para el bien de la Patria, para aumentar nuestra esperanza y optimismo.
1. Venezuela es una dictadura y además una dictadura que tortura
En nuestra opinión, y desde hace tiempo, nuestro régimen político es de carácter dictatorial. Ciertamente, una dictadura distinta. Es una dictadura militar, petrolera postmoderna. Sin embargo, para nuestra opinión pública no lo era. No encajaba en el concepto que nuestro imaginario colectivo tiene de ella. Además, la permanente propaganda oficial ha insistentemente predicado el carácter democrático de la “revolución bolivariana” habida cuenta del supuesto protagonismo popular y la realización de numerosos procesos electorales, independientemente de que fueran controlados y cuestionados. Por otra parte, tampoco el discurso opositor calificaba al régimen de dictatorial. Salvo María Corina Machado, evitaban utilizar el término. Preferían llamarlo autoritario que para muchos decía poco, a lo sumo una desviación democrática. Actuaban como si viviéramos en democracia, como si existiese estado de derecho, lo cual decía mucho y engañaba y confundía, aun más.
Recordemos, que en enero, en forma casi epiléptica, actuando individualmente, sin mayor discusión y consulta entre ellos, los partidos de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) acudieron a Miraflores atendiendo el llamado de un presidente que hasta hacía muy poco habían desconocido y considerado fraudulenta su elección. Al llamado “diálogo” solo se negó abiertamente la diputada María Corina Machado y en un comienzo y tímidamente, Henrique Capriles R. Hasta Voluntad Popular (VP) se hizo presente con el alcalde Smolanski y otros.
Henrique Capriles R. había unido en torno a su candidatura, como no había antes ocurrido, a la heterogénea oposición al régimen. Había conducido la oposición desde estadios de cohabitación y colaboración hacia los de confrontación. Si bien privilegiaba la vía electoral había liderizado el desconocimiento de Maduro. Sin embargo, por esos días, Capriles es prácticamente apartado por un acuerdo tácito o expreso entre los deseosos de colaborar o conseguir un nuevo modo de convivencia con el régimen (UNT, COPEI, AD), los que insistían en volver a una estrategia exclusivamente electoral (PJ) y los que le cuestionan el haber detenido la movilización popular para exigir en las calles el reconocimiento de la victoria electoral opositora (VP). Parecía que ahora el denominador común de la MUD no era derrotar a Maduro, tampoco discutir sobre una alianza que fuera más allá de lo electoral, mucho menos diseñar una nueva estrategia. Parecía, más bien, que el deseo común era disminuir el liderazgo de Capriles R., sin valorar el nivel de autoridad, eficaz conducción y reconocimiento nacional e internacional que había alcanzado y lo colocaba por encima de los candidatos de otros tiempos (Arias y Rosales) y los demás liderazgos opositores. A finales de enero, Capriles lucía aislado y su liderazgo desconocido por la MUD. Entonces, desacertadamente termina asistiendo al llamado “diálogo” convocado por Maduro.
Mientras la dirigencia opositora reconocía a Maduro y el “dialogo” distraía la atención de muchos, importantes sectores de la Venezuela democrática continuaban desconociendo el gobierno chavista, y su legitimidad democrática contribuyendo a acrecentar los problemas de gobernabilidad. Paradójicamente, dicho proceder podía conducir a la deslegitimación de dichos liderazgos.
Lo cierto es que poco después, Leopoldo López (VP), María Corina Machado y más tarde, Antonio Ledezma (ABP) proponen al país una estrategia autónoma de la MUD. Plantean promover y organizar la movilización ciudadana, abonan la protesta estudiantil y poco después, obligarán a los distintos miembros de la MUD a moverse de las posiciones colaboracionistas, de cohabitación y exclusivamente electorales, hacía las de confrontación en una variedad de matices. Sin embargo, destacamos que en el deslizamiento las cúpulas generalmente se limitan a no oponerse a la protesta, mientras que entre la militancia y la dirigencia de base predomina el apoyo abierto a la protesta.
Ante la expansión de la protesta que ahora es nacional, la tradicional respuesta del régimen de represión selectiva se convierte en represión generalizada. El proyecto político que han asumido, conocido en esta fase como, Plan de la Patria, no les permite otra opción, o por lo menos, así lo determina, la injerencia cubana. Avanzar en un eficaz diálogo para resolver los graves problemas políticos, de desabastecimiento, inflación o delincuencia, que van haciendo al país ingobernable, solo es posible abordarlos, con éxito, abandonando el proyecto totalitario. Creyendo que su permanencia en el poder no está en juego, no encuentran razones para hacer concesiones y abandonar la estrategia del miedo que en la coyuntura les exige entrar en una fase de mayor represión, incluso de terror, si es necesario. El objetivo, como siempre, paralizar la oposición y convertirla en disidencia aislada o simple oposición oficial colaboradora del proyecto totalitario.
Sin embargo, la respuesta violenta del régimen, la represión masiva, indiscriminada, desproporcionada y absolutamente abusiva, no ha detenido la protesta, ni siquiera el uso de bandas paraestatales y paramilitares conocidas como colectivos armados lo logra. El miedo generado ya no paraliza. El carácter dictatorial del régimen se ha puesto de manifiesto y el país, incluyendo la dirigencia política, va asumiendo el calificativo. El desconocimiento de derechos fundamentales, la práctica de la tortura, la censura y autocensura de los medios se hace evidente para todos.
El aumento de la represión incrementa la protesta dando como resultado una mayor violencia. El gobierno llama nuevamente al “diálogo” que termina siempre en monologo y discurso feroz e insultante. Sin embargo, la MUD, unánimemente, se niega, esta vez, a asistir incondicionalmente. Para participar consideran necesario la libertad de los presos políticos, el cese a la represión e impunidad, el desarme de los colectivos, y el abandono del lenguaje ofensivo.
La mayoría democrática que se ha expresado, una vez más en las urnas, en las elecciones presidenciales, no pudo obligar al régimen a reconocer el resultado. Ahora ocupa las calles. La oposición tiene nuevas herramientas de lucha, pero la capacidad de movilizar o inmovilizar la mayoría popular, a diferencia de los que ocurrió después de las grandes movilizaciones de 2002 y años siguientes, ya no depende solo de las organizaciones políticas, empresariales o sindicales, sino de nuevos liderazgos y un movimiento estudiantil con gran fuerza moral que crece diariamente.
Reconocido el carácter dictatorial del gobierno, el deslinde claro con el régimen, además de indispensable para alcanzar la paz, la reconciliación y la unidad democrática se convierte en una exigencia ética que a todos interpela. Solo hay espacio político para posiciones comprometidas con la dictadura o con la libertad, o como lo expresan los jóvenes que protestan cuándo se preguntan ¿Quiénes somos? Estudiantes ¿Qué queremos? Libertad.
Por supuesto, al esclarecerse que luchamos contra una dictadura, quedan legitimada variedad de estrategias de acceso al poder que van desde la desobediencia cívica hasta la rebelión violenta. Lo que hará la diferencia y podrá legitimar más un unas vías que otras es la conveniencia, es decir, su viabilidad y costo. Adicionalmente, la oposición podrá ahora desarrollar un mensaje conceptualmente armónico que concilia el discurso con su práctica y lucha.
2. La opinión pública internacional
No tengo ninguna duda. La opinión pública internacional apoya la protesta venezolana. La ven como un ejercicio legítimo de un derecho fundamental. Rechaza la represión y violación de derechos humanos. Adversa a un régimen que considera dictatorial.
La Venezuela democrática ha alcanzado una audiencia mundial que ha escuchado con atención nuestra denuncia sobre la violación de derechos humanos y sobre la injerencia y dominación castro comunista en Venezuela.
No obstante, el apoyo a la Venezuela democrática todavía no incluye a la mayoría de los gobiernos, pero ocurrirá. Mientras tanto, multiplicará los apoyos no gubernamentales a la oposición venezolana.
Por otra parte, el régimen obtuvo, como era previsible, una votación favorable en la Organización de Estados Americanos (OEA). En realidad, su mayor éxito fue lograr que la sesión fuera privada. La falta de transparencia permitió a la opinión pública de los respectivos países permanecer ignorante con respecto a la actuación de muchos de sus gobiernos y sus motivaciones con respecto a Venezuela facilitándoles, por ahora, mantener posiciones que privilegian otros intereses antes que la defensa de la democracia y los derechos humanos.
3. El carácter contestatario de la protesta
El carácter contestatario de la protesta juvenil es, a nuestro juicio, el aspecto más importante de nuestra evaluación. Se trata de una protesta contra el establecimiento, lo que en términos políticos significa que es una protesta contra el gobierno, contra el Estado, contra el régimen chavista; pero también, aunque todavía muy subterráneamente, contra quiénes considera responsables, por acción u omisión, de su permanencia en el poder.
Protestan, predominantemente, jóvenes estudiantes cuyas edades oscilan entre los 18 y los 25 años, pero su queja es compartida por otras generaciones y personas que ven con creciente simpatía su valentía, disposición y compromiso ético en la construcción de una Patria dónde sea posible la realización de sus sueños, pero también los de todos.
El carácter contestatario de la protesta opositora democrática de esta generación permitirá, a nuestro juicio, alcanzar, con su naturales ascensos y descensos, un carácter permanente y popular. Debemos tener presente, que en Venezuela, las diferencias socioeconómicas existentes entre las distintas clases sociales disminuyen hasta casi desaparecer, cuándo en lugar de considerar solo aspectos económicos, comparamos los sueños, necesidades, expectativas, problemas y propuestas de los jóvenes. Las diferencias entre los jóvenes de distinta proveniencia socio económica casi desaparecen. En un país tan joven como el nuestro, la posición de los jóvenes al hacerse beligerantes determinará el comportamiento de la opinión pública y el desarrollo del proceso político.
Por supuesto, este potencial expansivo y popular de la protesta opositora democrática se incrementará en la medida que la clase dirigente y especialmente la política, entiendan el papel protagónico que los jóvenes están llamados a cumplir, comprendan su carácter contestatario y la necesidad de apoyarlos en la conquista de unos sueños que muy bien pueden ser de todos y para cuya cristalización han decidido ser actores.
Es posible. No nos atrevemos a asegurarlo, dado el proceso de adoctrinamiento e ideologización que han sufrido, que esta respuesta juvenil a la realidad nacional que ha comenzado a expresarse en las calles, sea también compartida por la juventud militar. Sin lugar a dudas, si esto fuera así, las consecuencias de este movimiento generacional serían mayores.
Este carácter generacional y contestatario de la protesta que se expresa en actitudes, pancartas, consigna, música y discursos ha permitido que artistas, deportistas, músicos y jóvenes en general de todas partes se identifiquen y solidaricen con la protesta venezolana contribuyendo, entre otras, a los cambios en la opinión pública internacional que antes señalábamos.
Quizás, con nuestras apreciaciones, estemos adelantándonos demasiado a los tiempos. Ciertamente, las informaciones y elementos de análisis, la incertidumbre reinante y la naturaleza de nuestro proceso político, no nos permiten todavía llegar a conclusiones definitivas. No obstante, queremos con estas líneas compartir lo que estamos visualizando. Probablemente, lo que ocurre no llegue a ser comparable con el Mayo francés de 1968, mucho menos con la Toma de la Bastilla, pero sin lugar a dudas, ya es bastante más que una protesta pasajera y coyuntural.
Alzando la voz