- Julio M. Shiling
El refrito económico reciente del castrismo.
Otra aventura en las reformulaciones económicas dirigidas por el régimen que podrían servir potencialmente para la domesticación social y la durabilidad política.
János Kornai, el economista húngaro, tenía mucha razón cuando declaró en su clásico El sistema socialista: La economía política del comunismo (1988) que “el socialismo es irreformable”. El excomunista descubrió muy pronto que los modelos económicos marxianos engendran lo que él acuñó como “economía de la escasez”. La Nueva Política Económica de Vladimir Lenin (1921) fue un ejemplo de un intento desesperado por salvar al socialismo del colapso, atemperando los planes de colectivización radical con coqueteos políticamente controlados con el capitalismo de Estado. El refrito económico reciente del castrismo es otra aventura en las reformulaciones económicas dirigidas por el régimen que podrían servir potencialmente para la domesticación social y la durabilidad política.
China comunista ha perfeccionado este prototipo. Vietnam ha seguido su ejemplo. Tanto el “modelo chino” (también conocido como socialismo con características chinas) como el “Đoi Moi” de Vietnam son una configuración sociopolítica de un Estado marxista-leninista con un sistema económico híbrido que consiste en un modelo dirigido por el régimen que utiliza conceptos y prácticas modernas del mercado, la división internacional del trabajo, las finanzas y el comercio con el fin de mantenerse en el poder y promover el socialismo. La clave para mantener el dominio dictatorial es el dinero (mucho) para pagar la elaborada red de terrorismo estatal represivo, y la capacidad de domesticar, tanto a la sociedad interna como a la diáspora. Esto lo han conseguido cómodamente China y Vietnam. El castrocomunismo lleva décadas intentando conseguir lo mismo, pero ha fracasado sistemáticamente.
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